Capítulo 28
Alma 23–29
Introducción
Los anti-nefi-lehitas demostraron con claridad el cambio potente que ocurre en las personas que aceptan el Evangelio y hacen convenios de seguir a Jesucristo. Dieron un ejemplo de lo que es una conversión profunda y total, la cual viene del esfuerzo sincero por emular al Salvador en todo aspecto de la vida. Junto con los lamanitas convertidos, los hijos de Mosíah y Alma demostraron el poder espiritual que proviene del deseo continuo de arrepentirse, de guardar los convenios y de servir al Señor por medio de la obra misional y de una vida recta. Al estudiar Alma 23–29, preste atención a las acciones y actitudes específicas que le ayudarán a fortalecer su propia conversión. Además, fíjese en las muchas descripciones de dicha y regocijo que llegan como resultado de consagrarse a compartir el Evangelio con otras personas.
Comentario
Alma 23:1–5. “A fin de que la palabra de Dios no fuese obstruida”
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El rey de los lamanitas retiró las restricciones que habían impedido que se predicase el Evangelio entre su pueblo, y los misioneros salieron a predicar por todo el país. El presidente Thomas S. Monson relató un acontecimiento parecido cuando describió las circunstancias en torno a la decisión que tomó el gobierno de la República Democrática Alemana de permitir que los misioneros predicaran en aquel país después de años de restricciones a las actividades de la Iglesia:
“Nuestra meta final era obtener permiso para que se abriera la puerta a la obra misional. Los élderes Russell M. Nelson, Hans B. Ringger y yo, así como los líderes locales de la Iglesia de la República Democrática Alemana, encabezados por los presidentes Henry Burkhardt, Frank Apel y Manfred Schutze, nos reunimos inicialmente con el Secretario de Estado para Asuntos Religiosos, Kurt Löffler, quien brindó un apetecible almuerzo en nuestro honor. Dirigiéndose a nuestro grupo, dijo: ‘Queremos ayudarles; los hemos observado a ustedes y a su gente durante veinte años y sabemos que son lo que profesan ser: hombres y mujeres honrados’.
“Los líderes gubernamentales y sus esposas asistieron a la dedicación de un centro de estaca en Dresde y una capilla en Zwickau. Cuando los santos cantaron ‘Para siempre Dios esté con vos’ —‘Auf Wiedersehen, Auf Wiedersehen’—, lo recordamos a Él, el Príncipe de Paz que murió en la cruz del Calvario. Contemplé a nuestro Señor y Salvador, cuando recorrió el trayecto de dolor, el sendero de lágrimas, sí, el camino de rectitud. Acudió a mi mente Su penetrante declaración: ‘La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo’ (Juan 14:27).
“Regresamos entonces a Berlín para asistir a las cruciales reuniones con el jefe de la nación, el presidente Erich Honecker.
“…Nos condujeron hasta las cámaras de los supremos representantes del gobierno.
“Pasando la bella entrada del edificio nos esperaba el presidente Honecker. Le obsequiamos la estatuilla llamada El primer paso, que representa a una madre ayudando a su hijo a tomar el primer paso hacia su padre, regalo con el que quedó muy complacido. Después nos condujo a su sala privada de conferencias, y allí, alrededor de una gran mesa redonda, nos sentamos. En torno a la mesa nos acompañaban otros, entre ellos el presidente Honecker y sus delegados gubernamentales.
“El presidente Honecker dijo primero estas palabras: ‘Sabemos que los miembros de su Iglesia creen en el trabajo. Sabemos que creen en la familia; lo han demostrado. Sabemos que son buenos ciudadanos en cualquier país que consideren el suyo; lo hemos observado. Ahora, ustedes tienen la palabra: expresen sus deseos’.
