Capítulo 25
Alma 8–12
Introducción
El ministerio de Alma en la ciudad de Ammoníah pone de manifiesto la forma en que Dios apoya a Sus siervos que lo obedecen fielmente, incluso en momentos de grandes dificultades o de sacrificios personales (véase 1 Nefi 1:20). Después de un primer intento de predicar en una ciudad inicua, Alma tuvo la bendición de que lo visitara un ángel, el cual le aseguró su buena condición ante Dios y le dio instrucciones de regresar a Ammoníah. Allí, un hombre llamado Amulek había recibido instrucciones de un ángel que le había mandado recibir a Alma. Posteriormente, estos dos hombres recibieron la inspiración necesaria para saber contender con abogados diestros que tenían la determinación de crear discordia a fin de conseguir lucro personal. Las experiencias de Alma y Amulek nos sirven como modelo en la actualidad. A pesar de que usted todavía tiene desafíos por enfrentar, el Padre Celestial lo bendecirá con tranquilidad, inspiración y ayuda en la medida en que usted procure obedecerlo a Él.
Además, estos capítulos muestran “la fuerza de un testimonio puro” (Alma 4:19) en contra de los que se oponen a la obra del Señor. Preste atención al impacto que las doctrinas de la Resurrección y el Juicio Final tuvieron en Zeezrom, y considere la forma en que dichas doctrinas pueden afectar su propio corazón y su testimonio, y también a las personas que lo rodean.
Comentario
Alma 8:10. “Ferviente oración”
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La frase “ferviente oración” indica una potente comunicación con Dios y llena de fe. El élder Joseph B. Wirthlin (1917–2008), del Quórum de los Doce Apóstoles, sugirió las siguientes formas de evaluar y procurar darles más fuerza a nuestras oraciones:
“¿Me permiten pedirles hoy que reflexionen sobre la eficacia de sus oraciones? ¿Cuán cerca se sienten de su Padre Celestial? ¿Sienten que sus oraciones son contestadas? ¿Sienten que el tiempo que dedican a orar enriquece y eleva su alma? ¿Se puede mejorar?
“Existen muchos motivos por los que nuestras oraciones carecen de poder. A veces se convierten en algo rutinario. Las oraciones se tornan vacías cuando decimos palabras similares una y otra vez con tanta frecuencia que éstas se convierten en una recitación en vez de ser un acto de comunicación. Eso es lo que el Salvador describió como ‘vanas repeticiones’ (véase Mateo 6:7). Tales oraciones, dijo, no serán escuchadas…
“¿A veces sus oraciones suenan y se sienten casi igual? ¿Han orado alguna vez mecánicamente, como si las palabras salieran de una máquina? ¿Se aburren en ocasiones cuando oran?
“Las oraciones que no exigen mucha concentración difícilmente merecen que nuestro Padre Celestial les preste demasiada atención. Cuando se den cuenta de que sus oraciones se están convirtiendo en algo rutinario, deténganse y piensen. Mediten durante un rato en las cosas por las que se sienten verdaderamente agradecidos” (“Improving Our Prayers”, en Brigham Young University 2002–2003 Speeches, 2003, pág. 160).
Alma 8:10–16. El Señor nos ayuda cuando somos fieles
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Después de tener un éxito sobresaliente al predicar el Evangelio en otras ciudades, a Alma lo vilipendiaron, le escupieron y lo expulsaron de Ammoníah, pero a ello siguió el consuelo del ángel de que los esfuerzos de Alma eran aceptados por el Señor y de que Alma debía regresar y nuevamente predicar a esas personas (véase Alma 8:15–16). Dirigiéndose a quienes a veces consideran que sus mejores esfuerzos no bastan o que han fracasado, el presidente Thomas S. Monson dijo:
“‘Haz tu deber, que es lo mejor; deja el resto para el Señor’ [‘The Legend Beautiful’, por Henry Wadsworth Longfellow].
“Si hay alguien que se sienta demasiado débil para cambiar los altibajos de su vida, o si hay alguien que no se decida a mejorar debido al más grande de los temores, el temor al fracaso, no existe [consuelo] más reconfortante que estas palabras del Señor: ‘…basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos’ [Éter 12:27].
