Capítulo 45
3 Nefi 23–26
Introducción
Durante el segundo día de Su ministerio de tres días, el Salvador respaldó y expuso las profecías de Isaías y Malaquías. Señaló que el alcance de las profecías de Isaías abarca “todas las cosas concernientes a mi pueblo que es de la casa de Israel” (3 Nefi 23:2). Jesucristo personalmente examinó los anales de las Escrituras para confirmar su exactitud, e hizo que se incluyeran en éstos el cumplimiento de la profecía de Samuel acerca de la Resurrección y las palabras de Malaquías (véase 3 Nefi 24:1; 26:1–2). Estas palabras de Malaquías declaran las bendiciones de la ley del diezmo y la función que desempeñaría Elías el profeta durante los últimos días en preparación para la Segunda Venida.
El Señor mandó que cada uno de nosotros escudriñe las Escrituras y los profetas (véase 3 Nefi 23:5). El Salvador declaró que es prudente que “estas Escrituras… se dieran a las generaciones futuras” (3 Nefi 26:2). Todo Santo de los Últimos Días tiene el deber de escudriñar las Escrituras con diligencia. Considere lo que significa escudriñar diligentemente las Escrituras y los profetas, en lugar de sencillamente leer.
Comentario
3 Nefi 23:1. “Grandes son las palabras de Isaías”
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El Salvador enseñó que el alcance de las profecías de Isaías incluía “todas las cosas concernientes a mi pueblo” (3 Nefi 23:2), una sobresaliente cantidad de los asuntos de Dios. El Salvador respaldó las profecías de Isaías al decir: “…grandes son las palabras de Isaías” (3 Nefi 23:1). El capítulo 22 de 3 Nefi es el último de los más de veinte capítulos de Isaías que se citan en el Libro de Mormón. Fíjese en que el Salvador en particular mandó a Sus oyentes a escudriñar los escritos del profeta Isaías (véase 3 Nefi 23:1). No es de sorprender el que se cite tanto a Isaías en el Libro de Mormón y en otras Escrituras.
El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, hizo hincapié en la función única e importante de las profecías de Isaías y en por qué el Señor preservó sus palabras:
“Isaías es el profeta que más se cita en el Nuevo Testamento. El Señor mismo citó a Isaías siete veces, y los apóstoles lo citaron otras cuarenta veces. Además, hay noventa citas parciales o paráfrasis de las palabras de Isaías.
“Isaías es el profeta que más se cita en Doctrina y Convenios. Las sesenta y seis citas sacadas de treinta y un capítulos de Isaías dan fe de la importancia singular de este gran profeta.
“Todo esto confirma que el Señor tenía un propósito al preservar las palabras de Isaías” (Let Not Your Heart Be Troubled, 1991, pág. 280).
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Nota: Para obtener información general adicional sobre Isaías y sugerencias sobre cómo estudiar y comprender sus escritos, véanse los comentarios de 1 Nefi 20–21 (página 44) y de 2 Nefi 12–16 (página 76).
3 Nefi 23:1–5. Escudriñar las Escrituras
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El Señor manda a Sus santos escudriñar las Escrituras, en lugar de meramente leerlas. Cuando las personas escudriñan las Escrituras, las examinan con detenimiento en un esfuerzo por descubrir algo, o las exploran exhaustivamente mediante una búsqueda e indagación serias. Escudriñar las Escrituras también indica que meditemos (véanse Josué 1:8; 2 Nefi 4:15), que estudiemos (véase 2 Timoteo 3:15; D. y C. 26:1) y que escuchemos y obedezcamos (véase 1 Nefi 15:25). Además de escudriñar las Escrituras, el Salvador nos mandó hacer lo mismo con las palabras de los profetas (véase 3 Nefi 23:5).
