Capítulo 1
La piedra clave de nuestra religión
Introducción
El profeta José Smith (1805–1844) dijo: “Declaré a los hermanos que el Libro de Mormón era el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la clave de nuestra religión; y que un hombre se acercaría más a Dios al seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro” (History of the Church, tomo IV, pág. 461; introducción del Libro de Mormón).
El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, escribió que el Libro de Mormón se “debe considerar el texto religioso más destacable e importante que se haya revelado desde que se recopilaron los escritos del Nuevo Testamento hace aproximadamente dos mil años. De hecho, en su función de restaurador de las claras y preciosas verdades bíblicas que se habían perdido, al añadir decenas de nuevas verdades sobre Jesucristo y preparar el camino para una restauración completa de Su evangelio y para el día triunfante de Su retorno milenario, podemos considerar al Libro de Mormón como el texto religioso más notable e importante jamás dado al mundo” (Christ and the New Covenant, 1997, págs. 9–10).
Al comenzar su estudio del Libro de Mormón, procure hallar las grandes verdades que contiene. El Libro de Mormón testifica específicamente de la divinidad de Jesucristo y de la realidad de Su expiación. Además, el Libro de Mormón reitera el convenio de Dios con la casa de Israel y demuestra por qué es necesario que hagamos convenios sagrados y que cumplamos con ellos. Si estudia con oración este tomo de Escrituras, su testimonio del evangelio de Jesucristo y de su restauración en la tierra durante los últimos días llegará a ser más profundo y poderoso.
Comentario
Portada
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La portada del Libro de Mormón comienza de la siguiente manera: “El Libro de Mormón, un relato escrito por la mano de Mormón sobre planchas, tomado de las planchas de Nefi”. A esto le siguen dos párrafos, los cuales probablemente fueron escritos por el profeta del Libro de Mormón llamado Moroni, hijo de Mormón. El profeta José Smith explicó que “la portada del Libro de Mormón es una traducción literal, tomada de la última hoja, del lado izquierdo de la colección o libro de planchas en las cuales se encerraba la historia que se ha traducido; que el lenguaje de toda la obra está dispuesto como todo escrito hebreo en general [es decir, de derecha a izquierda]; y que dicha portada en ningún sentido es composición moderna, ni mía ni de cualquier otro hombre que haya vivido o viva en esta generación” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, pág. 64).
“A fin de que apareciese en el debido tiempo”
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El primer párrafo de la portada del Libro de Mormón declara que el registro sagrado habría de aparecer “en el debido tiempo”. El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) testificó que el momento en que salió a la luz el Libro de Mormón muestra la importancia del libro en la restauración del Evangelio:
“Un poderoso… testimonio de la importancia del Libro de Mormón se encuentra al darse cuenta del momento en que el Señor permitió que se publicara, dentro del cuadro cronológico de la Restauración [que iba avanzando]. Lo único que le precedió fue la Primera Visión. En esa manifestación maravillosa, el profeta José Smith entendió cuál era la verdadera naturaleza de Dios y que Él tenía una obra que encomendarle. La aparición del Libro de Mormón fue lo que le siguió.
“Piensen en eso y en lo que implica. La aparición del Libro de Mormón precedió a la restauración del sacerdocio. Se publicó pocos días antes de que se organizara la Iglesia. A los santos se les dio el Libro de Mormón para que lo leyesen antes de dárseles las grandes revelaciones que explicaban grandes doctrinas como los tres grados de gloria, el matrimonio celestial o la obra vicaria. Apareció antes de que se organizaran los quórumes del sacerdocio y la Iglesia. ¿No nos dice esto algo sobre cómo considera el Señor esta obra sagrada?” (véase Liahona, enero de 1987, pág. 4).
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El élder L. Tom Perry, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó que el Libro de Mormón fue escrito para nuestra época: “…los principales escritores del Libro de Mormón comprendían a la perfección que sus escritos eran esencialmente para las personas de una futura generación en lugar de ser para las de la suya. Moroni escribió a nuestra generación: ‘… os hablo como si os hallaseis presentes…’ (Mormón 8:35)” (Liahona, noviembre de 2005, págs. 6–7).
