Capítulo 33
Alma 43–51
Introducción
La contención, la disensión y la guerra pusieron en peligro la supervivencia de la nación nefita. Pero los lamanitas no eran la única fuente de conflictos, ya que había nefitas disidentes que anhelaban el poder, los cuales causaron muchos problemas graves. Los nefitas vencieron a sus enemigos al ejercer la fe en Jesucristo y seguir a Sus profetas, así como a otros líderes militares rectos.
Compare los motivos y las intenciones del capitán Moroni con los de Amalickíah. El profeta Mormón escribió lo siguiente sobre el capitán Moroni: “…si todos los hombres hubieran sido, y fueran y pudieran siempre ser como Moroni, he aquí, los poderes mismos del infierno se habrían sacudido para siempre; sí, el diablo jamás tendría poder sobre el corazón de los hijos de los hombres” (Alma 48:17). Al igual que Moroni, usted también puede mantenerse “firme en la fe de Cristo” (Alma 48:13), aun en circunstancias difíciles que lo pongan a prueba.
Comentario
Alma 43:2–3. “Las guerras entre los nefitas y los lamanitas”
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A esta altura del libro de Alma, en los capítulos 43–62, Mormón le advierte al lector que retomaría la “narración de las guerras” (Alma 43:3). Algunas personas se preguntan por qué el Libro de Mormón trata tanto el tema de la guerra. El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) declaró que “del Libro de Mormón aprendemos cómo viven los discípulos de Cristo en tiempos de guerra” (Liahona, enero de 1987, pág. 4).
Dado que Mormón vio nuestros días y supo que viviríamos en una época “de guerras y rumores de guerras” (D. y C. 45:26; véase también Apocalipsis 9), él incorporó algo sobre cómo vivir en rectitud durante estas épocas. Muchos Santos de los Últimos Días han participado y participarán en conflictos bélicos. Busque los principios del Evangelio que Mormón incorporó en estos capítulos de guerra. Mormón reveló el enorme sufrimiento que causa el conflicto, y además explicó por qué puede ser necesaria la guerra para defender la vida y la libertad. Tanto Mormón como los profetas modernos han descrito circunstancias en las cuales se justifica la guerra (véase el comentario de Alma 43:45–47 en la página 258 y el de Alma 51:13 en la página 263).
El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) describió el dolor celestial que acompaña a estos sucesos, incluso cuando la guerra sea justificada: “Yo creo que nuestro Padre Celestial debe de haber llorado al contemplar a Sus hijos que, aquí en la tierra, a través de los siglos han desperdiciado sus divinos derechos de nacimiento destruyéndose despiadadamente unos a otros” (Liahona, mayo de 2003, pág. 79). Los nefitas y el capitán Moroni exhibieron la actitud apropiada ante la guerra y el derramamiento de sangre (véase el comentario de Alma 43:54; 44:1–2; 48:11, 22–23 en la página 259).
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Durante la Segunda Guerra Mundial, la Primera Presidencia extendió el siguiente comunicado, en el que se aclara la postura de la Iglesia en cuanto a la guerra:
“Los miembros deben ser obedientes a su gobierno soberano y rendirle fiel servicio cuando reciban el llamado a hacerlo [lo cual incluye el servicio militar]. Mas la Iglesia en sí, como tal, no es responsable de estas políticas, por lo cual no tiene los medios de hacer nada más que instar plenamente a sus miembros a ofrecer lealtad a su país y a las instituciones libres, según lo exija el más noble patriotismo.
“…Todo ciudadano o súbdito tiene una obligación para con el Estado, la cual se expresa en el Artículo de Fe que declara:
“‘Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley’…
“Por ser obedientes a estos principios, los miembros de la Iglesia siempre han sentido la obligación de acudir a la defensa de su país cuando se les ha llamado a las armas…
“Por lo tanto, la Iglesia se opone y debe oponerse a la guerra… No puede contemplar la guerra como un medio recto para solucionar las disputas internacionales, las cuales deberían, y podrían, solucionarse —si las naciones estuviesen de acuerdo— mediante negociaciones y ajustes pacíficos.
