2024
“¿Podemos sanar nuestras relaciones interpersonales?” Cómo tratar el tema del abuso o maltrato verbal y emocional
Octubre de 2024


“‘¿Podemos sanar nuestras relaciones interpersonales?’ Cómo tratar el tema del abuso o maltrato verbal y emocional”, Liahona, octubre de 2024.

“¿Podemos sanar nuestras relaciones interpersonales?” Cómo tratar el tema del abuso o maltrato verbal y emocional

Si sufre abuso o maltrato verbal o emocional, busque ayuda. Los amigos, familiares, líderes de la Iglesia y otras personas pueden ponerle en contacto con fuentes de ayuda que contribuirán a que se sienta a salvo para poder sanar y recordar su valor individual.

Una cabeza de hombre con diferentes letras al azar que le salen de la boca.

A los 71 años, Janet (los nombres se han cambiado) se volvió a casar. Mientras ella y su nuevo esposo estaban de luna de miel, este se molestó con ella. Janet recuerda: “Nunca nadie me había hablado así”. Estaba aturdida y horrorizada.

Con el tiempo, la ira de su esposo fue en aumento. Los gritos se convirtieron en palabrotas, insultos y críticas directas contra a la personalidad de Janet. Alegaba que ella daba más importancia a sus amigos y familiares que a él.

“No era cierto”, dice ella. “Pero para mantener la paz, me distancié de ellos. Empecé a cancelar las actividades con mis amigos. Les decía que no me sentía bien”.

“Hiciera lo que hiciera, nada le bastaba”, dice ella. “Empecé a culparme a mí misma por su ira y a pensar: ‘Si tan solo no hubiera hecho esto o aquello’. Empecé a preguntarme si acaso yo era una mala persona, como él decía”.

Janet se preguntaba cosas tales como: “Si soy de valor, ¿por qué elegí a esta persona? ¿Y por qué dejo que me hable así? ¿Debería haber visto las señales antes?”. Él había sido muy amable, atento y amoroso cuando eran novios.

“Me deprimí mucho”, recuerda ella. Ella comenzó a pensar que sería mejor si se enfermaba y moría para no tener que divorciarse de él. Ya había estado casada una vez antes y no podía afrontar otro matrimonio fallido.

“Hubiera sido bueno hablar con alguien”, dice ella, “pero me daba demasiada vergüenza. Y sabía que me dirían que lo dejara. No quería que el matrimonio terminara ni quería volver a estar sola, así que seguí esperando que las cosas cambiaran y seguí justificando su comportamiento”.

El abuso o maltrato es un pecado grave

A veces, las víctimas toleran el mal comportamiento porque no lo reconocen como abuso o maltrato. El abuso o maltrato emocional ocurre cuando una persona trata de herir, controlar o manipular verbalmente a otra. Puede asumir diversas formas: criticar, culpar, aislar, manipular, amenazar, insultar o denigrar, o refrenarse de dar afecto. Puede suceder en cualquier tipo de relación: en amistades, en relaciones de noviazgo, entre cónyuges o padres e hijos, e incluso entre compañeros de trabajo.

El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El abuso o maltrato representa la influencia del adversario; es un pecado muy grave. Como Presidente de la Iglesia, afirmo las enseñanzas del Señor Jesucristo sobre ese asunto. Permítanme ser perfectamente claro: cualquier clase de abuso o maltrato hacia mujeres, niños o cualquier persona es una abominación para el Señor. Él se aflige y yo me aflijo cada vez que se hace daño a alguien. Él se lamenta y todos nos lamentamos por cada persona que ha sido víctima de abuso o maltrato de cualquier clase. Quienes perpetran esos actos aborrecibles no solo son responsables ante las leyes del hombre, sino que también afrontarán la ira de Dios Todopoderoso […].

“El Salvador no tolerará el abuso ni el maltrato, y como Sus discípulos, nosotros tampoco podemos hacerlo”.

Todos somos hijos e hijas de Dios y tenemos una naturaleza y destino divinos. El Evangelio de Jesucristo nos enseña a amarnos unos a otros (véase Juan 13:34) y a tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros (véase Mateo 7:12).

