“Viajen con Dios”, Liahona, octubre de 2024.
Voces de los Santos de los Últimos Días
Viajen con Dios
“Halt!” [“alto” en alemán], gritó el soldado, apuntando con un rifle grande directamente a mi padre.
Después de la Segunda Guerra Mundial, mis padres querían unirse a los santos en Estados Unidos, pero primero tenían que escapar con sus cinco hijos de Alemania Oriental a Alemania Occidental.
Mi padre, Walter, se fue solo a determinar por dónde era más seguro cruzar la frontera. Viajó con pocas cosas, pero sintió la impresión de llevar su violín consigo. Él era un violinista consumado y tuvo la impresión espiritual de que el violín lo ayudaría de alguna manera en su viaje.
En febrero de 1949, papá tomó el tren a un pueblo que todavía estaba a muchos kilómetros de la frontera. Después de llegar, se escabulló de la ciudad y tomó un camino que lo llevó a un gélido bosque. Cualquier persona que fuera sorprendida dirigiéndose hacia la frontera de Alemania Occidental estaba bajo sospecha de escapar y sería arrestada.
Por el camino, papá vio a otro hombre que intentaba escapar a Alemania Occidental. Decidieron viajar juntos. Era mejor tener cuatro ojos atentos que dos.
Avanzaron con cautela al pasar por una torre de vigilancia. De repente, saltó desde detrás de un arbusto un joven soldado ruso y gritó: “Halt!” [“alto” en alemán].
Mi padre y su nuevo amigo se quedaron paralizados de horror cuando el soldado les apuntó con un gran rifle. Les dijo que estaban arrestados.
Lentamente, el nuevo amigo de papá abrió su maleta para dejar a la vista varios refinados artículos comestibles. Le hizo un gesto al soldado para mostrar que podía quedarse con ellos si los dejaba ir, pero el soldado no se movió.
En un ruso a media lengua, mi padre dijo al soldado que le encantaba la música folclórica rusa. Señaló el estuche del violín y dijo que le gustaría tocar para él.
Papá sacó el violín y comenzó a tocar una conmovedora melodía rusa. Luego de unos instantes, vio las lágrimas que se formaban en los ojos del joven. Cuando papá terminó la melodía, el soldado le preguntó si conocía otras melodías rusas.
Entonces papá tocó otra melodía. Cuando terminó, el soldado estaba llorando. Se colocó el arma al hombro de nuevo y dijo en ruso: “Viajen con Dios”. Luego permitió que ambos hombres continuaran su escape hacia el oeste.
Al poco tiempo, mi padre regresó sano y salvo a Alemania Oriental, agradecido por la inspiración que le había brindado protección. Tres años más tarde, escapó con su familia al viajar a Berlín Oriental y cruzar la frontera hacia Berlín Occidental.