Capítulo 23
Alma 1–4
Introducción
Alma, hijo, enfrentó retos muy difíciles cuando servía simultáneamente como sumo sacerdote de la Iglesia y como el primer juez superior elegido de los nefitas (véase Alma 4:18). Tanto la Iglesia como el gobierno estaban en peligro por causa de hombres que buscaban valerse de la religión y la política en beneficio propio. Nehor socavó la Iglesia al emplear la superchería sacerdotal para establecer un movimiento religioso y una fe que atrajo a muchos (véase Alma 1). Amlici, un hombre del orden de Nehor, le hizo la guerra al nuevo gobierno elegido de los jueces después de no poder cumplir con su deseo de ser rey (véase Alma 2–3). Fíjese en que Alma oró, ejerció fe en Dios y después puso manos a la obra para superar cada uno de los problemas que enfrentaba. Considere de qué forma puede usted seguir el modelo de Alma al afrontar sus propios desafíos.
Comentario
Libro de Alma
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Como recopilador del Libro de Mormón, Mormón se enfrentó a retos difíciles al decidir qué incluir en el registro abreviado. Al seleccionar tenía por lo menos dos directivas que lo guiaban. Primero, el Señor dijo a Mormón que escribiera “las cosas que se [le] han mandado” (3 Nefi 26:12). Segundo, Mormón sabía que el registro saldría a luz en los últimos días a fin de recoger en los convenios del Señor al Israel esparcido (véase Palabras de Mormón 1:1–11; 3 Nefi 26:6–12; 29:1–9; 30:1–2). Entendemos, entonces, que cuando Mormón tomó decisiones editoriales, estos dos factores eran sus principales inquietudes.
Es de valor instructivo comparar la extensión de los libros del Libro de Mormón y las épocas que abarcaron. La enorme cantidad de texto para un período más bien breve de historia le da la pauta al lector de que la historia del Libro de Mormón que se cubre en el libro de Alma mantiene un paralelo especial con nuestros días, así como una relevancia marcada para nuestra época. Para comparar más, véase el cuadro “Páginas y épocas del Libro de Mormón” en el apéndice (página 431).
Alma 1:3–4. Nehor enseñó que todo “maestro debía hacerse popular”
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Nehor se valió de la lisonja y la doctrina falsa para atraerse seguidores y atacar la Iglesia de Dios. Sus enseñanzas eran populares porque justificaban el pecado en nombre de la religión. Él alentaba la iniquidad, excusándola con el razonamiento de que “al fin todos los hombres tendrían vida eterna” sin importar cuál haya sido su comportamiento personal (Alma 1:4).
El élder L. Tom Perry, del Quórum de los Doce Apóstoles, nos instó a tener la valentía de rechazar a los nehores de la actualidad y sus mensajes populares: “Las palabras de Nehor atraían a la gente, pero la doctrina que enseñaba, aunque a muchos les gustaba, era incorrecta. Al enfrentarnos con muchas de las decisiones de la vida, los mensajes fáciles y populares del mundo por lo general no serán las opciones correctas y se requerirá mucho valor para hacer lo justo” (véase Liahona, enero de 1994, pág. 67).
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En Alma 1:4, Nehor enseñó que “todos los hombres tendrían vida eterna”. El versículo 16 declara que la superchería sacerdotal es “predica[r] doctrinas falsas… por causa de las riquezas y los honores”. Una de las doctrinas falsas que con frecuencia promueven los que son culpables de superchería sacerdotal es que “todo el género humano se salvar[á] en el postrer día, y que no [tienen] por qué temer ni temblar” (versículo 4). Uno de los problemas principales de la superchería es que no enseña el arrepentimiento, “porque eran de la fe de Nehor, y no creían en el arrepentimiento de sus pecados” (Alma 15:15).
