Capítulo 34
Alma 52–63
Introducción
El President Ezra Taft Benson (1899–1994) indicó que “del Libro de Mormón aprendemos cómo viven los discípulos de Cristo en tiempos de guerra” (Liahona, enero de 1987, pág. 4). Mormón incluyó varios relatos de guerra en el Libro de Mormón con un objetivo: los relatos enseñan sobre la necesidad de conservar la libertad para preservar los derechos religiosos, el daño que causan los traidores, el valor de incluso unos pocos jóvenes, el justificativo moral de la guerra y las estrategias para combatir el mal confiando en el poder interventor de Dios.
Comentario
Alma 52–53. Guerra y derramamiento de sangre
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Los capítulos de Alma 52–53 verifican las palabras del Señor, quien dijo que “todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mateo 26:52). Los lamanitas, guiados por nefitas apóstatas e inicuos (como Ammorón y otros), violentamente procuraron capturar algunas ciudades nefitas y quedarse con ellas. Sin embargo, se pagó un precio elevado por tomar cada ciudad: “…no habían tomado ninguna ciudad sin que hubieran perdido mucha sangre” (Alma 52:4). El capitán Moroni siempre se mostró reacio a tomar la espada y era mayor su anhelo de poder dejarla por la paz (véase Alma 52:37). Él sabía que, aun cuando los nefitas lograban la victoria, el costo en ambos bandos era de miles de vidas.
Nunca habría guerra si todos vivieran el evangelio de Jesucristo, ya que Él es el Príncipe de Paz y quienes lo siguen son emisarios de paz.
Alma 53:9. La iniquidad: La verdadera causa de los conflictos
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Un comentarista explicó que las pruebas externas, como las que sufrieron los nefitas, en ocasiones señalan necesidades internas: “Así que al fin y al cabo para los nefitas fue una bendición que los lamanitas llegaran hasta su puerta a ‘hacerles recordar’: ‘…bienaventurado es el hombre a quien Dios corrige…’ (Job 5:17). Sin importar cuán inicuos, feroces y depravados fuesen los lamanitas (¡y lo eran!), sin importar cuántos más que los nefitas fueran al cerrar sombríamente las filas por todos lados, sin importar cuán insidiosamente espiaran y tramaran e infiltraran e idearan sus planes diabólicos, y cuánto espetaran sus sanguinarias amenazas y avanzaran con sus preparativos formidables para una guerra total, ellos no eran el problema de los nefitas. A ellos se los mantenía allí sencillamente para recordarles a los nefitas su verdadero problema, que era andar rectamente ante el Señor” (Hugh Nibley, Since Cumorah, segunda edición, 1988, pág. 339–340).
Alma 53:10–18. La importancia de los convenios
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El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, compartió esto acerca de cómo obtenemos poder al cumplir con los convenios: “A veces nos enfrentamos con la tentación de permitir que nuestra vida se base más en lo que es conveniente que en los convenios. No siempre resulta conveniente vivir las normas del Evangelio, defender la verdad y dar testimonio de la Restauración… Pero no hay poder espiritual cuando se vive de acuerdo con lo que nos conviene. El poder proviene del cumplimiento de nuestros convenios” (véase Liahona, julio de 1999, pág. 102).
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El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó que cumplir los convenios nos mantiene a salvo:
“Cumplan sus convenios y estarán a salvo; quebrántenlos y no lo estarán…
“…No tenemos la libertad de quebrantar nuestros convenios y escapar a las consecuencias” (véase Liahona, enero de 1991, pág. 96).
Alma 53:16–21. El ejemplo de los jóvenes guerreros
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Los jóvenes guerreros, que fueron a la batalla en lugar de sus padres, eran jóvenes rectos. Estaban dedicados a la defensa de su país (véase Alma 56:5), y eran intrépidos al enfrentar la muerte y valientes en la batalla (véase Alma 56:45–49, 56). Dios premió su fe con asombrosa fuerza y protección. No hubo uno de ellos que muriese en la batalla (véase Alma 57:25–26); tal no es siempre el caso de los jóvenes rectos en el servicio militar. A veces incluso los justos “muer[en] en el Señor” (D. y C. 63:49), pero en el caso de estos jóvenes, se brindó protección divina para preservar sus vidas terrenales en la batalla. Fueron ejemplo del tipo de virilidad que todos los hijos varones de Dios deberían emular, y fueron testigos ante la nación nefita de que Dios los libraría si eran fieles.
