Capítulo 3
1 Nefi 6–11
Introducción
Nefi escribió para persuadir a los hombres a venir a Cristo (véase 1 Nefi 6:3–4). Al estudiar 1 Nefi 6–11, procure entender de qué manera los escritos de Nefi cumplen ese propósito. En especial, preste atención a cómo la visión del árbol de la vida testifica del amor de Dios y de la misión del Salvador. Nefi recibió esta visión como consecuencia de sus deseos justos y su disposición a ser obediente. En la medida en que, tal como Nefi, procure que sus deseos y acciones estén de acuerdo con la voluntad del Señor, usted también podrá recibir revelación personal “por el poder del Espíritu Santo” (1 Nefi 10:19).
Comentario
1 Nefi 6:4. “Toda mi intención”
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Lo que motivó a Nefi a escribir fue llevar a las personas a Jesucristo para que pudieran ser salvas. El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) explicó cómo el Libro de Mormón cumple ese importante propósito: “El Libro de Mormón lleva a los hombres a Cristo… Habla con sencillez de Cristo y Su evangelio. Da testimonio de Su divinidad, de la necesidad de que [haya] un Redentor y de la urgencia de depositar nuestra confianza en Él. Da testimonio de la Caída y de la Expiación y de los primeros principios del Evangelio, e incluso de [nuestro deber] de tener un corazón quebrantado y un espíritu contrito, así como de [renacer espiritualmente]. Proclama que [debemos] perseverar hasta el fin en rectitud y llevar la vida moral de un santo” (véase “El Libro de Mormón es la palabra de Dios”, Liahona, mayo de 1988, pág. 3).
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El presidente Benson explicó que la frase “el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” se refiere al Salvador: “Debemos tener presente quién era Jesús antes de nacer. Fue el Creador de todas las cosas, el gran Jehová, el Cordero inmolado antes de la fundación del mundo, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Fue y es el Santo de Israel” (“Five Marks of the Divinity of Jesus Christ”, Ensign, diciembre de 2001, pág. 10).
1 Nefi 7:1. “Para levantar posteridad para el Señor”
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Los hijos e hijas de Lehi e Ismael debían casarse y criar hijos “para el Señor en la tierra de promisión” (1 Nefi 7:1). Las familias rectas constituyen una parte esencial de los propósitos divinos del Señor. La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles proclamaron que “el matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios y que la familia es fundamental en el plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos…
“El primer mandamiento que Dios les dio a Adán y a Eva se relacionaba con el potencial de que, como esposo y esposa, tenían de ser padres. Declaramos que el mandamiento de Dios para Sus hijos de multiplicarse y henchir la tierra permanece en vigor” (véase “La familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 2004, pág. 49).
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El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, dio testimonio de que el gozo proviene de seguir el modelo divino de paternidad:
“Nuestro destino [se ha establecido de tal manera] que el hombre sólo puede encontrar realización completa y alcanzar el propósito divino de su creación junto a una mujer con quien se haya casado legal y legítimamente. La unión del hombre y la mujer procrea bebés concebidos para cruzar ese frágil camino a la vida terrenal.
“Este divino patrón se planeó y el Evangelio se diseñó desde ‘antes que el mundo fuese’ (D. y C. 49:17). El plan contempla que vengamos al mundo en un cuerpo mortal. Es el ‘gran plan de felicidad’ (Alma 42:8). No fuimos nosotros quienes lo diseñamos. Si seguimos este patrón, obtendremos la felicidad y el gozo” (véase Hijos de Dios, BYU Women’s Conference, 5 de mayo de 2006, págs. 5–6).
1 Nefi 7:2. Ismael es de Efraín
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Al Libro de Mormón a veces se le llama “el palo de José” (Ezequiel 37:19) o el “palo de Efraín” (D. y C. 27:5). Lehi era descendiente de Manasés (véase Alma 10:3) e Ismael, de Efraín. Las profecías de Jacob (véase Génesis 48:16; 49:22) se cumplieron al venir Ismael (Efraín) al continente americano con Lehi (Manasés).