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El profeta José Smith (1805–1844) alentó a los santos a escudriñar las Escrituras a fin de recibir un testimonio independiente de la verdad y de obtener instrucciones directas de Dios: “Escudriñen las Escrituras; escudriñen las revelaciones que publicamos, y pidan al Padre Celestial, en el nombre de Su Hijo Jesucristo, que les manifieste la verdad; y si lo hacen con la mira puesta únicamente en la gloria de Él, sin dudar en nada, Él les responderá por el poder de Su Santo Espíritu. Entonces podrán saber por ustedes mismos y no por otra persona. No tendrán entonces que depender del hombre para saber de Dios, ni habrá lugar para la especulación. No; porque cuando los hombres reciben su instrucción de Aquél que los hizo, saben cómo los salvará. Entonces volvemos a decir: Escudriñen las Escrituras, escudriñen a los profetas, y aprendan qué porción de ello les pertenece” (History of the Church, tomo I, pág. 282).
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Aunque al principio escudriñar las Escrituras puede ser difícil, el presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) prometió que quienes las estudien con seriedad serán iluminados, y sus espíritus se elevarán: “Estoy agradecido por el hincapié que se ha hecho en la lectura de las Escrituras; espero que esto se convierta en algo mucho más agradable que un deber, o sea, que se convierta en un verdadero amor por la palabra de Dios. Les prometo que, a medida que las lean, su mente se iluminará y su espíritu se elevará. Al principio, quizás les parezca un tanto tedioso, pero eso cambiará y se transformará en una experiencia maravillosa con pensamientos de naturaleza divina” (véase “La luz interior”, Liahona, julio de 1995, pág. 114).
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El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, dijo que si nos apuramos demasiado al leer las Escrituras, no permitimos que el Espíritu Santo nos enseñe:
“El Espíritu Santo dirigirá lo que digamos si estudiamos las Escrituras y las meditamos a diario. Las palabras de las Escrituras invitan al Espíritu Santo… Por medio del estudio de las Escrituras podemos contar con esa bendición…
“No sólo atesoramos la palabra de Dios por medio de la lectura de las palabras que se encuentran en las Escrituras, sino también al estudiarlas. Quizás nos nutramos más al meditar unas pocas palabras, permitiendo que el Espíritu Santo las convierta en tesoros para nosotros, que al leer en forma rápida y superficial capítulos enteros de las Escrituras” (véase Liahona, enero de 1998, pág. 99).
3 Nefi 23:6–13. La importancia de que lo registrado en las Escrituras sea exacto
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El que lo registrado en las Escrituras sea exacto y completo es vital, por motivo de que dependemos de ello para obtener el entendimiento de Dios y Su plan para nosotros. Los versículos 6–13 de 3 Nefi 23 contienen el cumplimiento de las promesas de Samuel el lamanita acerca de la Resurrección, que hasta entonces había faltado y que el Salvador pidió que fuese incluido en el registro.
3 Nefi 24:1. “Las palabras que el Padre había dado a Malaquías”
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El Salvador recalcó la importancia de las profecías de Malaquías, y citó una parte de sus palabras al pueblo de América por mandato del Padre (véase 3 Nefi 24:1). ¿Quién era el profeta Malaquías? Era un profeta del Antiguo Testamento que escribió y profetizó aproximadamente en 430 a.C. Malaquías significa “mi mensajero”, y la primera parte de su profecía “está dirigida a los poseedores del sacerdocio y les reprocha su negligencia en el servicio a Dios. La segunda parte (2:10–4:6) está dirigida al pueblo y denuncia el matrimonio fuera del convenio, los divorcios de las esposas dentro del convenio y la negligencia en el pago de los diezmos… A los fieles se les insta a seguir siéndolo, con la seguridad de que el Señor está al tanto de ellos, y los desobedientes fracasarán en el día de la venida del Señor” (Bible Dictionary, “Malachi”, pág. 728). La parte final del mensaje de Malaquías declara las bendiciones que llegan a raíz de obedecer la ley del diezmo, así como la función especial que desempeñaría Elías el profeta durante los últimos días en la preparación de la Segunda Venida (véase 3 Nefi 24–25).