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El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, instruyó a los maestros del Evangelio que eleven la mirada al Salvador y que ayuden a sus alumnos a hacer lo mismo: “El maestro del Evangelio nunca obstaculizará la vista [del alumno] hacia el Maestro poniéndose por delante o distrayendo la lección con actitudes de engrandecimiento personal o intereses mezquinos. Esto quiere decir que el maestro del Evangelio nunca debe entregarse a las supercherías sacerdotales, las cuales son ‘el que los hombres prediquen y se constituyan a sí mismos como una luz al mundo, con el fin de obtener lucro y alabanza del mundo’ (2 Nefi 26:29). El maestro del Evangelio no predica para ‘hacerse popular’ (Alma 1:3) o ‘por causa de las riquezas y los honores’ (Alma 1:16) sino que sigue el maravilloso ejemplo del Libro de Mormón en cuanto a que ‘el predicador no era de más estima que el oyente, ni el maestro era mejor que el discípulo’ (Alma 1:26). Ambos siempre han de mirar hacia el Maestro” (Liahona, enero de 2000, pág. 96).
Alma 1:5–6, 16. Supercherías sacerdotales
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Nehor fomentaba las supercherías sacerdotales y el halago propio para conseguir riquezas y honores. El ejemplo de Nehor nos demuestra que debemos sospechar de quienes procuren obtener reconocimiento individual o riqueza gracias a sus prédicas. Anteriormente, Nefi había definido la superchería: “…son supercherías sacerdotales el que los hombres prediquen y se constituyan a sí mismos como una luz al mundo, con el fin de obtener lucro y alabanza del mundo; pero no buscan el bien de Sión. He aquí, el Señor ha vedado esto” (2 Nefi 26:29–30).
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El élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, también dio una definición de superchería sacerdotal para los maestros de la Iglesia: “Cualquier cosa que a sabiendas hagamos, ustedes o yo, en calidad de maestros para llamar intencionalmente la atención sobre nosotros (bien sea el mensaje que presentamos, los métodos que empleamos o nuestra apariencia personal) es una forma de superchería que restringe la eficacia de la enseñanza del Espíritu Santo. ‘…¿La predica por el Espíritu de verdad o de alguna otra manera? Y si es de alguna otra manera, no es de Dios’ (D. y C. 50:17–18)” (“Seek Learning by Faith”, una noche con el élder David A. Bednar, 3 de febrero de 2006, pág. 4, www.ldsces.org).
Alma 1:7–9. Gedeón “fue… instrumento en las manos de Dios”
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Los anales dicen que Gedeón “fue… instrumento en las manos de Dios” (Alma 1:8). Como miembro de la colonia que vivió en la tierra de Nefi, se resistió al inicuo liderazgo del rey Noé (véase Mosíah 19:4). Más adelante llegó a ser “el capitán del rey” durante el reinado de Limhi, y tuvo una parte importante en la preservación de la colonia y ayudó a que ésta escapara hacia Zarahemla (véase Mosíah 20:17; 22:3–9). Ya en Zarahemla, cumplió con los elevados requisitos establecidos para llegar a ser maestro en la Iglesia (véase Mosíah 23:14), y cuando enfrentó las enseñanzas falsas de Nehor, Gedeón amonestó a Nehor “con las palabras de Dios” (Alma 1:7). Como resultado, Gedeón fue muerto por defender la fe. Este capitán, maestro y mártir inspiraba tanto respeto entre la gente que en su honor le pusieron su nombre a un valle y una ciudad (véase Alma 2:20; 6:7).
Alma 1:13–15. ¿Qué es una muerte ignominiosa?
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Se ejecutó a Nehor por asesinar a Gedeón. Las Escrituras dicen que “padeció una muerte ignominiosa” (Alma 1:15), lo cual quiere decir que su muerte fue muy bochornosa, llena de reproche, deshonrosa (véase Noah Webster’s First Edition of an American Dictionary of the English Language, 1828, 1967).
Alma 1:17–18. Pena de muerte
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La ley de Dios es: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada, porque a imagen de Dios es hecho el hombre” (Génesis 9:6). En 1889, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles prepararon la siguiente declaración sobre la posición de la Iglesia en cuanto a la pena de muerte:
“Solemnemente hacemos las siguientes declaraciones, a saber:
“Que consideramos que matar a seres humanos, excepto de conformidad con la ley civil, es una pena capital que se debe castigar mediante el derramamiento de la sangre del criminal, después de un proceso judicial público ante un tribunal legalmente constituido en el país…
“Las revelaciones de Dios a esta Iglesia hacen que la muerte sea el castigo para un delito capital, y requieren que los infractores que atenten contra la vida o la propiedad sean entregados y juzgados conforme a las leyes del país” (“Official Declaration”, Millennial Star, 20 de enero de 1890, págs. 33–34).
