Capítulo 20
Mosíah 9–17
Introducción
En Mosíah 9–24 se relata la historia de una colonia guiada por Zeniff de la tierra de Zarahemla a la de Lehi-Nefi. Este registro abarca casi ochenta años, desde aproximadamente 200 a.C. hasta el regreso de la colonia a la tierra de Zarahemla cerca del año 121 a.C.. Este tiempo fue más o menos el mismo en que reinaron los reyes Mosíah1, Benjamín y Mosíah2 en Zarahemla; en la tierra de Lehi-Nefi reinaban Zeniff, Noé y Limhi.
Durante el reinado de Noé, el profeta Abinadí advirtió al pueblo que debía arrepentirse, y asimismo profetizó una destrucción inminente por causa de haberse alejado de Dios. Las enseñanzas de Abinadí también demostraron la divinidad del Salvador, Su unión con el Padre y el gran sacrificio que el Salvador haría al llevar a cabo el proceso de la Expiación. Al estudiar las palabras de Abinadí, usted podrá renovar los sentimientos de gratitud por el sacrificio del Salvador y adquirir un aprecio mayor por la Expiación.
El martirio de Abinadí exhibe su enorme valentía. La conversión de Alma vino por el testimonio de Abinadí, pero a él le costó la vida. Al meditar sobre los sucesos del ministerio de Abinadí, considere la influencia que ejerció un hombre justo en las generaciones futuras. Por vía de Alma, su único converso del que se tiene conocimiento, llegó la siguiente generación de profetas, los cuales prepararon al pueblo para la venida de Jesucristo. Al igual que Abinadí, usted también puede tener un impacto profundo en su familia y en otros conocidos al testificar de la verdad y vivir con rectitud.
Comentario
Encabezamiento previo a Mosíah 9
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El encabezamiento que figura antes del resumen de Mosíah 9 forma parte de los anales originales que recibió el profeta José Smith (véase el comentario de El primer libro de Nefi: Su reinado y ministerio en la página 11). La frase “Comprende los capítulos 9 al 22” se agregó cuando el Libro de Mormón se publicó en capítulos en la edición de 1879.
Mosíah 9. Los anales de Zeniff
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Tanto en Mosíah 9:1–4 como en Omni 1:27–29 se relata la historia de la primera expedición de Zeniff para recolonizar la tierra de Lehi-Nefi; sin embargo, en Mosíah 9:1–2 se revela por qué en la primera expedición se peleó una guerra civil que los obligó a regresar a la tierra de Zarahemla. Zeniff no se deleitaba en la guerra, pero deseaba vivir en paz con los lamanitas. Él escribió Mosíah 9–10, que no contiene abreviaciones ni comentarios de Mormón. Obsérvese que la fecha de Mosíah 8 es 121 a.C. y la de Mosíah 9 por su parte es 200 a.C. El registro retrocede en el tiempo ochenta años con el fin de contar lo que sucedió en la tierra de Lehi-Nefi durante la época en que Benjamín y Mosíah reinaban en Zarahemla.
Mosíah 9:16–18; 10:10–11, 19. “Con la fuerza del Señor”
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Zeniff anotó que pelearon “con la fuerza del Señor” al combatir contra los lamanitas (véase Mosíah 9:16–18; 10:10–11, 19). A pesar de que los seguidores de Zeniff eran muchos menos que sus rivales, vencieron a los agresores lamanitas con relativamente pocas bajas. Tuvieron el éxito por causa de su fidelidad a Dios. El Señor escuchó sus clamores y los bendijo con fortaleza. A lo largo del Libro de Mormón vemos que una de las tiernas misericordias de Dios es fortalecer a Su pueblo. En Zarahemla, el pueblo de Benjamín probó la victoria frente a los lamanitas porque peleó “con la fuerza del Señor” (Palabras de Mormón 1:14).
En el libro de Alma, el éxito de los ejércitos nefitas puede atribuirse a su capacidad de confiar en que Dios los ayudaría en la batalla y no al tamaño del ejército (véase Alma 2:27–31; 43:49–51; 56:56). Aunque nuestras batallas no sean en una guerra física, la frase “con la fuerza del Señor” nos enseña que también nosotros podemos pedir ayuda a Dios a fin de que nos otorgue la fuerza necesaria para vencer a nuestros enemigos.