“Cuando se magnifican los llamamientos del sacerdocio se pueden encontrar los milagros en todas partes. Cuando la fe reemplaza a la duda y el servicio desinteresado elimina al esfuerzo egoísta, el poder de Dios hace que Sus propósitos se hagan realidad” (véase Liahona, enero de 2000, pág. 59).
Alma 8:18. Alma “volvió prestamente”
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Después de escuchar el mensaje del ángel, Alma “volvió prestamente” a Ammoníah. El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, enseñó que para nuestro bienestar espiritual es necesario obedecer sin demora al Señor:
“No importa cuánta fe en Dios tengamos ahora, será preciso fortalecerla continuamente y mantenerla viva. Eso se hace al decidir en este momento ser más prestos para obedecer y tener mayor determinación para perseverar. Aprender a comenzar con tiempo y perseverar son las claves de la preparación espiritual…
“Nuestro amoroso Padre Celestial y Su Hijo Amado nos han dado toda la ayuda posible para superar la prueba de la vida. Pero es indispensable decidir obedecer y luego hacerlo. Edificamos la fe para pasar las pruebas de la obediencia con el tiempo y por medio de las decisiones diarias. Podemos decidir ahora hacer sin dilación lo que Dios nos pida” (Liahona, noviembre de 2005, págs. 38, 40).
Alma 8:26. Ayuno
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Alma ayunó a fin de aprontar su mente y su alma para predicarles a los habitantes de Ammoníah. El ayunar con frecuencia le indica al Señor la seriedad de lo que le pedimos. El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, enseñó: “A veces, el ayuno es apropiado como evidencia eficaz de nuestra sinceridad… Cuando ayunamos, humillamos nuestra alma, lo cual nos pone en mejor armonía con Dios y Sus santos propósitos” (Liahona, julio de 2002, pág. 67).
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El élder Joseph B. Wirthlin enumeró algunas de las bendiciones que fluyen a nosotros cuando agregamos la oración a un adecuado ayuno:
“El ayuno, combinado con la oración fervorosa, tiene gran poder; puede llenar nuestra mente con revelaciones del Espíritu y fortalecernos contra los momentos de tentación.
“El ayuno y la oración nos sirven para desarrollar en nuestro interior la valentía y la confianza; pueden fortalecer nuestro carácter y cimentar nuestro autodominio y disciplina. Muchas veces, cuando ayunamos, nuestras oraciones y peticiones justas adquieren un poder aún mayor. Los testimonios crecen; maduramos espiritual y emocionalmente, y santificamos nuestra alma. Cada vez que ayunamos, obtenemos un poco más de control sobre nuestros apetitos y pasiones mundanos…
“El ayunar con el espíritu apropiado y a la manera del Señor nos vigorizará espiritualmente, fortalecerá nuestra autodisciplina, llenará nuestros hogares de paz, iluminará nuestro corazón con dicha, nos fortificará contra la tentación, nos preparará para tiempos de adversidad y abrirá las ventanas de los cielos” (Liahona, julio de 2001, págs. 89, 91).
Alma 9:14–23. Las grandes bendiciones traen grandes responsabilidades
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Alma advirtió que, aunque en ese momento los lamanitas eran un pueblo inicuo, en el día del juicio el Señor los vería con más agrado que al pueblo de Ammoníah (véase Alma 9:14). Los lamanitas seguían tradiciones incorrectas que les habían sido legadas, pero los nefitas en general y el pueblo de Ammoníah en particular habían sido “un pueblo tan altamente favorecido del Señor… más que cualquiera otra nación, tribu, lengua o pueblo” (Alma 9:20). Las grandes bendiciones conllevan grandes responsabilidades.
La hermana Sheri L. Dew, en ese entonces consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, enseñó: “‘De aquel a quien mucho se da, mucho se requiere’ (D. y C. 82:3), y a veces son pesadas las demandas del discipulado. Pero ¿no es de esperar que la jornada hacia la gloria eterna nos haga crecer? A veces justificamos nuestro interés en este mundo y nuestra actitud ligera hacia el crecimiento espiritual al tratar de consolarnos mutuamente con la idea de que vivir el Evangelio no debería requerir tanto de nosotros. Pero la norma de conducta del Señor siempre será más elevada y exigente que la del mundo, porque Sus recompensas son infinitamente más gloriosas, incluyendo el verdadero gozo, la paz y la salvación” (véase “Somos mujeres de Dios”, Liahona, enero de 2000, pág. 118).