El élder Erastus Snow (1818–1888), del Quórum de los Doce Apóstoles, habló de la importancia del linaje de Ismael: “Quien haya leído el Libro de Mormón con detenimiento habrá aprendido que un resto de la casa de José moró en el continente americano y que Lehi supo, al buscar en los anales de sus padres escritos en las planchas de bronce, que él era del linaje de Manasés. El profeta José Smith nos informó que el registro de Lehi se encontraba en las ciento dieciséis páginas que fueron traducidas en primer lugar y que después fueron robadas, de las cuales tenemos un resumen en el primer Libro de Nefi, el cual es el registro personal de Nefi, que era del linaje de Manasés; pero que Ismael era del linaje de Efraín, y sus hijos pasaron a formar parte de la familia de Lehi por casamiento, y a su vez los hijos de Lehi se casaron con las hijas de Ismael, cumpliendo así las palabras pronunciadas por Jacob a Efraín y Manasés en el capítulo 48 de Génesis, que dice: ‘…y mi nombre sea llamado en ellos y el nombre de mis padres Abraham e Isaac; y multiplíquense en gran manera en medio de la tierra’. Es así que estos descendientes de Manasés y Efraín crecieron juntos en este continente americano” (en Daniel H. Ludlow, A Companion to Your Study of the Book of Mormon, 1976, pág. 199).
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Obsérvese el cuadro “El palo de Judá y el palo de Efraín” en el apéndice (página 432).
1 Nefi 7:14. Una de las consecuencias de rechazar a los profetas
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Nefi explicó que los judíos en la Jerusalén de sus días rechazaron a Dios; y, como resultado, el Espíritu del Señor ya no los acompañaría. Si el pueblo del Señor rechaza a Sus profetas, se retira a éstos de entre el pueblo y lo que sigue es tragedia (véanse 1 Nefi 3:17–18; Helamán 13:24–27). “Cuando el Espíritu cesa de luchar con el hombre, entonces viene una presta destrucción” (2 Nefi 26:11). Ése fue el caso en los días de Noé (véase Moisés 8:17), con los nefitas (véase Mormón 5:16) y con los jareditas (véase Éter 15:19). En los últimos días se han dado las mismas advertencias (véase D. y C. 1:33).
1 Nefi 7:15. “Si lo preferís”
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Lamán y aquellos en quienes él influyó no viajaron cautivos a la tierra de promisión. Nefi respondió al deseo de ellos de volver a Jerusalén declarando: “Si lo preferís, subid allá”, lo cual da a entender una doctrina fundamental (1 Nefi 7:15). Como dijo el presidente Thomas S. Monson: “Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de elegir. Quizás ustedes se pregunten: ‘¿Son las decisiones algo tan importante?’. Les afirmo que las decisiones determinan el destino; ustedes no pueden tomar decisiones eternas sin que tengan consecuencias eternas” (“Caminos hacia la perfección”, Liahona, mayo de 2002, pág. 112).
Nefi advirtió a sus hermanos, y a los que querían seguirlos, que perecerían si regresaban a Jerusalén. Cegados por la dureza de corazón y la desobediencia, aquellos que se rebelaron contra Lehi y Nefi no lograron percibir la veracidad de las profecías de Lehi en lo referente a la destrucción que sobrevendría a Jerusalén. Según la Biblia, poco después de la partida de la colonia de Lehi, los babilonios rodearon la ciudad, “no había pan para el pueblo de la tierra”, y éstos “abrieron una brecha en el muro de la ciudad” y esparcieron el ejército de Sedequías (véase 2 Reyes 25:1–7). Si Lamán y Lemuel hubieran regresado a Jerusalén habrían sufrido el cautiverio o la muerte. Gracias a que optaron por seguir a Lehi y Nefi, gozaron de fruta y miel en la tierra de Abundancia al prepararse para recibir una heredad en la tierra prometida (véase 1 Nefi 17:3–6).
1 Nefi 7:17–19. Librados de las ligaduras
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El élder Gene R. Cook, de los Setenta, indicó que al igual que Nefi podemos ser liberados de nuestras propias ligaduras mediante la oración de fe: “Fíjense en que ellos [Nefi, Alma y Amulek] no tenían fe en su propia fuerza; más bien confiaban en el Señor, y dependían de la fuerza de Él. Lo que nos librará de nuestras propias ligaduras es la fe en Cristo; el aumentar nuestra fe en Cristo hará que nuestras oraciones tengan más poder” (Receiving Answers to Our Prayers, 1996, pág. 18).