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Al hablar sobre la necesidad que tenemos de aplicar el Libro de Mormón a nuestra vida, el presidente Ezra Taft Benson declaró: “Si ellos vieron nuestros días, y eligieron aquellas cosas que serían de [mayor] valor para nosotros, ¿no es ese el modo en que debemos estudiar el Libro de Mormón? Constantemente deberíamos preguntarnos: ‘¿Por qué inspiró el Señor a Mormón (o a Moroni o a Alma) para que incluyera esto en su registro? ¿Qué lección puedo aprender de esto que me ayude a vivir en esta época?’” (véase Liahona, enero de 1987, pág. 4).
El élder Perry además sugirió un ejercicio importante a la hora de leer el Libro de Mormón: “Cada vez que leamos el libro quizá debiéramos preguntarnos: ‘¿Por qué los escritores habrán escogido esos relatos o esos sucesos en particular para ponerlos en el compendio? ¿Qué valor tienen para nosotros en la actualidad?’” (Liahona, noviembre de 2005, pág. 8).
Interpretación por el don de Dios
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Las mismas planchas de oro en sí tenían la promesa de que serían interpretadas “por el don y el poder de Dios” (portada del Libro de Mormón). El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, presentó algunos datos sobresalientes sobre la traducción del Libro de Mormón:
“Todavía no se conocen plenamente los detalles de este milagroso método de traducción, pero algo de conocimiento tenemos al respecto, conocimiento que consideramos precioso…
“Emma Smith, que fue una de las primeras personas que sirvieron como escribientes de José, relató lo siguiente en 1856:
“‘Durante el tiempo que mi esposo pasó traduciendo el Libro de Mormón, yo escribí parte del libro: José me dictaba cada oración, palabra por palabra, y, cuando llegaba a un nombre propio que no sabía pronunciar, o a palabras largas, las deletreaba, y mientras yo las escribía, si yo cometía algún error de ortografía, él se detenía y me corregía la ortografía aunque le resultaba imposible ver cómo yo las escribía en ese momento. Aun la palabra Sara no la supo pronunciar al principio, por lo que la tuvo que deletrear, y yo se la pronunciaba a él.
“‘Cuando se detenía por cualquier propósito, en el momento que fuera, al empezar de nuevo comenzaba sin vacilar en el lugar donde se había quedado. En una ocasión, estaba traduciendo y de pronto se detuvo, pálido como una hoja de papel, y me preguntó: “Emma, ¿Jerusalén estaba rodeada de murallas?”. Cuando le dije que sí, él contestó: “¡Oh! [No lo sabía.] Temía haber sido engañado”. En ese entonces, José tenía un conocimiento tan limitado de historia, que ni siquiera sabía que Jerusalén estaba rodeada de murallas’. (Edmund C. Briggs, ‘A Visit to Nauvoo in 1856’, Journal of History, enero de 1916, pág. 454)…
“Aunque con el pasar de los años el profeta pulió sus habilidades, Emma reconoció que cuando José tradujo las planchas de oro, él apenas sabía leer y escribir en forma rudimentaria:
“‘José Smith… no podía ni escribir ni dictar una carta coherente y bien redactada, así que mucho menos dictar un libro como el Libro de Mormón. Y, aunque participé activamente en los sucesos que se produjeron, me resulta tan maravilloso, “una maravilla y un prodigio”, como a cualquier otra persona’ (Ibídem)” (“A Treasured Testament”, Ensign, julio de 1993, págs. 62–63).