Alma 10:2–3. Lehi, “descendiente de Manasés”
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El linaje de Lehi como descendiente de Manasés constituye el cumplimiento parcial de una promesa que se le hizo a José de antaño. Poco tiempo antes de morir, José de Egipto contó algo acerca de la garantía que le dio el Señor con respecto a su posteridad:
“…he recibido la promesa de Jehová de que… Jehová Dios levantará una rama justa de mis lomos…
“Y acontecerá que nuevamente serán esparcidos; y será desgajada una rama, y será llevada a un país lejano; no obstante, serán recordados en los convenios del Señor, cuando venga el Mesías…
“Así me dice Jehová, el Dios de mis padres…
“por lo tanto, el fruto de tus lomos escribirá, y el fruto de los lomos de Judá escribirá; y lo que escriba el fruto de tus lomos, y también lo que escriba el fruto de los lomos de Judá, crecerán juntamente para confundir las falsas doctrinas, y poner fin a las contenciones, y establecer la paz entre los del fruto de tus lomos, y llevarlos al conocimiento de sus padres en los últimos días, y también al conocimiento de mis convenios, dice Jehová” (Traducción de José Smith, Génesis 50:24–25, 27, 31, en la Guía para el Estudio de las Escrituras; véase también 2 Nefi 3:5, 12).
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Antes de huir al desierto, Lehi e Ismael, ambos descendientes de José, vivían con sus familias en Jerusalén, que pertenecía al reino de Judá. Un escritor sugirió una explicación de por qué los antepasados de Lehi, aunque descendían de José, vivían en Jerusalén, lugar habitado principalmente por los descendientes de Judá: “Algunos estudiosos del Libro de Mormón se han preguntado cómo es que en el año 600 a.C. todavía había en Jerusalén descendientes de José, ya que los asirios habían llevado cautivos a la mayoría de los integrantes de las tribus de Efraín y Manasés aproximadamente en el año 721 a.C. Un pasaje de 2 Crónicas puede proveer la clave para este problema. Este relato menciona que aproximadamente en el año 941 a.C., Asa, el rey del país, reunió en Jerusalén a todo Judá y Benjamín, ‘y con ellos a los forasteros de Efraín, y de Manasés’. (2 Crónicas 15:9.) Entre los ‘forasteros de Efraín, y de Manasés’ que se reunieron en Jerusalén más o menos en el año 941 a.C. podrían haber incluido a los antepasados de Lehi e Ismael” (Daniel H. Ludlow, A Companion to Your Study of the Book of Mormon, 1976, pág. 199).
Alma 10:22–23. “Las oraciones de los justos”
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Fíjese en el efecto que las oraciones de los justos tuvieron en la nación. Las oraciones de los justos, además, evitaron que se destruyera a los nefitas en los días del capitán Moroni y de Samuel el lamanita (véase Alma 62:40; Helamán 13:12–14).
El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) dijo lo siguiente acerca de las oraciones que se elevan en la actualidad: “Hay muchísimas personas rectas y fieles que viven todos los mandamientos y cuyas vidas y oraciones preservan al mundo de la destrucción” (véase Liahona, octubre de 1971, pág. 19). Una vez que los justos fueron destruidos o expulsados de Ammoníah, sus oraciones dejaron de proteger la ciudad y “toda alma viviente de los ammoniahitas [fue] destruida” (Alma 16:9).
Alma 11:22. “Seis ontíes de plata”
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El ontí era la moneda de mayor valor en la sociedad nefita. Una posible razón para haber incluido las monedas nefitas en Alma 11 era demostrar la magnitud del soborno que Zeezrom le ofreció a Amulek para que negara “la existencia de un Ser Supremo” (Alma 11:22). Aparentemente seis ontíes de plata equivalían al sueldo que recibía un juez en la sociedad del pueblo de Ammoníah por cuarenta y dos días de trabajo (véase Alma 11:3, 11–13).
Alma 11:40. ¿A quiénes abarca la Expiación?
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Con frecuencia se malinterpreta el pasaje de Alma 11:40; hay personas que han creído que Amulek enseñaba que Cristo sufrió sólo por quienes creen y se arrepienten, pero no es así. En las Escrituras se nos dice que el Salvador “sufre los dolores de todos los hombres, sí, los dolores de toda criatura viviente, tanto hombres como mujeres y niños” (2 Nefi 9:21; véase también Mosíah 4:7), pero si el género humano no se arrepiente, el Salvador indica que “mi sangre no los limpiará” (D. y C. 29:17). Claramente, lo que Amulek quiso dar a entender no es que el Salvador haya sufrido únicamente por quienes se arrepienten, sino el hecho de que la Expiación puede quedar en parte sin uso cuando los inicuos optan por no arrepentirse.