Alma 53:20–21. Dar un buen ejemplo en el servicio militar
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En los tiempos modernos, la Primera Presidencia ha dado el siguiente consejo a los miembros de la Iglesia que estén haciendo el servicio militar: “A nuestros jóvenes que ingresan en el servicio militar, no importa a quién sirvan ni dónde, les decimos: Vivan puros, guarden los mandamientos del Señor, oren constantemente a Él para que los preserve en verdad y justicia, vivan de acuerdo con sus oraciones, y entonces, acontezca lo que acontezca, el Señor estará con ustedes y nada les sucederá que no sea para el honor y la gloria de Dios y para la salvación y exaltación de ustedes. Si llevan la vida pura que piden en oración, sentirán en el corazón un gozo que sobrepasará su poder de expresión o entendimiento. El Señor siempre estará a su lado; Él los consolará; sentirán Su presencia en la hora de mayor tribulación; Él los guardará y los protegerá al máximo de acuerdo con Su sabio propósito. Entonces, cuando el conflicto haya terminado y retornen a sus hogares habiendo llevado una vida recta, ¡cuán grande será su felicidad, sean o no vencedores, por haber vivido como el Señor ha mandado! Retornarán tan disciplinados en rectitud que desde entonces en adelante las artimañas y estratagemas de Satanás no les harán mella. Su fe y testimonio serán tan fuertes que nada los destruirá. Los demás los admirarán por haber atravesado el horno ardiente de la prueba y la tentación y por haber salido ilesos. Sus hermanos los buscarán para pedirles consejos, apoyo y guía. Serán el ancla a la que de allí en adelante la juventud de Sión amarrará su fe en el hombre” (Heber J. Grant, J. Reuben Clark, hijo, y David O. McKay, en Conference Report, abril de 1942, pág. 96).
Alma 53:20–21. “En todo momento se mantenían fieles”
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El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, analizó lo que quiere decir ser fiel en todo momento:
“La palabra firme sugiere dedicación, integridad, perseverancia y valor. Nos recuerda la descripción que el Libro de Mormón hace de los dos mil jóvenes guerreros:
“[Alma 53:20–21.]
“En el sentido de tal descripción quiero preguntar a nuestros ex misioneros —esos hombres y mujeres que han hecho convenios de servir al Señor y que ya le han prestado servicio en la gran obra de proclamar el Evangelio y perfeccionar a los santos—, ¿son ahora firmes en la fe? ¿Tienen la fe y la continua dedicación para demostrar los principios del Evangelio en su propia vida, con constancia? Ustedes han servido bien, pero —al igual que los pioneros—, ¿tienen el valor y la constancia de ser firmes en la fe y perseverar hasta el fin?” (véase Liahona, enero de 1997, pág. 87).
Alma 56:45–48. “No dudamos que nuestras madres lo sabían”
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El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó que los padres sólo pueden ofrecer lo que ya tienen:
“Cuando la función de un padre de enseñar y ayudar se hace bien y cuando hay hijos receptivos a quienes llega el mensaje, entonces encontramos esas situaciones maravillosas parecidas a la de los jóvenes del Libro de Mormón a quienes sus madres habían enseñado tan bien [Alma 56:47–48]…
“La confianza de estos muchachos en sus madres es conmovedora y profunda, claro está, pero las madres primero tenían que saberlo de modo tal que los jóvenes, al observarlas con detenimiento y al escucharlas (como siempre sucede con los hijos que observan a sus padres), ‘no dudaban’ que sus madres sabían que era verdad” (That My Family Should Partake, 1974, págs. 58–59).