“Empecé diciendo: ‘Presidente Honecker, cuando se llevó a cabo el programa de puertas abiertas y la dedicación del Templo de Freiberg, 89.890 de sus compatriotas aguardaron en fila, por un período de hasta cuatro horas, a menudo bajo la lluvia, para poder ver una casa de Dios. En la ciudad de Leipzig, durante la dedicación del centro de estaca, 12.000 personas asistieron a las jornadas de puertas abiertas. En la ciudad de Dresde tuvimos 29.000 visitantes; en la ciudad de Zwickau, 5.300; y todas las semanas entre 1.500 y 1.800 personas acuden a visitar los jardines y alrededores del templo en la ciudad de Freiberg. Ellos desean saber en qué creemos. Nos gustaría decirles que creemos en honrar, obedecer y apoyar las leyes del país. Nos gustaría explicarles que deseamos fortalecer los lazos familiares. Éstas son sólo dos de nuestras creencias. No podemos contestar esas preguntas ni expresar nuestros sentimientos porque no tenemos representantes misionales aquí, como los tenemos en otros países. Los jóvenes que nos gustaría que vinieran a su país como representantes misionales amarían a su nación y a su pueblo, y, más que nada, dejarían entre su gente una influencia ennoblecedora. También nos gustaría ver a los jóvenes de su país, que son miembros de nuestra Iglesia, servir como representantes misionales en muchas naciones, como en los Estados Unidos, Canadá y muchas más. Ellos regresarán mejor preparados para asumir posiciones de responsabilidad en este país’.
“A continuación el presidente Honecker habló durante unos treinta minutos, describiendo sus objetivos y puntos de vista, y detallando el progreso que ha logrado su país. Al rato sonrió y, dirigiéndose a mí y a nuestro grupo, dijo: ‘Sabemos quiénes son y confiamos en ustedes. Tenemos experiencia con ustedes. Su petición con respecto a los misioneros queda aprobada’.
“El oír eso me levantó el ánimo literalmente hasta los cielos. La reunión concluyó, y al salir de las bellas cámaras de gobierno, el élder Russell Nelson se volvió hacia mí y dijo: ‘Fíjese cómo entra la luz del sol en este salón. Es como si nuestro Padre Celestial estuviera diciendo: “Estoy complacido”’.
“La negra noche de oscuridad había terminado, y la brillante luz del día había aparecido. Ahora se podría llevar el evangelio de Jesucristo a millones de personas de ese país, y podríamos dar respuesta a sus preguntas con respecto a la Iglesia, y el reino de Dios seguiría avanzando.
“Al reflexionar sobre esos acontecimientos, recuerdo las palabras del Maestro: ‘Y en nada ofende el hombre a Dios, ni contra ninguno está encendida su ira, sino contra aquellos que no confiesan su mano en todas las cosas…’ (D. y C. 59:21). Yo confieso la mano de Dios en los milagrosos acontecimientos relacionados con la Iglesia en la República Democrática Alemana” (véase Liahona, julio de 1989, págs. 64–65).
Alma 23:6. Convertidos al Señor y nunca más desviados
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Es sobresaliente el hecho de que ni un solo anti-nefi-lehita jamás se alejó de la Iglesia ni se inactivó (véase Alma 27:27). El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) hizo repetido hincapié en la importancia de retener a los conversos recientes, y ha dicho que no tiene sentido hacer la obra misional si quienes se convierten no permanecen activos:
“Junto con el aumento de la obra misional en todo el mundo, debe haber un aumento comparable en el esfuerzo por hacer que cada converso se encuentre a gusto en su barrio o rama. Llegará a la Iglesia este año un número suficiente de personas para constituir más de cien estacas nuevas de un tamaño promedio. Lamentablemente, junto con esta aceleración en la tarea de la conversión, estamos descuidando a algunos de estos miembros nuevos. Confío en que se despliegue un gran esfuerzo en toda la Iglesia, en todo el mundo, para retener a cada converso que llegue a la Iglesia.
“Esto es asunto serio. No hay razón para realizar la obra misional si no conservamos los frutos de esa labor; ambas tareas deben ser inseparables” (véase Liahona, enero de 1998, pág. 58).