El Libro de Mormón reitera el convenio de Dios con Israel
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Además de testificar de Jesucristo, el Libro de Mormón demuestra que Dios recuerda Su convenio con la casa de Israel. La Guía para el Estudio de las Escrituras describe a la casa de Israel, su esparcimiento y su congregación:
“En el Antiguo Testamento, el Señor dio el nombre de Israel a Jacob, el hijo de Isaac y nieto de Abraham (Gén. 32:28; 35:10). El nombre puede referirse a Jacob mismo, a sus descendientes, o al reino que una vez poseyeron esos descendientes en los tiempos del Antiguo Testamento…
“Las doce tribus de Israel: Jacob, el nieto de Abraham cuyo nombre fue cambiado a Israel, tuvo doce hijos. Sus descendientes se han llegado a conocer como las doce tribus de Israel o el pueblo de Israel…
“El esparcimiento de Israel: El Señor esparció e hizo padecer a las doce tribus de Israel debido a su iniquidad y rebelión; no obstante, también se valió del esparcimiento de su pueblo escogido entre las naciones del mundo para bendecir a esas naciones…
“La congregación de Israel: La casa de Israel será congregada en los últimos días antes de la venida de Cristo (AdeF 1:10). El Señor congrega a los de su pueblo Israel cuando éstos lo aceptan y guardan sus mandamientos” (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Israel”).
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Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días constituyen la parte de la casa de Israel congregada en el conocimiento de sus padres y en los convenios del Señor. El Señor ha declarado: “Porque vosotros sois hijos de Israel y de la descendencia de Abraham” (D. y C. 103:17).
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En lo referente a la función que cumple el Libro de Mormón en la congregación de Israel en los últimos días, el élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles escribió: “Con respecto al recogimiento de Israel, el Libro de Mormón es el libro de mayor importancia que se ha escrito o que se vaya a escribir jamás. Es el libro que congrega a Israel y que revela, con sencillez y perfección, la doctrina del recogimiento del linaje escogido. Es el libro, entregado por Dios, que comprueba la veracidad y divinidad de esta gran obra de los últimos días. Contiene la plenitud del Evangelio sempiterno y conlleva la prueba de su propia divinidad. Toda persona que está verdaderamente convertida sabe, por medio de las revelaciones del Espíritu Santo a su propio espíritu, que el Libro de Mormón es la intención y la voluntad y la voz del Señor al mundo de hoy en día. El Libro de Mormón es lo que hace que la gente crea en el Evangelio y se una a la Iglesia, y, como hemos visto hasta ahora, es el poder mediante el cual se lleva a efecto el recogimiento de Israel. Si no existiese el Libro de Mormón, desde un punto de vista práctico, el recogimiento del pueblo del Señor en los últimos días se detendría. Las ovejas perdidas de Israel oyen la voz de su Pastor tal y como se encuentra en ese libro, y, al dar oído a la voz, entran en el verdadero rebaño. De ningún modo podríamos sobrevalorar la importancia de este tomo de Escritura nefita en la salvación del hombre en los últimos días” (A New Witness for the Articles of Faith, 1985, pág. 554).
“Convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo”
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Según la portada, el propósito del Libro de Mormón es convencer al judío y al gentil “de que Jesús es el Cristo, el Eterno Dios, que se manifiesta a sí mismo a todas las naciones”. El subtítulo del Libro de Mormón, Otro testamento de Jesucristo, recalca ese propósito primordial. El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, señaló la importancia del subtítulo:
“De acuerdo con una reciente decisión de las Autoridades Generales, el Libro de Mormón de ahora en adelante se publicará con el título ‘El Libro de Mormón’ y el subtítulo ‘Otro testamento de Jesucristo’.
“El palo o registro de Judá, el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, y el palo o registro de Efraín, el Libro de Mormón, que es otro testamento de Cristo, están ahora entrelazados de tal manera que el estudiar uno nos lleva al otro; el aprender de uno nos aclara el conocimiento del otro. Son, sin duda, uno en nuestras manos. La profecía de Ezequiel se ha cumplido” (véase Liahona, enero de 1983, pág. 101).