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Al hablar sobre la necesidad de que las mujeres estén más alerta, la hermana Julie B. Beck, presidenta general de la Sociedad de Socorro, describió a las mujeres del convenio que saben quiénes son:
“En el Libro de Mormón leemos acerca de dos mil jóvenes ejemplares que fueron sumamente valientes, intrépidos y vigorosos. ‘Sí, eran hombres verídicos y serios, pues se les había enseñado a guardar los mandamientos de Dios y a andar rectamente ante él’ (Alma 53:21). Esos fieles jóvenes rindieron tributo a sus madres al decir: ‘…nuestras madres lo sabían’ (Alma 56:48)…
“La responsabilidad que las madres tienen hoy día nunca ha exigido más atención. Más que en cualquier otra época de la historia del mundo, necesitamos madres que sepan… Cuando las madres saben quiénes son, quién es Dios, y han hecho convenios con Él, tendrán gran poder e influencia para el bien de sus hijos” (Liahona, noviembre de 2007, pág. 76).
Alma 57:19–21. “Firmes e impávidos”
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El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) analizó la importancia de mantenerse firmes e impávidos:
“‘Ustedes reflejan esta Iglesia en todo lo que piensan, lo que dicen y lo que hacen’, dijo el presidente Hinckley a los jóvenes. ‘Sean fieles a la Iglesia y reino de Dios’…
“El presidente Hinckley les dijo a los jóvenes que están ‘allí, como los hijos de Helamán, en un mundo lleno de influencias destructivas… Pero si depositan su confianza en el Todopoderoso y siguen las enseñanzas de la Iglesia y se aferran a ella sin importar qué heridas tengan, serán preservados y bendecidos y magnificados y recibirán la felicidad’.
“Refiriéndose al mundo en que viven los jóvenes, el presidente Hinckley les dijo: ‘Se encuentran en medio de Babilonia. El adversario viene con una gran destrucción. Estén por encima de ello, ustedes que son de nacimiento noble. Estén por encima de ello’” (“Prophet Grateful for Gospel, Testimony”, Church News, 21 de septiembre de 1996, pág. 4).
Alma 58. El derecho de luchar por la libertad
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Para leer un análisis sobre pelear por la libertad, incluso en medio del derramamiento de sangre, véase el comentario de Alma 43:45–47 en la página 258.
Alma 58:10–11. El Señor “habló paz a [sus] almas”
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Mientras servía en calidad de Setenta, el élder Dennis E. Simmons explicó que la paz de Dios no depende de circunstancias externas:
“Si todo el mundo se derrumba a nuestro alrededor, el Consolador prometido nos dará Su paz como resultado del verdadero discipulado… Podemos tener Su paz haya o no problemas en el mundo. Su paz es esa paz, esa serenidad, ese consuelo que el Consolador, el Espíritu Santo, le transmite a nuestros corazones y mentes a medida que nos esforzamos por seguirlo a Él y guardar Sus mandamientos…
“Al igual que Helamán descubrió en medio de la batalla que el Señor ‘habló paz a nuestras almas’ (Alma 58:11)… todos los que busquen con sinceridad pueden sentir que se les transmite esa misma paz. Esa paz llega por medio de la seguridad dada mediante una voz apacible y delicada” (véase Liahona, julio de 1997, pág. 34).
Alma 58:34–37. “No es nuestro deseo murmurar”
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El élder Neal A. Maxwell nos ayudó a comprender mejor una de las causas de la murmuración: “En un feliz porvenir, ‘los murmuradores aprenderán doctrina’ (Isaías 29:24; 2 Nefi 27:35). Esto da a entender que el analfabetismo doctrinal es una causa importante de que haya murmuraciones entre los miembros de la Iglesia” (“A Choice Seer”, en Brigham Young University 1985–86 Devotional and Fireside Speeches, 1986, pág. 115).
Alma 59:9. Es más fácil impedir que una ciudad caiga
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Mormón dejó registrado que es mucho más fácil impedir que caiga una ciudad que retomarla (Alma 59:9). Sucede con las personas lo mismo que con las ciudades: es mucho más difícil y peligroso recuperar a alguien que ha caído que evitar que caiga. Según las palabras del presidente Ezra Taft Benson (1899–1994): “Es mejor prepararse y prevenir que reparar y arrepentirse” (The Teachings of Ezra Taft Benson, 1988, pág. 285).