3 Nefi 24:1. El Señor “repentinamente vendrá a su templo”
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El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que una “razón para leer en reiteradas ocasiones las Escrituras es que muchas de las profecías y los pasajes doctrinales de las Escrituras tienen varios significados” y “varios cumplimientos” (“Scripture Reading and Revelation”, Ensign, enero de 1995, pág. 8). Tal es el caso de la frase “repentinamente vendrá a su templo el Señor” (3 Nefi 24:1). Se cumplió en parte cuando el Señor apareció en el Templo de Kirtland el 3 de abril de 1836, al principio de esta dispensación (véase D. y C. 110:1–10); se cumple en parte cada vez que el Salvador va a alguno de Sus templos, y también se cumplirá como parte de la Segunda Venida cuando se limpie la tierra de toda iniquidad y se convierta en una morada celestial (véase D. y C. 88:25). Por lo tanto, a la tierra correctamente se le llamará un templo del Señor.
3 Nefi 24:2. Fuego purificador y jabón de lavadores
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Malaquías se valió de un simbolismo poderoso cuando describió la venida del Mesías “como fuego purificador y como jabón de lavadores” (3 Nefi 24:2). El fuego purificador sirve para “separa[r] los metales preciosos de “…la escoria con la que normalmente se encuentran mezclados en…” la naturaleza. Parte del proceso consiste en aplicar un calor intenso a fin de hacer que la masa adopte un estado líquido, y de ahí la frase ‘fuego purificador’” (Bible Dictionary, “Refiner”, pág. 760).
El Salvador es como un fuego purificador. El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó: “Su misión es limpiar, purificar y refinar el alma humana para que pueda regresar al reino del Padre en pureza, libre de escoria. (3 Ne. 27:19–21.) Su poder para limpiar ‘es como fuego purificador… Y se sentará para refinar y purificar la plata’ en ese día grande en que venga a juzgar al mundo (Mal. 3:2–3; 3 Ne. 24:2–3; D. y C. 128:24)” (Mormon Doctrine, segunda edición, 1966, pág. 624).
El lavador “tenía la función de limpiar la vestimenta y blanquearla” mediante el uso del jabón (Bible Dictionary, “Fullers”, pág. 676). La expiación de Jesucristo actúa como “jabón de lavadores” para limpiarnos de nuestros pecados y prepararnos para presentarnos puros y sin mancha ante el tribunal.
3 Nefi 24:5. Los que oprimen a la viuda y al huérfano
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Dios nos tiene por responsables de nuestra negligencia en cuanto a las viudas y los huérfanos. El presidente Thomas S. Monson expresó lo importante que son las viudas para el Señor y nuestro deber de ministrarles:
“Parece que la palabra viuda tenía un significado muy importante para nuestro Señor, pues amonestó a Sus discípulos a que se cuidaran del ejemplo de los escribas, que fingían rectitud con sus túnicas largas y sus oraciones interminables, pero que devoraban las casas de las viudas [véase Lucas 20:46–47]…
“Y al profeta José Smith le dijo: ‘…se mantendrá el almacén por medio de las consagraciones de la iglesia; y se proveerá lo necesario a las viudas y a los huérfanos, como también a los pobres’ [D. y C. 83:6]…
“Quizás exista una verdadera necesidad de alimentos, de ropa e incluso de alojamiento. Estas cosas se pueden conseguir; pero casi siempre queda [una viuda necesitada]…
“Recordemos que después de marchitarse las flores del funeral, los buenos deseos de las amistades se vuelven recuerdos, las oraciones y las palabras que una vez se ofrecieron se van borrando de la mente, y los dolientes muchas veces se quedan solos. Ya no se oye la risa de niños, el alboroto de los adolescentes ni se disfruta de la tierna y amorosa preocupación del compañero que se ha ido. El tic tac del reloj se hace cada vez más fuerte, el tiempo pasa con más lentitud y de hecho, las cuatro paredes en una prisión se convierten” (véase Liahona, enero de 1995, pág. 80).
3 Nefi 24:8–12. Diezmos y ofrendas
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Los que viven la ley del diezmo demuestran que tienen fe en Dios. La obediencia a esta ley conlleva las bendiciones pronunciadas en 3 Nefi 24:10–12. El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, compartió cinco razones por las cuales todo miembro de la Iglesia, en la circunstancia que sea, debe obedecer la ley del diezmo:
“Quisiera sugerir cinco razones por las cuales todos nosotros, ricos o pobres, miembros de hace mucho tiempo o nuevos conversos, debemos pagar fielmente nuestros diezmos y ofrendas.