“Los miembros de la Iglesia son ciudadanos o súbditos de gobiernos soberanos sobre los cuales la Iglesia no tiene ningún control…
“…Por lo tanto, cuando la ley constitucional, obediente a estos principios, llama a los varones de la Iglesia al servicio militar de cualquier país al que deban obediencia, su más alto deber cívico requiere que honren ese llamado. Si, atendiendo a ese llamado y obedeciendo a quienes tienen mando sobre ellos, quitan la vida a aquellos contra los que luchan, eso no los convierte en asesinos” (Heber J. Grant, J. Reuben Clark, hijo, y David O. McKay, en Conference Report, abril de 1942, págs. 92–94; también se cita en Boyd K. Packer, Conference Report, abril de 1968, págs. 34–35).
Alma 43:4–8. Se nombró a disidentes nefitas como capitanes en jefe de los ejércitos lamanitas
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Los zoramitas una vez fueron parte de la nación nefita, pero por causa de su orgullo, “los zoramitas se hicieron lamanitas” (Alma 43:4). Antes de que éstos desertaran, los líderes nefitas justificadamente temían que los zoramitas hicieran alianza con los lamanitas, lo cual pondría en peligro a la nación nefita (véase Alma 31:4). Con el fin de prevenir esa deserción en masa, Alma dirigió una misión para recuperar a los zoramitas, muchos de los cuales ya habían abandonado la fe verdadera, y aunque algunos regresaron a dicha fe, la mayoría se enojó y “empez[ó] a mezclarse con los lamanitas, y a incitarlos” a fin de prepararse para la guerra (Alma 35:10–11). Por conseguir ventaja sobre los nefitas, los líderes de guerra lamanitas nombraron a los más sanguinarios zoramitas y amalekitas como capitanes en jefe.
“Los zoramitas… invitaron a las huestes lamanitas a entrar en su territorio y ocuparlo, en lo que fue el primer gran movimiento en contra de los nefitas (Alma 43:5). Los dirigía el comandante en jefe de los lamanitas, el amalekita Zerahemna. Los amalekitas habían sido en tiempos anteriores disidentes nefitas, y al igual que la mayoría de los disidentes, estaban más resentidos con los nefitas y eran ‘de una disposición más ruin y sanguinaria que los lamanitas’ (Alma 43:6). Zerahemna se había asegurado de que todos los cargos clave de comando del ejército fueran dados a amalekitas como él o a zoramitas que fueran igual de feroces (Alma 43:6)” (Hugh Nibley, Since Cumorah, segunda edición, 1988, pág. 296).
Alma 43:13–14. Superados en número y compelidos a hacer frente a su enemigo
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El número de disidentes nefitas que se hicieron lamanitas era casi tan grande como el número de nefitas que se mantuvieron fieles (véase Alma 43:14). Esta enorme cantidad, combinada con los ejércitos lamanitas, dejó a los nefitas en grave desventaja numérica (véase Alma 43:51; véanse también Mosíah 25:3; Alma 2:27, 35). Sin embargo, valiéndose de su fe, los nefitas confiaban en que Dios los fortalecería en sus batallas contra ese enemigo tan superior, al igual que había hecho con el ejército de Gedeón (véase Jueces 7–9), con Eliseo (véase 2 Reyes 6:15–23), el rey Benjamín (véase Palabras de Mormón 1:14) y Alma (véase Alma 2:27–35).
Alma 43:15–54. El capitán Moroni empleó la fe y la estrategia para defender a los nefitas
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Cuando prestaba servicio como capitán en jefe, Moroni se basaba en sus fuerzas y en el poder del Señor para defender a los nefitas. Alma 43 brinda un ejemplo de cómo el capitán Moroni combinó su buen juicio y su obediencia al consejo de Dios. Preparó a cada soldado con una mejorada indumentaria militar (véanse los versículos 19–21), y buscó el consejo del profeta antes de ir a la batalla (véanse los versículos 23–24).
