2023
Protegidos durante un deslave de rocas
Junio de 2023


Solo para versión digital

Protegidos durante un deslave de rocas

El autor vive en Washington, EE. UU.

Mientras nuestro auto se dirigía descontroladamente hacia el guardarraíl del acantilado, el Espíritu me bendijo con una impresión inesperada.

Manos sosteniendo el volante de un auto

Estaba visitando el Parque Nacional Yellowstone con mi hija y su familia, y habíamos pasado el día en varios lugares. Había estado lluvioso, pero no íbamos a dejar que eso nos desanimara. Mi hija había manejado durante gran parte de ese día, pero al final de la noche sentí la impresión de que yo era quien debía conducir de regreso a nuestro alojamiento.

No tenía en claro por qué tenía que ser yo quien manejara, pero siempre trato de seguir las impresiones del Espíritu Santo cuando me siento así. Como enseñó José Smith: “… tengan cuidado y no se alejen de la voz apacible; esta les enseñará lo que deben hacer y adónde ir”1.

Había oscurecido y llovía mucho. De la nada, apareció algo frente a mi camioneta; no estaba seguro de lo que era, pero estaba cerca. Sabía que íbamos a chocarlo. Me di cuenta de que un pedazo de la ladera de la montaña se había desprendido y había caído en medio del camino. Con toda la velocidad posible, traté de girar bruscamente para no chocar el enorme peñasco, pero estaba demasiado cerca y lo embestimos.

La inercia de la camioneta nos empujó contra el peñasco e hizo que el vehículo se inclinara y quedara sobre dos ruedas. Traté de detenerlo, pero el acelerador estaba atascado. Seguíamos avanzando con velocidad, como si fuéramos un cohete, volando por la carretera sobre dos ruedas. En ese momento, me di cuenta de que nos dirigíamos hacia el guardarraíl junto a un acantilado que descendía al río Yellowstone. Había perdido el control del vehículo y sabía lo que había al otro lado del guardarraíl, si lo cruzábamos.

En ese momento, oré en silencio: “¡Padre, ayúdame a salvar a mi familia!”. De repente, el Espíritu Santo me inspiró a apagar el motor. Para ello, tenía que quitar una mano del volante, ¡pero necesitaba las dos para controlar la camioneta! Pensé: “No puedo soltarlo”. Sentí un tranquilizador susurro del Espíritu Santo: “Está bien. Yo te ayudaré. Apaga el motor”. Extendí la mano y quité la llave del interruptor de encendido. Cuando la camioneta comenzó a bajar la velocidad, pude volver a maniobrarla, de modo que no nos salimos de la carretera.

Sé que fue la inspiración del Espíritu Santo lo que me llevó a apagar el motor. Fue como si hubiera habido ángeles que sostuvieron con fuerza el volante para que yo pudiera quitar la mano y apagar el motor. Sé que el Padre Celestial y el Espíritu Santo me ayudaron esa noche. Estoy muy agradecido por el Evangelio en mi vida, que hizo posible que yo estuviese preparado para recibir las impresiones que nos guiaron para estar a salvo.

Nota

  1. Citado por Brigham Young en Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Brigham Young, 1997, pág. 45.