Alma 23:17. ¿Qué quiere decir el nombre Anti-Nefi-Lehi?
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El nombre Anti-Nefi-Lehi podría referirse a la unión de los descendientes de Nefi, y quienes lo siguieron a él, a la otra posteridad de Lehi: “El ‘anti’ de ‘Anti-Nefi-Lehi’ puede ser un reflejo del afijo nty (‘el de’) del idioma egipcio, por lo que, en lugar de significar ‘opuesto a’, significa ‘el de Nefi y Lehi’” (Stephen D. Ricks, “Anti-Nephi-Lehi”, en Dennis L. Largey, editor, Book of Mormon Reference Companion, 2003, pág. 67).
Alma 24:10. La Expiación quita la culpa
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El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, testificó que podemos aplicar la expiación de Jesucristo para remover nuestra culpa:
“Por alguna razón pensamos que la expiación de Cristo se aplica solamente al final de la vida mortal para redimirnos de la Caída, de la muerte espiritual, pero es mucho más que eso. Se trata de un poder en constante vigencia al que podemos recurrir a diario. Cuando seamos atormentados, atribulados o torturados por la culpa o agobiados por las tribulaciones, Él puede sanarnos. Aunque no entendamos cabalmente cómo fue realizada la expiación de Cristo, podemos, sí, experimentar ‘la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento’ [Filipenses 4:7]…
“Todos cometemos errores. A veces nos perjudicamos a nosotros mismos y ofendemos seriamente a otros de maneras que no podemos remediar solos. Destrozamos cosas que no podemos reparar por nosotros mismos. Es entonces algo natural que sintamos culpa, humillación y sufrimiento que, por nosotros mismos, no podemos curar. Entonces es cuando el poder sanador de la Expiación nos ayudará.
“El Señor dijo: ‘…he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten’ [D. y C. 19:16]…
“La Expiación tiene un valor práctico, personal y constante; aplíquenlo en su vida. Esto puede hacerse comenzando con algo tan sencillo como la oración. No es que después estarán libres de problemas o errores, sino que podrán eliminar la culpabilidad por medio del arrepentimiento y vivir en paz” (véase Liahona, julio de 2001, págs. 26–27).
Alma 24:11. Todo lo que pudieron por arrepentirse
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Los anti-nefi-lehitas hicieron todo lo que pudieron por arrepentirse (véase Alma 24:11). En 2 Nefi 25:23, Nefi explicó: “…es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos…”. Del rey de los anti-nefi-lehitas aprendemos que parte de hacer todo cuanto podamos es “arrepentirnos de todos nuestros pecados”.
Alma 24:17–19. Enterrar nuestras armas en lo profundo
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Al enterrar las armas en lo profundo de la tierra, los anti-nefi-lehitas prometieron al Señor nunca volver a usarlas. Las Escrituras dicen: “…se mantuvieron firmes, y prefirieron padecer hasta la muerte antes que pecar…” (Alma 24:19). Su proceder demuestra el abandono total del pecado después del arrepentimiento sincero.
El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) enseñó que con frecuencia abandonar los pecados requiere que cambiemos nuestro estilo de vida: “Al abandonar el pecado… no [basta con] desear condiciones mejores; debe causarlas. Tal vez tenga necesidad de aborrecer las ropas contaminadas y tener repugnancia al pecado. No sólo debe estar seguro de que ha abandonado el pecado, sino que ha alterado las situaciones que rodean el pecado. Debe evitar los lugares, condiciones y circunstancias donde se efectuó el pecado, porque éstos podrían incubarlo de nuevo con suma facilidad. Debe abandonar a las personas con quienes se cometió el pecado. Tal vez no [aborrezca] a las personas involucradas, pero debe evitarlas junto con todo aquello que se relacione con el pecado… Debe eliminar cualquier cosa que pueda despertar en él recuerdos de lo pasado” (El milagro del perdón, 1977, pág. 70).
