Recibir y reconocer la guía celestial
Dios está dispuesto a brindarnos guía, pero nosotros debemos estar dispuestos y preparados para recibirla.
Cuando éramos jóvenes misioneros en el centro de capacitación misional de Brasil, teníamos asignado un día para ir por las calles de São Paulo con nuestro compañero a invitar a las personas a escuchar las lecciones misionales. Después de varias horas, regresábamos al CCM y teníamos una reunión de testimonios.
Muchos hablaban de las impresiones que habían recibido para ir a una calle concreta o acercarse a una persona determinada. Esas experiencias me parecían maravillosas. Sin embargo, debido a que yo no había tenido una experiencia similar, sentía que quizá no era lo suficientemente bueno o no estaba lo suficientemente preparado para ser misionero.
Desanimado, busqué la ayuda de los líderes del CCM. Me ayudaron a entender que Dios está dispuesto a darnos instrucciones por medio del Espíritu Santo y, aunque puede que mi experiencia no fuera la misma que la de los demás, todavía debía prepararme para recibir la guía del Espíritu. Al igual que una radio se debe sintonizar en una emisora específica o un teléfono inteligente tiene que estar conectado a internet, nosotros tenemos que estar sintonizados y conectados para recibir lo que el Espíritu Santo nos comunica.
Supervivencia espiritual
El presidente Nelson dio la siguiente advertencia: “… en los días futuros, no será posible sobrevivir espiritualmente sin la influencia guiadora, orientadora, consoladora y constante del Espíritu Santo”1.
Nos instó a que nos “[esforcemos] más allá de [nuestra] capacidad espiritual actual para recibir revelación personal, porque el Señor ha prometido: ‘Si pides, recibirás revelación tras revelación, conocimiento sobre conocimiento, a fin de que conozcas los misterios y las cosas apacibles, aquello que trae gozo, aquello que trae la vida eterna’ [Doctrina y Convenios 42:61]”2.
Durante nuestra trayectoria aquí en la tierra, el Señor espera que “ha[gamos] muchas cosas de [nuestra] propia voluntad y efectu[emos] mucha justicia” (Doctrina y Convenios 58:27). Sin embargo, solamente podemos lograr algunas cosas con ayuda celestial. El Espíritu Santo nos revelará lo que tenemos que hacer para permanecer, y progresar, en el sendero hacia la felicidad en esta vida y para heredar la vida eterna. “Porque he aquí, os digo otra vez, que si entráis por la senda y recibís el Espíritu Santo, él os mostrará todas las cosas que debéis hacer”(2 Nefi 32:5).
El modelo del Señor
Las Escrituras explican la forma en la que el Señor nos da revelación personal: “… hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá sobre ti y morará en tu corazón” (Doctrina y Convenios 8:2).
El Señor también nos dice: “Pon tu confianza en ese Espíritu que induce a hacer lo bueno” (Doctrina y Convenios 11:12). Algunas veces, el Espíritu nos guiará a hacer lo bueno por medio de pensamientos, ideas, una secuencia de ideas, impresiones para abstenernos de hacer o de empezar a hacer algo, reflexiones o comprensión, el despliegue de cosas que no aprenderíamos solos mediante nuestra propia capacidad, el recuerdo de cosas olvidadas y más3.
En Gálatas 5:22–23, aprendemos que el Espíritu Santo a menudo se comunica por medio de sentimientos y emociones, tales como amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Con frecuencia, la ayuda que recibimos del Espíritu Santo vendrá en forma de instrucciones personalizadas para nuestras necesidades concretas; pero recuerden, esa guía nos persuadirá a hacer el bien (véase Moroni 7:13) y siempre estará en armonía con las enseñanzas de los profetas vivientes y las Sagradas Escrituras.
Recibir y reconocer
Quizás uno de los principales desafíos que afrontamos en la vida terrenal es saber cómo recibir, reconocer y actuar conforme a las impresiones y la guía del Espíritu Santo. Las siguientes lecciones pueden servirnos de ayuda.
Lección 1: El Señor está dispuesto a darnos revelación personal, pero tenemos que estar listos para recibirla.
“Una de las cosas que el Espíritu ha grabado repetidamente en mi mente, desde que recibí el nuevo llamamiento como Presidente de la Iglesia”, dijo el presidente Nelson, “es cuán dispuesto está el Señor a revelar Su disposición y voluntad. El privilegio de recibir revelación es uno de los dones más grandiosos que Dios da a Sus hijos”4.
En el CCM, aprendí que tenía que estar listo para recibir cualquier cosa que el Señor quisiera enviarme, en Su momento y a Su manera. Aprendí que las interferencias pueden hacer que estemos tan distraídos que no podamos reconocer cuándo nos está hablando el Señor ni escuchar con atención el mensaje que Él quiere que escuchemos.