Alma 59:11–12. Se perdieron ciudades por causa de la iniquidad
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La pérdida de la ciudad de Nefíah demuestra la fuerte correlación entre la iniquidad de los nefitas y su incapacidad de defenderse de sus enemigos “con la fuerza del Señor” (véanse Mosíah 9:16; 10:10–11; Alma 60:16). Los líderes de los ejércitos nefitas con frecuencia eran hombres que tenían “el espíritu de revelación y también de profecía” (3 Nefi 3:19). Estos rectos líderes no atribuían las derrotas de los nefitas a los lamanitas sino a la iniquidad nefita. Por otra parte, los nefitas fieles normalmente podían defenderse a sí mismos y recobrar las ciudades perdidas, a menudo sin perder muchas vidas (véase Alma 52:19; 56:53–56; 57:7–12; 58:25–28; 62:22–26). El Señor ha enseñado en repetidas ocasiones que aun cuando nos enfrentemos a dificultades y problemas graves, si somos justos y confiamos en Él, siempre podremos tener la confianza de que Él estará a nuestro lado y de que Su obra al final prevalecerá (véase D. y C. 6:34; 10:69; 33:13).
Alma 60:10–14. La muerte de los justos
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Moroni escribió que el Señor permite que se mate a los justos para que “su justicia y juicios sobrevengan a los malos. Por tanto, no debéis suponer que se pierden los justos porque los matan; mas he aquí, entran en el reposo del Señor su Dios” (Alma 60:13).
Poco después de comenzar la Segunda Guerra Mundial, la Primera Presidencia de la Iglesia declaró: “En esta terrible guerra que ahora se está librando, miles de nuestros jóvenes justos en todas partes del mundo y en muchas naciones son llamados al servicio militar de sus propios países. Algunos, al servir de esta manera, ya han sido llamados a su hogar celestial, y con toda seguridad otros más les seguirán; pero, ‘he aquí’, como dijo Moroni, los justos que sirven y son muertos, ‘entran en el reposo del Señor su Dios’ [Alma 60: 13]. Refiriéndose a ellos, el Señor ha dicho: ‘…los que mueran en mí no gustarán la muerte, porque les será dulce’ (D. y C. 42:46). Les será asegurada la salvación y exaltación en el mundo venidero, y no se les tendrá por culpables de que en la obra de destrucción hieran a sus hermanos. Como dijo Moroni en la antigüedad, ese pecado será para la condenación de los que se sientan sobre sus ‘tronos en un estado de insensible estupor’, esos gobernantes del mundo, quienes con frenesí de odio y ambición de poder y dominio sobre su prójimo han puesto en marcha fuerzas eternas que no comprenden y no pueden controlar. Dios, a Su propio y debido tiempo, les impondrá su sentencia” (Heber J. Grant, J. Reuben Clark, hijo, y David O. McKay, en Conference Report, abril de 1942, págs. 95–96).
Alma 60:19–36. La carta de Moroni a Pahorán
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Pahorán podría haber escogido ofenderse al recibir las cartas que Moroni le mandó, pero no lo hizo. El élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, expuso el hecho de que para nosotros, al igual que para Pahorán, ofenderse es una elección:
“Cuando creemos o afirmamos que se nos ha ofendido, solemos querer decir que nos hemos sentido insultados, maltratados, desairados o que nos han faltado al respeto. Y, desde luego, al relacionarnos con las demás personas, vamos a ser objeto de expresiones torpes que nos hagan sentir vergüenza, de observaciones carentes de escrúpulos y maliciosas, por las que podríamos sentirnos ofendidos. No obstante, básicamente, es imposible que otra persona los ofenda a ustedes o me ofenda a mí. De hecho, creer que otra persona nos ha ofendido es fundamentalmente falso, puesto que el sentirnos ofendidos es un sentimiento que escogemos experimentar y no un estado inferido a nosotros ni impuesto sobre nosotros por otra persona o cosa…
“Mediante el fortalecedor poder de la expiación de Jesucristo, ustedes y yo seremos bendecidos para evitar sentirnos ofendidos y triunfar sobre la ofensa. ‘Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo’ (Salmos 119:165)…
“…Como lo describió el élder Neal A. Maxwell, la Iglesia ‘no es una casa de reposo bien abastecida para los que ya son perfectos’ (véase ‘El hermano ofendido’, Liahona, julio de 1982, pág. 78), sino que la Iglesia es un laboratorio de aprendizaje y un taller de trabajo en el que adquirimos experiencia al practicar los unos con los otros en el proceso continuo de ‘perfeccionar a los santos’.