Alma 24:22–27. Los ejemplos de los justos resultaron en la conversión de muchos
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El élder L. Tom Perry, del Quórum de los Doce Apóstoles, señaló que nuestra determinación de cumplir con nuestros convenios puede llevar a que se conviertan los demás:
“El rey de los anti-nefi-lehitas dio instrucciones a su pueblo de enterrar las armas en lo profundo de la tierra para que no se vieran tentados a usarlas cuando sus hermanos lamanitas fueran a luchar contra ellos. El pueblo siguió las instrucciones del rey, considerando que dicha acción era ‘un testimonio a Dios, y también a los hombres, de que nunca más volverían a usar armas para derramar sangre humana’ (Alma 24:18). Cuando los lamanitas atacaron, los anti-nefi-lehitas ‘salieron a encontrarlos, y se postraron’ en tierra frente a sus agresores (Alma 24:21). Los lamanitas mataron a mil cinco anti-nefi-lehitas antes de que la matanza se terminara. ¿Por qué se detuvo la matanza y cuáles fueron sus consecuencias? En el relato de Alma descubrimos las respuestas a estas preguntas…
“‘…sí, cuando los lamanitas vieron esto, se abstuvieron de matarlos; y hubo muchos cuyos corazones se habían conmovido… pues se arrepintieron de lo que habían hecho…
“‘…el número de los que se unieron al pueblo de Dios aquel día fue mayor que el de los que habían sido muertos; y aquellos que habían muerto eran personas justas; por tanto, no tenemos razón para dudar que se salvaron’ (Alma 24:24–26)…
“Si bien el mensaje del relato no es insistir en un pacifismo universal, aprendemos que al no retribuir las agresiones de los demás podemos tener un profundo impacto en ellos. Literalmente, podemos cambiarles el corazón cuando seguimos el ejemplo de Cristo y ponemos la otra mejilla. Nuestro ejemplo como pacíficos seguidores de Cristo inspira a otras personas a seguirlo a Él” (Living with Enthusiasm, 1996, págs. 127–128).
Alma 24:30. Abandonar el campo neutral
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Por lo general, la persona que deja la Iglesia después de haber sido miembro queda “peor que si nunca hubiese conocido estas cosas” (Alma 24:30). El profeta José Smith explicó esta posición en una conversación con otro miembro. El hermano Isaac Behunin en cierta oportunidad le dijo al profeta José Smith: “‘Si yo me apartara de esta Iglesia, no haría lo mismo que esos hombres han hecho, sino que me iría a un lugar remoto donde nadie hubiera oído hablar del mormonismo, me establecería allí y nadie llegaría a saber que yo sabía algo al respecto’.
“El gran Vidente le respondió de inmediato: ‘Hermano Behunin, usted no sabe lo que haría; sin duda esos hombres en algún momento pensaron lo mismo que usted. Antes de convertirse a esta Iglesia, usted estaba en terreno neutral. Cuando le fue predicado el Evangelio, se le presentaron el bien y el mal y podía elegir cualquiera de los dos, o ninguno; había dos amos contrarios que lo invitaban a prestarles servicio. Al unirse a la Iglesia, se alistó para servir a Dios; y al hacerlo, salió del terreno neutral y ya no podría jamás volver a él. Si abandonara al Amo al cual se alistó para servir, sería a instancias del maligno, y entonces seguiría los dictados de éste y sería su siervo’” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 343–344).
Alma 25:1–12. El cumplimiento de una profecía
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En Alma 25:1–12 se registra el cumplimiento de la profecía de Abinadí sobre los sacerdotes inicuos del rey Noé (véase Mosíah 17:15–20). Fíjese en la forma en que Mormón le documentó al lector el cumplimiento de las profecías de Abinadí. Considere el resultado de aquellos que rechazan a los profetas como Abinadí y que aseveran que el profeta ha pecado. Las revelaciones modernas también tienen una advertencia para “los que alcen el calcañar contra mis ungidos” (véase D. y C. 121:16–22).