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El presidente Ezra Taft Benson explicó lo que significa la palabra testamento: “‘¿Recordamos el nuevo convenio, a saber, el Libro de Mormón?’ [véase D. y C. 84:57]. En la Biblia tenemos el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. La palabra testamento es el equivalente en inglés de una palabra griega que se puede traducir también como convenio. ¿Es esto lo que quiso decir el Señor cuando llamó al Libro de Mormón ‘el nuevo convenio’? En realidad es otro testamento o testigo de Jesús. Ésta es una de las razones por las que recientemente agregamos las palabras ‘Otro testamento de Jesucristo’ al título del Libro de Mormón” (véase Liahona. enero de 1987, pág. 3).
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El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, dio el siguiente consejo: “Cuando lean el Libro de Mormón, concéntrense en la figura principal del libro que es —desde el primer hasta el último capítulo— el Señor Jesucristo, el Hijo del Dios viviente” (véase Liahona, enero de 2000, pág. 82).
El élder Jeffrey R. Holland explicó aún más:
“[El Señor] nos ha ofrecido un último convenio, nos ha dado un último testamento, como parte de Su esfuerzo final por llegar al hombre caído. Nos ha ofrecido uno de los últimos testimonios escritos del amor y la misericordia que nos extiende por última vez… Ese testamento y testigo culminante, ese ‘nuevo convenio’ ofrecido a los hijos de los hombres por última vez, es el mensaje del Libro de Mormón.
“Ningún otro registro enseña más sobre la promesa de Dios a los hombres en los últimos días. Estas promesas se centran en Su Hijo Unigénito, en ‘los méritos, y misericordia, y gracia del Santo Mesías… [quien] intercederá por todos los hijos de los hombres; y los que crean en él serán salvos’ [2 Nefi 2:8–9].
“La tarea de los hijos de Dios en estos días finales de la historia del mundo es la de proceder con una ‘fe inquebrantable en él, confiando íntegramente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar’ y ‘seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres… deleitándoos en la palabra de Cristo, y [perseverando] hasta el fin. Ésta es la senda; y no hay otro camino, ni nombre dado debajo del cielo por el cual el hombre pueda salvarse en el reino de Dios’ [2 Nefi 31:19–21].
“Ningún otro libro nos ayuda a efectuarlo tan bien. Ningún otro libro ha sido jamás divinamente producido y protegido únicamente para este propósito. Nunca se ha escrito ningún otro libro con una visión tan plena de la futura dispensación a la cual habría de llegar dicho registro…
“…En su mensaje de fe en Cristo, esperanza en Cristo y caridad en Cristo, el Libro de Mormón es el ‘nuevo convenio’ de Dios a Sus hijos, por última vez” (Christ and the New Covenant, págs. 8–10).
La razón por la cual el Libro de Mormón es la piedra clave
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El profeta José Smith describió el Libro de Mormón como “la clave de nuestra religión” (History of the Church, tomo IV, pág. 461; introducción del Libro de Mormón). El presidente Ezra Taft Benson explicó cuál es la función de una piedra clave:
“La piedra clave es la piedra central o angular de un arco. Sostiene a todas las demás en su lugar, y si se quita, el arco se derrumba.
“Hay tres formas en que el Libro de Mormón es la piedra clave de nuestra religión: Es la [piedra] clave de nuestro testimonio de Jesucristo; es la [piedra] clave de nuestra doctrina y es la [piedra] clave del testimonio” (véase Liahona, enero de 1987, pág. 4).
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El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, amplió la idea de que el Libro de Mormón es la piedra clave de nuestra doctrina:
“El Libro de Mormón es una piedra clave porque establece y une los principios y los preceptos de la eternidad y explica más a fondo las doctrinas básicas de salvación; es la joya que corona la diadema de nuestras Santas Escrituras.
“Es, por otras razones también, la piedra clave de nuestra fe. La promesa de Moroni… de que Dios manifestará la verdad del Libro de Mormón a todo aquel que pregunte con sinceridad y fe en Cristo, es el eslabón clave de una serie de verdades… que se confirman entre sí.