El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Cuando deseamos e invitamos al Espíritu Santo en nuestra vida y aprendemos a prestar atención a las impresiones sencillas con rapidez, podemos desechar los ruidos del mundo que nos distraen y podemos centrarnos en las impresiones del Espíritu Santo”5.
Lección 2: Tenemos que estudiar y aprender cómo funciona el idioma del Espíritu.
El élder Ronald A. Rasband, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo: “El Espíritu se comunica con mayor frecuencia en forma de sentimientos. Lo sienten en palabras que les son familiares, que tienen sentido para ustedes, que los ‘inspiran’…
“Tales sentimientos son delicados, un suave impulso a actuar, a hacer algo, a decir algo, a reaccionar de cierta manera”6.
Aprender a recibir revelación del Espíritu Santo se puede comparar con aprender un idioma. Al principio, entendemos poco o quizá nada. Pero, a medida que seguimos dedicándonos, podemos entender palabras, luego frases y después pensamientos completos. Al final, nos encontramos entendiendo lo que se dice. Para aprender el idioma del Espíritu, debemos:
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Tener el deseo de aprender.
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Estudiar, en las Escrituras y en las palabras de los profetas vivientes, cómo se recibe la revelación.
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Estar atentos a las impresiones espirituales.
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Pedir a Dios que nos envíe guía por medio del Espíritu Santo.
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Estar dispuestos a recibir —no ignorar ni tomar a la ligera— las instrucciones recibidas.
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Obedecer las impresiones.
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Procurar diligentemente recibir guía adicional.
Lección 3: El Padre Celestial tiene Su propia manera y Su propio tiempo para darnos revelaciones.
La lección consta de tres principios:
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Dios puede hacernos, y nos hará, saber lo que hacer para progresar. La obra de Nuestro Padre Celestial es ayudarnos a obtener la vida eterna (véase Moisés 1:39). “[Él] no se preocupa solo de nuestro consuelo, sino que aún más de nuestro progreso”, dijo el presidente Henry B. Eyring, Segundo Consejero de la Primera Presidencia7.
Eso significa que el Padre Celestial se preocupa de los pasos que damos aquí en la tierra. Sabe qué decisiones y qué medidas debemos tomar para que “llegue[mos] a ser hijos [e hijas] de Dios” (Moroni 7:48). “Más de lo que puedan imaginar, Él quiere que logren su destino: volver al hogar celestial con honor”, dijo el élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles8.
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A veces no entendemos la razón de las instrucciones celestiales. En ocasiones, Dios nos envía instrucciones que no esperamos. Recuerdo estar sentado en una reunión sacramental cuando me llegó una impresión a la mente con claridad. La instrucción no era una voz ni un susurro sino un pensamiento claro que me indicaba algo que debía hacer. No esperaba recibir una instrucción así durante la reunión sacramental.
Miré a mi esposa y le conté la impresión que acababa de recibir. Me indicó que debía obedecer la impresión, aunque no entendiéramos la razón que había detrás.
Al obedecer aquella instrucción, y a medida que transcurría el tiempo, tuvimos varios testimonios de que la indicación que habíamos recibido nos brindó una mayor paz y aseguró que permaneciéramos en nuestra senda de progreso.
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Debemos estar dispuestos a hacer la voluntad de Dios. En Su perfección y sabiduría, Dios sabe lo que es mejor para nosotros. Su voluntad, que se basa en la perspectiva divina, nos muestra un camino mejor; pero, con frecuencia, nos presentará un desafío. En esto, como en todas las cosas, el Señor Jesucristo es nuestro ejemplo perfecto. Él hizo suya la voluntad del Padre. Cuando el Salvador sufría por nuestros pecados, oró: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39).
Nosotros también debemos estar dispuestos a poner la voluntad de Dios por encima de nuestros propios deseos. Al aceptar y hacer Su voluntad, nos preparamos para recibir más guía. El élder Bednar enseñó que “a medida que honremos nuestros convenios y guardemos los mandamientos, al esforzarnos con más constancia por hacer lo bueno y ser mejores, podemos andar con la confianza de que Dios guiará nuestros pasos”9.
Cómo recibir ayuda del cielo
Nuestro progreso eterno depende de recibir guía personal del Espíritu Santo. Ruego que cada uno de nosotros tome la determinación de seguir el consejo del presidente Nelson de buscar revelación para nuestra vida. Cuando creemos y confiamos en que Dios desea enviarnos instrucción por medio del Espíritu Santo, entonces, a medida que centremos diligentemente nuestra vida en buscar ayuda del cielo, recibiremos la guía que necesitamos.