Voces de los miembros
Es una bendición pagar las ofrendas de ayuno
Los relatos de las Escrituras que más me han hecho sentir el Espíritu Santo son los de dos viudas. El primero es el de la viuda de Sarepta de Sidón, quien, a pesar de las circunstancias de la época, obedeció el consejo del profeta del Señor de hacer primero algo de comer para el profeta y luego para ella y su hijo. Si consideramos la pobreza de esta mujer, podríamos pensar que fue injusto lo que se le estaba pidiendo.
El segundo relato es el de la viuda que dio las dos blancas en el arca de la ofrenda y el Salvador expresó que ella había dado más que todos aquellos que habían depositado solo lo que les sobraba. El Señor demanda el sacrificio de Sus hijos y esto es lo que hacemos cuando pagamos generosas ofrendas de ayuno, si bien estas son para la bendición de los pobres y necesitados, resultan en grandes bendiciones para los que ofrendan.
A la viuda de Sarepta nunca le faltaron la harina y el aceite de acuerdo con la promesa hecha por el ungido del Señor. Testifico que, al pagar nuestras ofrendas en forma generosa, somos bendecidos de maneras que no podemos imaginarnos; a veces nuestros ojos naturales no perciben los milagros que suceden a diario en nuestras vidas: gozamos de salud, protección y trabajo. La promesa del Señor revelada en Isaías 58, me llena de esperanza y fe de que, si nosotros somos fieles en pagar nuestros diezmos y ofrendas, seremos bendecidos a pesar de las circunstancias de nuestro mundo actual.