Alma 1:19–20, 25. Sobrellevar la persecución
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Quienes siguen las enseñanzas de Jesucristo siempre se han enfrentado a la persecución. El presidente Harold B. Lee (1899–1973) instó a aquellos que son perseguidos a que no permitan que las pruebas les detengan el progreso espiritual o los disuadan de su recto celo:
“Padecer persecución por causa de la justicia en una gran causa en la cual estén en juego la verdad y la virtud y la honra es parecerse a Dios… El gran daño que puede desprenderse de la persecución no es la persecución en sí sino el posible efecto que puede tener en aquellos que son perseguidos, que por motivo de serlo puedan perder el celo de la justicia de su causa. Gran parte de esa persecución viene como consecuencia de la falta de entendimiento, puesto que los hombres tienden a oponerse a lo que no comprenden. Una parte viene de hombres obstinados en hacer el mal. Pero sea cual sea su razón, la persecución parece ser universal en contra de aquellos que están consagrados a una causa justa…
“…Si se mantienen firmes en lo justo a pesar del abucheo de la muchedumbre o aun de la violencia física, serán coronados con la bienaventuranza del gozo eterno. ¿Quién sabe si tal vez nuevamente en nuestros días a algunos santos o incluso a apóstoles se les requiera, como en lo días antiguos, poner sus vidas en defensa de la verdad? Si llega ese día, ¡que Dios no les permita fracasar!” (Decisions for Successful Living, 1973, págs. 61–62).
Alma 1:26. “Los sacerdotes dejaban su trabajo para impartir la palabra de Dios”
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Fíjese en la comparación que hace Mormón en Alma 1 entre el orgullo de Nehor y los humildes sacerdotes de la Iglesia de Dios. Nehor usaba “ropa muy lujosa”, predicaba “por causa de las riquezas y los honores” y se ensalzaba en el orgullo de su corazón, creyéndose superior a otros (véase Alma 1:5–6, 16). Por su parte, los sacerdotes verdaderos no usaban ropas lujosas, enseñaban por el deseo de ver a los demás superarse y sin recibir remuneración económica, trabajaban con sus manos para mantenerse a sí mismos y no se consideraban superiores a sus oyentes (véase Alma 1:26–27; véase también Mosíah 18:24; 27:5). A lo largo del Libro de Mormón varios grupos apóstatas adoptaron las enseñanzas o la orden de Nehor (véase Alma 1:16; 16:1–12). Esta orden realzaba a sus supuestos líderes espirituales de tal forma que creó una clase sacerdotal élite y rangos sociales entre la gente. Estas autoproclamadas élites con frecuencia explotaban a la población laica y perseguían a los pobres (véanse Mosíah 11:3–6; 23:39; 24:8–9; Alma 31:23–32:5). En contraste, Alma 1:26 enseña que la manera del Señor consiste en el llamamiento de un ministerio de líderes del sacerdocio laicos.
Alma 1:26–31. Se establecen los asuntos de la Iglesia
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El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, explicó que establecer la Iglesia del Señor exige más que llevar a cabo bautismos:
“Reconocemos que el proceso de establecer la Iglesia del Señor encierra mucho más que el hecho de bautizar personas. En el primer capítulo de Alma, en el Libro de Mormón, encontramos una secuencia instructiva de sucesos que bosquejan la forma en que se establece la Iglesia del Señor…
“Fijémonos en este procedimiento:
“Primero, se enseñan las doctrinas [véase Alma 1:26].
“Segundo, los miembros se estiman unos a otros como a sí mismos (véase el versículo 26).
“Tercero, todos trabajan para ganar lo que reciben (véase el versículo 26).
“Cuarto, imparten de sus bienes a los menos afortunados; se sirven los unos a los otros (véase el versículo 27).
“Quinto, dominan sus propios apetitos, mientras que a la vez se proporcionan lo necesario para satisfacer sus propias necesidades (véase el versículo 27)…
“Tan poderoso cambio ocurrió no porque a las personas se les dieran cosas, sino porque se les enseñó y empezaron a ayudarse a sí mismas y a cuidar de los menos afortunados. Fue cuando empezaron a dar de sí a la manera del Señor que su condición empezó a mejorar.
