2016
Élder Gary E. Stevenson: Un corazón comprensivo
Junio de 2016


Élder Gary E. Stevenson: Un corazón comprensivo

Elder Stevenson with African children

Fotografías nuevas cortesía de Kristin Murphy, Deseret News; y de Sarah Jane Weaver, Church News.

Cuando Gary Stevenson tenía once años, su padre lo llevó a hacer una caminata. “Yo iba saltando de una roca a otra delante de mi padre”, él recuerda. “Traté de subirme a una roca grande para mirar hacia abajo. Mientras me trepaba hacia la cima de la roca, él me agarró del cinturón y me tiró hacia abajo.

“‘¿Qué pasa?’, dije; y él respondió: ‘No te subas a esa roca, sigamos por el sendero’. Poco después, al mirar hacia abajo desde una parte más elevada del sendero, pudimos ver sobre la roca a una serpiente cascabel disfrutando del sol.

“‘Esa es la razón por la que no te dejé subir’, explicó mi padre.

“Más tarde, mientras conducíamos a casa, supe que él estaba esperando que le preguntara: ‘¿Cómo supiste que la serpiente estaba allí?’. Él dijo: ‘Déjame enseñarte acerca del Espíritu Santo’. Entonces tuvimos una lección improvisada en cuanto a las funciones que el Espíritu Santo puede tener en nuestra vida: protector, consolador y alguien que testifica. ‘En este caso’, mi padre explicó: ‘el Espíritu Santo te estaba protegiendo a través de mí. Él me advirtió que te alejara de la roca’”.

Esa experiencia, aunque sencilla, ayudó al élder Stevenson a entender que cuando se reciben los susurros del Espíritu, se deben aceptar y se deben seguir. Esa fue una de las muchas lecciones que aprendió de su padre.

Madre maravillosa, mentores maravillosos

young Elder Stevenson with his mother

Las fotografías son cortesía de la familia Stevenson, salvo donde se indique; a la izquierda: flores © tukkata/iStock/Thinkstock; a la derecha: fotografía del Templo de Logan, Utah, por Jarvie Digital.

Según el élder Stevenson, su madre fue un ejemplo de bondad pura: “Sus expectativas me motivaron y casi cada cosa que yo hacía la evaluaba pensando: ‘No quiero defraudar a mi mamá’”.

Juntos, sus padres reafirmaron los principios del Evangelio durante la noche de hogar y en otras actividades o reuniones familiares. “Ellos afianzaron nuestro hogar en las enseñanzas del Evangelio; era el fundamento de nuestra vida”, dijo él.

Otros mentores importantes también lo guiaron. “Recuerdo que en mis primeras capacitaciones como Autoridad General, el presidente Henry B. Eyring, Primer Consejero de la Primera Presidencia, sugirió que hiciéramos una lista de veinte personas que tuvieron un impacto positivo en nuestra vida. Creo que todos pueden beneficiarse con ese ejercicio. Fue inspirador pensar en todos los buenos hombres y mujeres que estuvieron allí para ayudarme, especialmente en mi juventud”.

Fortalecido por la familia y los amigos

Gary Evan Stevenson nació el 6 de agosto de 1955, y se crió en Logan, Utah, EE. UU. Sus padres, Evan y Jean Hall Stevenson, tuvieron cuatro hijos. Gary fue el segundo hijo y el primer varón.

“Tuve una relación estrecha con mis hermanos y hermanas. Mi hermana mayor, Debbie, esperaba que hiciera lo que era correcto y mis hermanos menores, Merilee y Doug, esperaban que fuera un ejemplo. Todos sentíamos la responsabilidad de vivir rectamente y de participar en las actividades de la Iglesia”. Sus parientes también tenían expectativas elevadas: “Por ejemplo, cuando mi primo mayor se fue a la misión, firmó un billete de 2 dólares y lo pasó al próximo primo que se estaba preparando para servir. Ese billete pasó por dieciséis primos que sirvieron en misiones por todo el mundo, recordándole a cada uno que estábamos unidos en el servicio al Señor”.

Los amigos de los cuórums del sacerdocio también influyeron en él para bien. “Aprendí en mis primeros años lo que significa estar relacionado con un cuórum, no solo el domingo, sino también en el vecindario y en la escuela”, dice él. “Me dio un sentido de identidad, de pertenencia, de hermandad y de servicio”. Él recuerda en forma específica el acompañar a un miembro del cuórum a recoger las ofrendas de ayuno de una hermana del barrio que estaba confinada a su casa, que era ciega y que no tenía muchos ingresos. “A pesar de sus circunstancias, siempre tenía una moneda de cinco o de diez centavos como ofrenda de ayuno”, él recuerda.