“Primero, háganlo por el bien de sus hijos… Enséñenles a sus hijos que muchas de las bendiciones de la Iglesia están disponibles porque ustedes y ellos pagan sus diezmos y ofrendas a la Iglesia…
“Segundo, paguen el diezmo para reclamar con todo derecho las bendiciones prometidas a aquellos que lo pagan…
“Tercero, paguen el diezmo como una declaración de que las posesiones materiales y la acumulación de riquezas mundanas no son las metas más importantes de su existencia…
“Cuarto, paguen su diezmo y ofrendas por honestidad e integridad, porque pertenecen a Dios…
“Esto nos conduce a una quinta… razón por la que debemos pagar el diezmo y las ofrendas. Debemos pagarlos como una expresión personal de amor hacia nuestro generoso Padre Celestial. Por Su gracia, Dios ha dado pan al hambriento y ha vestido al pobre. En diferentes épocas de nuestra vida, eso nos incluye a todos, ya sea en un sentido temporal o espiritual” (véase Liahona, enero de 2002, págs. 37–39).
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El presidente Harold B. Lee (1899–1973) describió una de las bendiciones que podemos recibir cuando pagamos los diezmos: “El cumplimiento de la promesa que sigue a la obediencia de este principio es que se abran las ventanas de los cielos y se derramarán bendiciones hasta que difícilmente podamos contenerlas. El hecho de que se abrirán las ventanas de los cielos, claro está, se refiere a la revelación de Dios a quien esté dispuesto a hacer este sacrificio” (The Teachings of Harold B. Lee, ed. por Clyde J. Williams, 1996, pág. 206).
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El presidente Heber J. Grant (1856–1945) dio testimonio de que Dios bendice con mayor sabiduría a quienes obedecen la ley del diezmo: “Doy testimonio —y sé que este testimonio que doy es verdadero— de que a los hombres y a las mujeres que hayan sido totalmente honrados con Dios, que hayan pagado su diezmo… Dios les ha dado sabiduría por la cual han podido utilizar los restantes nueve décimos, y éstos han sido de mayor valor para ellos, y han logrado más con ellos que lo que hubieran logrado si no hubiesen sido honrados con el Señor” (en Conference Report, abril de 1912, pág. 30).
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El élder Dallin H. Oaks habló sobre lo que expresan algunas personas cuando tienen que decidir si serán o no obedientes al mandamiento de pagar los diezmos:
“Algunos dicen: ‘Mis medios no me permiten pagar el diezmo’. Los que depositan su fe en las promesas del Señor dicen: ‘No puedo darme el lujo de no pagar el diezmo’.
“Hace un tiempo, estaba discursando en una reunión de líderes en un país fuera de Norteamérica. Mientras hablaba del diezmo, me encontré diciendo algo que no había tenido la intención de decir. Les dije que el Señor estaba apesadumbrado porque sólo una pequeña fracción de los miembros de sus países confiaban en las promesas del Señor y pagaban un diezmo íntegro. Les advertí que el Señor retendría bendiciones materiales y espirituales si Sus hijos del convenio no guardaban este mandamiento fundamental.
“Espero que esos líderes hayan enseñado esos principios a los miembros de las estacas y de los distritos de sus países. La ley del diezmo y la promesa de bendiciones a los que la cumplen se aplica al pueblo del Señor en todas las naciones. Espero que nuestros miembros se hagan merecedores de las bendiciones del Señor al pagar un diezmo íntegro” (véase Liahona, julio de 1994, pág. 34).