1 Nefi 8:4–35. La visión del árbol de la vida
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El cuadro que aparece a continuación resalta algunas de las cosas que Nefi aprendió en cuanto al sueño de su padre:
Símbolo del sueño de Lehi (1 Nefi 8)
Interpretación dada a Nefi (1 Nefi 11–12)
El árbol de fruto blanco (véanse los versículos 10–11)
El amor de Dios, el cual demostró al dar a Su Hijo para que fuese nuestro Salvador (véase 11:21–25; llamado “el árbol de la vida” en 15:22)
El río de aguas sucias (véase el versículo 13; 12:16)
Las profundidades del infierno en las que caen los inicuos (véase 12:16; llamadas “inmundicia” en 15:27)
La barra de hierro (véase el versículo 19)
La palabra de Dios, que lleva al árbol de la vida (véase 11:25)
El vapor de tinieblas (véase el versículo 23)
Las tentaciones del diablo, que ciegan a las personas de modo que no pueden encontrar el árbol (véase 12:17)
El edificio grande y espacioso erguido en el aire (véase el versículo 26)
El orgullo y las vanas ilusiones del mundo (véase 11:36; 12:18)
Las personas que emprenden la marcha por el sendero hacia el árbol, pero que se pierden en el vapor (véanse los versículos 21–23)
Nefi vio los siguientes tipos de personas en el sueño:
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Las multitudes que escucharon a Jesús pero “lo echaron de entre ellos” (11:28)
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Las personas que crucificaron a Jesús después de que Él sanó a los enfermos y echó fuera demonios (véase 11:31–33)
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Las multitudes reunidas en un edificio vasto y espacioso para combatir contra los Doce Apóstoles del Cordero (véase 11:34–36)
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Los nefitas y lamanitas congregados para la batalla y que fueron muertos en la guerra (véase 12:1–4, 13–15)
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Los nefitas que, a causa del orgullo, fueron destruidos por los lamanitas y degeneraron en la incredulidad (véase 12:19–23)
Las personas que llegan al árbol (y prueban el fruto) asiéndose a la barra, pero que se apartan cuando son objeto de mofa (véanse los versículos 24–25, 28)
Las personas que anhelan el edificio grande y espacioso más que el árbol (véanse los versículos 26–27, 31–33)
Las personas que se asieron a la barra y comieron del fruto; que hicieron caso omiso de quienes se burlaban y no se apartaron (véanse versículos 30, 33)
Los que participan del más grande de todos los dones de Dios: la vida eterna (véase 15:36)
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1 Nefi 8:10–12; 11:8–25. El árbol de la vida como símbolo de Jesucristo y Su expiación
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El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que el árbol de la vida representa al Salvador y Su expiación: “El Espíritu dejó bien en claro que el Árbol de la Vida y su preciado fruto son símbolos de la redención de Cristo” (Christ and the New Covenant: The Messianic Message of the Book of Mormon, 1997, pág. 160).
El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Quórum de los Doce Apóstoles, recalcó además que participar del amor de Dios quiere decir ser partícipe de las bendiciones de la Expiación. El árbol de la vida es un símbolo del amor de Dios y la expiación de Cristo: “El árbol de la vida… es el amor de Dios (véase 1 Nefi 11:25). El amor de Dios por Sus hijos se manifiesta más profundamente en Su don de Jesús como Redentor: ‘…de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito…’ (Juan 3:16). El participar del amor de Dios es participar de la expiación de Jesús y de las liberaciones y los gozos que ella brinda” (Liahona, enero de 2000, pág. 8).
1 Nefi 8:20. El “sendero estrecho y angosto”
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Jesucristo enseñó que Él es el único sendero, o “el camino”, que lleva al Padre (véase Juan 14:6). El élder Lowell M. Snow, de los Setenta, dio testimonio de la guía constante que ofrece el Salvador:
“La vida está llena de caminos y senderos que se cruzan. Existen tantos caminos que seguir y tantas voces que claman ‘¡He aquí!’ o ‘He allí’ [José Smith—Historia 1:5]. Hay mucha variedad y cantidad de medios de comunicación que anegan nuestro espacio personal; la mayoría de ellos intentan guiarnos por el ancho sendero por el que viaja tanta gente.
“Al meditar para saber cuál de esas voces hay que seguir o cuál de los caminos es el correcto, alguna vez, al igual que… José Smith, se han hecho la pregunta: ‘¿Qué se puede hacer? ¿Cuál de todas esas [voces y sendas] tiene razón; o están todas en error? Si una de ellas es la correcta, ¿cuál es, y cómo podré saberlo?’ [José Smith—Historia 1:10].
“Comparto con ustedes mi testimonio de que Jesucristo continúa [marcando] el sendero, [mostrando] el camino y señalando cada etapa de nuestro viaje. Su sendero es estrecho y angosto y nos guía hacia la luz, hacia la vida y hacia la eternidad [Himnos, N° 116]” (Liahona, noviembre de 2005, pág. 96).