“El testimonio confirmador del Libro de Mormón nos convence de que ‘Jesús es el Cristo, el eterno Dios’ y también verifica espiritualmente el llamamiento divino de José Smith y que él en realidad vio al Padre y al Hijo. Una vez confirmado ese testimonio, lógicamente se deduce que podemos recibir la confirmación de que Doctrina y Convenios y la Perla de Gran Precio son también Escrituras que verdaderamente acompañan a la Biblia y al Libro de Mormón.
“Todo esto confirma la restauración del Evangelio de Jesucristo y la misión divina de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, dirigida por un profeta viviente que recibe continua revelación. De estas verdades básicas puede emanar la comprensión de otros principios salvadores de la plenitud del Evangelio” (véase “La clave de nuestra religión”, Liahona, enero de 2004, págs. 3–4).
“Acercar[se] más a Dios al seguir sus preceptos”
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El domingo 28 de noviembre de 1841, el profeta José Smith pasó el día reunido en consejo con los Doce Apóstoles en la casa del presidente Young. Mientras conversaba con ellos sobre varios temas, declaró que “un hombre se acercaría más a Dios al seguir sus preceptos [los del Libro de Mormón] que los de cualquier otro libro” (History of the Church, tomo IV, pág. 461; introducción del Libro de Mormón).
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El presidente Ezra Taft Benson enseñó que el Libro de Mormón nos ayuda a discernir entre la verdad y el error:
“Deberíamos… conocer el Libro de Mormón mejor que cualquier otro libro. No solamente deberíamos conocer la historia y los relatos inspiradores que contiene, sino también comprender sus enseñanzas. Si realmente cumplimos nuestro deber y abordamos el Libro de Mormón doctrinalmente, podemos poner al descubierto los errores y encontrar las verdades que nos servirán para combatir muchas de las actuales teorías falsas y filosofías de los hombres.
“He observado en la Iglesia la diferencia de discernimiento, entendimiento, convicción y espíritu que hay entre los que conocen y aman el Libro de Mormón y los que no. Ese libro es un gran cernedor” (“Jesus Christ—Gifts and Expectations”, Ensign, diciembre de 1988, pág. 4).
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El presidente Marion G. Romney (1897–1988), de la Primera Presidencia, contó cómo el estudio del Libro de Mormón lo mantuvo espiritualmente a salvo: “Hace algunos años, cuando empecé a ejercer como abogado, mis familiares se encontraban algo incómodos al respecto. Temían que yo perdiera la fe. Si bien quería ejercer como abogado, tenía un deseo aún mayor de preservar mi testimonio, así que decidí seguir un pequeño procedimiento que les recomiendo: Cada mañana, antes de empezar el trabajo de la jornada, leía el Libro de Mormón durante treinta minutos —leía también los otros libros canónicos de la Iglesia, pero ahora estoy hablando del Libro de Mormón—, y, dedicando unos pocos minutos por día, leí por completo el Libro de Mormón, cada año, durante nueve años. Sé que me mantuvo en armonía, hasta donde yo me mantuve en armonía, con el Espíritu del Señor” (en Conference Report, abril de 1949, pág. 36).
El lector decide qué aprender
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Leer el Libro de Mormón tiene el potencial de traer bendiciones maravillosas; sin embargo, sobre el lector recae una gran responsabilidad. El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, habló sobre cuán necesario es leer con el corazón y la actitud adecuados: “Lo que saquemos de un libro, especialmente de un texto sagrado, depende en su mayor parte de lo que pongamos de nuestra parte al leerlo: del deseo y la disposición de aprender, y de la armonía que tengamos con la luz que comunica el Espíritu del Señor” (Liahona, mayo de 2006, pág. 77).