“La campaña lamanita se encontraba dirigida por oficiales amalekitas y zoramitas, cuyo conocimiento de los secretos y métodos militares nefitas les habría dado una enorme ventaja sobre cualquier comandante que no fuera Moroni. Desde el mismo comienzo, la previsión de Moroni les quitó el primer objetivo lógico: la tierra de Jersón, ubicada entre nefitas y lamanitas (Alma 43:22). Él había asentado allí su principal posición defensiva, pero cuando los mensajeros regresaron de consultar al profeta, supo que los lamanitas planeaban sorprenderles dirigiendo el grueso de su ataque contra Manti, un territorio más inaccesible pero más débil, donde no los esperaban (Alma 43:24). Moroni inmediatamente trasladó a su ejército principal a Manti y puso al pueblo en estado de preparación (Alma 43:25–26).
“Informado por sus espías y exploradores de cada movimiento de los lamanitas, Moroni pudo preparar una celada para el enemigo, tomándolo por sorpresa cuando éste vadeaba el río Sidón (Alma 43:28–35)” (Hugh Nibley, Since Cumorah, págs. 297–298).
El capitán Moroni esperaba recibir las bendiciones del Señor porque había dado lo mejor de su parte. Posiblemente fuera la mente militar más brillante de su época, sin embargo, demostró humildad al seguir el consejo del profeta. Esto hizo que el capitán Moroni fuera un instrumento poderoso en las manos de Dios.
Alma 43:18–22, 37–38. ¿Qué armadura tenemos que nos proteja en la actualidad?
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El capitán Moroni dio armaduras a su ejército para que se protegiera, lo cual marcó una importante diferencia en las batallas contra sus enemigos (véase Alma 43:37–38). El presidente Harold B. Lee (1899–1973) explicó la siguiente forma de aplicar estos versículos a nosotros hoy en día:
“Tenemos las cuatro partes del cuerpo que el apóstol Pablo dijo o vio que eran las más vulnerables a los poderes de la tinieblas: los lomos, que representan la virtud, la castidad; el corazón, que representa nuestra conducta; los pies, nuestras metas y objetivos en la vida; y, finalmente, la cabeza, nuestros pensamientos.
“…Debemos ceñirnos los lomos con la verdad. ¿Qué es la verdad? La verdad, dijo el Señor, es el conocimiento de las cosas como son, de las cosas como eran y como han de ser [véase D. y C. 93:24]… ‘Nuestros lomos estarán ceñidos con la verdad’, declaró el profeta.
“¿Y el corazón? ¿Qué tipo de coraza ha de proteger nuestra conducta en la vida? Vestiremos nuestro corazón con la coraza de justicia. Bien, una vez que sabemos cuál es la verdad, tenemos una medida con la cual podremos juzgar entre el bien y el mal, y así nuestra conducta siempre se medirá de acuerdo con lo que sabemos que es verdad. La coraza que vestirá nuestra conducta será la de rectitud.
“¿[Con] qué nos protegeremos los pies, o cómo mediremos nuestros objetivos y metas en la vida?… ‘[Tened] calzados los pies con la preparación del evangelio de paz’ (Efesios 6:15)…
“Y, por último, el yelmo de la salvación… ¿Qué es la salvación? La salvación es ser salvo. ¿Salvo de qué? De la muerte y del pecado…
“Ahora bien, el apóstol Pablo… tenía a ese hombre con su armadura, que sostenía, en una mano, un escudo y, en la otra, una espada, las cuales eran las armas de aquellos días. Ese escudo era el escudo de la fe, y la espada era la espada del Espíritu que es la palabra de Dios. No se me ocurre ningún arma más potente que la fe y el conocimiento de las Escrituras, en las cuales se encuentra la Palabra de Dios. Alguien que tenga esa armadura y que cuente con la preparación de esas armas se encuentra listo para ir a la batalla contra el enemigo” (Feet Shod with the Preparation of the Gospel of Peace, Brigham Young University Speeches of the Year, 9 de noviembre de 1954, págs. 2–3, 6–7; véanse también Efesios 6:13–17; D. y C. 27:15–18).