Mosíah 9–22. La historia de Zeniff y su pueblo
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El libro de Mosíah con frecuencia resulta confuso a causa de los distintos argumentos narrativos y de los pasajes retrospectivos (analepsis) que forman parte del libro (obsérvese el cuadro “Analepsis de Omni a Mosíah” en el apéndice, página 433). La historia que se encuentra en los capítulos 9–22 de Mosíah retrocede unos ochenta años a la época en que Zeniff y un pequeño grupo de seguidores salió de la tierra de Zarahemla para volver a la tierra de Nefi. El registro incluye la historia de los reyes Zeniff, Noé y Limhi. La narración en los pasajes retrospectivos lleva de vuelta al lector a la historia del Libro de Mormón cuando el grupo de Zeniff se une nuevamente al pueblo de Zarahemla en Mosíah 25.
Mosíah 10:11–17. Tradiciones falsas
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Los lamanitas llegaron a aceptar como si fuera verdad una versión desfigurada de los acontecimientos del viaje original de Jerusalén. Estas tradiciones falsas fueron trasmitidas de generación en generación, creando enormes prejuicios o un “odio eterno” de los lamanitas para con los nefitas (Mosíah 10:17). En las revelaciones de los últimos días el Señor advirtió que Satanás usa las tradiciones falsas para despojar de “la luz y la verdad” (D. y C. 93:39; véase también D. y C. 123:7–8). A causa de estas tradiciones los lamanitas se sentían justificados al matar, robar y tratar de destruir o esclavizar a los nefitas (véase Mosíah 10:17).
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El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó cómo debemos proceder cuando una tradición familiar o cultural entra en conflicto con el plan o las normas de Dios. Nos aconsejó que examinemos nuestra vida con detenimiento para decidir qué tradiciones podrían discrepar con el plan del Señor:
“Tu Padre Celestial te asignó para que nacieras de un linaje específico, del cual recibiste tu patrimonio de raza, cultura y tradiciones; ese linaje puede proporcionarte un rica herencia y grandes motivos de regocijo. No obstante, tienes la responsabilidad de determinar si alguna parte de ese patrimonio debe desecharse porque está en oposición al plan de felicidad del Señor.
“Quizás te preguntes: ¿Cómo es posible determinar si una tradición está en conflicto con las enseñanzas del Señor y debe abandonarse? Eso no es fácil. Me he dado cuenta de lo difícil que es al tratar de cambiar algunas de mis propias tradiciones incorrectas… Las costumbres y las tradiciones se convierten en parte integral de nuestro ser; no es fácil evaluarlas objetivamente. Estudia detenidamente las Escrituras y el consejo de los profetas a fin de entender cómo desea el Señor que vivas; examina luego cada aspecto de tu vida y haz los cambios que correspondan. Busca la ayuda de alguien a quien respetes y que haya podido dejar de lado algunas convicciones o tradiciones profundamente arraigadas que no estuvieran en armonía con el plan del Señor…
“¿Es la tuya una cultura en la que el marido ejerce una función dominante y autoritaria y toma él solo todas las decisiones de la familia? Esa costumbre debe modificarse a fin de que marido y mujer actúen como compañeros iguales, tomando las decisiones en unión, tanto para ellos mismos como para la familia…
“Éstas son otras tradiciones que deben abandonarse; cualquier aspecto del patrimonio:
“que viole la Palabra de Sabiduría.
“que se base en el obligar a otros a obedecer por la potestad de una posición que muchas veces se determina por herencia.
“que conduzca al establecimiento de castas…
“que provoque conflictos con otras culturas” (véase Liahona, julio de 1998, pág. 93).
Mosíah 11:2–19, 27. Noé “anduvo en pos de los deseos de su propio corazón”
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Para leer un análisis sobre las concubinas, véase el comentario de Jacob 1:15 en la página 119.
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Mormón describió gráficamente la iniquidad del rey Noé (véase Mosíah 11:2–19, 27). Posteriormente, Mosíah se valió del ejemplo del rey Noé como razón principal para eliminar el gobierno de los reyes: “Pues he aquí, ¡cuánta iniquidad un rey malo hace cometer; sí, y cuán grande destrucción! Sí, acordaos del rey Noé” (Mosíah 29:17–18). El total egoísmo del rey Noé al buscar satisfacer los deseos de la carne sirve de advertencia a los lectores modernos del destino que les espera a ese tipo de personas.