Alma 11:41–45. Resurrección
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El Bible Dictionary [Diccionario Bíblico] define la Resurrección como “la reunión del cuerpo espiritual y el cuerpo de carne y huesos, para nunca más volver a separarse” (“Resurrection”, pág. 761; véase también Guía para el Estudio de las Escrituras, “Resurrección”). El tener conocimiento de la Resurrección le da mayor significado a la vida terrenal.
El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, describió la “esperanza viva” que sienten las personas que tienen fe y confianza en esta verdad sagrada, así como el impacto que ésta puede tener en la vida cotidiana:
“La ‘esperanza viva’ que se nos da por medio de la resurrección es la convicción de que la muerte no es el fin de nuestra identidad, sino solamente un paso necesario en la ineluctable transición de la mortalidad a la inmortalidad. Esta esperanza cambia toda la perspectiva de la vida terrenal…
“La certeza de la resurrección nos da la fortaleza y la perspectiva para soportar los desafíos de la vida terrenal que cada uno de nosotros y nuestros seres queridos enfrentamos, como por ejemplo, las deficiencias físicas, mentales o emocionales que traemos en el momento de nacer o que adquirimos durante la vida terrenal. Gracias a la resurrección, sabemos que esas deficiencias de la vida mortal ¡son solamente temporales!
“La seguridad de la resurrección también constituye un poderoso incentivo para guardar los mandamientos de Dios durante nuestra vida terrenal…
“…Por otra parte, a menos que nuestros pecados terrenales hayan sido limpiados y borrados por medio del arrepentimiento y del perdón (véanse Alma 5:21; 2 Nefi 9:45–46; D. y C. 58:42), resucitaremos con un ‘vivo recuerdo’ (Alma 11:43) y ‘un conocimiento perfecto de toda nuestra culpa, y nuestra impureza’ (2 Nefi 9:14; véase también Alma 5:18). Se recalca la seriedad de esta realidad en muchos pasajes de las Escrituras que sugieren que a la resurrección le sigue de inmediato el Juicio Final (véanse 2 Nefi 9:15, 22; Mosíah 26:25; Alma 11:43–44; 42:23; Mormón 7:6; 9:13–14). En verdad, ‘esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios’ (Alma 34:32)…
“Nuestro seguro conocimiento de la resurrección a la inmortalidad nos da valor para enfrentar nuestra propia muerte, incluso una muerte que podríamos llamar prematura…
“La certeza de la resurrección también nos ayuda a soportar las separaciones mortales tras el fallecimiento de nuestros seres queridos… Todos deberíamos alabar a Dios por la garantía que tenemos de resucitar, la cual hace que nuestras separaciones sean temporales y nos da esperanza y fortaleza para seguir adelante” (véase Liahona, julio de 2000, págs. 18–19).
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Mientras servía en calidad de Setenta, el élder Sterling W. Sill (1903–1994) describió algunas de las bendiciones de la Resurrección cuando enseñó que el cuerpo resucitado es “más hermoso de lo que podemos comprender, con los sentidos aguzados, un poder de percepción aumentado y una capacidad sumamente elevada para amar, entender y ser feliz” (véase Liahona, febrero de 1977, pág. 20).
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El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) también explicó lo que la Resurrección proporcionará a nuestros cuerpos físicos: “No hay motivo para que persona alguna se preocupe en cuanto al aspecto de las personas en la resurrección, ya que la muerte es un proceso purificador en lo que concierne al cuerpo. Tenemos motivos para creer que desaparecerá el aspecto de la edad avanzada y que el cuerpo será restaurado con el pleno vigor de la masculinidad y la femineidad. Los niños a su vez resucitarán como niños, ya que no se crece en la tumba, y seguirán creciendo hasta llegar a la estatura completa de su espíritu” (Answers to Gospel Questions, comp. de Joseph Fielding Smith, hijo, cinco tomos, 1957–1966, tomo IV, pág. 185).
Alma 12:9. ¿Qué son los “misterios de Dios”?