Alma 43:23–25. Obedecer al profeta trae bendiciones
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El deseo que tenía el capitán Moroni de buscar y obedecer el consejo del profeta dio lugar a muchas victorias. Las batallas de la vida hoy en día también se ganan siguiendo al profeta.
El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) hizo hincapié en por qué debemos seguir a los profetas: “Escuchemos a quienes sostenemos como profetas y videntes, y a los otros hermanos de las Autoridades Generales, como si nuestra vida eterna dependiera de ello, ¡porque realmente es así!” (véase Liahona, agosto de 1978, pág. 123).
Alma 43:45–47. “Aun hasta la efusión de sangre”
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La vida humana es sagrada. Quitar una vida inocente es “una abominación a los ojos del Señor” (Alma 39:5). Sin embargo, se le puede quitar justificadamente la vida a otra persona cuando es en defensa propia o se está defendiendo a la familia, la libertad, la religión o el país. El presidente Gordon B. Hinckley ayudó a explicar los conceptos de la guerra y la efusión de sangre:
“Cuando la guerra era encarnizada entre los nefitas y los lamanitas, el registro dice que ‘inspiraba a los nefitas una causa mejor, pues no estaban luchando por… poder, sino que luchaban por sus hogares y sus libertades, sus esposas y sus hijos, y todo cuanto poseían; sí, por sus ritos de adoración y su iglesia.
“‘Y estaban haciendo lo que sentían que era su deber para con su Dios…’ (Alma 43:45–46).
“El Señor les aconsejó: ‘Defenderéis a vuestras familias aun hasta la efusión de sangre’ (Alma 43:47)…
“Está claro tanto en ésos como en otros escritos que hay ocasiones y circunstancias en las que las naciones tienen motivos justificados, en realidad, tienen la obligación de luchar por la familia, por la libertad y contra la tiranía, las amenazas y la opresión…
“…Somos amantes de la libertad y estamos obligados a defenderla cuando corramos peligro de perderla. Creo que Dios no hará responsables a los hombres ni a las mujeres militares que, como agentes de su gobierno, llevan a cabo lo que legalmente están obligados a hacer. Podrá ser, aun, que Él nos haga responsables a nosotros si intentamos impedir u obstruir el camino de los que están participando en la lucha contra fuerzas del mal y de represión” (Liahona, mayo de 2003, pág. 80).
Alma 43:54; 44:1–2; 48:11, 22–23. Moroni “no se deleitaba en derramar sangre”
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El capitán Moroni “no se deleitaba en derramar sangre” (Alma 48:11), a pesar de que en defensa de su país estaba justificado para quitar la vida a otras personas. De forma reacia luchó contra los lamanitas por muchos años (véase Alma 48:22), y al hacerlo, conservaba la caridad por todos, incluso por los del otro bando. Los anales indican que en más de una ocasión el capitán Moroni detuvo la batalla a fin de preservar la mayor cantidad posible de vidas (véase Alma 43:54–44:1–2; 55:19). Las vidas se quitaban con renuencia y pesar ante la posibilidad de que “sus hermanos [fueran] enviados de este mundo… sin estar preparados para presentarse ante su Dios” (Alma 48:23). El capitán Moroni creía firmemente que quienes cumpliesen sus convenios con Dios y muriesen serían redimidos por el Señor Jesucristo y saldrían “del mundo con regocijo” (Alma 46:39).
Algunos lectores se preguntarán cómo puede ser que un hombre que se preocupaba por cumplir los convenios del Señor esté tan involucrado con asuntos militares. Esta duda puede ser el motivo por el cual Mormón escribió que Moroni “no se deleitaba en derramar sangre” y que se le había enseñado “a nunca levantar la espada, salvo que fuese contra un enemigo, y que fuese para defender sus vidas” (Alma 48:11, 14).
Alma 45 Inserción. “La historia del pueblo de Nefi”
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La inserción antes del resumen de Alma 45 es parte de los anales originales (para consultar una explicación más detallada, véase el comentario de El primer libro de Nefi: Su reinado y ministerio en la página 11). La frase en cursiva “Comprende los capítulos 45 al 62 inclusive” se agregó cuando el Libro de Mormón se publicó en capítulos en la edición de 1879.
