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De qué modo el sellamiento en el templo marcó una diferencia en mi matrimonio
Debido a la pandemia, mi esposo y yo tuvimos que casarnos por lo civil en lugar de hacerlo en el templo.
Cuando se anunció que todos los templos cerrarían por tiempo indefinido durante la pandemia, recuerdo haber llamado a Keaton (quien entonces era mi prometido) y hablar sobre cuáles serían nuestros próximos pasos. Se suponía que nos casaríamos en el templo en unas pocas semanas, y no estábamos seguros si debíamos esperar hasta que los templos se volvieran a abrir para casarnos o si debíamos casarnos por lo civil y sellarnos más adelante.
Personalmente, me sentía acongojada, porque siempre había imaginado el día de mi boda en el templo y aquella oportunidad se desvanecía. También había planificado recibir la investidura la misma semana de la boda, así que tendríamos que esperar aún más cuando los templos reabrieran, tanto para la cita de la investidura, como para la del sellamiento.
Finalmente, después de orar y hablarlo mucho, Keaton y yo decidimos casarnos por lo civil en la fecha prevista que habíamos fijado para el templo. Sin embargo, estábamos decididos a sellarnos después que los templos volvieran a abrir.
Preparación
Mientras esperábamos que los templos reabrieran, utilizamos aquel tiempo de espera para aprender aún más acerca de los convenios que haríamos en la ordenanza del sellamiento (y en mi investidura). Keaton y yo hablamos con el obispo sobre tomar el curso de preparación para el templo, y él se sintió inspirado a pedir a Keaton que fuera mi maestro. Semana tras semana, Keaton y yo nos sentamos juntos y hablábamos sobre el templo.
Fue una época increíblemente especial y fortalecedora en nuestra relación, a medida que analizábamos las promesas del convenio que haríamos el uno con el otro cuando nos selláramos.
Seis meses después de nuestro matrimonio civil, recibí la investidura, y Keaton y yo nos sellamos. Estábamos rodeados de familiares, pero a diferencia del día en que nos casamos, no estábamos nerviosos ni ansiosos, ¡estábamos muy entusiasmados! Nuestra mira estaba puesta únicamente en lo que significa el matrimonio eterno: los convenios que estábamos haciendo. Por supuesto, las celebraciones y actividades que por lo general se llevan a cabo en las bodas son muy emocionantes y agradables. Pero estoy agradecida por el tiempo que tuvimos a fin de prepararnos verdaderamente para hacer convenios el uno con el otro y con Dios. Sin importar si se casan primero por lo civil o en el templo, sé que el prepararse sinceramente para hacer convenios con el cónyuge y hacer que esa ordenanza sea lo principal el día de la boda es uno de los gozos más grandes que jamás experimentarán.
Cuando nos arrodillamos en el altar y nos sellamos, nos invadió el corazón un sentimiento sobrecogedor de gratitud, amor y gozo. De inmediato, ambos sentimos una profunda diferencia en nuestra relación.
Aunque habíamos estado felizmente casados durante los últimos seis meses, esa noche Keaton y yo hablamos de que ahora sentíamos que nuestro matrimonio tenía un carácter sagrado especial. Nuestra relación ha recibido un nuevo sentimiento de plenitud y paz. El Espíritu en nuestro hogar aquella noche era tan fuerte que era casi tangible. Sentimos un nuevo nivel de amor el uno por el otro y por el Salvador en nuestro corazón, y sabíamos que era porque nos habíamos unido el uno al otro y a nuestro Padre Celestial por medio de convenios sempiternos.
Reflexión
Por medio de nuestras experiencias, Keaton y yo hemos sido testigos de la importancia de edificar y fortalecer nuestra relación individual y en conjunto con nuestro Salvador, Jesucristo, y nuestro amoroso Padre Celestial. Estar sellados en el templo nos permite sentir plenamente el poder que el hacer y guardar convenios trae al matrimonio: cómo esos convenios pueden en verdad transformar nuestro amor el uno por el otro e invitar el amor sanador, redentor y habilitador del Salvador a nuestra relación.
Me hago eco de la reciente invitación del presidente Russell M. Nelson: “Si me fuera posible hablar personalmente con cada joven adulto y cada joven adulta, les suplicaría que buscaran una compañera o un compañero con quien se puedan sellar en el templo. Quizás se pregunten qué diferencia marcará esto en su vida. ¡Les prometo que marcará una diferencia enorme! Al casarse en el templo y regresar con frecuencia, serán fortalecidos y guiados en sus decisiones”1.
Keaton y yo hemos experimentado “una diferencia enorme” en nuestra vida, tal como la describió el presidente Nelson. Recientemente, también recibimos nuestra primera hija, una hermosa niñita, que ha abierto nuestro corazón y nuestra mente al amor de Dios por nosotros a un nuevo nivel. Cada vez que vemos sus hermosos ojos, se nos recuerdan las profundas bendiciones del templo y de las familias eternas. Ella es nuestra para siempre, y Keaton y yo seremos bendecidos de estar juntos para siempre porque estamos sellados por esta vida y por toda la eternidad.
Testifico que sellarse en el templo vale todo el esfuerzo y que verán la mano guiadora del Señor en su relación si continúan centrándose en sus convenios y hacen del templo una prioridad en su vida.