El error de afeitarme
“Creemos en ser honrados” (Artículos de Fe 1:13).
Cuando tenía unos nueve años, quería tener bigote. Pensé que podría lograrlo si me afeitaba la cara todos los días. Durante varios días, usé la cuchilla [navaja] de mi padre para afeitarme. Un día, mi padre me vio afeitándome y me advirtió que no lo hiciera, porque me podría cortar.
Siento decir que desobedecí a mi padre. Al día siguiente, me volví a afeitar. Mientras lo hacía, la cuchilla se me escapó de los dedos enjabonados y me dio un corte profundo sobre el labio. Estaba bastante asustado mientras me curaba el labio, pero tenía aun más miedo de lo que diría mi padre.
Cuando llegó a casa esa noche y vio la herida, se sorprendió y se preocupó. Me preguntó cómo había sucedido.
“Bueno”, dije, “estaba corriendo por la acera y me caí de bruces”.
¡Había mentido! ¡Primero había desobedecido, y ahora había sido deshonesto! Esa noche no podía dormir. Era tarde, pero le tenía que decir a mi padre la verdad. Lo encontré en la sala de estar.
“Papá, te mentí”, le dije. “No me caí; me corté al afeitarme con la cuchilla; lo siento”.
Mi padre se quedó callado por un momento. Entonces dijo con ternura: “Desobedeciste, hijo, y eso no está bien, pero estoy orgulloso de que decidiste decir la verdad”.
Esa lección —y la cicatriz misma— han permanecido conmigo todos los días desde entonces. Ya sea con tu Padre Celestial, o con tus amigos y familia, siempre sé un ejemplo de honradez y verdad.