Cuatro maneras de detener la intimidación
La intimidación ocurre más a menudo de lo que pensamos.
Cuando Shuho, un golfista con ambiciones profesionales, se unió a su equipo universitario de golf, no anticipó la intimidación y la intolerancia que se dirigirían hacia él debido a su nacionalidad. “Se volvió cada vez más estresante estar entre ellos”, dijo. Con el tiempo, dejó la universidad herido emocional y psicológicamente. Por fortuna para Shuho, algunos nuevos amigos no solo lo ayudaron a recuperarse, sino que también lo llevaron a la Iglesia.
La intimidación puede sucederle a cualquiera, donde sea. A continuación hay algunas ideas sobre qué hacer cuando la detecte.
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Decir algo. Si ves que una persona está siendo intimidada, o te están intimidando a ti, no lo ignores o finjas que no está sucediendo. Dile a la persona que intimida que se detenga, con una voz clara y tranquila.
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Decirle a alguien. Puede que no parezca socialmente aceptable, que no parezca una señal de fortaleza, pero el decirle a alguien, en especial si tiene el poder de ayudar, te ayudará a ti o a la persona que está siendo intimidada y, en muchos casos, al intimidador.
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Tender una mano. Si eres víctima de un intimidador, rodéate de amigos. Es más difícil que el intimidador ataque a un grupo que a una sola persona. Si conoces a alguien que está siendo intimidado, entabla amistad y protege a esa persona.
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Confiar en el Salvador. Tú tienes valor; la persona que ves que están intimidando tiene valor; incluso la persona que intimida tiene valor. Cristo conoce mejor que nadie lo que es ser golpeado y escupido. Él es tu recurso más grande para adquirir un sentido de autoestima.