Cómo obtener un testimonio personal del Libro de Mormón
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El último profeta que grabó algo en los anales nefitas fue Moroni, hijo de Mormón. Como profeta de Dios, Moroni presentó una fórmula para que los lectores pudieran, por medio del Espíritu Santo, recibir un testimonio personal de que el Libro de Mormón es Escritura sagrada. Esta promesa, que se da a todos los que con sinceridad lean el Libro de Mormón y deseen saber de su veracidad, se encuentra en Moroni 10:3–5.
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El lector sincero tal vez no obtenga de inmediato un testimonio al leer el Libro de Mormón. Además, algunas personas posiblemente no reconozcan el testimonio que va creciendo en su interior a medida que estudian y oran acerca de este impresionante texto, pero la promesa de Moroni se cumplirá. El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, compartió una experiencia personal e impartió un consejo a quienes buscan obtener un testimonio:
“Cuando leí el Libro de Mormón [por] primera vez [de] principio [a] fin, leí la promesa de que si yo ‘pregun[taba] a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si [eran verdaderas las cosas que había leído]; y si pedí[a] con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él [me] manifesta[ría] la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo’ (Moroni 10:4). Intenté seguir esas instrucciones como las había entendido.
“Si quizás yo esperaba que se produjese de inmediato una manifestación espléndida como experiencia sobrecogedora, ésta no sucedió; no obstante, experimenté un buen sentimiento y comencé a creer…
“La experiencia me ha enseñado que el testimonio no sobreviene de repente, sino que va creciendo, como dijo Alma, de la semilla de la fe: ‘…fortalecerá vuestra fe, porque diréis: Sé que ésta es una buena semilla; porque, he aquí, brota y empieza a crecer’ (Alma 32:30). Si la nutren, crecerá, pero si no la nutren, se secará (véase Alma 32:37–41).
“No se desilusionen si han leído y releído, y todavía no han recibido un poderoso testimonio, quizás les ocurra como a los discípulos de los que se habla en el Libro de Mormón que se hallaban llenos del poder de Dios en gran gloria ‘y no lo supieron’ (3 Nefi 9:20).
“Hagan lo mejor que puedan. Piensen en este versículo: ‘Y mirad que se hagan todas estas cosas con prudencia y orden; porque no se exige que un hombre corra más aprisa de lo que sus fuerzas le permiten. Y además, conviene que sea diligente, para que así gane el galardón; por tanto, todas las cosas deben hacerse en orden’ (Mosíah 4:27)” (Liahona, mayo de 2005, págs. 6, 8).
Pruebas externas del Libro de Mormón
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Algunos alumnos que estudian el Libro de Mormón tienen interés en las pruebas geográficas, textuales o arqueológicas del origen antiguo del libro. Si bien éstas son con frecuencia fascinantes y útiles, se debe recordar que este tipo de descubrimientos no constituyen ni la esencia ni la verdad del Libro de Mormón. El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) aconsejó que nuestro testimonio del Libro de Mormón no debe basarse únicamente en estos descubrimientos: “La evidencia de su veracidad y validez en un mundo que tiende a exigir evidencias, no yace en la arqueología ni en la antropología, aunque el conocimiento de estas ciencias podría ser de ayuda para algunos, ni en la investigación lingüística ni el análisis histórico, aunque éstos podrían servir para confirmarla. La evidencia de su veracidad y validez yace dentro del libro mismo. La prueba de su veracidad yace en la lectura del libro mismo. Es un libro de Dios. Los hombres ra[cionales] pueden sentir dudas sinceras con respecto a su origen, pero aquellos que lo han leído y han orado han llegado a saber, por un poder que sobrepasa sus sentidos naturales, que es verdadero, que contiene la palabra de Dios, que traza las verdades salvadoras del Evangelio sempiterno, que apareció ‘por el don y el poder de Dios… para convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo’ (Portada del Libro de Mormón)” (“Cuatro piedras angulares de fe”, Liahona, febrero de 2004, págs. 5 6).