“Este proceso para establecer la Iglesia se puede aplicar en cualquier lugar” (véase Liahona, enero de 1980, págs. 142–143).
Alma 1:27. El modo de vestir y la apariencia
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En reiteradas ocasiones el Libro de Mormón advierte en contra de los pecados del orgullo y de la distinción de clases que se manifiestan cuando las personas empiezan a usar “ropa muy lujosa” (Alma 1:6). A los miembros de la Iglesia del Señor se les ha aconsejado evitar la ropa y la apariencia extremas, y asimismo deben evitar preocuparse por las modas caras (véase D. y C. 42:40). No obstante, los discípulos de Cristo deben ser “aseados y atractivos” (Alma 1:27).
El folleto Para la Fortaleza de la Juventud dice: “Cuando estás bien arreglado o arreglada y vistes de manera recatada invitas la compañía del Espíritu… Sé siempre pulcro y limpio o pulcra y limpia y evita el andar desaliñado o desaliñada o el ser inapropiadamente informal en el vestir, en el arreglo personal y en la conducta. Hazte la siguiente pregunta: ‘¿Me sentiría cómodo o cómoda con mi apariencia si me encontrara en la presencia del Señor?’” (2001, págs. 15–16).
Alma 2:4–6. La voz del pueblo
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El intento de Amlici de quitar a las personas sus derechos y privilegios religiosos se vio frustrado por la voz del pueblo. Considere cuál hubiese sido el resultado si los nefitas rectos de la época de Amlici se hubieran abstenido de votar. En los países democráticos de la actualidad, todo Santo de los Últimos Días tiene la sagrada obligación de votar e influir en su sociedad apoyando leyes y líderes honrados, sabios, buenos y honorables (véase D. y C. 98:10).
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El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, nos instó a elevar nuestras voces en contra de las tendencias inicuas de nuestros días: “Tenemos que recordar la declaración de Edmund Burke: ‘Lo único que se requiere para que triunfe la maldad es que las buenas personas no hagan nada’. Debemos elevar la voz conjuntamente con otros ciudadanos preocupados de todo el mundo y oponernos a las tendencias actuales. Debemos decir a los patrocinadores de los programas ofensivos que ya es suficiente. Debemos apoyar los programas y los productos que son positivos y edificantes. Si nos unimos a nuestros vecinos y amigos que comparten nuestra preocupación, podremos enviar un mensaje claro a los responsables. Se pueden encontrar las direcciones de las empresas y de sus filiales locales en los sitios web en internet. Las cartas y los correos electrónicos tienen más poder de lo que supone la mayoría de la gente” (véase Liahona, noviembre de 2003, pág. 18).
Alma 2:28–31. Dios fortaleció a Alma y los nefitas
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Anteriormente, el Señor les había prometido a los nefitas que si eran rectos los sustentaría contra los lamanitas (véase 2 Nefi 5:25). En consecuencia, en su hora de mayor necesidad, los nefitas clamaron a Dios y “la mano del Señor [los] fortaleció” (Alma 2:28). Durante la misma batalla, Dios “fortaleció” a Alma dándole la facultad de derrotar a sus enemigos como resultado de su fe (véase Alma 2:30–31).
Alma 3:4. Los amlicitas marcaron sus cuerpos
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Los amlicitas “se habían marcado con rojo la frente” para distinguirse de los nefitas (Alma 3:4, 18). En la actualidad, el presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) amonestó a los hombres y mujeres jóvenes a que preserven el carácter sagrado de sus cuerpos al no marcarse con tatuajes:
“Ahora impera la manía de hacerse tatuajes en el cuerpo. No me es posible comprender por qué un joven —o una joven,— desearía someterse al doloroso procedimiento de desfigurarse la piel con diversas representaciones multicolores de personas, animales y otros símbolos. Con los tatuajes el proceso es permanente, excepto que la persona se someta a otro procedimiento doloroso y costoso para quitárselo. Padres de familia, adviertan a sus hijos que no se hagan tatuajes en el cuerpo. Puede ser que ahora opongan resistencia a sus palabras, pero llegará el tiempo en que les darán las gracias. Un tatuaje es grafiti en el templo del cuerpo.