3 Nefi 24:16–18. “Yo integr[o] mis joyas”
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¿Cómo llegamos a ser una de las joyas del Señor? Una joya es una piedra preciosa estimada por su valor intrínseco y extrínseco en el mercado. Malaquías y otros profetas utilizaron la imagen de las joyas para referirse simbólicamente a las personas que “temían al Señor”, es decir, las que le muestran respeto, guardan Sus mandamientos y tienen sus nombres grabados en “un libro de memorias” (3 Nefi 24:16–18; véanse también D. y C. 60:4; 101:3; Éxodo 28:15–21). Así que para llegar a ser una de las joyas del Señor, usted debe guardar con fidelidad los mandamientos pertinentes a toda ordenanza, sin importar la presión del mundo. Al hacerlo, usted demuestra que ama al Señor, y su nombre se escribirá en el libro de memorias.
3 Nefi 25:1. “Ni raíz ni rama”
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¿Qué quiere decir que los “soberbios… y todos los que obran inicuamente” arderán y quedarán sin raíz y sin rama? (3 Nefi 25:1). Esta frase hace referencia al tema de 3 Nefi 25. Considere que sus raíces son sus padres o antepasados y que sus ramas son sus hijos o su posteridad. Para que se nos una a nuestras raíces y ramas, tenemos que hacer ordenanzas en el templo. El Señor dijo que enviaría a Elías el profeta antes de la Segunda Venida para restaurar las llaves del sacerdocio que permitirían que las familias estuvieran completas, tanto las raíces como las ramas. El poder de sellar se restauró en 1836, y brinda la forma de enlazar eternamente a las familias (véase D. y C. 110:14–16; 128:18). No obstante, los soberbios y los inicuos arderán y no tendrán raíz (antepasados) ni rama (posteridad), lo cual los apartará de sus familias y de las bendiciones del sellamiento.
El élder Jeffrey R. Holland habló sobre esta idea: “Elías el profeta restauró los poderes de sellar mediante los cuales las ordenanzas que fuesen selladas en la tierra lo serían también en el cielo… Sin ese eslabón no podrían existir lazos familiares en las eternidades, y de hecho la familia del hombre quedaría en la eternidad sin ‘raíz [antepasados] ni rama [descendientes]’” (Christ and the New Covenant, 1997, págs. 297–298).
3 Nefi 25:2. “Terneros en el establo”
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Para consultar una explicación de la frase “terneros en el establo”, véase el comentario de 1 Nefi 22:24 (página 48).
3 Nefi 25:5–6. Elías el profeta volverá corazones
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Durante su primera visita la noche del 21 de septiembre de 1823, el ángel Moroni citó la profecía de Malaquías 4:5–6 al profeta José Smith “variando un poco de la forma en que se halla en nuestra Biblia” (José Smith—Historia 1:36–39; véase también D. y C. 2). Esta profecía se cumplió el 3 de abril de 1836, en el Templo de Kirtland, cuando Elías el profeta se apareció y restauró las llaves del sacerdocio a José Smith y a Oliver Cowdery (véase D. y C. 110:13–16). A partir de esa primera visita hasta el final de su ministerio, el profeta José Smith mencionó constantemente la profecía de Malaquías y la misión de Elías el profeta.
Además de la explicación profética que dio en Doctrina y Convenios 128:17–18, el profeta José Smith enseñó: “Elías fue el último profeta que tuvo las llaves del sacerdocio, y será el que, antes de la última dispensación, restaure la autoridad y entregue las llaves del sacerdocio, a fin de que todas las ordenanzas se efectúen en justicia. Es cierto que el Salvador tenía la autoridad y la potestad para otorgar esta bendición, pero los hijos de Leví tenían demasiados prejuicios. Y ‘os envío a Elías el profeta antes que venga el día de Jehová, grande y terrible’, etc. ¿Por qué mandar a Elías el profeta? Porque él posee las llaves de la autoridad para administrar todas las ordenanzas del sacerdocio, y a menos que se dé la autoridad, las ordenanzas no se podrán administrar en rectitud” (History of the Church, tomo IV, pág. 211).
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El profeta José Smith asimismo explicó lo que significa la palabra volver y su aplicación en nuestras vidas:
“La palabra volver que se lee aquí [en Malaquías 4:5–6] debería traducirse como ligar o sellar. Pero ¿cuál es el objeto de esa importante misión? ¿O cómo se va a cumplir? Las llaves habrán de entregarse, el espíritu de Elías habrá de venir, el Evangelio habrá de establecerse, los santos de Dios habrán de ser congregados, Sión habrá de ser edificada y los santos habrán de subir como salvadores al monte de Sión.
