“¿Cómo puedo creer en lo que nunca he visto?”, Liahona, abril de 2023.
Jóvenes adultos
¿Cómo puedo creer en lo que nunca he visto?
Aun cuando el Evangelio parezca intangible, de todos modos podemos elegir tener fe.
“Simplemente no entiendo cómo puedes creer en lo que nunca has visto. Yo no sé cómo tener ese tipo de fe”.
Me impresionó lo que dijo mi hermano. Tenemos una gran relación y él me confió algunos de los desafíos que afrontaba. No había estado activo en la Iglesia durante años, así que le expresé mis deseos de que creyera en algo, cualquier cosa, de hecho, en cuanto al amoroso Padre Celestial y al excelso propósito de la vida terrenal.
Pero sus palabras me hicieron reflexionar: ¿Por qué creo en Cristo y en todo lo concerniente al Evangelio cuando tanto de ello es intangible?
La fe es el mayor poder
El presidente Russell M. Nelson continúa alentándonos a profundizar nuestra fe, de modo que podamos resistir los ataques del adversario en los días futuros. Me parece significativo que él pueda escoger enseñarnos acerca de cualquier cosa en cuanto al Evangelio, pero constantemente enseña sobre el fundamento más básico del Evangelio: la fe, al alentarnos a fortalecer nuestro cimiento espiritual1, mantener el ímpetu espiritual2 y ejercer la fe que moverá montes3.
La fe es la respuesta todopoderosa a las preguntas sobre el Evangelio. Según Alma, el “deseo de creer” (Alma 32:27) es el sencillo comienzo de todo el evangelio de Jesucristo, pero la fe puede llegar a ser “el poder más grandioso que tenemos a nuestro alcance en esta vida”4 para encontrar respuestas y aferrarnos a la esperanza.
Ya sea que se vea o no, la fe es una decisión
Al estudiar el Antiguo Testamento el año pasado, comprendí algunas cosas sobre retener la fe. Leí acerca de los israelitas a quienes Dios liberó del cautiverio en Egipto, y me pregunté cómo se sentirían al presenciar los milagros evidentes, casi increíbles, que vieron durante su vida.
Pero me decepcionaba ver que su fe sufría oscilaciones: veían milagros y alababan a Dios; y luego, perdían la fe y murmuraban contra Él al afrontar pruebas o inconvenientes. El Señor los liberó de Egipto, dividió el mar Rojo para que pasaran por tierra seca e hizo que el “pan del cielo” (Éxodo 16:4) lloviera sobre ellos (a mí me encanta el pan, ¡yo hubiera estado dichosa!), y aun después de todo eso, los hijos de Israel dijeron incrédulamente: “¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto?” (Números 21:5).
Al principio, me horrorizaban sus reacciones. ¿Cómo podían dudar de Dios y ser tan desagradecidos después de todo lo que Él había hecho visiblemente por ellos?
“Si yo hubiera presenciado ese tipo de milagros, ¡nunca dudaría de mi fe ni volvería a cuestionar al Padre Celestial!”, pensaba yo. Sin embargo, al meditar más profundamente, me di cuenta de que yo también he sido culpable de esa misma fe superficial.
Cuando afronto desafíos, a veces cuestiono si el Padre Celestial en verdad está conmigo, a pesar de que Él ha hecho notoria Su presencia incontables veces. Recuerdo momentos en los que he tenido preguntas sobre el Evangelio o en los que me he sentido olvidada debido a que mi obediencia no ha evitado injusticias o no ha producido milagros tan rápido como deseaba.
No obstante, he aprendido que la clave para conservar la fe en esos momentos de cuestionamientos no es esperar que caiga pan del cielo, sino simplemente tomar una decisión:
La decisión de creer.
Tomar la decisión de creer
El mundo nos insta a buscar validación o justificación para nuestras dudas o preguntas mediante una búsqueda rápida en Google o incluso por medio de personas que conocemos. Pero ejercer la fe e invitar al Espíritu a guiarnos es la única manera de encontrar verdades puras y absolutas.