Alma 45:17–19. Alma partió y “no se volvió a saber de él”
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El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó que la frase “arrebatado por el Espíritu, o sepultado por la mano del Señor” (Alma 45:19) da a entender que Alma fue trasladado: “Moisés, Elías y Alma, hijo, fueron trasladados. El relato del Antiguo Testamento de que Moisés murió y fue sepultado por la mano del Señor en un sepulcro desconocido está equivocado. (Deut. 34:5–7.) Es cierto que puede haber sido ‘sepultado por la mano del Señor’ si esa expresión es una figura retórica que significa que fue trasladado, pero el Libro de Mormón, al relatar que Alma fue ‘arrebatado por el Espíritu’ dice: ‘…las Escrituras dicen que el Señor tomó a Moisés para sí; y suponemos que también ha recibido a Alma para sí en el espíritu…’ (Alma 45:18–19). Recordemos que los nefitas tenían las planchas de bronce, y que éstas eran las ‘Escrituras’ que daban una relación de que se trasladó a Moisés. En lo referente a Elías el profeta, la historia de que ‘un carro de fuego… subió [a Elías] al cielo en un torbellino’ se presenta con majestuosidad en el Antiguo Testamento (2 Reyes 2)” (Mormon Doctrine, segunda edición, 1966, pág. 805).
Alma 46–50. El contraste entre el liderazgo inicuo y el recto
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Mormón expuso con claridad las marcadas diferencias entre Amalickíah y el capitán Moroni (véase Alma 48:7; 49:25–28). Amalickíah deseaba “destruir el fundamento de libertad que Dios les había concedido” a los nefitas, mientras que el capitán Moroni anhelaba conservarla (Alma 46:10).
Los hombres inicuos como Amalickíah, que se imponen en el poder, podrán prosperar por un tiempo, según las normas del mundo, pero en última instancia traen la ruina sobre sí mismos y sus seguidores. Por el contrario, los líderes como el capitán Moroni inspiran deseos nobles en las personas, los cuales finalmente vencerán a los designios del mal. El siguiente cuadro contrasta a Moroni y Amalickíah:
El capitán Moroni
Amalickíah
“La voz del pueblo” y los jueces lo nombraron capitán en jefe de los ejércitos (Alma 46:34; véase también 43:16).
Obtuvo el poder mediante el fraude y el engaño (véase Alma 47:1–35; 48:7).
Motivó al pueblo a ser justo y le enseñó a ser fiel a Dios y a sus convenios (véase Alma 46:12–21; 48:7).
Incitó al pueblo por medio del odio y la propaganda deshonesta (véase Alma 48:1–3).
Se regocijaba en la libertad de su país y del pueblo (véase Alma 48:11).
Procuraba destruir la libertad del pueblo (véase Alma 46:10).
Amaba a sus hermanos y se esmeraba “en gran manera por el bienestar y la seguridad de su pueblo” (Alma 48:12).
“No le importaba la sangre de su pueblo” y trabajaba para promover sus propios deseos egoístas (Alma 49:10).
Un hombre que se regía por principios rectos y que enseñaba a los nefitas que nunca debían levantar la espada, a menos que fuera para defender a su familia, su vida o sus libertades (véase Alma 48:10, 14).
Un hombre que se regía por sus pasiones y que le enseñó al pueblo a conquistar con agresividad y a hacer juramentos de destrucción (véase Alma 49:13, 26–27).
Con humildad buscaba la ayuda de Dios para preservar vidas (véase Alma 48:16).
Maldecía a Dios y juraba matar (véase Alma 49:27).
Trabajaba para ponerles fin a la contención y a la disensión (véase Alma 51:16).
Trabajaba para generar contención y disensión (véase Alma 46:6, 10).