Mosíah 11:20. El profeta Abinadí
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El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, resaltó la valentía de Abinadí y su disposición de servir al Señor: “Abinadí enfureció al inicuo rey Noé con su valiente testimonio del Señor Jesucristo. Al final, ese gran misionero ofreció el máximo sacrificio por su testimonio y fe, pero no sin antes conmover, con su testimonio puro, a un alma creyente. Alma, uno de los sacerdotes del rey Noé, ‘se arrepintió de sus pecados… [aceptó a Jesús como el Cristo] y fue secretamente entre el pueblo, y empezó a enseñar las palabras de Abinadí’ (Mosíah 18:1). Muchos se convirtieron al Evangelio de Jesucristo como resultado directo del testimonio del Salvador que Abinadí expresó de forma tan poderosa, y que creyó un solo ser: Alma” (Liahona, noviembre de 2004, pág. 41).
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Mientras servía en calidad de Setenta, el élder Cree-L Kofford habló sobre la influencia y el ejemplo de Abinadí: “¿Qué elementos hacen que Abinadí sea tan especial? Tal vez era su obediencia absoluta al ir, suponemos que solo, entre aquellos que él seguramente sabía que le iban a quitar la vida, a fin de declarar la palabra del Señor y llamar al pueblo al arrepentimiento. Tal vez es el hecho mismo de que sabemos muy poco sobre él, o tal vez es sencillamente la forma tan directa y precisa con las que enfrentó las adversidades con que se topó. Sea cual sea el motivo, Abinadí fue y es especial. Su vida, de hace tantos años, todavía tiene la capacidad de entusiasmar la mente y hacer que se acelere el pulso” (“Abinadi”, en Heroes from the Book of Mormon, 1995, págs. 69–70). Sabemos que Abinadí era un hombre salido de entre el pueblo, no alguien de otra sociedad. Obviamente era una persona recta que fue llamada a advertir a su propio pueblo que, si no se arrepentía, vendrían el cautiverio y la destrucción.
Mosíah 11:21; 12:1–2, 8. Las advertencias de Abinadí
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Debido a que el pueblo de Noé no hizo caso de la primera amonestación de Abinadí (véase Mosíah 11:21), cuando éste regresó dos años más tarde trajo una advertencia más grave. La consecuencia se convirtió en que serían reducidos al cautiverio, y si no se arrepentían serían destruidos (véase Mosíah 12:1–2, 8). Esto suele ser así en la vida: cuando aplazamos obedecer al profeta, el resultado es que sufrimos consecuencias más graves.
Mosíah 12:15–24. “Aquel que trae buenas nuevas”
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Uno de los malvados sacerdotes del rey Noé retó a Abinadí: ¿“Qué significan las palabras…: ¡Cuán hermosos sobre las montañas son los pies de aquel que trae buenas nuevas; que publica la paz; que trae gratas nuevas del bien…!”? (Mosíah 12:20–21). Al leer Mosíah 12–15, observe el detalle con que Abinadí contestó a la pregunta.
Mosíah 12:34–36; 13:11–26. Los Diez Mandamientos
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El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) declaró que los Diez Mandamientos (véase Éxodo 20:3–17) son una parte esencial del evangelio de Jesucristo en todas las generaciones: “[Los] Diez Mandamientos [fueron] escritos por el dedo de Jehová en tablas de piedra para la salvación y la seguridad y para la felicidad de los hijos de Israel y para todas las generaciones que vendrían después de ellos” (Liahona, enero de 1992, pág. 58).
Mosíah 13:28. “La salvación no viene sólo por la ley”
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El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, testificó que necesitamos de forma absoluta a Jesucristo, incluso cuando llevamos vidas rectas: “No cabe duda de que los hombres y las mujeres tienen impresionante poder y pueden llevar a cabo cosas grandiosas, pero después de toda nuestra obediencia y buenas obras, no podemos ser salvos de la muerte ni de los efectos de nuestros propios pecados sin la gracia que se extiende por la expiación de Jesucristo. El Libro de Mormón lo deja en claro, enseñando que ‘la salvación no viene sólo por la ley’ (Mosíah 13:28). En otras palabras, la salvación no llega simplemente al guardar los mandamientos. ‘Por la ley ninguna carne se justifica’ (2 Ne. 2:5). Incluso aquellos que tratan de obedecer y servir a Dios con todo su corazón, alma, mente y fuerza son ‘servidores inútiles’ (Mosíah 2:21). El hombre no puede ganarse su propia salvación” (“Another Testament of Jesus Christ”, Ensign, marzo de 1994, pág. 67).