Las víctimas a menudo se sienten culpables

Las víctimas pueden sentir temor, vergüenza, desesperación, desesperanza y su autoestima puede disminuir vertiginosamente.

El matrimonio de dos años de Diego con una mujer abusiva lo dejó devastado y con pensamientos suicidas. En retrospectiva, él quisiera haber prestado atención a las señales de advertencia. Su esposa había tenido varios matrimonios y relaciones que habían fracasado. Sin embargo, su noviazgo de seis meses había transcurrido sin problemas y él se enamoró.

Después de casarse, el comportamiento de ella lo sorprendió y confundió. Le criticaba su apariencia y cuando él le preguntaba por qué decía esas cosas, le decía que estaba bromeando y que él no tenía sentido del humor. “Hubo mucho abuso o maltrato verbal y gaslighting (hacer que otra persona dude de sus razonamientos al desmerecer su juicio)”, dice Diego.

También hubo episodios de abuso o maltrato físico en los que ella le escupió el rostro, le dio patadas y lo arañó. Al igual que muchas víctimas, Diego trataba de justificar el comportamiento de su esposa. Se decía a sí mismo que solo se debía a que ella tenía un mal día. Trataba desesperadamente de hacer cosas que esperaba que la hicieran feliz.

“Limpiaba los baños y preparaba la cena”, recuerda él, “pero nunca podía complacerla. El abuso o maltrato físico fue probablemente lo peor para mí, como hombre. Me sentía débil e impotente. A veces buscaba algún lugar para esconderme en el trabajo, y me derrumbaba y lloraba. Aunque yo era la víctima, ella me hacía sentir que todo lo malo que pasaba era debido a mis errores; me sentía culpable. ¿Acaso ella tenía razón? Aquella tristeza era increíble”.

Él recuerda: “Quería que nuestro matrimonio funcionara. Oraba mucho, iba al templo, ayunaba, leía las Escrituras y trataba de acercarme más al Padre Celestial en todo sentido. La esperanza me mantenía a flote. Creía que si era obediente, las cosas se resolverían”.

Dos manos tendiéndose la una a la otra.

Buscar ayuda

Procurar fortaleza espiritual: Las víctimas pueden procurar inspiración y fortaleza espiritual mediante la oración, el ayuno, el estudio de las Escrituras, las bendiciones del sacerdocio, y la asistencia a la Iglesia y al templo. Pueden recibir ayuda y apoyo de amigos de confianza, líderes de la Iglesia o terapeutas profesionales. Y lo que es más importante, pueden tener fe en el Señor, buscar Su guía con espíritu de oración y confiar en que Él “consagrará [s]us aflicciones para [s]u provecho” (2 Nefi 2:2).

Fijar límites: Los expertos dicen que el fijar límites y hacer que estos se respeten es importante. La víctima podría decir: “Siento que no me estás mostrando respeto ahora. Quiero conversar contigo, pero no lo haré hasta que no me trates con más respeto y cortesía”.

Sin embargo, algunas personas no respetan esos límites. Diego trató de poner límites, pero su esposa continuaba discutiendo. “No siempre se puede razonar con los abusadores o maltratadores”, explica él. “Y es muy difícil mantener la calma cuando alguien te ataca verbalmente. Cristo se habría alejado o habría respondido calmadamente. Yo no fui para nada perfecto al respecto; podría haber actuado mejor. Creo que se necesita un mediador, un líder de la Iglesia o un terapeuta, para tener una conversación racional”.

Quizás sea útil buscar ayuda profesional en situaciones como esa. Los terapeutas especializados en abuso o maltrato emocional pueden sugerir maneras de controlar o reaccionar ante emociones inestables.