Alma 46:12–15, 36. El estandarte de la libertad
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Motivar a los demás por una causa justa exige valentía. El presidente Ezra Taft Benson con frecuencia enseñaba sobre la importancia del proceder del capitán Moroni al levantar el estandarte de la libertad, y a menudo recalcaba la necesidad de tomar parte activa como ciudadanos para promover la libertad: “Mejoren sus comunidades por medio de la participación y el servicio activos. Recuerden, en lo que se refiere a sus responsabilidades cívicas, que ‘lo único que se requiere para que triunfe la maldad es que las personas buenas no hagan nada’ (Edmund Burke). Hagan algo importante en defensa de la libertad que les dio Dios” (véase Liahona, julio de 1988, pág. 50).
El presidente Benson además enseñó:
“En el Libro de Mormón, ese sagrado tomo de Escrituras, observamos la lucha grande y prolongada por la libertad, y también vemos la autocomplacencia del pueblo y su frecuente disposición a abandonar su libertad a cambio de las promesas de quien se postulara como proveedor…
“…Moroni, al igual que los profetas cuyas palabras quedaron registradas en el Libro de Mormón, se refirió a América como una tierra prometida, una tierra de libertad. Llevó a la batalla a los que estaban dispuestos a pelear por ‘conservar su libertad’.
“Y los anales dicen: ‘…hizo que se enarbolara el estandarte de la libertad sobre todas las torres que se hallaban en toda la tierra… y así, Moroni plantó el estandarte de la libertad entre los nefitas’ [Alma 46:36].
“Esto es lo que necesitamos hoy: clavar el estandarte de la libertad entre nuestra gente a lo largo de toda América.
“Si bien este hecho sucedió unos setenta años antes de Cristo, la lucha duró los mil años que abarca el sagrado registro del Libro de Mormón. De hecho, la lucha por la libertad es continua; de forma muy real nos acompaña hoy en día” (en Conference Report, octubre de 1962, págs. 14–15).
Alma 46:23–27. La profecía de la túnica de José
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La túnica rasgada de Moroni, el estandarte de la libertad, era un recordatorio del remanente preservado de la túnica de José de Egipto. Moroni declaró que los nefitas eran un resto de la posteridad de José y que, mientras sirvieran a Dios, seguirían siendo protegidos (véase Alma 46:22–24). El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) comentó que en la actualidad se cumplen el simbolismo y la profecía de la parte preservada de la túnica de José:
“Se nos dice que había una profecía en la destrucción de la túnica de diversos colores que vestía José. Parte de ésta se preservó, y Jacob, antes de morir, profetizó que de la misma manera que un resto de la túnica se había preservado, así también sería con un resto de la posteridad de José [véase Alma 46:24].
“Aquel resto que se encuentra ahora entre los lamanitas finalmente participará de las bendiciones del Evangelio. Se reunirán con el resto que se está recogiendo de entre las naciones y serán bendecidos por el Señor para siempre” (The Way to Perfection, 1970, pág. 121).
Alma 47:36. Disensión y contención
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El Libro de Mormón advierte reiteradamente que aquellos que pertenecen a la Iglesia y después “desertan” se vuelven duros de corazón y tienden a “olvid[arse] enteramente del Señor su Dios” (Alma 47:36).
El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Quórum de los Doce Apóstoles, advirtió que en la actualidad existe el mismo problema cuando los desertores, por causa de su propio orgullo, adoptan una actitud crítica hacia la Iglesia: “Hay desertores que dejan la Iglesia, ya sea formal o informalmente, pero que no la pueden dejar en paz. Comúnmente afanosos por agradar a públicos mundanos, critican a las Autoridades Generales, o como poco adoptan una actitud condescendiente hacia ellas. No sólo buscan sostener el arca sino, a veces, ¡darle un buen empujón! Con frecuencia se les ha enseñado la misma doctrina verdadera que a los fieles, sin embargo, han ido en pos de la disensión (véase Alma 47:36). Tienen la mente endurecida por el orgullo (véase Daniel 5:20)” (Men and Women of Christ, 1991, pág. 4).
