De la debilidad a la fortaleza
¿Cómo podía yo ser una líder de Mujeres Jóvenes cuando yo misma acababa de salir del programa?
No hacía un año que había salido del programa de Mujeres Jóvenes cuando el obispado me llamó para ser la asistente de la directora de campamento de Mujeres Jóvenes, supervisando a 12 Abejitas de primer año. Acepté a regañadientes.
En mi mente, las líderes debían ser mujeres, y yo me veía a mí misma como una niña todavía. Podía llevar un portapapeles, tener mi propia copia del horario de actividades, e incluso dormir en la tienda de las líderes, pero dentro de mí no podía imaginar que yo les pudiera enseñar nada.
Recuerdo orar fervientemente a mi Padre Celestial pidiéndole ayuda para cumplir con mi llamamiento. Vi mi edad y mi falta de experiencia de liderazgo como una debilidad; pero mi verdadera debilidad era una falta de fe en lo que Dios podía hacer de mí.
Al marcharnos al campamento, el Padre Celestial me ayudó a darme cuenta de que no importaba si yo pensaba que no era lo suficientemente mayor. En realidad, estas chicas me escucharon porque yo era tan joven; podía entenderlas y nos la pasamos muy bien. También me di cuenta de que, si bien no había tenido mucha experiencia de liderazgo, todavía tenía mucho que enseñarles acerca del campamento y de los valores de las Mujeres Jóvenes, ideas que seguían frescas en mi mente por haber asistido al campamento solo un año antes.
El Señor enseñó que “si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad. Doy a los hombres debilidad para que sean humildes; … porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos”(Éter 12:27). Él pudo tomar mi edad y falta de experiencia—mi debilidad—y convertirla en ideas divertidas y nuevas—una fortaleza. La clave está en pedir con humildad ayuda al Padre Celestial y tener fe en lo que Él puede hacer de nosotros.