Mosíah 13:34. “Dios mismo bajaría”
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La palabra Dios por lo general se aplica al Padre Celestial, y al fin de cuentas es a Él a quien adoramos. También es cierto que Jesucristo es Dios. Los santos de los tiempos del Antiguo Testamento lo conocían como Jehová, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. El élder James E. Talmage, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que las Escrituras nos ayudan a entender la divinidad de Jesucristo y Su función como Dios: “Afirmamos que las Escrituras sostienen nuestra aseveración de que Jesucristo fue y es Dios el Creador, el Dios que se reveló a Adán, Enoc y a todos los patriarcas y profetas antediluvianos hasta Noé; el Dios de Abraham, Isaac y Jacob; el Dios de Israel como pueblo unido y el Dios de Efraín y de Judá, después de la división de la nación hebrea; el Dios que se dio a conocer a los profetas desde Moisés hasta Malaquías; el Dios del Antiguo Testamento y el Dios de los nefitas. Afirmamos que Jesucristo fue y es Jehová, el Eterno” (Jesús el Cristo, 1975, pág. 33).
Mosíah 13:27–35. La ley de Moisés y Jesucristo
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El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó la manera en que la ley de Moisés se relaciona con el evangelio de Jesucristo:
“El lector moderno no debe contemplar el código mosaico —tanto en la antigüedad como en la época moderna— simplemente como un conjunto tedioso de rituales religiosos obedecidos ciegamente (y a veces con vehemencia) por un pueblo de dura cerviz que no aceptó al Cristo ni Su evangelio. Este convenio histórico entregado por la mano de Dios mismo… era… una guía a la espiritualidad, una puerta a Cristo…
“…Es crucial entender que a la ley de Moisés se le agregaron, y por tanto incluía, muchos elementos básicos del evangelio de Jesucristo, el cual había existido desde antes que ella. La intención no fue nunca hacerla algo aparte o separado del evangelio de Jesucristo, ni ciertamente nada que se opusiera a dicho Evangelio… Su propósito nunca fue ser diferente de la ley mayor. Ambas intentaban acercar el pueblo a Cristo” (Christ and the New Covenant, 1997, págs. 136–137, 147).
Mosíah 14:1–12. La profecía mesiánica de Isaías
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A fin de enseñar con poder la importancia de la Expiación, Abinadí citó los escritos de Isaías. El élder Jeffrey R. Holland explicó lo siguiente en cuanto a Isaías 53 (Mosíah 14) como testimonio de la función del Salvador: “Sin duda la declaración más sublime, larga y lírica de la vida, muerte y sacrificio expiatorio del Señor Jesucristo es la que se halla en el capítulo 53 de Isaías, citado por Abinadí en el Libro de Mormón en su totalidad cuando estaba encadenado ante el rey Noé” (Christ and the New Covenant, pág. 89).
Mosíah 14:5. “Con sus llagas somos sanados”
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A propósito del sufrimiento de Jesucristo al efectuar la Expiación y su poder sanador, el élder M. Russell Ballard compartió lo siguiente:
“Qué gran paz y consuelo nos da este don, el cual viene mediante la amorosa gracia de Jesucristo, el Salvador y Redentor de toda la humanidad…
“…A pesar de que Su vida era pura y [estaba] libre de pecado, Él pagó el castigo máximo del pecado, el de ustedes, el mío y el de todos los que hayan vivido. Su agonía mental, emocional y espiritual fue tan grande que hizo que sangrara por cada poro (véanse Lucas 22:44; D. y C. 19:18). No obstante, Jesús sufrió voluntariamente a fin de que todos pudiésemos tener la oportunidad de ser limpios, mediante la fe en Él… Sin la expiación del Señor, ninguna de esas bendiciones estaría a nuestro alcance, y no podríamos llegar a ser dignos y estar preparados para regresar a morar en la presencia de Dios” (Liahona, mayo de 2004, págs. 84–85).