Un don que requiere trabajo

Elder Stevenson as a young missionary in Japan

Luego de graduarse de la escuela secundaria, y al poco tiempo de estar asistiendo a la Universidad Utah State, el élder Stevenson fue llamado a servir en la Misión Japón Fukuoka. “Me sentía preocupado en cuanto a aprender japonés. Mi inquietud siguió aumentando en el centro de capacitación misional. Sin embargo, después de casi seis semanas, la oración ferviente y el estudio diligente me condujeron a una sensación de paz de que el Señor me bendeciría para aprender japonés, pero no sin esforzarme mucho. Eso me enseñó que el don de lenguas es como la fe y las obras y otros principios del Evangelio. Después de hacer todo cuanto uno puede, entonces se nos da la bendición”.

Al concluir su misión, el élder Stevenson adquirió un gran entusiasmo por la historia de la Iglesia; se dedicó a estudiar el Libro de Mormón y Doctrina y Convenios, y a indagar diarios históricos e historias familiares. Se interesó de manera especial en José Smith y en su familia, en la familia Whitmer, en Oliver Cowdery y en Martin Harris. Investigó sobre la traducción y publicación de diferentes ediciones del Libro de Mormón.

Una vez más aprendió que la fe y el trabajo arduo van de la mano. “La respuesta a cada pregunta del Evangelio no viene de inmediato”, explica. “El Señor espera que leamos, estudiemos, meditemos y oremos; y cuando hacemos eso con fe y un deseo justo, con el tiempo llegará un testimonio apacible”.

A través de los años, se ha sentido particularmente bendecido al ser llamado a enseñar clases de jóvenes en la Escuela Dominical, de Doctrina del Evangelio y de los Hombres Jóvenes. Esos llamamientos le han permitido testificar de sus sentimientos profundos en cuanto a la veracidad de las Escrituras, una convicción que creció durante años de estudio.

Al volver a la Universidad Utah State, el élder Stevenson retomó sus estudios en administración de empresas y marketing, y pasó largas horas en la biblioteca. “Cada vez que entraba, veía un cartel que decía: ‘… y con todo lo que adquieras, adquiere entendimiento’ [Proverbios 4:7]”. Este pasaje de las Escrituras se grabó en su corazón y con los años se convirtió en el tema del discurso de un devocional que dio en la Universidad Brigham Young.

“Este conocimiento proviene de una interdependencia entre el estudio y la oración”, explicó en ese discurso. “A medida que confiamos y dependemos del Señor, una mayor medida de conocimiento proviene de Él a nuestro corazón”1.

Romance de Instituto

Durante una clase del Antiguo Testamento en el Instituto de religión, conoció a Lesa Jean Higley, quien se había mudado de California a Idaho y era estudiante de la Universidad Utah State. “El maestro le pidió a Lesa que hiciera el papel de Eva y que yo hiciera el de Satanás para tentarla. Por ende, me tomó un tiempo convencerla de que saliera conmigo”, recuerda con una sonrisa. Salimos como pareja durante un año y luego nos casamos en el Templo de Idaho Falls, Idaho, en 1979.

Los ojos del élder Stevenson se iluminan cuando habla de Lesa. Se refiere a ella como “la fuente de alegría en mi vida”2. La hermana Stevenson se graduó con un título en enseñanza de economía doméstica; fue maestra en los primeros años de su matrimonio y, de manera constante, donó su tiempo y talentos a instituciones educativas, comités cívicos y de la comunidad, a organizaciones y a otras iniciativas. Sin embargo, el élder Stevenson considera que sus dotes de ama de casa son las mejores características que Dios le ha dado: “Tiene la capacidad de crear un hogar centrado en el Evangelio, un ambiente seguro y acogedor donde mora el Espíritu”. Esa habilidad, unida al profundo entendimiento de que el gozo verdadero viene a través del servicio a los demás, ha bendecido a su esposo, a su familia y a muchas personas a su alrededor.

Stevenson family

El élder y la hermana Stevenson tuvieron cuatro hijos. “Hemos disfrutado todo juntos a través de los años”, afirma él. “Los hijos jugaban básquetbol, fútbol, béisbol y tenis, y a todos nos encantan las actividades al aire libre, como conducir vehículos de tracción a cuatro ruedas, ir en moto de nieve, ir a esquiar, hacer snowboard y diferentes deportes acuáticos. Aun así, Lesa transmitió a nuestros hijos una medida de lo cultural, despertando en ellos el gusto por la música y el arte. Y a fin de que nuestra familia prestara el don del servicio a los demás, fue necesario que ella utilizara la ‘fuerza física’ de los muchachos”.