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El presidente Joseph Fielding Smith explicó que los misterios de Dios son sencillamente los principios divinos del Evangelio necesarios para salvarnos pero que el mundo no entiende: “El Señor ha prometido revelar Sus misterios a quienes le sirvan con fidelidad… El Evangelio es muy sencillo, de modo que hasta los niños en la edad de responsabilidad puedan entenderlo. No cabe duda de que hay principios que en esta vida no podemos comprender, pero cuando llegue la plenitud veremos que todo es sencillo, tiene sentido y está al alcance de nuestro entendimiento. Estos principios ‘sencillos’ del Evangelio, como el bautismo y la Expiación, son misterios para quienes no cuentan con la guía del Espíritu del Señor” (Church History and Modern Revelation, dos tomos, 1953, tomo I, pág. 43).
No se deben confundir los misterios de Dios con la búsqueda indigna de “misterios”, o cosas que Dios no ha revelado. Hablando sobre este último uso de la palabra misterios, el élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó: “Hay también un uso restringido y limitado del término misterios; se trata más de un uso coloquial que uno de las Escrituras, y hace referencia a ese conjunto de enseñanzas del campo especulativo, a esas cosas que el Señor no ha revelado en sencillez en este día. Es a estas cosas que se hace referencia cuando a los élderes se les aconseja dejar de lado los misterios” (Mormon Doctrine, segunda edición, 1966, pág. 524).
Alma 12:10–12. Cuando endurecemos nuestro corazón, recibimos “la menor porción de la palabra”
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El élder Dallin H. Oaks explicó que si rechazamos las revelaciones que llegan por el Espíritu Santo, le ponemos límite a qué tanto podemos aprender: “Enseñamos y aprendemos los misterios de Dios mediante la revelación de Su Santo Espíritu. Si endurecemos nuestro corazón ante la revelación y reducimos nuestro entendimiento a lo que podemos obtener por el estudio y la razón, estamos limitados a lo que Alma llamó ‘la menor porción de la palabra’” (The Lord’s Way, 1991, pág. 42).
Alma 12:12–14. Juzgados según nuestras palabras, nuestras obras y nuestros pensamientos
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El élder Dallin H. Oaks enseñó que el Juicio no es un mero repaso de las acciones llevadas a cabo en la vida terrenal, sino una evaluación de qué y quiénes hemos llegado a ser como resultado de nuestras acciones:
“El profeta Nefi describe el juicio final en términos de lo que hemos llegado a ser: ‘Y si sus obras han sido inmundicia, por fuerza ellos son inmundos; y si son inmundos, por fuerza ellos no pueden morar en el reino de Dios’ (1 Nefi 15:33, cursiva agregada). Moroni declara: ‘El que es impuro continuará siendo impuro; y el que es justo continuará siendo justo’ (Mormón 9:14, cursiva agregada; véase también Apocalipsis 22:11–12; 2 Nefi 9:16; D. y C. 88:35). Lo mismo ocurriría con el ‘egoísta’, o ‘desobediente’ o cualquier atributo personal contrario a los requisitos de Dios. Refiriéndose al ‘estado’ de los malvados en el juicio final, Alma explica que, si somos condenados debido a nuestras palabras, nuestras obras y nuestros pensamientos, ‘no nos hallaremos sin mancha… Y en esta terrible condición no nos atreveremos a mirar a nuestro Dios’ (Alma 12:14).
“De tales enseñanzas concluimos que el juicio final no es simplemente una evaluación de la suma total de las obras buenas y malas, o sea, lo que hemos hecho. Es un reconocimiento del efecto final que tienen nuestros hechos y pensamientos, o sea, lo que hemos llegado a ser. No es suficiente que cualquiera tan sólo actúe mecánicamente. Los mandamientos, las ordenanzas y los convenios del Evangelio no son una lista de depósitos que tenemos que hacer en alguna cuenta celestial. El evangelio de Jesucristo es un plan que nos muestra cómo llegar a ser lo que nuestro Padre Celestial desea que lleguemos a ser” (Liahona, enero de 2001, pág. 40).
Alma 12:15–18. “Una segunda muerte, la cual es una muerte espiritual”
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Para obtener información sobre la segunda muerte, véanse los comentarios de Jacob 3:11 (página 124), Alma 40:26 (página 251) y Helamán 14:15–19 (página 294).