“Por el estilo es el perforarse el cuerpo para colgarse múltiples aretes en las orejas, en la nariz e incluso en la lengua. ¿Es posible que consideren que eso es bonito?… La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce hemos declarado que nos oponemos a los tatuajes y también ‘a las perforaciones del cuerpo que no sean para fines médicos’. No obstante, no hemos adoptado ninguna postura con respecto ‘a las perforaciones mínimas que se hacen las mujeres en las orejas para usar un par de aretes’… un par” (véase Liahona, enero de 2001, pág. 67–68).
Alma 3:5. Los amlicitas cambiaron su apariencia para seguir a los lamanitas
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Los amlicitas cambiaron su apariencia para parecerse a los lamanitas. Hoy en día hay muchos Santos de los Últimos Días que se sienten presionados a seguir las tendencias de vestimenta del mundo. Irse a los extremos en la ropa o en la apariencia sirve para distinguir a los desobedientes de los discípulos de Jesucristo. Quienes siguen estas tendencias mundanas “no obedecen al profeta y, en vez de eso, siguen las modas del mundo” (véase “Questions and Answers”, New Era, marzo de 2006, pág. 14; Para la Fortaleza de la Juventud, págs. 14–16).
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El élder M. Russell Ballard les enseñó a los hombres jóvenes poseedores del sacerdocio que las tendencias mundanas de vestimenta y apariencia ahuyentan al Espíritu del Señor:
“Existe toda una subcultura que celebra a los pandilleros contemporáneos y su conducta criminal por medio de música, estilos de vestimenta, lenguaje, actitudes y comportamientos. Muchos de ustedes han observado a muchos de sus amigos que siguen las tendencias más nuevas al abrazar ese estilo por considerarlo ‘de moda’ o ‘súper’, para ser poco a poco absorbidos por esa subcultura…
“…No creo que podamos defender la verdad y la rectitud si nos vestimos con ropa inapropiada para alguien que posee el sacerdocio de Dios” (véase Liahona, enero de 1998, págs. 44–45).
Alma 3:26–27. “Todo hombre recibe su salario de aquel a quien quiere obedecer”
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La frase “todo hombre recibe su salario de aquel a quien quiere obedecer” invita al lector a considerarse, en sentido figurado, un empleado cuyas decisiones determinan si al final su empleador es Dios o Satanás (véase Alma 3:27). Los que quieran obedecer a Satanás pronto se verán empleados por él y recibirán “miseria eterna” (Alma 3:26).
Al final, las decisiones de toda la vida revelarán a quién se ha escogido como empleador eterno. El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó esta verdad cuando declaró: “Nuestra vida se compone de miles de decisiones cotidianas. A lo largo de los años estas pequeñas decisiones formarán una unidad y darán muestras claras de lo que valoramos” (véase Liahona, febrero de 1981, pág. 21).
Alma 4:9–12. “Un gran tropiezo”
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A medida que los miembros de la Iglesia se llenaban de orgullo, su ejemplo negativo se convirtió en tropiezo para quienes no pertenecían a ella (véase Alma 4:9–12; 39:11). El presidente Gordon B. Hinckley habló de un joven que se enfrentó a grandes dificultades para aprender el Evangelio por motivo de la forma en que lo trataban los miembros de la Iglesia:
“No era miembro de la Iglesia; tanto él como sus padres eran miembros activos de otra religión.
“Recuerda que cuando era pequeño, algunos de sus conocidos Santos de los Últimos Días lo ridiculizaban, lo hacían sentir incómodo y le tomaban el pelo.
“Literalmente, llegó a odiar a la Iglesia y a sus miembros, ya que no veía nada bueno en ninguno de ellos.
“Un día, su padre se quedó sin trabajo y tuvieron que mudarse. En ese nuevo lugar, el joven pudo inscribirse en la universidad a los diecisiete años, y allí, por primera vez en su vida, sintió la calidez de los amigos; uno de ellos era Richard, quien lo invitó a unirse al club del que él era presidente. El joven escribe:
“‘Por primera vez en la vida alguien deseaba mi compañía; yo no sabía cómo reaccionar, pero, por fortuna, me uní… Fue un sentimiento maravilloso, el sentimiento de tener un amigo. Toda mi vida había orado para tener uno, y ahora, después de diecisiete años de espera, Dios había contestado esa oración’.