Edificar un negocio

La carrera de negocios del élder Stevenson surgió debido a su amor por la gente de Asia. Cuando volvió a casa de la misión, él y algunos amigos empezaron a importar accesorios de regalo desde Asia. Eso evolucionó a la venta de productos para mantenerse en buen estado físico. Durante las siguientes tres décadas, su pequeño negocio se convirtió en una compañía de éxito que empleaba a más de 2.500 personas.

Un empleado recuerda la actitud que tenía el élder Stevenson como hombre de negocios: “Estábamos analizando una difícil decisión de negocios. Le dije que debíamos asegurarnos de hacer lo que fuera legal y él me dijo que no solo debíamos hacer lo que era legal, sino que debíamos hacer lo que era correcto”.

“Dejar que los buenos principios los rijan en los negocios es bueno para los negocios”, dice el élder Stevenson. “La integridad, el trabajo arduo, la compasión, el tratar a las personas con respeto —y al mismo tiempo haciéndolos responsables— no son preceptos que solo se mencionan y se practican los domingos, sino que se deben poner en práctica todos los días de la semana”.

Conforme el negocio creció, de igual manera aumentaron las exigencias de su tiempo: “Entonces yo era un obispo joven con hijos pequeños que cada año realizaba varios viajes a Asia. Mi padre se me acercó y me dijo: ‘He notado que cuando estás con tu familia en realidad no estás con ellos. Me temo que eso podría significar que cuando estás en el trabajo, no estás del todo centrado en ello; y que cuando estás en tu función de obispo, podrías estar preocupado por tu trabajo o tu familia. Necesitas tener un mejor equilibrio en tu vida’”.

Ese consejo tuvo un impacto profundo. El élder Stevenson dice: “Aprendí que es importante mantener un equilibrio entre la familia, la profesión y el llamamiento de la Iglesia, y asegurarse de cuidar de uno mismo también”.

Llamado a servir: una y otra vez

Un respetado hombre de negocios en una ocasión instó al élder Stevenson a “aprender, ganarse el sustento y servir”. En 2004, se puso a prueba la parte de “servir” de esa ecuación cuando el élder Stevenson y su antiguo colega de negocios, Scott Watterson, fueron llamados a servir como presidentes de misión. Sintieron que debían explicar a varios accionistas y clientes la razón por la que iban a dejar la compañía en forma temporal. Los visitaron uno a uno.

“Cuando describíamos nuestro llamamiento y que serviríamos durante tres años sin recibir compensación de la Iglesia, respetaban lo bueno de ello”, dice él. Dejaron el negocio en manos de un equipo confiable de ejecutivos, y este prosperó.

Como Presidente de la Misión Japón Nagoya, el élder Stevenson descubrió que su amor por Asia se profundizó. “Lo considero mi segundo hogar”, comenta. La profundidad del amor por su esposa también aumentó al verla abrazar la cultura local, tender la mano a los demás, entre ellos a los misioneros y a los miembros, y seguir criando a los dos hijos que los acompañaron. Algunos bautismos de conversos ocurrieron, en parte, como resultado de los esfuerzos de ella por hacerse amiga de las personas a su alrededor.

Habían estado de regreso en casa de su misión por solo siete meses cuando el élder Stevenson fue llamado a servir en el Primer Cuórum de los Setenta, en 2008.

“Quedé atónito y me sentí humilde. Pensé: ‘Hay muchos otros que podrían servir mucho mejor que yo’. Sin embargo, pensé en las veces anteriores —como presidente del cuórum de élderes, miembro del sumo consejo, obispo y consejero de una presidencia de estaca— cuando sentí que no tenía la experiencia suficiente para hacer las cosas que se me pedía que hiciera. He aprendido que antes de ser llamados, es posible que no estemos calificados para hacerlo, pero que con el llamamiento empieza una preparación celestial.

“En uno de mis pasajes favoritos de las Escrituras se nos indican dos cosas que debemos hacer cuando somos llamados: Primero: ser fieles. Segundo: ocupar el oficio al que se nos ha nombrado (véase D. y C. 81:5). Para mí, eso significa demostrar fe, aprender lo que sea necesario y luego hacer todo lo posible por magnificar el llamamiento. Si hacemos eso, el Señor nos magnificará y nos capacitará para bendecir a los demás”.