Alma 25:17. El Señor “les había cumplido su palabra en cada detalle”
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Una de las grandes lecciones que surge de esta sección del libro de Alma es que Dios siempre cumple Sus promesas. El Señor le había dicho al rey Mosíah que muchos creerían las enseñanzas de sus hijos y que Él los libraría “de las manos de los lamanitas” (Mosíah 28:7). Para leer el cumplimiento de estas profecías, véase Alma 17:4, 35–39; 19:22–23; 26:1–4. Ésta es solamente una de las muchas demostraciones de las Escrituras que refuerzan la verdad doctrinal de que Dios está obligado cuando hacemos lo que Él dice (véase D. y C. 82:10).
Alma 26:5–7. ¿Qué son las gavillas?
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La palabra gavillas se refiere a conjuntos atados de tallos y espigas de trigo. La mención que hace Ammón en Alma 26:5 de las gavillas se refiere a los conversos que se unieron a la Iglesia gracias a misioneros fieles que metieron sus hoces.
Alma 26:15–16. “¿Quién puede gloriarse demasiado en el Señor?”
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Así como Ammón sintió el deseo de gloriarse en el Señor y de cantarle alabanzas, nosotros también deberíamos hacerlo. La hermana Sheri L. Dew, cuando servía como consejera de la presidencia general de la Sociedad de Socorro, nos enseñó la función que cumple Jesucristo en nuestra vida cotidiana:
“¿Es posible ser feliz cuando la vida es difícil? ¿Sentir paz en medio de la incertidumbre y esperanza en medio del cinismo? ¿Es posible cambiar, despojarnos de viejos hábitos y renovarnos otra vez? ¿Es posible vivir con integridad y pureza en un mundo que ya no valora las virtudes que caracterizan a los seguidores de Cristo?
“Sí. La respuesta es sí, debido a Jesucristo, cuya Expiación nos asegura que no tenemos que llevar solos el peso de la vida terrenal…
“A lo largo de los años, yo, al igual que ustedes, he tenido presiones y desilusiones que me hubieran destrozado si no hubiese podido acudir a una fuente de sabiduría y fortaleza mucho más grande que la mía. Él nunca me ha olvidado ni abandonado, y he llegado a saber por mí misma que Jesús es el Cristo y que ésta es Su Iglesia. Al igual que Ammón, digo: ‘[Porque] ¿quién puede gloriarse demasiado en el Señor? Sí, ¿y quién podrá decir demasiado de su gran poder, y de su misericordia…? He aquí… no puedo expresar ni la más mínima parte de lo que siento’ (Alma 26:16). Testifico que en éste, el ocaso de la dispensación del cumplimiento de los tiempos, cuando Lucifer está trabajando horas extras para poner en peligro nuestra jornada de regreso a casa y separarnos del poder expiatorio del Salvador, la única solución para cualquiera de nosotros es Jesucristo” (véase Liahona, julio de 1999, págs. 78–79).
Alma 26:27. La perseverancia lleva al éxito
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El éxito que experimentaron los hijos de Mosíah entre los lamanitas superó sus expectativas (véase Alma 26:30–31). Cuando empezaban su misión, el Señor les prometió: “…os haré instrumentos en mis manos, para la salvación de muchas almas” (Alma 17:11). Con tal promesa, se “animaron… para ir a los lamanitas a declararles la palabra de Dios” (Alma 17:12). No lograron de forma automática el éxito en sus emprendimientos, a pesar de que el Señor había prometido el éxito. En el transcurso de su misión durante catorce años, experimentaron “toda clase de aflicciones” (Alma 26:30). Los anales además indican que sus corazones “se hallaban desanimados, y [estaban] a punto de regresar” (Alma 26:27). Sin embargo, confiando en las promesas del Señor, siguieron adelante con sus esfuerzos, y entonces, como siempre sucede con el Señor, Él cumplió Sus promesas y los premió por su perseverancia.