“El élder Maxwell también explicó con profunda comprensión que en este laboratorio de aprendizaje de los últimos días que se conoce como la Iglesia restaurada, los miembros de ella constituyen ‘el material clínico’ (véase ‘Jesus the Perfect Mentor’, Ensign, febrero de 2001, pág. 13) que es esencial para el crecimiento y el desarrollo…
“Si bien ustedes y yo no podemos ejercer control en las intenciones ni en el comportamiento de las demás personas, sí determinamos la forma en la que actuaremos. Les ruego que recuerden que tanto ustedes como yo somos agentes dotados de albedrío moral y que podemos escoger no sentirnos ofendidos” (véase Liahona, noviembre de 2006, págs. 90–91).
Alma 60:23. Limpiar lo interior del vaso
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El presidente Ezra Taft Benson no dejó lugar a duda de que estas advertencias se aplican a nosotros. Al respecto, declaró: “No todo está bien en Sión. Como aconsejó Moroni, hemos de limpiar lo interior del vaso (véase Alma 60:23), empezando por nosotros mismos para después seguir con nuestra familia y finalmente con la Iglesia” (véase Liahona, julio de 1986, pág. 1).
Alma 61. Una respuesta a una reprimenda injustificada
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El élder Neal A. Maxwell explicó de qué forma pueden surgir diferencias incluso entre los miembros fieles: “En una iglesia perfecta llena de personas imperfectas, es inevitable que a veces haya algunas fallas de comunicación. En el Israel de la América antigua ocurrió un ejemplo digno de atención. Moroni le escribió dos veces a Pahorán quejándose de abandono porque unos refuerzos muy necesitados no llegaban, y al hacerlo, Moroni empleó palabras fuertes, acusando a Pahorán de sentarse en su trono en un estado de ‘insensible estupor’. (Alma 60:7.) Pahorán prontamente contestó de forma muy patriota, explicando por qué no estaba en condición de hacer lo que Moroni deseaba. Aunque lo habían censurado, Pahorán no estaba enojado; incluso alabó a Moroni por ‘la grandeza de tu corazón’. (Alma 61:9.) En vista de la devoción mutua e intensa de los discípulos, las conversaciones sobre cuál es la mejor forma de hacer avanzar la obra del Señor inevitablemente resultan de vez en cuando en diferencias tácticas. Al igual que en este episodio, a veces se dan reprimendas que después resultan ser injustificadas” (All These Things Shall Give Thee Experience, 1979, pág. 119).
Alma 62:41. Los efectos de la adversidad
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El élder Dallin H. Oaks explicó que nosotros escogemos el modo en que nos afectará la adversidad:
“Sin duda estas grandes adversidades tienen algún propósito o efecto eterno. Pueden hacer que volquemos nuestro corazón a Dios… Así como las adversidades causan pesares terrenales, pueden ser el medio de llevar a los hombres y las mujeres a las bendiciones eternas.
“Las adversidades a gran escala, como los desastres naturales y las guerras, parecen ser parte inherente de la experiencia terrenal. No las podemos prevenir del todo, pero podemos determinar cómo vamos a reaccionar ante ellas. Por ejemplo, las adversidades de la guerra y del servicio militar, que han sido la destrucción espiritual de algunos, han sido el despertar espiritual de otros. El Libro de Mormón describe el contraste:
“‘Mas he aquí, por motivo de la sumamente larga continuación de la guerra entre los nefitas y los lamanitas, muchos se habían vuelto insensibles por motivo de la extremadamente larga duración de la guerra; y muchos se ablandaron a causa de sus aflicciones, al grado de que se humillaron delante de Dios con la más profunda humildad’ (Alma 62:41).