“Pero ¿cómo van a llegar a ser salvadores en el monte de Sión? Edificando sus templos, construyendo sus pilas bautismales y yendo a recibir todas las ordenanzas, bautismos, confirmaciones, lavamientos, unciones, ordenaciones y poderes selladores sobre su cabeza en bien de todos sus antepasados que hayan muerto, y redimiéndolos para que puedan salir en la primera resurrección y ser exaltados con ellos a tronos de gloria; y en esto consiste la cadena que une el corazón de los padres a los hijos, y el de los hijos a los padres, lo cual cumple la misión de Elías el Profeta” (History of the Church, tomo VI, pág. 184).
3 Nefi 26:2. “Estas Escrituras que no habíais tenido con vosotros”
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Jesucristo recalcó la importancia de la exactitud de los registros de las Escrituras. Además de hacer agregar el cumplimiento de las profecías de Samuel el lamanita a los anales de las Escrituras (véase 3 Nefi 23:7–13), el Salvador cumplió el mandato del Padre de darle a la gente de América “Escrituras que no habíais tenido con vosotros” (3 Nefi 26:2). Citó los escritos de Malaquías, un profeta del Antiguo Testamento que vivió casi doscientos años después de que Lehi abandonara Jerusalén. Los escritos de Malaquías no habrían formado parte de las planchas de bronce precisamente porque él vivió doscientos años después de que Lehi saliera de Jerusalén.
3 Nefi 26:6–12. Si creen, les serán manifestadas cosas mayores
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El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) enseñó que antes de obtener manifestaciones mayores o Escrituras adicionales, debemos leer y creer lo que ya se ha revelado: “A través de los años muchas personas me han preguntado: ‘¿Cuándo piensa usted que vayamos a recibir el resto de los registros del Libro de Mormón?’. Y yo les he dicho: ‘¿A cuántas personas de la congregación les gustaría leer la porción sellada de las planchas?’. Casi siempre el cien por ciento de las personas responde en forma positiva. Después pregunto a la misma congregación: ‘¿Cuántos de ustedes han leído la parte que se nos ha facilitado?’. Y hay muchos que no han leído el Libro de Mormón, la parte que no está sellada. A menudo buscamos lo espectacular, lo que no se puede obtener. He encontrado a muchas personas que desean vivir las leyes mayores, pero no viven las menores” (The Teachings of Spencer W. Kimball, ed. por Edward L. Kimball, 1982, págs. 531–532).
3 Nefi 26:19. “Enseñaron y se ministraron el uno al otro”
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Tal es el patrón de la Iglesia del Señor en toda dispensación: los integrantes de Su pueblo del convenio se enseñan unos a otros la doctrina del reino y se ministran unos a otros en la hermandad de los lazos del Evangelio, ya que el pueblo del Señor forma una gran familia.
Para meditar
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¿Cuánto tiempo y esfuerzo dedica usted cada semana a leer las Escrituras de los libros canónicos? ¿Cuánto de ese tiempo y esfuerzo cree que se puede considerar “escudriñar”?
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¿De qué forma se ha vuelto su corazón hacia sus padres? ¿Qué más puede hacer para ayudar en historia familiar y la obra del templo?
Tareas sugeridas
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Diseñe un plan que le permita regularmente escudriñar las Escrituras y los discursos de conferencia más recientes de los profetas actuales.
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Enumere cuáles de las bendiciones que se mencionan en 3 Nefi 24:8–12 usted ha visto cumplirse en su propia vida o en la de los demás como resultado de vivir la ley del diezmo. Escriba un breve párrafo en el que explique el propósito de obedecer con fidelidad dicha ley y las bendiciones que provienen de hacerlo. Comparta sus observaciones con alguien.
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Junte y organice los nombres de algunos de sus antepasados para enviarlos al templo, y haga los arreglos pertinentes para que se efectúen las ordenanzas del templo por ellos. De ser posible, participe en la obra del templo.