El Fondo Perpetuo para la Educación sigue prosperando después de nueve años
Tyson Kemege tuvo polio y quedó huérfano siendo bebé. Creció en Nairobi, Kenia, en donde nunca durmió en un colchón, rara vez tuvo dos comidas al día y se movilizaba sólo con un par de muletas de mano.
Decidió que asistiría a la Universidad Augustana de Kenia y que estudiaría Informática, pero sin familia ni dinero, no parecía que hubiera muchas esperanzas de que lo lograra.
Después de completar sus estudios secundarios, el hermano Kemege, que se había unido a la Iglesia unos años antes, se comunicó con un matrimonio misionero y les habló de su deseo. Los misioneros lo pusieron en contacto con el comité del Fondo Perpetuo para la Educación (FPE), y con un préstamo de ese fondo, logró ser admitido a la institución.
“Soy el hombre de más suerte sobre la tierra”, les decía el hermano a los misioneros con frecuencia.
El hermano Kemege ha servido como presidente de la asociación de alumnos de la Universidad Augustana y tiene dos llamamientos en su barrio.
Nueve años después de que el presidente Gordon B. Hinckley (1910--2008) anunciara por primera vez el FPE, el programa cuenta con más de 38.000 participantes en 42 países. A pesar de las dificultades económicas mundiales, el Fondo Perpetuo para la Educación está muy bien y ayuda a las personas como Tyson Kemege a obtener una educación académica, escapar de la pobreza y contribuir a su comunidad.
Más del 87 por ciento de los participantes del FPE que han terminado sus estudios actualmente tienen un empleo.
Dificultades superadas
Aunque el programa no ha sufrido reveses por los problemas económicos mundiales, los que supervisan el programa dicen que sí ha tenido que superar algunas dificultades. Uno de los más grandes desafíos que enfrenta el programa es el creciente número de participantes.
“Los obstáculos que hemos tenido que afrontar y superar son los usuales que acompañan al crecimiento rápido y a una labor internacional”, dijo el élder John K. Carmack, miembro emérito de los Setenta y director ejecutivo del fondo. “Algunos de los obstáculos han sido dar a conocer el programa, los requisitos y la disponibilidad, y sostener a los participantes”.
Un grupo administrativo relativamente pequeño administra el programa desde las oficinas generales de la Iglesia, que cuenta con unos cuantos empleados, matrimonios misioneros y voluntarios locales. Lo supervisan dos Autoridades Generales eméritas, el élder Carmack y el élder Richard E. Cook.
Para administrar este programa tan extenso, el personal y los misioneros del FPE trabajan con las Presidencias de Área para capacitar a los líderes de área, quienes a su vez trabajan con los líderes locales para capacitar y apoyar a maestros, personal, voluntarios y participantes locales.
“Fue y es una iniciativa muy innovadora”, dijo Rex Allen, director de capacitación y comunicación del programa. “Es nuevo en todo nivel, así que han sido esenciales la comunicación y la capacitación”.
Cómo funciona
El programa es posible gracias a cientos de miles de personas que donan dinero al fondo. Todo el dinero donado se usa para apoyar a los participantes.
En el caso de los participantes, el proceso comienza con una fase preparatoria coordinada a través del programa de institutos de religión, en el cual está inscrito el miembro. Con la ayuda de los centros de recursos de empleo SUD, los participantes toman cursos de “La planificación para el éxito” y participan en talleres profesionales antes de llenar la solicitud de préstamo en línea.
Una vez aprobados los préstamos, los participantes cursan sus estudios con el entendimiento de que pagarán su deuda para que otros también se beneficien del fondo. En total, los pagos de los préstamos de los participantes suman más de $2,5 millones de dólares estadounidenses
El élder Carmack dijo que el programa tiene éxito no sólo por el gran apoyo financiero de los miembros, sino también porque tiene excelentes líderes. “El padre del Fondo Perpetuo para la Educación es Gordon B. Hinckley”, dijo él, “pero el apoyo y el interés del presidente [Thomas S.] Monson son tan grandes como lo fueron los del presidente Hinckley. [El presidente Monson] ha participado en el proceso desde el principio y lo dirige hoy con una perspectiva profética”.
Los resultados
Al anunciar el programa en la conferencia general de abril de 2001, el presidente Hinckley dijo: “Con buena preparación para conseguir empleo, esos jóvenes y esas jóvenes podrán salir de la pobreza que tanto ellos como sus antecesores han conocido. Proveerán mejor para su familia. Prestarán servicio en la Iglesia y progresarán en responsabilidades de liderazgo. Pagarán el préstamo para hacer posible que otros sean bendecidos como ellos lo habrán sido” (“El Fondo Perpetuo para la Educación”, Liahona, julio de 2001, pág. 62; Ensign, mayo de 2001, pág. 51).
Los líderes del programa continúan viendo el cumplimiento de las palabras del presidente Hinckley. En algunos países que tienen el programa del FPE, entre el 10 y el 15 por ciento de los líderes actuales de la Iglesia han sido beneficiarios del fondo.
“Éste no es un sueño”, continuó el presidente Hinckley. “Contamos con los medios por parte de la bondad y la gentileza de amigos maravillosos y generosos. Tenemos la organización. Tenemos el número de personas y dedicados siervos del Señor para sacarla adelante con éxito. Es una obra de voluntarios que no costará a la Iglesia prácticamente nada. Con humildad y agradecimiento rogamos a Dios que haga prosperar esta labor y que ésta traiga bendiciones, ricas y maravillosas, sobre la cabeza de cientos de personas tal como la organización que la precedió, el Fondo Perpetuo para la Emigración, trajo innumerables bendiciones a las personas que participaron de sus oportunidades”.
Nueve años después, el programa sigue creciendo, y todo ello es posible, de acuerdo con el hermano Allen, “gracias a la buena voluntad y la gran fe de las personas”.