“Leí de un contraste parecido después del devastador huracán que hace unos años destruyó miles de casas en la Florida. Un reportaje citó a dos personas distintas que habían sufrido la misma tragedia y recibido la misma bendición: tanto la casa de uno como la del otro habían sido totalmente destruidas, pero todos los integrantes de sus familias había quedado a salvo de la muerte y sin lesiones. Uno dijo que esta tragedia había destruido su fe; se preguntaba cómo podía Dios permitir que esto sucediera. El otro dijo que la experiencia había fortalecido su fe. Dios había sido bueno con él, dijo. A pesar de que la familia había perdido su casa y sus posesiones, sus vidas se salvaron y podían reconstruir la casa. Para uno, el vaso estaba medio vacío, y para el otro, estaba medio lleno. El don del albedrío moral nos faculta a cada uno para elegir cómo vamos a actuar cuando sufrimos la adversidad” (“Adversity”, Ensign, julio de 1998, págs. 7–8).
Alma 63:4–10. Un viaje a la tierra del norte
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“A [un] grupo de santos que se encontraban en los mares del Pacífico Sur, el presidente [Spencer W.] Kimball señaló: ‘El presidente Joseph F. Smith, Presidente de la Iglesia, declaró: “Hermanos y hermanas de Nueva Zelanda, deseo que sepan que ustedes son del pueblo de Hagot”. Para los santos de Nueva Zelanda, el asunto quedó resuelto. Un profeta del Señor había hablado… Es razonable llegar a la conclusión de que Hagot y los que estaban con él pasaron en las islas unos diecinueve siglos, desde aproximadamente 55 a.C. hasta 1854, antes de que el Evangelio empezara a llegar a ellos. Habían perdido todas las cosas claras y preciosas que el Salvador trajo a la tierra, ya que es probable que estuvieran en las islas cuando Cristo nació en Jerusalén’ (Temple View Area Conference Report, febrero de 1976, pág. 3)” (Joseph Fielding McConkie y Robert L. Millet, Doctrinal Commentary on the Book of Mormon, cuatro tomos, 1987–1991, tomo III, pág. 329).
El presidente David O. McKay (1873–1970) corroboró lo que sucedió con algunos de los del pueblo de Hagot cuando proclamó lo siguiente en la oración dedicatoria del Templo de Nueva Zelanda: “Expresamos gratitud de que a estas fértiles islas Tú guiaste a descendientes del patriarca Lehi y les has permitido prosperar” (“Dedicatory Prayer Delivered by Pres. David O. McKay at New Zealand Temple”, Church News, 10 de mayo de 1958, pág. 2).
Para meditar
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¿Qué puede hacer usted por honrar, apoyar y defender su país?
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¿Qué lecciones podemos aprender tanto de las cartas de Moroni como de Pahorán que nos puedan ayudar en la vida? (véase Alma 60–61).
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¿Qué correlación hay entre la rectitud y la libertad?
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Después de leer Alma 52–63, ¿cuáles son algunos de los más grandes principios acerca de la guerra que usted le podría enseñar a otra persona?
Tareas sugeridas
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En su diario, describa de qué manera puede aplicar las tácticas de defensa de Moroni a sus propias luchas por la rectitud.
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Tal vez le convenga apuntar los conceptos que haya descubierto sobre cómo defenderse contra los enemigos de la fe.
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En base a uno o más de los temas que aparecen a continuación, haga el bosquejo de una lección para la noche de hogar:
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Valerse de los medios que el Señor ha dado (véase Alma 60:21)
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Limpiar lo interior del vaso (véase Alma 60:23)
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Buscar la gloria de Dios en lugar del honor del mundo (véase Alma 60:36)
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No ofenderse (véase Alma 61:9)
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