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El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, describió las consecuencias de la contención y la disensión:
“‘…aquel que tiene el espíritu de contención no es mío [dice el Señor]…’ (3 Nefi 11:29–30)…
“En todo el mundo, los santos del Señor… han aprendido que el camino de la disensión lleva a peligros reales. En el Libro de Mormón se encuentra esta advertencia:
“‘…no mucho después de sus disensiones, ellos se volvieron más duros e impenitentes, y más salvajes, inicuos y feroces… entregándose a la indolencia y a toda clase de lascivias; sí, olvidándose enteramente del Señor su Dios’ (Alma 47:36).
“¡Cuánta división produce la fuerza de la disensión! Pequeños actos pueden desembocar en grandes consecuencias. No importa cuál sea la posición o la situación, nadie puede estar a salvo al suponerse inmune a las terribles consecuencias de la contención…
“La contención provoca la desunión” (véase Liahona, julio de 1989, págs. 81, 83).
Alma 48:1–10. Levantarse en defensa de los principios cristianos
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A veces, los verdaderos seguidores de Cristo deben levantarse, como lo hizo el pueblo de Moroni, en defensa de “su libertad, sus tierras, sus esposas, sus hijos y su paz” (Alma 48:10). Moroni estaba decidido a ayudar a su pueblo a “preservar lo que sus enemigos llamaban la causa de los cristianos” (Alma 48:10).
Con la oleada de iniquidad en el mundo actual, el presidente Gordon B. Hinckley argumentó que “hay ocasiones en las que tenemos que defender la rectitud y la decencia, la libertad y la civilización, tal como Moroni que congregó a su pueblo en su época para defender a sus esposas y a sus hijos y la causa de la libertad (véase Alma 48:10)” (Liahona, enero de 2002, pág. 84).
Alma 48:19. “No prestaban menor servicio”
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¿Qué quiere decir que Helamán no prestaba “menor servicio”? El presidente Howard W. Hunter (1907–1995) enseñó que Dios acepta por igual todo servicio recto, aunque no todos sirvan en llamamientos destacados:
“Aunque Helamán no era tan famoso ni sobresaliente como Moroni, prestaba un servicio igual; es decir, era tan servicial y útil como Moroni…
“No todos vamos a ser como Moroni y recibir la aclamación de nuestros colegas diariamente y durante todo el día. La mayoría seremos personas calladas, relativamente desconocidas que van y vienen haciendo su trabajo sin ostentación. A los que eso les parezca solitario o les cause miedo o les resulte poco espectacular, les digo, ustedes ‘no prestan menor servicio’ que el más espectacular de sus conocidos. También ustedes son parte del ejército de Dios.
“Consideren, por ejemplo, el profundo servicio que presta una madre o un padre en el anonimato silencioso de un hogar Santo de los Últimos Días. Piensen en los maestros de Doctrina del Evangelio y en las directoras de música de la Primaria y en los maestros Scout y en las maestras visitantes de la Sociedad de Socorro, quienes prestan servicio y bendicen a millones pero cuyos nombres nunca recibirán aplausos públicos ni aparecerán en los medios de difusión del país.
“A diario, decenas de miles de personas desconocidas hacen posibles nuestras oportunidades y nuestra felicidad, y como dicen las Escrituras, ‘no prestan menor servicio’ que aquellos cuyas vidas se despliegan en la primera plana de los periódicos.
“El reconocimiento de la historia y la atención contemporánea muy a menudo se centran en una persona en vez de en muchas” (“No Less Serviceable”, Ensign, abril de 1992, pág. 64).
Alma 49–50. La fortificación de las ciudades nefitas
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La inspiración y la previsión que tuvo Moroni al fortificar las ciudades resultó ser un momento decisivo en la guerra, y se salvó a miles de nefitas porque las ciudades estaban preparadas. Podemos aplicar esta lección fortificando nuestra propia vida con pensamientos y obras rectos a fin de resistir las embestidas del mal o los “ardientes dardos del adversario” (1 Nefi 15:24; véase también Helamán 5:12). El Señor ha prometido que si lo buscamos con humildad, Él nos mostrará nuestras debilidades y hará “que las cosas débiles sean fuertes” (Éter 12:27). El siguiente cuadro presenta ejemplos de cómo las fortificaciones de los nefitas se podrían aplicar a nosotros:
Cómo se fortificaron los nefitas
Cómo podemos fortificarnos nosotros
Reforzaron las fortificaciones más débiles (véase Alma 48:9).
