Liahona
Los dulces susurros del Santo Espíritu
Octubre de 2024


“Los dulces susurros del Santo Espíritu”, Liahona, octubre de 2024.

Voces de los Santos de los Últimos Días

Los dulces susurros del Santo Espíritu

Estaba convencido de que la Iglesia del Señor no estaba sobre la tierra, hasta que reconocí los frutos del Espíritu.

Imagen
Un esposo y una esposa orando juntos.

Ilustración por Michael J. Bingham

Mi esposa, Ruby, y yo no crecimos en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pero en su juventud, Ruby estuvo expuesta a diferentes iglesias y enseñanzas. Por medio de la oración constante y diligente, determinó las enseñanzas que sentía que eran verdaderas, formando así un conjunto de creencias a partir de las enseñanzas de diversas iglesias cristianas. Yo me crie en una sola iglesia y sabía poco de las demás.

Después de casarnos, asistíamos juntos a la iglesia, pero comencé a cuestionar la fe en la que me habían criado y le hice preguntas a mi esposa en cuanto a doctrina. Ella respondió sabia y sencillamente: “¿Has leído alguna vez la Biblia?”.

Yo no lo había hecho, así que leímos juntos toda la Biblia. Conforme leíamos, escribía preguntas que seguían sin respuesta. Comenzamos a buscar una iglesia que enseñara todo lo que habíamos descubierto. Durante los siguientes dos años, visitamos muchas iglesias, solicitamos textos, leímos sobre filosofía y religión, y oramos. Me convencí de que la Iglesia del Señor no estaba sobre la tierra.

Teníamos falta de sabiduría y necesitábamos ayuda celestial (véase José Smith–Historia 1:11–13). Así que oramos juntos sinceramente, pidiéndole a Dios que nos mostrara el camino. Poco después de orar, los misioneros de la Iglesia aparecieron en nuestra puerta. Ruby sintió de inmediato la veracidad de lo que enseñaban. Sus enseñanzas la impactaron y coincidían con las respuestas que había recibido muchos años antes, cuando había orado de joven. Los misioneros también respondieron todas mis preguntas, pero yo quería estar seguro. Leí el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios y otros libros de la Iglesia.

También asistíamos a la Iglesia cada semana y vivíamos las enseñanzas del Evangelio. Con el tiempo, reconocí los frutos del Espíritu de Dios en mi vida (véase Gálatas 5:22) y recibí un firme testimonio. Fuimos bautizados, recibimos el don del Espíritu Santo y, más tarde, fuimos sellados en el templo.

Nunca nos hemos arrepentido de habernos unido a la Iglesia. Ha mantenido nuestro matrimonio fuerte en los tiempos difíciles y el legado de estar cerca del Espíritu de Dios sigue vivo en nuestros seis hijos.

A quienes se esfuerzan por obtener un testimonio del Libro de Mormón o de la Iglesia restaurada de Jesucristo, les diría: “Sigan orando, sigan leyendo y sigan prestando atención a los dulces susurros del Espíritu Santo”.

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