Alma 26:27–30. La realidad del servicio misional
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El élder F. Burton Howard, de los Setenta, habló sobre la forma en que leer Alma 26 cuando era un joven misionero influyó en su testimonio de la veracidad del Libro de Mormón:
“Me encontraba leyendo nuevamente el capítulo veintiséis de Alma y la historia de la misión de Ammón. Leía en voz alta, como a veces hago, tratando de ponerme en el lugar de los personajes del libro e imaginando que era yo el que decía o escuchaba las palabras, que estaba ahí. Una vez más repasé el relato, y, con una claridad que no se puede describir y que sería difícil de entender a menos que uno la hubiese experimentado, el Espíritu le habló a mi alma, diciendo: ¿Te diste cuenta de que todo lo que le pasó a Ammón te pasó a ti?
“Fue un sentimiento totalmente inesperado, de una magnitud impactante; fue una idea que nunca se me había ocurrido. Rápidamente volví a leer el relato, y sí, había habido muchas ocasiones en las que mi corazón se había sentido deprimido y en las que había pensado en regresar a casa. Yo también había viajado a un país extranjero a enseñarles el Evangelio a los lamanitas. Había ido entre ellos, sufrido dificultades, dormido en el suelo, aguantado el frío, estado sin comer. Yo también había ido de casa en casa, tocando puertas por meses sin que nadie nos dejara pasar, confiando en las misericordias de Dios.
“En otras ocasiones habíamos entrado en las casas y hablado con las personas. Les habíamos enseñado en sus calles y en sus cerros, y hasta habíamos predicado en otras iglesias. Recordé la ocasión en que me habían escupido, y también recordé la vez que, siendo un joven líder de distrito asignado por el presidente de misión para llevar por primera vez el Evangelio a un pueblo nuevo, entré junto con tres misioneros a la plaza principal de una ciudad donde nunca habían estado los misioneros. Fuimos al parque, entonamos un himno y se reunió un grupo de gente.
“Entonces me tocó a mí la suerte, como líder de distrito, de predicar. Me paré en una banca de piedra y les hablé a las personas. Les conté la historia de la restauración del Evangelio, del joven José que entró en la arboleda y de que se le aparecieron el Padre y el Hijo. Recuerdo bien que en las sombras del atardecer había un grupo de muchachos adolescentes que nos tiraban piedras. Me acuerdo de que me preocupaba que me fuera a golpear o lastimar alguna de esas personas que no querían escuchar el mensaje.
“Recordé haber estado preso mientras las autoridades de la policía decidían si tenía el derecho legal de ser misionero en cierto país. No pasé tanto tiempo encarcelado como para compararme con Ammón, pero todavía recuerdo lo que sentí cuando se cerró la puerta y me encontraba lejos de casa, solo, pudiendo confiar únicamente en las misericordias del Señor para quedar en libertad. Recordé que había sufrido aquellas cosas con la esperanza de que ‘pudiéramos ser el medio de salvar a algunos’ (Alma 26:30).
“Y entonces, aquel día mientras leía, el Espíritu me volvió a testificar, y las palabras me acompañan hasta el día de hoy: Sólo un misionero podría haber escrito este relato. José Smith nunca pudo haber sabido lo que era ser un misionero entre los lamanitas, ya que él no conocía a nadie que hubiese hecho algo así antes” (“Ammon: Reflections on Faith and Testimony”, en Heroes from the Book of Mormon, 1995, págs. 124–125).
Alma 27:21–24. Perdonar a nuestros enemigos
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Alma anteriormente había hecho un llamado a los habitantes de Zarahemla para que efectuaran un cambio en sus corazones (véase Alma 5:6, 12–14, 26). También declaró que el Señor “invita a todos los hombres” (Alma 5:33), lo cual se asemeja a una invitación parecida que hizo el Señor por medio de Nefi, según la cual Dios “a nadie de los que a él vienen desecha, sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o mujeres… todos son iguales ante Dios” (2 Nefi 26:33). Los habitantes de Zarahemla se aferraron al mensaje de Alma, y cuando se les hizo necesario perdonar a sus enemigos, le ofrecieron tierra y protección al pueblo de Ammón.