“A los diecinueve años, él y Richard fueron compañeros de tienda de campaña en su trabajo de verano. Él se fijó que Richard leía un libro todas las noches. Le preguntó qué era lo que leía, a lo que respondió que era el Libro de Mormón. Él añade:
“‘Rápidamente cambié el tema de conversación y me fui a acostar. Después de todo, ese libro era el que me había arruinado la niñez. Intenté olvidarlo, pero durante una semana, no me fue posible conciliar el sueño. ¿Por qué lo leía todas las noches? No tardé en sentirme muy mal por todas las preguntas que acudían a mi mente, de modo que una noche le pregunté qué había en ese libro que fuera tan importante. ¿Qué había en él?… Empezó a leer donde había quedado; leyó sobre Jesús y en cuanto a una aparición en las Américas. Me hallaba sumamente sorprendido, porque no pensaba que los mormones creyeran en Jesús’…
“En otra ocasión, este joven y su amigo viajaban; Richard le dio un Libro de Mormón y le pidió que lo leyera en voz alta, lo cual hizo, y de pronto se sintió conmovido por la inspiración del Santo Espíritu.
“Pasó el tiempo y su fe aumentó. Accedió a bautizarse…
“Ése es el fin de ese relato, pero de él se aprenden grandes enseñanzas; una de ellas es la manera vergonzosa como lo trataron sus jóvenes compañeros mormones.
“Otra es la forma en que lo trató su nuevo amigo Richard; fue una experiencia totalmente opuesta a la anterior, y la que lo llevó a su conversión y bautismo, pese a que parecía ser imposible” (véase Liahona, mayo de 2006, págs. 59–60).
Alma 4:14. Retener la remisión de los pecados
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El Libro de Mormón no sólo enseña que por medio de la expiación de Jesucristo se puede recibir la remisión de los pecados sino también que se debe retener esa remisión de los pecados (véase Alma 4:14; también Mosíah 4:11). El presidente Marion G. Romney, de la Primera Presidencia, enseñó que ser fieles a los convenios y cuidar de los demás nos permite retener dicha remisión: “¿Hay alguna duda de que retener la remisión de los pecados depende del que nos cuidemos los unos a los otros? Si creemos en estas enseñanzas, si profesamos seguir al Salvador y a Sus profetas, si queremos ser fieles a nuestros convenios y tener el Espíritu del Señor en nuestra vida, tenemos que hacer las cosas que el Salvador dijo e hizo” (véase Liahona, febrero de 1981, pág. 183).
Alma 4:19. Dar un testimonio puro
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A fin de recuperar a la gente, Alma sabía que “la predicación de la palabra tenía gran propensión a impulsar a la gente a hacer lo que era justo —sí, había surtido un efecto más potente en la mente del pueblo que la espada o cualquier otra cosa” (Alma 31:5). El presidente Gordon B. Hinckley recalcó en la necesidad que tiene el mundo de escuchar testimonios puros:
“Recordarán que Alma renunció al asiento judicial a fin de disponer de tiempo y fuerzas para llevar a cabo una obra más importante: [Alma 4:19]
“Por esa misma razón, el mundo necesita hoy día el poder de un testimonio puro; necesita el evangelio de Jesucristo, y si ha de llegar a oírlo, es preciso que haya mensajeros que lo enseñen” (véase “Servicio misional”, Liahona, marzo de 1988, pág. 2).
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El élder M. Russell Ballard aconsejó a los Santos de los Últimos Días dar un testimonio puro:
“En palabras sencillas, el testimonio —el verdadero testimonio, nacido del Espíritu y confirmado por el Espíritu Santo— cambia vidas; cambia su manera de pensar y lo que hacen; cambia lo que dicen; afecta toda prioridad y cada decisión que toman…
“La experiencia que he tenido por toda la Iglesia me lleva a preocuparme de que demasiados testimonios de nuestros miembros se basan en decir ‘Estoy agradecido’ y ‘Amo a’, y que muy pocos son capaces de decir con humilde pero sincera claridad: ‘Yo sé’. Como resultado de ello, nuestras reuniones a veces carecen del fundamento espiritual rico en testimonio que conmueve el alma y que surte un impacto significativo y positivo en la vida de las personas que los escuchen.