1 Nefi 8:23–33. ¿Nos aferramos a la barra de hierro?
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El élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó el significado de aferrarse a la barra de hierro:
“Permítanme sugerir que el asirse a la barra de hierro supone vincular, con espíritu de oración, las tres maneras de obtener agua viva que hemos analizado esta noche [leer, estudiar y escudriñar].
“…El practicar regularmente los tres métodos produce un flujo más constante de agua viva, y eso, en gran medida, es lo que quiere decir aferrarse a la barra de hierro…
“¿Estamos, tanto ustedes como yo, leyendo, estudiando y escudriñando las Escrituras diariamente de una manera que nos permita asirnos a la barra de hierro…?” (“A Reservoir of Living Water” [charla fogonera del SEI para jóvenes adultos, 4 de febrero de 2007], págs. 10–11, www.ldsces.org).
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El élder Joseph B. Wirthlin (1917–2008), del Quórum de los Doce Apóstoles, expuso no sólo la importancia de “aferrarse” a la barra, sino que también explicó cómo regresar si dejamos de asirnos a ella: “Deben asirse con firmeza a la barra de hierro a través de los vapores de tinieblas, las penurias y las pruebas de la vida. Si aflojan la mano y se desvían del camino, quizás pierdan por un tiempo la barra de hierro en la obscuridad hasta que se arrepientan y vuelvan a sujetarse a ella” (véase Liahona, enero de 1990, pág. 72).
1 Nefi 8:26–27. “Un edificio grande y espacioso”
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El edificio grande y espacioso aparece en oposición al Salvador, que es el árbol de la vida. El élder Glenn L. Pace, de los Setenta, puso en contraste las normas de Dios con el comportamiento de las personas que se encuentran en el edificio grande y espacioso:
“A aquellos de ustedes que se van acercando cada vez más al edificio grande y espacioso, quiero decirles muy claramente que las personas de ese edificio no tienen absolutamente nada más que ofrecerles que satisfacción instantánea y de corto plazo, inevitablemente ligada al dolor y al sufrimiento a largo plazo. Los mandamientos que ustedes observan no los dio un Dios desapasionado para impedir que se diviertan, sino un Padre Celestial amoroso que quiere que sean felices mientras vivan en la tierra y también en la eternidad.
“Comparen las bendiciones del vivir la Palabra de Sabiduría con lo que tendrían si escogieran divertirse con los del edificio grande y espacioso. Comparen la alegría del buen humor inteligente y sensato con la risa tonta, vulgar y estridente del borracho. Comparen a las jovencitas fieles que todavía se ruborizan con las que, tras haber perdido ese rubor, procuran persuadirlos a unirse a su perdición. Comparen el elevar a las personas con el degradar a las personas. Comparen la facultad de recibir revelación personal y guía en la vida con el ser llevados por doquiera de todo viento de doctrina. Comparen el poseer el sacerdocio de Dios con lo que vemos que sucede en el edificio grande y espacioso” (véase Liahona, enero de 1988, pág. 40).
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El élder L. Tom Perry, del Quórum de los Doce Apóstoles, advirtió que la obsesión por las posesiones materiales es un comportamiento típico de los que se encuentran en el edificio grande y espacioso: “Los gritos que oímos hoy provenientes del edificio grande y espacioso nos tientan a competir por poseer las cosas de este mundo. Pensamos que necesitamos una casa más grande, con cochera para tres autos, y una casa rodante estacionada al costado. Deseamos tener ropa de marcas famosas, varios televisores, todos con [reproductores de DVD], computadoras de último modelo y el automóvil más nuevo. A menudo estas cosas se adquieren con dinero prestado, y sin siquiera pensar en proveer para [las necesidades] del futuro. El resultado de toda esta satisfacción instantánea se halla en los tribunales colmados de juicios por bancarrota y en familias demasiado preocupadas por sus cargas económicas” (véase Liahona, noviembre de 1995, pág. 40).
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En la visión de Lehi, los desdeñadores y burlones se mofaban de quienes comían el fruto, es decir, de los que aman a Dios y desean servirle. El élder Neal A. Maxwell nos recordó que debemos levantar el escudo de la fe cuando se escucha y se ve a los desdeñadores del edificio grande y espacioso: “Hagámonos a la idea de que muchos nos mirarán con indiferencia; otros nos considerarán raros o descarriados. Soportemos que nos señalen con el dedo aquellos que, irónicamente, están entre los que, después de todo, aburridos ya, se encuentren con que ‘el grande y espacioso edificio’ es un hotel confinado de tercera clase (véase 1 Nefi 8:31–33). No insultemos a los que nos insultan y no les hagamos caso (véase D. y C. 31:9). En cambio, utilicemos nuestra energía para levantar el escudo de fe a fin de dominar los ardientes dardos que nos acosen” (Liahona, noviembre de 2003, pág. 102).