El presidente Howard W. Hunter (1907–1995) nos instó a cada uno igualmente a perdonar a nuestros enemigos:
“Consideren, por ejemplo, esta enseñanza de Cristo a Sus discípulos, quien dijo: ‘…Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen’ (Mateo 5:44).
“Piensen en lo que esta amonestación, por sí sola, podría lograr en el vecindario de ustedes y en el mío, en las comunidades en las que viven ustedes y sus hijos, y en los países que componen nuestra gran familia mundial. Me doy cuenta de que esta doctrina plantea un reto significativo, pero sin duda es mucho más agradable que las horribles tareas que nos imponen la guerra y la pobreza y el sufrimiento que el mundo continúa enfrentando…
“Todos tenemos oportunidades importantes de poner en práctica el cristianismo, y debemos aplicarlo cada vez que se presente la ocasión. Por ejemplo, todos podemos ser más prestos a perdonar” (véase Liahona, enero de 1993, pág. 20).
Alma 28:1–12. La esperanza sigue a la muerte de los justos
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El élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, compartió la siguiente experiencia que tuvo con un recto poseedor del sacerdocio que estaba muriendo a causa de una enfermedad terminal:
“Mi amigo llegó a aceptar la frase ‘Hágase Tu voluntad’ al enfrentar sus propias penosas pruebas y tribulaciones. Siendo un miembro fiel de la Iglesia, se le presentaban en ese momento serios interrogantes. Particularmente conmovedoras fueron sus preguntas: ‘¿He hecho todo lo que debía para perseverar fielmente hasta el fin? ¿Cómo será la muerte? ¿Estará mi familia preparada para permanecer fiel y ser autosuficiente cuando yo ya no esté?’.
“Tuvimos la oportunidad de analizar esas tres preguntas, que tienen una respuesta clara en la doctrina que nos enseñó el Salvador. Hablamos de la forma en que había vivido esforzándose por ser fiel, por hacer lo que Dios le pidiera, por ser honrado en sus tratos con los demás y por atender y amar a su familia. ¿No es eso lo que quiere decir perseverar hasta el fin? Hablamos de lo que pasa inmediatamente después de la muerte, de lo que Dios nos ha enseñado sobre el mundo de los espíritus, que es un paraíso, un lugar de felicidad para los que han llevado una vida recta. No es nada que debamos temer.
“Después de la conversación, llamó a su esposa y a la familia —hijos y nietos— para que se reunieran a fin de enseñarles nuevamente la doctrina de la Expiación de que todos resucitaremos. Todos comprendieron que, tal como el Señor ha dicho, aunque haya dolor por la separación temporal, no hay pesar para los que mueran en el Señor (véanse Apocalipsis 14:13; D. y C. 42:46). En la bendición que recibió, se le prometió consuelo y la seguridad de que todo saldría bien, que no tendría dolor, y que dispondría de un poco más de tiempo con el fin de preparar a su familia para su ausencia, e incluso que sabría cuándo le llegaría el momento de partir. La familia me contó que la noche antes de morir, él les dijo que al otro día se iría; a la tarde siguiente falleció en paz, con sus seres queridos junto a él. Esos son el solaz y el consuelo que recibimos cuando comprendemos el plan del Evangelio y sabemos que las familias son eternas.
“Comparemos esos acontecimientos con algo que me ocurrió cuando era un joven de poco más de veinte años. Mientras prestaba servicio en la Fuerza Aérea, uno de los pilotos de mi escuadrón se estrelló en una misión de capacitación y murió. Recibí órdenes de acompañar al cuerpo de mi camarada caído en su último viaje para ser sepultado en Brooklyn. Tuve el honor de estar junto a su familia durante el velorio y el funeral y de representar al gobierno en la entrega de la bandera a la desolada viuda, junto a la sepultura. El servicio fúnebre fue tétrico y deprimente; no se hizo mención de su bondad ni de sus logros; nunca se pronunció su nombre. Al finalizar los servicios, la viuda se dirigió a mí y me preguntó: ‘Bob, ¿qué le pasará realmente a Don?’.