A Asia otra vez

Como Setenta, el élder Stevenson fue asignado a ser consejero de la Presidencia del Área Asia y luego, Presidente del Área.

En marzo de 2011, un terremoto y un tsunami devastaron a Japón. El temblor de magnitud 9.0 provocó olas sísmicas que dejaron 20.000 muertos, desplazó a miles y destruyó 550.000 casas.

Elder Stevenson visiting a disaster zone

Él visitó la zona de desastre muchas veces. “Al reunirnos con las personas, nuestras emociones iban de un extremo al otro”, él recuerda. “Observamos en forma simultánea la tragedia y la muerte mezclada con la esperanza y el restablecimiento. Una y otra vez nuestro corazón se conmovió al ser testigos del bálsamo sanador del amor de nuestro Salvador”.

Además, fue testigo directo de cómo la Iglesia ayuda a aquellos en necesidad: “Ser capaces de reaccionar ante una calamidad y de ayudar a responder a las necesidades fue una manifestación de cómo la Iglesia de Jesucristo cumple con una de sus responsabilidades divinamente designadas de cuidar del pobre y del necesitado”. Describió el ministrar a aquellos en necesidad y ver a otros hacer lo mismo como un privilegio sagrado: “Descubrimos la bondad de la humanidad”.

El legado de los obispos

Presiding Bishopric in 2012

Su entendimiento en cuanto a la compasión penetró su corazón de manera más profunda cuando en 2012 fue llamado como Obispo Presidente. En esa función dirigió una amplia red de la Iglesia que proporciona ayuda de bienestar y respuesta ante las emergencias a los Santos de los Últimos Días y a otras personas, así como ayuda humanitaria a los hijos de nuestro Padre Celestial en “algunos de los lugares más difíciles, algunos de los más empobrecidos, algunos de los más oprimidos del mundo”3.

La función de obispo tiene una relevancia especial para el élder Stevenson. “Cuando yo tenía doce años, llamaron a mi padre a ser obispo”, recuerda. “El barrio tenía muchas viudas y mi padre con frecuencia me llevaba cuando iba a atenderlas. Él me encargaba que sacara la basura, limpiara algo en la casa o hiciera que mis amigos me ayudaran a recoger las hojas o a quitar la nieve. Cuando nos íbamos, siempre tenía un buen sentimiento en mi interior. Visitar a las viudas me ayudó a darme cuenta de que una parte de lo que los obispos hacen es ministrar a las personas en forma individual. “Los obispos de la Iglesia son mis héroes”.

La promesa de un profeta

El martes anterior a la Conferencia General de octubre de 2015, el entonces Obispo Stevenson recibió una llamada solicitándole que se reuniera con el presidente Thomas S. Monson y con sus consejeros.

“El presidente Monson… me [extendió] un llamamiento… [al] Cuórum de los Doce. Me preguntó si [lo] aceptaba… le respondí afirmativamente. Entonces… el presidente Monson, con bondad, trató de tranquilizarme. Describió cómo [cuando se] lo llamó a ser apóstol hace muchos años… también sintió que no estaba preparado. De manera serena, me dijo: ‘Obispo Stevenson, a quien el Señor llama, el Señor prepara y capacita’. Esas palabras reconfortantes del profeta han sido una fuente de paz [desde entonces]”4.

El élder Gary E. Stevenson es en verdad un hombre sin malicia. Como Apóstol, como lo hizo en calidad de Obispo Presidente y de Setenta, y como lo ha hecho a lo largo de su vida, continuará tendiendo la mano al pobre y al necesitado. Él seguirá el mandamiento de las Escrituras de “[socorrer] a los débiles, [levantar] las manos caídas y [fortalecer] las rodillas debilitadas” (D. y C. 81:5). Es un llamamiento que constituye un desafío, pero uno apropiado para él debido a su corazón comprensivo.

Notas

  1. Gary E. Stevenson, “Lean Not unto Thine Own Understanding” (Devocional de Brigham Young University, 14 de enero de 2014), págs. 2, 3, speeches.byu.edu.

  2. Gary E. Stevenson, “Verdades claras y preciosas”, Liahona, noviembre de 2015, pág. 92.

  3. Gary E. Stevenson, rueda de prensa, 3 de octubre de 2015.

  4. Gary E. Stevenson, “Verdades claras y preciosas”, pág. 91.