La princesa rana perdona
Katya quiere hacer una obra de teatro, pero Sonya está intentando tomar el mando.
“Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6:36).
Katya llevaba una caja grande al salir del edificio de apartamentos hacia la luz del sol. Era verano y, durante unos pocos meses, el tiempo sería cálido en su ciudad en Rusia. Dejó la caja en un banco dones estaban esperando sus amigos, Dima y Sonya.
“¡Aquí está todo lo que necesitamos para nuestra obra de teatro!”, dijo Katya. Abrió la caja y sacó una corona de plástico y trozos de tela morados, azules y rojos. Con algo de creatividad, estos podrían ser disfraces maravillosos.
“¿Qué obra de teatro vamos a hacer?”, preguntó Dima.
Katya sonrió. “¡Creo que deberíamos hacer ‘La princesa rana’!”. Era su cuento favorito. Katya sonrió al imaginarse a sí misma con el papel de la hermosa Vasilisa.
Sonya agarró la tela azul de la caja y se envolvió en ella. “¡Yo quiero ser Vasilisa!”, dijo.
“Espera”, dijo Katya. “Fue mi idea, así que yo debería ser Vasilisa”.
“Puedes ser ella”, dijo Sonya, pero entonces se echó a reír. “¡Cuando es una rana!”.
Katya frunció el ceño y le quitó la tela azul a Sonya. “¡Pero es mi obra de teatro!”.
Sonya se puso las manos sobre las caderas. “Nadie quiere jugar contigo si eres mandona; eres mejor como rana que como princesa”.
Katya sintió que se le saltaban las lágrimas. Agarró la caja y entró corriendo, subió por las escaleras y entró en el apartamento de su familia. Cerró la puerta de un golpe.
“¿Qué te pasa?”, dijo la mamá. Katya se echó a llorar.
“¡Sonya lo está arruinando todo!”. Katya le contó todo a su mamá. “¡Dijo que yo era una rana!”
“Oh, Katyusha”, dijo la mamá. Katyusha era el apodo que usaba para Katya. “Lo siento; eso no ha sido muy amable de su parte”.
En ese momento, alguien llamó a la puerta. La mamá fue a contestar, pero Katya se fue corriendo a su habitación. Oyó voces, y después su mamá la llamó. “¿Te gustaría hablar con Sonya? Tiene algo que decirte”.
“¡No!”, exclamó Katya.
Otra vez oyó voces, y después oyó que se cerraba la puerta.
“Creo que Sonya se siente mal”, dijo la mamá.
“No me importa”, dijo Katya, echándose sobre la almohada.
La mamá permaneció cerca de la puerta por un momento. “¿Sabes? A veces, cuando estoy muy enojada, no quiero perdonar a los demás. A veces le tengo que pedir al Padre Celestial que me ayude a tener el deseo de perdonar”. Entonces se marchó.
Katya estaba demasiado enojada para perdonar. ¡Sonya le había herido los sentimientos! Sin embargo… estar enojada tampoco la hacía sentir muy bien.
Suspiró y se arrodilló junto a su cama. Katya sabía que el Padre Celestial quería que perdonara a Sonya. Era lo correcto, pero quizás el Padre Celestial quería que Katya perdonara porque también eso haría que se sintiera mejor.
“Padre Celestial, por favor ayúdame a perdonar a Sonya”, dijo. “De verdad no quiero hacerlo, pero tampoco quiero seguir enojada”.
Terminó la oración y respiró profundamente. Katya sintió que el enojo se empezaba a disipar, aunque fuera un poco. Podría conseguirlo; podría perdonar. Caminó al apartamento de Sonya y llamó a la puerta.
Sonya la abrió y comenzó a hablar de inmediato. “Katya, siento lo que te dije”.
“Te perdono”, dijo Katya. “Y siento haberme llevado todos los disfraces. Tú también serías una buena Vasilisa. Nos podemos turnar”.
Sonya sonrió. “Está bien. ¿Podemos ir a practicar ahora? ¡Voy a buscar a Dima!”.
Katya sonrió también. “¡Voy a buscar los disfraces!”