“Entonces pude hablarle de la sublime doctrina de la Resurrección, y de la realidad de que, si se bautizaban y se sellaban en el templo por esta vida y toda la eternidad, podrían estar juntos eternamente. El clérigo que estaba a su lado dijo: ‘Ésa es la doctrina más hermosa que he oído en mi vida’” (véase Liahona, enero de 1997, pág. 74).
Alma 29:4–5. Dios concede a los hombres según lo que deseen
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El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que nuestros deseos afectan nuestro desarrollo personal y a la larga determinan las bendiciones eternas que recibiremos:
“Los deseos… son verdaderas causas determinantes, aun cuando con triste candor no queramos realmente pagar sus consecuencias…
“En consecuencia, lo que persistimos en desear es lo que, con el tiempo, llegaremos a ser y lo que recibiremos en la eternidad…
“Por consiguiente, los deseos justos tienen que ser incesantes, ya que, como dijo el presidente Brigham Young: ‘Los hombres y mujeres que deseen tener un lugar en el reino celestial descubrirán que es necesario batallar diariamente’ (en Journal of Discourses, tomo XI, pág. 14). Por lo tanto, el verdadero soldado de Cristo es mucho más que un guerrero de fin de semana…
“…Recuerden, hermanos y hermanas, que son nuestros propios deseos los que determinan las dimensiones y el atractivo de las diversas tentaciones. Nosotros controlamos el termostato de la tentación.
“Así que, disciplinar y cultivar nuestros deseos requiere el entendimiento de las verdades del Evangelio; sin embargo, se exige mucho más que eso. El presidente Brigham Young lo confirmó al decir: ‘Es evidente que muchos que entienden la verdad no se rigen por ella; en consecuencia, no importa cuán real y hermosa sea la verdad, debemos considerar las pasiones del pueblo y conformarlas con la ley de Dios’ (en Journal of Discourses, tomo VII, pág. 55).
“…Por eso, el presidente Joseph F. Smith declaró: ‘La educación de nuestros deseos es de importancia trascendental [para] nuestra felicidad en la vida’ (Doctrina del Evangelio, 1978, pág. 291). Dicha educación puede conducirnos a la santificación hasta que, como dijo el presidente Brigham Young, ‘los deseos sagrados pro[duzcan] las correspondientes obras’ (en Journal of Discourses, tomo VI, pág. 170). ¡Solamente si los educamos y capacitamos, nuestros deseos llegarán a ser nuestros aliados en vez de nuestros enemigos!” (véase Liahona, enero de 1997, págs. 21–23).
Para meditar
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¿De qué forma puede el ejemplo de los anti-nefi-lehitas darle más fortaleza a su propia conversión?
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Así como los anti-nefi-lehitas enterraron sus armas como convenio con Dios (véase Alma 24:17–18), ¿qué hace usted de forma regular para demostrarle al Señor que también está plenamente convertido?
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¿En qué forma pueden sus esfuerzos misionales entre los nefitas (véase Alma 4–15) haber preparado a Alma para recibir a los lamanitas convertidos, a quienes los hijos de Mosíah habían enseñado?
Tareas sugeridas
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Así como los lamanitas enterraron sus armas a fin de no volver a usarlas jamás, nosotros tenemos que despojarnos de los pecados o las debilidades que nos impidan ir a Dios. Determine cuál es uno de los pecados o debilidades de su propia vida que le gustaría eliminar, y establezca y ponga en acción un plan para vencerlo.
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Lea Alma 26 y 28 buscando las explicaciones que Ammón y Alma dieron de su gozo. Enumérelas y seleccione una o dos para convertirlas en parte más íntegra de su vida.