Debemos reforzar las áreas débiles de nuestra vida.
Los nefitas se prepararon de una manera como nunca se había conocido para recibir al enemigo (véase Alma 49:8).
Debemos prepararnos como nunca antes para estar firmes contra las asechanzas del diablo.
Los nefitas convirtieron sus ciudades más débiles en plazas fuertes (véase Alma 49:14).
Si acudimos a Cristo, Él puede hacer que las cosas débiles sean fuertes para nosotros (véase Éter 12:27).
A los nefitas se les dio dominio sobre sus enemigos (véase Alma 49:23).
Si somos fieles y confiamos en el Señor, Él nos dará dominio sobre nuestros enemigos.
Después de algunas victorias, los nefitas no cesaron de hacer preparativos (Alma 50:1).
Cuando hemos vencido con éxito una tentación o una prueba, no debemos bajar la guardia sino seguir perseverando y velando y orando siempre para no ser vencidos (véase Alma 13:28).
Los nefitas levantaron torres de seguridad para poder avistar al enemigo a lo lejos (véase Alma 50:4).
En la medida en que confiemos en los profetas, que son los atalayas modernos en las torres y que ven a larga distancia, estaremos mejor preparados para lo futuro.
Alma 51:13. Tomar las armas para defender el país de uno
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Como ciudadanos, nos hallamos sujetos a las leyes que rigen nuestro país. El élder Russell M. Nelson brindó el siguiente consejo para cuando nos encontremos frente al deber de tomar las armas para defender el país:
“Los hombres son en verdad hermanos porque Dios es en verdad nuestro Padre. Sin embargo, las Escrituras están salpicadas de relatos de contención y combates; condenan enérgicamente las guerras de agresión, pero sustentan la obligación de los ciudadanos de defender sus familias y su libertad [véase Alma 43:45–47; 46:11–12, 19–20; 48:11–16]… Los miembros de esta Iglesia serán llamados al servicio militar de diversas naciones. ‘Creemos que Dios instituyó los gobiernos para el beneficio del hombre, y que él hace a los hombres responsables de sus hechos con relación a dichos gobiernos, tanto en la formulación de leyes como en la administración de éstas, para el bien y la protección de la sociedad’ [D. y C. 134:1].
“Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los miembros de la Iglesia se vieron obligados a luchar en bandos opuestos, la Primera Presidencia afirmó que ‘el gobierno es responsable del control civil de sus ciudadanos o súbditos, así como del bienestar político de ellos y de llevar a cabo tácticas políticas, interiores y exteriores… Mas la Iglesia en sí, como tal, no es responsable de estas políticas, [ni de otra cosa] que [no sea] instar plenamente a sus miembros a ofrecer lealtad a su país’ [en James R. Clark, comp., Messages of the First Presidency of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, seis tomos, 1965–1975, tomo VI, págs. 155–156]” (véase Liahona, noviembre de 2002, pág. 40).
Para meditar
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¿Qué pondría usted en una lista de las fortificaciones espirituales más importantes necesarias para estar a salvo del enemigo que procura destruirlo?
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¿De qué formas pueden prestar servicio los soldados Santos de los Últimos Días en épocas de guerra como lo hizo el capitán Moroni?
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¿Qué impacto puede tener un líder valiente en un país, un estado, una comunidad o una familia?
Tareas sugeridas
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Puesto que no todos tendremos la preeminencia de Moroni, describa el valioso servicio que prestan las madres y los padres. Además, describa la importancia del maestro de Escuela Dominical, de la directora de música de la Primaria, del maestro Scout, de la maestra visitante de la Sociedad de Socorro o del llamamiento eclesiástico que prefiera.
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Apunte algunas de las áreas débiles de su vida y sus planes para “fortificarlas” contra la iniquidad.