“Nuestras reuniones de testimonios se deben centrar más en el Salvador, en las doctrinas del Evangelio, en las bendiciones de la Restauración y en las enseñanzas de las Escrituras. Debemos reemplazar los relatos, los itinerarios de viajes y los sermones con testimonios puros…
“…Testificar es ‘dar testimonio por el poder del Espíritu Santo; hacer una declaración solemne de la verdad basada en el conocimiento o la creencia personal’ (Guía para el Estudio de las Escrituras, ‘Testificar’). La clara declaración de la verdad influye en las personas; eso es lo que cambia corazones; eso es lo que el Espíritu Santo puede confirmar en el corazón de los hijos de Dios.
“Aunque, como miembros de la Iglesia, podemos tener testimonio de muchas cosas, hay verdades básicas que debemos enseñarnos constantemente unos a otros y compartirlas con aquellos que no son de nuestra religión: testificar que Dios es nuestro Padre y que Jesús es el Cristo; que el plan de salvación se centra en la expiación del Salvador; que José Smith restauró la plenitud del Evangelio eterno de Jesucristo y que el Libro de Mormón es una prueba de que nuestro testimonio es verdadero” (véase Liahona, noviembre de 2004, págs. 40–42).
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El presidente Howard W. Hunter (1907–1995) brindó la siguiente advertencia en cuanto a las emociones en los testimonios:
“Permítanme decir unas palabras de cautela sobre este tema… Me preocupo cuando da la apariencia de que las emociones fuertes o el correr de muchas lágrimas se equipara con la presencia del Espíritu. Ciertamente el Espíritu del Señor puede provocar sentimientos fuertes y emotivos, incluso lágrimas, pero no se debe confundir esa manifestación externa con la presencia del Espíritu en sí.
“He observado a muchísimos de mis hermanos a lo largo de los años, y hemos compartido algunas experiencias espirituales indecibles y poco comunes. Todas esas experiencias han sido distintas, cada una especial a su manera, y en esos momentos sagrados puede haber lágrimas o no. Con mucha frecuencia sí las hay, pero a veces lo que hay es un silencio total” (“Eternal Investments”, una noche con el presidente Howard W. Hunter, 10 de febrero de 1989, pág. 3, www.ldsces.org).
Para meditar
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¿Por qué cree usted que el Libro de Mormón en reiteradas ocasiones advierte contra el uso de “ropa muy lujosa” (Alma 1:6, 27, 32) y el concentrarse en las posesiones materiales? ¿Cuáles son algunos de los estilos, modas o tendencias actuales que los Santos de los Últimos Días deberían evitar?
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¿Cómo puede usted alzar la voz para defender las normas, derechos y privilegios de la Iglesia hoy en día?
Tareas sugeridas
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Lea Alma 1–4 y marque allí todos los versículos referentes a las riquezas, la ropa lujosa y las cosas vanas del mundo. Observe el efecto que la ostentación de riqueza tuvo en la rectitud de los miembros de la Iglesia. Escriba un discurso que dure de tres a cinco minutos sobre los principios que pueden seguir los miembros de la Iglesia para no sufrir los negativos efectos espirituales del materialismo.
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Compare Alma 1:3–6, 16–20 con Alma 31:12–29 y enumere las similitudes. ¿Por qué les resultaban tan atrayentes a muchos las enseñanzas de Nehor y la religión apóstata de los zoramitas?
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En el fervor de la batalla, Alma clamó a Dios pidiéndole ayuda (véase Alma 2:30). Como respuesta a la fe de Alma, Dios lo “fortaleció” con la facultad de derrotar a sus enemigos (Alma 2:31). Busque por lo menos dos experiencias más en el Libro de Mormón en las cuales Dios fortaleció a otros. Piense en alguna ocasión en que el Señor lo haya fortalecido a usted, y registre dicha experiencia en su diario, si es que no la ha escrito todavía.