Prestar servicio en la Iglesia
¡No sucederá mientras estén a mi cargo!
El autor vive en California, EE. UU.
La clave de nuestro éxito era amar a los jóvenes mientras les prestábamos servicio.
Yo era muy amigo de una familia que tenía un hijo en el programa de los Hombres Jóvenes. Durante una actividad, cuando él era diácono, uno de los líderes lo reprendió y lo avergonzó delante de sus compañeros. Posteriormente, se sintió aún más desprestigiado, dejó de asistir a las actividades y buscó amigos fuera del barrio.
Esa experiencia tuvo un gran impacto en mí; decidí que algo así no sucedería en el caso de que me llamaran a trabajar con los hombres jóvenes y estuvieran a mi cargo. Dos años más tarde, me llamaron a trabajar con los diáconos.
Unos meses después, tuve que lidiar con un joven que constantemente desafiaba los límites de las normas.
“Este es el límite”, dije finalmente en cuanto a sus acciones. “No lo traspases”.
Lo traspasó, tuvimos un pequeño altercado verbal, y se fue.
Más tarde, conversé con él para resolver nuestras diferencias. Le dije: “David, te quiero y eres un buen muchacho, pero no me gustan algunas de las cosas que haces. Los otros jóvenes te consideran un líder, y si ven que te sales con la tuya al hacer algo indebido, es posible que ellos traten de hacerlo también”.
Resolvimos las cosas, se sintió aceptado, y los líderes lo ayudamos a hacer frente a algunos de sus retos personales. Cuando cumplió catorce años, me pidió que lo ordenara maestro. Hoy, años después, me da un fuerte abrazo cada vez que me ve y habla con admiración sobre el tiempo que estuvo en los Hombres Jóvenes.
Si amamos a los jóvenes y disfrutamos de estar con ellos, ellos lo perciben. Por esa razón, mis consejeros y yo nos interesamos sinceramente en ellos. Nunca llevamos a cabo una actividad simplemente porque así lo indicaba el manual; lo hacíamos porque sabíamos que los jóvenes adquirirían una destreza, progresarían y se divertirían.
En una ocasión, había un joven cuyos padres no tenían interés en nuestro programa.
“Está bien”, les dije, “pero ¿les molestaría si, de todos modos, su hijo viene, aprende y se divierte?”.
Lo incluimos en nuestro programa y al poco tiempo sus padres dieron su consentimiento para que participara en todo; se dieron cuenta de que su hijo estaba aprendiendo y divirtiéndose. Más adelante, sirvió en una misión de tiempo completo. Su hermano menor también disfrutó al participar en el programa y sirvió en una misión.
Observamos que existía una correlación entre el hecho de que los líderes se interesaran por un joven y que ese joven aprendiera, progresara y, con el tiempo, sirviera en una misión. Trae mucha satisfacción ver a los jóvenes progresar, y se disfruta al aprender con ellos. La clave de nuestro éxito era amarlos mientras les prestábamos servicio.