“Nuestro buen vecino”, Liahona, abril de 2023.
Voces de los Santos de los Últimos Días
Nuestro buen vecino
Un día en que necesitaba ayuda, el élder Russell M. Nelson siguió una impresión y vino a ayudarme.
Cuando mi familia y yo nos mudamos a vivir con mi suegra viuda, Effie Dean Rich, uno de nuestros vecinos de al lado era el élder Russell M. Nelson, que había sido llamado al Cuórum de los Doce Apóstoles unos años antes.
Durante el tiempo en que fuimos vecinos, disfrutamos al ayudar al élder Nelson y a su primera esposa, Dantzel, en sus labores, y ellos también al ayudarnos con las nuestras. Entre tales labores, se hallaba el convertir una hondonada que había en nuestro patio trasero en una bella zona con muros de contención, caminos entrecruzados, peldaños y plantas. Cuando el élder Nelson se encontraba de viaje atendiendo alguna asignación de la Iglesia, ayudábamos a la hermana Nelson con lo que ella necesitara.
Después de haber terminado la labor en la hondonada, mi sobrino y su novia pidieron celebrar su boda en la hondonada y el jardín. Pensaban venir y ayudarnos a hacer la limpieza final antes del evento.
Sin embargo, el tiempo pasó demasiado rápido; estaban ocupados y no pudieron venir. El día de la ceremina de puertas abiertas, me desperté a las 6:00 de la mañana, sintiéndome de mal humor. Me levanté, tomé el balde y las tijeras de podar y descendí hasta el último de los cincuenta y ocho escalones de la hondonada. A medida que subía los peldaños recortando la hiedra, me iba calmando. Más o menos a las 8:00 de la mañana, escuché una máquina de cortar el pasto [césped] en el jardín delantero. Decidí tomarme un descanso para ver lo que sucedía.
Cuando llegué allí, el élder Nelson había terminado de cortar el césped de su jardín y se encontraba cortando el del mío.
“No hace falta que haga eso”, le dije.
“Sí, Grant”, respondió, “debo ayudarles con esto hoy”.
El élder Nelson sabía escuchar al Padre Celestial. Ese día, Dios sabía que necesitaba ayuda.
Aquella experiencia me cambió. A partir de entonces, cuando mi esposa y yo orábamos cada día, comenzamos a pedir que se nos hiciera saber cuáles de las personas que nos rodeaban necesitaban nuestra ayuda.
Años antes, durante una época diferente, mi suegro, John P. Rich, salió a limpiar la nieve de su acera con una pala. Sin embargo, el élder Nelson ya lo había hecho por él. John regresó a la casa y escribió este poema:
Esculpidos he visto sermones
y en flores los he hallado;
sermones que toman minutos;
sermones que toman horas.
Mas un sermón acabo de ver
con las manos predicado
que enseñóme cabalmente
del buen prójimo el proceder.
Hasta el día de hoy, seguimos agradecidos por nuestro buen vecino.