Mosíah 15:1–7. La forma en que Cristo es tanto el Padre como el Hijo
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En ocasiones cuando las Escrituras se refieren a Jesucristo usan el título “Padre”. El élder M. Russell Ballard explicó por qué a veces se le llama a Jesucristo tanto Padre como Hijo:
“¿Cómo puede ser Jesucristo tanto el Padre como el Hijo? En realidad no es tan complicado como parece. Aunque es el Hijo de Dios, Él está a la cabeza de la Iglesia, la cual es la familia de creyentes. Cuando nacemos espiritualmente de nuevo, se nos adopta en Su familia, y Él pasa a ser nuestro Padre o líder…
“Esta doctrina de ninguna manera denigra el papel de Dios el Padre. Más bien, creemos que lo que hace es aumentar nuestro entendimiento sobre la función de Dios el Hijo, nuestro Salvador, Jesucristo. Dios, nuestro Padre Celestial, es el Padre de nuestros espíritus; y hablamos de Dios el Hijo como Padre de los rectos. Se lo considera el ‘Padre’ por causa de la relación que existe entre Él y quienes aceptan Su evangelio y así se convierten en herederos de la vida eterna. Por su parte el tercer miembro de la Trinidad, Dios el Espíritu Santo, tiene la misión específica de enseñar y testificar acerca de la verdad en lo referente a la divinidad tanto de Dios el Padre como de Dios el Hijo” (“Building Bridges of Understanding”, Ensign, junio de 1998, págs. 66–67).
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El 30 de junio de 1916, bajo el liderazgo del presidente Joseph F. Smith, las Autoridades Generales hicieron circular una minuciosa declaración sobre el Padre y el Hijo llamada “El Padre y el Hijo: Una exposición doctrinal de la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles”. Una parte de dicha exposición explica cómo es que a Jesucristo en las Escrituras se le llama el “Hijo” y a veces el “Padre”:
“‘Padre’ como Creador… Los pasajes de las Escrituras que de cualquier forma se refieren a Dios como Padre de los cielos y la tierra se deben entender con el sentido de que Dios es el Hacedor, el Organizador, el Creador de los cielos y la tierra.
“En este sentido, como lo demuestra el contexto de cada caso, Jehová, que es Jesucristo, el Hijo de Elohim, se llama ‘el Padre’, e incluso ‘el verdadero Padre Eterno del cielo y de la tierra’ [véanse Éter 4:7; Alma 11:38–39; Mosíah 15:4; 16:15]…
“Jesucristo es el ‘Padre’ de los que permanecen en Su evangelio. [Otro] sentido en el que se considera el ‘Padre’ a Jesucristo hace referencia a la relación entre Él y aquellos que aceptan Su evangelio y por consiguiente llegan a ser herederos de la vida eterna…
“A Sus siervos fieles en la dispensación actual el Señor ha dicho: ‘No temáis, pequeñitos, porque sois míos, y yo he vencido al mundo, y vosotros sois de aquellos que mi Padre me ha dado’ (D. y C. 50:41)…
“Jesucristo es el ‘Padre’ por divina investidura de la autoridad… Jesús, el Hijo, ha representado y todavía representa a Elohim, Su Padre, en potestad y autoridad… Es así que el Padre puso Su nombre en el Hijo, y Jesucristo habló y llevó a cabo Su ministerio en el nombre del Padre y por medio de Él; por tanto, en lo referente a poder, autoridad y divinidad, Sus palabras y acciones fueron y son las del Padre” (“The Father and The Son”, Ensign, abril de 2002, págs. 14–15, 17).
Mosíah 15:10–13. La posteridad de Cristo
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El élder Dallin H. Oaks explicó cómo se llega a ser hijo o hija de Jesucristo: “En estos grandiosos pasajes del Libro de Mormón aprendemos que el Señor Jesucristo cargará con los pecados de aquellos que sean merecedores por la fe, el arrepentimiento y la obediencia a las leyes y las ordenanzas del Evangelio. En sentido espiritual y figurado, llegan a ser hijos e hijas de Cristo, herederos y herederas de Su reino. Son los que serán llamados por Su nombre en el último día” (véase Liahona, julio de 1985, pág. 79).
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Cuando servía en calidad de Obispo Presidente, el élder Merrill J. Bateman describió la forma en que Jesucristo verá a Su posteridad: “El Salvador, como miembro de la Trinidad, nos conoce personalmente a cada uno de nosotros. Isaías y el profeta Abinadí dijeron que cuando Cristo ‘haya puesto su alma como ofrenda por la culpa, verá su linaje’ (Isaías 53:10; compárese con Mosíah 15:10). Abinadí explica que ‘su linaje’ son los justos, aquellos que siguen a los profetas (véase Mosíah 15:11). Tanto en el huerto como en la cruz, Jesús nos vio a cada uno de nosotros y no solamente tomó sobre Sí nuestros pecados, sino que experimentó nuestros más profundos sentimientos a fin de saber cómo consolarnos y fortalecernos” (véase Liahona, julio de 1995, pág. 15).
Mosíah 15:13–20. ¡Cuán hermosos son los pies!
