2010
El talento de Taylor
Abril de 2010


El talento de Taylor

Heather Hall, Utah, EE.UU.

“¿Podría decirme qué talentos tiene Taylor que yo pudiera compartir con la clase?”, me preguntó la maestra de la Primaria de mi hijo de ocho años. Me había llamado porque en la clase de Taylor iban a hablar de los talentos que cada uno había recibido del Padre Celestial.

La mente se me quedó en blanco; pensé en los ocho años anteriores mientras intentaba encontrar una respuesta. A los cuatro días de haber nacido, Taylor había sufrido un derrame cerebral que le dejó graves daños y una epilepsia incontrolable. No puede ver, ni hablar ni comunicarse; nunca ha superado el desarrollo mental de un niño de seis meses; se pasa la mayor parte del día en una silla de ruedas mientras lo cuidamos y procuramos mantenerlo cómodo.

Le aplaudimos y animamos cuando aprendió a reír y a beber de una taza especial, y lo festejamos cuando aprendió a ponerse de pie y a dar unos pasitos. No obstante, aunque exteriormente aplaudíamos y celebrábamos esas cosas, interiormente llorábamos al darnos cuenta de que esos pequeños logros eran probablemente los más importantes que Taylor alcanzaría. De alguna forma, sabía que eso no era lo que su maestra de la Primaria quería escuchar.

Me aclaré la voz y respondí un tanto incómoda: “Lo cierto es que no se me ocurre ningún talento que Taylor tenga”.

Entonces, por medio de su respuesta, esta amable hermana alteró para siempre la relación que tenía con mi hijo.

“Al pensar en esa lección, me di cuenta de que todos los hijos de Dios tienen un talento”, dijo. “Yo diría que el talento de Taylor es que enseña a los demás a prestar servicio. Si le parece bien, me gustaría hablar a la clase de cómo he observado el talento de Taylor aquí en la iglesia. He visto a otros niños de la Primaria que han aprendido a empujar su silla de ruedas, a abrirle la puerta y a superar su miedo de limpiarle la barbilla con un pañuelo cuando lo necesita. Creo que esto es un gran talento mediante el cual él bendice nuestra vida”.

Asentí con un susurro y nos dijimos adiós calladamente. Me pregunto si aquella maestra de Primaria sabría el impacto tan profundo que aquella conversación tendría en mi vida. Taylor siguió siendo el mismo y sigue necesitando muchas atenciones. Yo sigo pasando gran parte de mi vida en hospitales, con doctores y terapeutas, pero mi perspectiva ha cambiado y he comenzado a reconocer su talento.

Observé que las personas que nos rodeaban se comportaban de manera diferente al procurar cuidarlo. También me di cuenta de que nos recuerda que debemos ir más despacio, reconocer sus necesidades y ser más compasivos, observadores y pacientes.

No conozco el propósito que Dios tiene para que Taylor se enfrente a dificultades tan enormes, pero creo que su maestra de la Primaria me permitió vislumbrar una pequeña parte del mismo. Él está aquí para compartir su talento con nosotros; está aquí para darnos la oportunidad de aprender a prestar servicio.

“He visto a otros niños de la Primaria que han aprendido a empujar su silla de ruedas, a abrirle la puerta y a superar su miedo”, me dijo la maestra de la Primaria de mi hijo.