Bendiciones del Libro de Mormón
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El presidente Gordon B. Hinckley expuso la forma en que el Libro de Mormón puede ayudar a los miembros de la Iglesia a mantenerse sanos espiritualmente:
“[En el Libro de Mormón se] ilustra tan claramente el hecho de que cuando los hombres y las naciones andan con amor y respeto a Dios y obedecen Sus mandamientos, prosperan y progresan; pero que cuando no le prestan atención ni escuchan Su palabra, sobreviene una corrupción que, a menos que se detenga por medio de la rectitud, conduce a la decadencia y a la muerte…
“Sin reservas les prometo que, si cada uno de ustedes [lee el Libro de Mormón], …recibirán personalmente y en su hogar una porción mayor del Espíritu del Señor, se fortalecerá su resolución de obedecer los mandamientos de Dios y tendrán un testimonio más fuerte de la realidad viviente del Hijo de Dios” (“Un testimonio vibrante y verdadero”, Liahona, agosto de 2005, págs. 4–6).
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El presidente James E. Faust relató una experiencia que contó el élder F. Burton Howard, de los Setenta, la cual demuestra el poder de conversión que tiene el Libro de Mormón:
“La hermana Celia Cruz Ayala, de la Misión Puerto Rico San Juan, había decidido regalarle el Libro de Mormón a una amiga. Lo envolvió primorosamente y se dispuso a llevárselo.
“En el camino la atacó un delincuente que le robó la cartera dentro de la cual llevaba el paquete con el Libro de Mormón. Pocos días después, ella recibió una carta que decía:
“‘Señora de Cruz:
“‘Perdóneme, perdóneme. Nunca llegará a saber usted cuánto siento haberla atacado. Pero, por haberlo hecho, mi vida ha cambiado y seguirá cambiando. Ese libro [el Libro de Mormón] ha transformado mi vida. El sueño de aquel hombre de Dios me ha impresionado mucho… Le devuelvo aquí sus cinco pesos, porque no podría usar ese dinero. Quiero que sepa que pude apreciar en usted un fulgor especial; esa luz me impidió lastimarla y por eso me fui corriendo.
“‘Quiero que sepa que usted volverá a verme, pero cuando eso suceda no me reconocerá porque seré entonces su hermano… Aquí donde yo vivo, tengo que encontrar al Señor e ir a la iglesia a la que usted pertenece.
“‘El mensaje que usted escribió en el libro me arrancó lágrimas de emoción. No he podido dejar de leerlo desde el miércoles por la noche. He orado y suplicado a Dios que me perdone, [y] le pido también a usted que me perdone. Pensé que el paquete contenía un regalo que yo podría vender, [pero en vez de ello], me ha hecho sentir el deseo de cambiar mi vida totalmente. Perdóneme, perdóneme, se lo ruego.
“‘Su amigo ausente’.
“Ése es el poder de conversión que tiene el Libro de Mormón” (véase Liahona, julio de 1996, pág. 44).
Planchas y anales del Libro de Mormón
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Observe el cuadro “Planchas y anales del Libro de Mormón” en el apéndice (página 427), el cual muestra por separado los registros que escribieron los distintos profetas y en qué planchas se encontraba cada registro.
Personas responsables de llevar los registros nefitas
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Observe el cuadro “Personas responsables de llevar los registros nefitas” en el apéndice (página 428), el cual muestra por separado a los autores del libro y los libros que escribió cada uno.
Testigos de la veracidad del Libro de Mormón
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El élder Bruce R. McConkie explicó que el Señor siempre proveerá testigos de la veracidad de Su obra:
“Siempre que el Señor ha revelado Su evangelio y conferido el sacerdocio y las llaves a los hombres para comenzar una dispensación, ha actuado de acuerdo con la ley de los testigos, que Él mismo ha establecido. Esa ley es la siguiente: ‘Por boca de dos o de tres testigos se establecerá toda palabra’ (2 Cor. 13:1; Deut. 17:6; 19:15; Mat. 18:15–16)…
“Un hombre nunca se encuentra solo para establecer una nueva dispensación de la verdad revelada, ni para llevar la carga de su mensaje y amonestación al mundo. En cada dispensación, desde Adán hasta el presente, dos o más testigos siempre han unido sus testimonios, dejando en esa forma sin excusa para el día del juicio a sus oyentes, si éstos los rechazan” (Mormon Doctrine, 2a ed., 1966, pág. 436).