Hablar sobre los problemas: A veces, quienes dicen cosas hirientes no se dan cuenta de cuánto están dañando la relación, pero pueden aprender a cambiar, si están dispuestos a buscar ayuda. Cuando se calmen los ánimos, la persona que ha recibido los comentarios hirientes puede decir algo así como: “Me siento herido [o no amado o no respetado] cuando dices cosas como esas. Te agradecería mucho que…”. El poner sobre la mesa esos comportamientos puede ayudar a la persona que incurre en ofensas a darse cuenta de lo que está haciendo, y darle así la oportunidad de mejorar.

Si está dispuesta a escuchar, entonces ambas personas pueden recibir ayuda; pueden buscar consejo juntas y hablar sobre las conductas que perjudican la relación y sobre las que la sanan; pueden esforzarse juntas por cultivar la relación que desean.

Sin embargo, si la persona no está dispuesta a escuchar y continúa con el comportamiento hiriente, la víctima no tiene por qué permanecer en esa relación abusiva. En el caso de los matrimonios, aquello no siempre significa el divorcio, pero puede significar estar un tiempo separados hasta que el cónyuge cumpla con estrictos límites para tener una relación sana.

Tratar de no perpetuar las conductas dañinas: La hermana Kristin M. Yee, Segunda Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, enseñó:

“En el camino del perdón y de la sanación se encuentra la opción de no perpetuar patrones o relaciones dañinas en nuestras familias o en cualquier otro ámbito. A todas las personas dentro del ámbito de nuestra influencia les podemos ofrecer bondad por crueldad, amor por odio, amabilidad por agresividad, seguridad por angustia y paz por contención.

Ofrecer lo que se te ha negado es una parte poderosa de la sanación divina que es posible mediante la fe en Jesucristo”.

Sanar con la ayuda de Dios

Diego habló con un terapeuta matrimonial y se reunió con su obispo con regularidad. “No sé si hubiera podido superar esa situación sin la ayuda de mi obispo, que es el hombre más amoroso del mundo. Y el templo fue mi solaz”.

Diego luchó por sanar después de su divorcio, pero dice: “Aprendí mucho de esa relación y he crecido en todos los aspectos, lo cual me ha convertido en un mejor hombre, padre, persona, poseedor del sacerdocio, hijo, amigo y compañero. Hice todo lo que pude para que el matrimonio funcionara, pero no pudo ser. Ella tenía su albedrío y tomó su decisión”.

Después de tres años de intentar que su matrimonio funcionara, Janet solicitó el divorcio y se mudó temporalmente con uno de sus hijos. “Esos primeros días y semanas fueron los más difíciles”, recuerda ella. Derramó el corazón en oración y se dedicó a leer el Libro de Mormón a diario, junto con consoladores discursos de la conferencia.

Siguió asistiendo a la Iglesia con regularidad, buscó un terapeuta profesional y recibió útiles consejos espirituales del obispo. “El terapeuta fue de mucha ayuda y me sentí mucho mejor después de hablar con mi obispo”, dice ella.

Una amiga le sugirió que recitara sus pasajes favoritos de las Escrituras en voz alta y dijera en voz alta todas las cosas buenas que quería tener en la vida. Janet lo hizo fielmente y memorizó los pasajes de las Escrituras que la inspiraban. Dos de sus favoritos eran:

“No temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que vayas” (Josué 1:9).

“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te fortalezco; siempre te ayudaré; siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).

Encontró fortaleza al saber que la misión del Salvador es “sanar a los quebrantados de corazón, pregonar libertad a los cautivos […] poner en libertad a los quebrantados” (Lucas 4:18; cursiva agregada).

Al testificar de la misión sanadora del Salvador, el élder Patrick Kearon, del Cuórum de los Doce Apóstoles, tranquilizó así a las víctimas de abuso o maltrato:

“Desde lo más profundo de Su sufrimiento expiatorio, el Salvador imparte la esperanza que pensaron que se había perdido para siempre, la fuerza que creyeron que jamás podrían tener y la sanación que no se podían imaginar que era posible […].

“Con los brazos extendidos, el Salvador les ofrece el don de la sanación. Con valentía, paciencia y centrados fielmente en Él, antes de que pase mucho tiempo, podrán llegar a aceptar plenamente ese don”.