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“Las respuestas a todos tus problemas están en este libro”
El autor vive en Canadá.
Había estado apartándome de la Iglesia del Señor, pero las palabras de mi hermano comenzaron a cambiarlo todo.
Me crie en la Iglesia y en un hogar amoroso. Sin embargo, al entrar en la adolescencia, comencé a alejarme del Evangelio. Todavía iba a la Iglesia casi todos los domingos. Creía en lo que se me enseñaba, pero no estaba lo suficientemente comprometido con vivir el Evangelio.
Cuando mi hermano mayor regresó de la misión, se dio cuenta de que yo no iba en la dirección correcta. Una noche, entró en mi habitación y trató de hablar conmigo, pero yo no estaba interesado. Finalmente, dijo: “Todas las respuestas a todos tus problemas están en este libro”, y puso un Libro de Mormón en mi cama. Entonces se fue. Después de unos minutos, me repetí para mí mismo con voz burlona: “Todas las respuestas a todos tus problemas están en este libro”.
“Bueno”, pensé, “veamos”.
Abrí el Libro de Mormón y el primer versículo que vi fue Alma 29:13, que dice: “Sí, y ese mismo Dios estableció su iglesia entre ellos, sí, y ese mismo Dios me ha llamado con un santo llamamiento para que predique la palabra a este pueblo, y me ha concedido mucho éxito, en lo cual mi gozo es cabal”. Me sentí igual que José Smith cuando dijo: “Ningún pasaje de las Escrituras jamás penetró el corazón de un hombre con más fuerza que este en esta ocasión, el mío” (José Smith—Historia 1:12).
El Espíritu era muy fuerte y sabía que el Señor me había inspirado. Inmediatamente busqué un lápiz rojo, temiendo perder aquel pasaje de las Escrituras y no volver a encontrarlo nunca más. Lo repasé de nuevo, tratando de entender lo que significaba para mí. Llegué a entender que debía ir a la misión, que tendría éxito y que sería feliz al hacerlo.
Con miedo de que tal vez cambiara de opinión o dudara de la impresión que había recibido, me subí al auto y fui a la pizzería de mi papá para pedirle su apoyo, el cual me dio de inmediato. Entonces fui a la casa del obispo y le pregunté qué tenía que hacer para ir a la misión. Poco después, recibí el llamamiento de servir en la Misión Filipinas Manila. Al final, sí fui feliz y tuve éxito.
Desde entonces, mi vida nunca ha sido igual. No estoy seguro de dónde estaría ni de lo que estaría haciendo si mi hermano no hubiera ido a mi habitación esa noche, pero estoy seguro de que mi vida iba en la dirección equivocada. El Libro de Mormón en verdad me salvó la vida. Sé que el Señor nos tiene presentes y desea ayudarnos, si nosotros hacemos el esfuerzo y mostramos que estamos interesados en Él.