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El presidente Heber J. Grant (1856–1945) hizo hincapié en la importancia de los testigos del Libro de Mormón: “No creo que en ningún tribunal de justicia de cualquier parte del mundo, si se enjuiciara a un hombre por asesinato y hubiera doce ciudadanos de buena reputación que dieran testimonio de las circunstancias que llevaron a dicho asesinato, y no hubiera nadie que pudiera testificar en contra de lo que ellos dijeran, creo que no habría posibilidades de que ese hombre no recibiese una condena. Tenemos el testimonio de José Smith y el testimonio de tres testigos que señalaron que Dios les dio conocimiento del Libro de Mormón, que un ángel de Dios declaró de los cielos que el libro fue traducido por el don y el poder de Dios. Estos hombres fueron Oliver Cowdery, David Whitmer y Martin Harris. Ellos abandonaron la Iglesia, pero hasta el día de su muerte afirmaron su testimonio en cuanto a la declaración del ángel y al hecho de que recibieron el mandato de dar testimonio de la divinidad de ese libro, cosa que cumplieron. Ocho varones, algunos de los cuales fueron excomulgados de la Iglesia, afirmaron su testimonio de que habían visto y tocado las planchas de las cuales se tradujo el Libro de Mormón, y fueron fieles a ese testimonio hasta el día de su muerte. Aunque nadie en el mundo les creyera, eso no comprobaría que aquellos hombres hayan faltado a la verdad, porque no hay testigos en su contra” (en Conference Report, abril de 1929, pág. 128). (Obsérvese el cuadro “Los testigos de las planchas del Libro de Mormón” en el apéndice, página 429.)
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A pesar de haber tenido la experiencia de ver y tocar las planchas de oro en junio de 1829, algunos de los testigos no se mantuvieron fieles a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El presidente James E. Faust explicó lo siguiente: “El conocimiento viene por medio de la fe. Hoy en día debemos llegar a conocer la veracidad de lo que estaba en las planchas de oro sin verlas puesto que no están a nuestro alcance para que las veamos o las palpemos, como sucedió con los Tres Testigos y los Ocho Testigos. Algunos de los que las vieron y palparon no permanecieron fieles a la Iglesia. El ver a un ángel podría ser una gran experiencia, pero es más importante llegar al conocimiento de la divinidad del Salvador mediante la fe y el testimonio del Espíritu [véase Juan 20:29]” (Liahona, mayo de 2002, pág. 53).
Los testigos de las planchas del Libro de Mormón
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Obsérvese el cuadro “Los testigos de las planchas del Libro de Mormón” en el apéndice (página 429), el cual enumera a los Tres Testigos y los Ocho Testigos, con sus fechas y lugares de nacimiento, sus edades en el momento de ver las planchas, sus oficios, datos sobres sus bautismos y sus fechas y lugares de fallecimiento.
Para meditar
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¿En qué forma es el Libro de Mormón otro testamento de Jesucristo?
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¿Cómo nos ayuda el Libro de Mormón a no condenar “las cosas de Dios”? (portada del Libro de Mormón).
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¿Por qué cada miembro de la Iglesia debería poder dar testimonio de que el Libro de Mormón es la palabra de Dios?
Tareas sugeridas
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Por escrito, resuma brevemente los que usted considera que son los propósitos del Libro de Mormón. Compare los elementos enumerados por usted con los propósitos que menciona Moroni en la portada del Libro de Mormón.
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Analice la promesa que se halla en Moroni 10:3–5 y decida qué debe hacer usted para obtener o fortalecer su testimonio del Libro de Mormón.