Mensaje de los líderes del Área
La sencillez que hay en Cristo
En una entrevista que tuvo poco después de recibir su llamamiento como miembro más nuevo del Cuórum de los Doce Apóstoles, el élder Patrick Kearon dijo: “Ahora veo una mayor sencillez en el Evangelio de la que jamás he visto”. Desde luego, no estaba sugiriendo que su llamamiento fuera sencillo. Muy al contrario, también habló de su “asombro y la naturaleza estremecedora de este llamamiento”. En otras palabras, apenas unos días después de recibir este sagrado llamamiento a ser Apóstol de nuestro Señor Jesucristo, el élder Kearon se centró en la sencillez del Evangelio más que en la complejidad de su llamamiento. Este hecho me hizo reflexionar sobre la lección de que “por medio de cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas”.
Vivimos en un mundo cada vez más complejo. Solo en los últimos veinticinco años han ocurrido una serie de cambios tecnológicos y sociológicos que nos afectan a la mayoría de nosotros a diario. Aunque el mundo siempre haya sido complejo, la actual marea de información que llega a nuestros hogares, que incluye diferencias de opinión, incertidumbre social y política, así como cambios en el medio ambiente, a veces puede parecer abrumadora. Parece como si “toda la tierra [estuviera] en conmoción”. Así pues, ¿cuál es nuestra respuesta a esta creciente complejidad?
“La respuesta a las preguntas más sencillas y a los problemas más complejos siempre es la misma: La respuesta es Jesucristo. Todas las soluciones se hallan en Él”. El apóstol Pablo nos enseña a centrarnos en “la sencillez que es en Cristo”. En un mundo de creciente complejidad, Jesucristo puede ayudarnos a entender lo que realmente importa.
El presidente Nelson nos recordó lo siguiente: “El adversario es astuto. Durante miles de años, él ha estado haciendo que lo bueno parezca malo y lo malo, bueno. Sus mensajes suelen ser estruendosos, atrevidos y arrogantes. Sin embargo, los mensajes de nuestro Padre Celestial son sumamente diferentes. Él se comunica con sencillez, en voz baja y con tan asombrosa claridad que no podemos malentenderlo”.
Así que cuando el mundo exclama a voz en grito mensajes confusos, abrumadores y aparentemente complejos, aplicar la sencillez que hay en Cristo significa bajar el volumen de estas voces ruidosas y, como sugiere el élder Uchtdorf, “[dar] un paso atrás, observ[ar] su vida desde un plano más alto y simplifi[car] su enfoque hacia el discipulado. Enfóquense en las doctrinas, principios y aplicaciones básicos del Evangelio”.
He aprendido la realidad de esto en mi propia vida. Al enfrentar desafíos en mi familia, en mi trabajo o en mis llamamientos en la Iglesia, confiar únicamente en mi propia fuerza no solía ser una estrategia acertada. Pero hacerme la simple pregunta: “¿Qué haría Jesús?”, o considerar principios sencillos del Evangelio que podrían ser aplicables a mi situación actual, me ayudó a recurrir a poderes celestiales y a enfrentar estos desafíos mucho mejor. Los problemas no desaparecían necesariamente, pero encontré fuerza, esperanza y concentración al trabajar o vivir con mis preocupaciones. La confusión se vio sustituida por claridad de pensamiento y de propósito.
El élder Ballard nos lo recordaba a menudo: “Simplifiquen. En esa simplicidad, hallarán la paz, el gozo y la felicidad”12. De esto también testifico.