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Imitando las palabras de Isaías, Abinadí alabó las grandes bendiciones que han llegado y llegarán a todos los santos profetas que publican la paz (véase Mosíah 15:15–17) y al Salvador, “que es el fundador de la paz” (véase Mosíah 15:18). Ese mensaje de paz es que el Redentor vendría, y de hecho vino, a redimir a Su pueblo del pecado y que ha llevado a cabo la resurrección de los muertos (véase Mosíah 15:18, 20).
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Mientras servía en calidad de Setenta, el élder Carlos E. Asay (1926–1999) compartió algo que él entendía sobre las imágenes de esta declaración de Isaías:
“Nadie es más hermoso o bendecido que los que sirven a Dios predicando la verdad y siendo ejemplos de ella. ¡Es la labor que más santifica y hermosea!…
“Los pies, las voces, los rostros y todo el ser de esos predicadores que comparten las verdades de salvación siempre serán preciosos y hermosos para los nuevos conversos, especialmente para aquellos que han sufrido en sus pecados. A la vista de quienes han aprendido acerca de Cristo y Su poder salvador, existen pocas manchas, si es que las hay, en los misioneros que caminaron largas distancias para llevarles el mensaje del Evangelio” (The Seven M’s of Missionary Service, 1996, págs. 135–136).
Mosíah 15:20–31. La primera resurrección
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Jesucristo fue la primera persona que resucitó en esta tierra; consecuentemente, el periodo que las Escrituras llaman la primera resurrección empezó cuando Él venció al sepulcro y sigue hasta el Milenio. Abinadí enseñó que entre los que saldrían en la primera resurrección estarían “los profetas, y todos aquellos que han creído en sus palabras” (Mosíah 15:22), los que hayan muerto en la ignorancia sin que se les haya “declarado la salvación” (Mosíah 15:24; véase también D. y C. 45:54) y los niños pequeños que mueran antes de llegar a la edad de responsabilidad (véanse Mosíah 15:25; Moroni 8:1–24).
Mosíah 15:25. Los niños pequeños tienen vida eterna
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Con respecto a la salvación de los niños pequeños, el profeta José Smith (1805–1844) enseñó: “Los niños serán entronizados en la presencia de Dios y del Cordero… Allí gozarán de la plenitud de esa luz, gloria e inteligencia que se ha preparado en el reino celestial” (History of the Church, tomo IV, págs. 555–556).
Mosíah 17:6–20. El ejemplo de Abinadí
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El élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, recalcó que debemos seguir el ejemplo de valentía que dio Abinadí al guardar los mandamientos:
“¡Qué ejemplo extraordinario debe ser Abinadí para nosotros! Él obedeció valerosamente los mandamientos del Señor, ¡aun cuando ello le costó la vida!
“En todas las dispensaciones, ha habido profetas que han arriesgado su vida de buena gana y, con valor, han hecho la voluntad de Dios y proclamado Su palabra.
“El profeta José Smith fue ‘como cordero al matadero’ (D. y C 135:4), sin flaquear mientras cumplía los mandamientos del Señor.
“Y pensemos en el ejemplo de nuestro Salvador… Perseveró hasta el fin, cumpliendo Su divina misión y llevando a cabo el sacrificio expiatorio por toda la humanidad.
“…Sigamos el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo y el de Sus profetas, tanto los del pasado como los del presente. Puede que no se nos requiera dar la vida como mártires, cosa que hicieron muchos de ellos, pero se nos exige la obediencia a los mandamientos de Dios y la fidelidad a los convenios que hayamos hecho con Él” (véase Liahona, julio de 1996, pág. 38).
Para meditar
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¿Qué cree usted que significa tener los mandamientos “escritos en vuestros corazones”? (Mosíah 13:11).
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¿Por qué es importante saber que el Salvador fue y es un Dios? ¿En qué forma podría afectar tal conocimiento nuestra fe en la capacidad que tiene Él de salvarnos?
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¿Cómo puede usted llevar una vida digna a pesar de la iniquidad que nos rodea?
Tareas sugeridas
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Al leer Mosíah 12:34–13:24, encuentre y señale cada uno de los Diez Mandamientos. Seleccione uno de ellos para obedecerlo más plenamente, y anote en su diario de qué forma lo logrará.
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Lea Mosíah 14 y compárelo con Mosíah 3:7–8. En sus propias palabras, haga un resumen de una página de Mosíah 14 o redacte un testimonio también de una página sobre lo que significa el Salvador para usted.