Cuando afronto la decisión de creer o no, busco el Espíritu aun cuando sea difícil; recuerdo los momentos en los que he sentido que el Espíritu Santo me susurraba la verdad al corazón; reflexiono en lo que mi alma sabe que es verdad; pienso en ocasiones en que he sentido el amor perfecto del Padre Celestial; y me centro en las misericordias y milagros cotidianos que he visto en mi vida, como la capacidad de sentir paz en medio de las dificultades o el gozo del arrepentimiento a través de Cristo.
Sé que el evangelio de Jesucristo es verdadero porque el Espíritu siempre me revela esa verdad cuando tomo la decisión de buscarlo a Él en lugar de buscar respuestas en otro lugar; cuando deseo y decido creer.
Claro que sería fácil tener fe en el Padre Celestial después de presenciar milagros, pero los milagros no producen la fe, más bien, ejercer la fe es lo que invita los milagros (véase Mateo 17:20). La fe no es cuestión de ver y creer; es cuestión de decidir creer antes de entender por completo, de buscar verdades con el corazón y de nutrir las creencias con rectitud (véase Alma 32:40–43).
Cuando creemos, somos bendecidos
En cuanto a la conversación con mi hermano, no sabía si habría algo que pudiera decir que lo convenciera de las verdades que atesoro en mi corazón, pero, de repente, recordé la historia del apóstol Tomás, así que la compartí con él.
Tomás fue fiel al Salvador durante Su ministerio, pero no creía que su Maestro se hubiera levantado a la vida de nuevo hasta que lo vio cara a cara. Cuando sintió las marcas de los clavos en Sus manos, finalmente creyó, y el Salvador le dijo: “Porque me has visto, Tomás, has creído; bienaventurados los que no vieron y creyeron” (Juan 20:29; cursiva agregada).
Y luego compartí mi testimonio: “He superado demasiados desafíos en mi vida como para no creer en un Padre Celestial que me ama y en un Salvador que me ha ayudado a encontrar gozo y paz al atravesar todo ello. Tal vez no los vea en persona, pero sí los veo a través de muchos ejemplos de bondad en el mundo. La vida es difícil, pero la fe en Ellos me recuerda quién soy y cuál es mi propósito, y recuerdo las bendiciones que Ellos me han prometido. Cada vez que elijo tener fe, siento en el corazón que Ellos están conmigo y que el Evangelio es verdadero”.
Terminamos nuestra conversación con un buen sentimiento. No sé si él decidirá regresar pronto al Evangelio, pero lo invité a simplemente comenzar con el deseo de creer.
Este mundo no hace que sea fácil tener fe siempre. De hecho, a veces podemos sentir que nuestros esfuerzos por ser fieles son en vano cuando afrontamos desafíos o cuando parece que los cielos están cerrados para nosotros, pero aumentar y conservar nuestra fe es un proceso refinador que requiere esperanza en el Salvador, confianza en el Padre Celestial y acción de nuestra parte. Seguir eligiendo la fe puede producir el resultado descrito por el élder L. Whitney Clayton, por entonces miembro de la Presidencia de los Setenta: “Con el tiempo verán que hicieron la mejor elección que podrían haber hecho. Su valiente decisión de creer en Él los bendecirá grandemente y para siempre”5.
Cuando decido creer, en especial cuando podría decidir no hacerlo, en verdad recibo bendiciones, experimento milagros y siento un gozo profundo como lo han prometido el Salvador y el profeta. Y a veces, a pesar de los desafíos que afronte y de las preguntas sin respuesta que pueda tener, el mayor milagro de mi vida es que, cuando escojo la fe en Jesucristo, ciertamente lo veo; reconozco Su mano, Su poder y Su luz en mi vida.
Sé que ustedes pueden hacer lo mismo.