“Los pequeños girasoles de Ángela”, Liahona, abril de 2023.
Voces de los Santos de los Últimos Días
Los pequeños girasoles de Ángela
Estoy agradecida por los susurros del Espíritu Santo, que me enseñaron que Dios está al tanto de Sus hijos.
Un sábado por la noche de 2009, mi compañera de misión, la hermana Alison Vevea, y yo estábamos sentadas en una capilla mirando la Reunión General de la Sociedad de Socorro. Yo pensaba en Ángela, una mujer a la que estábamos ayudando a prepararse para el bautismo.
Dos años antes, el hijo de Ángela había muerto. Ángela se hallaba desempleada y, aunque estaba entusiasmada por bautizarse, a menudo se sentía sola y deprimida. Esa noche, antes de la transmisión, la hermana Vevea y yo habíamos orado para pedir inspiración a fin de saber cómo ayudar a Ángela.
Mientras el presidente Henry B. Eyring hablaba, sentí la impresión de llevarle un presente a Ángela. Pero ¿qué presente? Entonces el Espíritu me dijo: “ Ángela necesita flores”. Casi de inmediato, el presidente Eyring compartió un relato acerca de una mujer que sintió la impresión de llevar tulipanes a una hermana de la Sociedad de Socorro1. El relato me confirmó que Ángela, por alguna razón, necesitaba flores.
Después que hubo concluido la transmisión, le dije a mi compañera lo que el Espíritu me había susurrado. Sin vacilar, fuimos a la tienda más cercana. Mientras miraba la escasa selección de flores de la tienda, tomé un ramo de margaritas.
“No sé…”, dijo la hermana Vevea. “¿Qué tal los girasoles?”.
Le hice ver que su precio era más alto, pero mi compañera insistió. “En verdad siento que debemos llevar los girasoles”, dijo ella.
Minutos más tarde, nos encontrábamos de pie, en el porche de Ángela, girasoles en mano. No recuerdo los saludos que intercambiamos cuando se abrió la puerta; solo recuerdo las lágrimas de Ángela.
Ángela explicó que ella se refiere a todos sus hijos como sus “pequeños girasoles”. Cada vez que visita la tumba de su hijo, deja girasoles junto a la lápida. Sin embargo, el día anterior había ido con las manos vacías. A pesar de buscar mucho, no había podido encontrar girasoles en ninguna parte. Ahora pensaba regresar al cementerio al día siguiente con nuestro regalo, para continuar con su tradición.
Esa noche, el Espíritu había obrado por medio del presidente Eyring, de mi compañera y de mí para comunicar un mensaje de amor a Ángela proveniente de su Padre Celestial. Me siento agradecida por los susurros del Espíritu Santo, ya que me enseñaron al principio de mi misión que Dios está al tanto de Sus hijos y que siempre está listo para ayudarnos a llevar a cabo Su obra.