Alma 12:21. Querubines
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Los querubines son “figuras que representan seres celestiales, cuya forma exacta se desconoce. Se ha llamado a querubines para custodiar los lugares sagrados. Jehová puso querubines para guardar el camino que llevaba al árbol de la vida, Gén. 3:24 (Alma 12:21–29; 42:2–3; Moisés 4:31). Colocaron dos imágenes de querubines en el propiciatorio, Éx. 25:18, 22 (1 Rey. 6:23–28; Heb. 9:5). Se mencionan querubines en las visiones de Ezequiel, Ezeq. 10; 11:22” (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Querubines”).
Alma 12:24. “Estado de probación”
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Solamente Alma en el Libro de Mormón utiliza la frase estado de probación o tiempo de probación (véase Alma 42:4, 10, 13). El élder L. Tom Perry, del Quórum de los Doce Apóstoles, describió dicho tiempo de probación: “El objetivo principal de nuestra vida en la tierra es permitir que nuestro espíritu, que existía antes que el mundo se creara, se una a un cuerpo durante un tiempo de gran oportunidad en la vida terrenal. La fusión de estos dos nos ha dado el privilegio de crecer, desarrollarnos y madurar en una forma que sólo es posible cuando el espíritu y el cuerpo están juntos. Con nuestro cuerpo pasamos por cierta cantidad de pruebas en lo que se denomina el estado probatorio de nuestra existencia. Es una época de aprendizaje y de pruebas para demostrar que somos dignos de oportunidades eternas, todo esto forma parte del plan divino que nuestro Padre Celestial tiene para Sus hijos” (véase Liahona, julio de 1989, pág. 16).
Alma 12:32. Mandamientos después de conocer el plan
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El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que el conocimiento del plan de Dios da respuesta a las preguntas difíciles. Dirigiéndose a los maestros de la juventud, dijo:
“Los jóvenes se preguntan: ‘¿por qué?’. ¿Por qué se nos manda hacer ciertas cosas y por qué se nos manda que no hagamos algunas otras? El conocimiento del plan de felicidad, incluso de manera esquemática, puede proporcionarles un ‘porqué’…
“La mayor parte de los problemas difíciles a los que hacemos frente en la Iglesia ahora mismo, y podríamos enumerarlos (el aborto y todo lo demás, todos los retos de quién posee el sacerdocio y quién no), no pueden responderse sin el trasfondo de ciertos conocimientos del plan.
“Alma dijo algo al respecto, y éste creo que últimamente es mi pasaje preferido de las Escrituras, aunque de vez en cuando cambio de pasaje favorito: ‘Por tanto, después de haberles dado a conocer el plan de redención, Dios les dio mandamientos’ (Alma 12:32; cursiva agregada)…
“…Si ustedes procuran darles [a los alumnos] un ‘porqué’, sigan ese modelo: ‘después de haberles dado a conocer el plan de redención, Dios les dio mandamientos’” (“The Great Plan of Happiness”, Simposio sobre Doctrina y Convenios del Sistema Educativo de la Iglesia, 10 de agosto de 1993, pág. 3; véase LDS.org bajo gospel library/additional addresses/CES addresses).
Para meditar
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En Alma 8:18 consta que Alma “volvió prestamente” a Ammoníah, y en Génesis 22:3 leemos que Abraham “se levantó muy de mañana” para llevar a Isaac al monte. ¿Cómo puede aplicar estos versículos a usted mismo cuando recibe una impresión que proviene de Dios?
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Lea Alma 10:6. ¿Qué cree usted que quiso decir Amulek cuando dijo: “fui llamado muchas veces” pero “no quise oír”?
Tareas sugeridas
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Alma 9:8–14 subraya la importancia de recordar. Haga una lista corta de experiencias espirituales significativas que haya tenido el privilegio de vivir. También podría hablar con sus padres o abuelos y hacer una lista parecida con las experiencias espirituales significativas que hayan vivido ellos. ¿Qué bendiciones podrían desprenderse de repasar regularmente estas listas e ir añadiendo experiencias a ellas de forma continua?
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En Alma 11–12 se registran muchos detalles sobre la Resurrección. Elabore por escrito un breve ensayo en base a estos capítulos sobre las doctrinas clave de la Resurrección y la influencia que ha tenido en su vida el tener conocimiento acerca de la Resurrección y el Juicio.