1 Nefi 8:37. “El sentimiento de un tierno padre”
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El élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que los padres pueden seguir el ejemplo de Lehi al tratar con hijos descarriados: “También nosotros debemos tener la fe necesaria para enseñar a nuestros hijos y pedirles que guarden los mandamientos, pero no podemos permitir que sus decisiones debiliten nuestra fe. Nuestra dignidad no se medirá por la rectitud de nuestros hijos. Lehi no se vio privado de la bendición de deleitarse con el fruto del árbol de la vida simplemente porque Lamán y Lemuel no quisieron participar de él. [A veces], como padres, sentimos que hemos fallado si nuestros hijos cometen errores o se desvían. Ningún padre que haga todo lo posible por amar, enseñar, orar y velar por ellos habrá fracasado. Su fe, sus oraciones y esfuerzos serán consagrados para el bien de sus hijos” (Liahona, mayo de 2004, pág. 88).
1 Nefi 9:1–5. “Para un sabio propósito”
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A pesar de que Nefi ya había empezado a llevar un registro de la historia secular de su pueblo, el Señor lo inspiró a llevar un segundo registro que contuviese la historia religiosa del pueblo. La lista que aparece a continuación aclara las diferencias y similitudes entre los dos relatos:
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Los versículos 1–5 de 1 Nefi 9 son un relato tomado directamente de las planchas menores.
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Cuando Nefi empleaba el los vocablos estas planchas, se refería a las planchas menores.
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Cuando Nefi empleaba los vocablos aquéllas u otras, se refería a las planchas mayores.
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Las planchas mayores se empezaron a elaborar alrededor del año 590 a.C.
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Las planchas menores se elaboraron veinte años más tarde, alrededor del año 570 a.C.
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Nefi explica en 1 Nefi 9:5 por qué el Señor le mandó hacer un segundo registro (las planchas menores).
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Las planchas mayores abarcan el período que va desde el año 570 a.C. al 385 d.C., y contienen el relato de reyes, guerras e historia.
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Las planchas menores abarcan el período que va desde el año 570 al 130 a.C. y contienen el relato del ministerio nefita.
Aunque Nefi no sabía por qué razón debía llevar el registro doble, confiaba en que era “para un sabio propósito” (1 Nefi 9:5) conocido por el Señor (véase el comentario de Palabras de Mormón 1:7 en la página 138).
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El élder Marvin J. Ashton (1915–1994), del Quórum de los Doce Apóstoles, señaló que podemos obedecer cual lo hizo Nefi, incluso sin entender la razón: “A veces cuando se nos pide que seamos obedientes, ignoramos el porqué; sólo sabemos que el Señor así lo ha mandado… Nefi siguió las instrucciones, aun cuando no comprendía totalmente el sabio propósito, y el resultado de su obediencia fueron bendiciones para la humanidad en todo el mundo. Cuando no obedecemos a nuestros líderes actuales, plantamos nuestra semilla en el pedregal y nos arriesgamos a perder nuestra cosecha” (véase Liahona, febrero de 1979, pág. 79).
1 Nefi 9:6. “El Señor sabe todas las cosas”
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El élder Neal A. Maxwell dio testimonio de que el conocimiento de Dios no tiene límites:
“Algunos tienen una fe sincera en la existencia de un Dios, aunque no necesariamente de un Dios revelador y omnisciente. Otras personas sinceras ponen en tela de juicio la omnisciencia de Dios, preguntándose, por más que sea respetuosamente, si acaso Dios mismo puede conocer el futuro. Mas un Dios omnisciente y revelador puede dar a conocer las cosas futuras en cualquier momento, cosa que es posible porque ‘en la presencia de Dios… se manifiestan todas las cosas para su gloria, pasadas, presentes y futuras, y están continuamente delante del Señor’ (D. y C. 130:7). Por ende, Dios ‘conoce todas las cosas, porque todas están presentes ante [Sus] ojos’ (D. y C. 38:2). Él le dijo a Moisés: ‘Aparte de mí no hay Dios, y para mí todas las cosas están presentes, porque todas las conozco’ (Moisés 1:6).
“En los escritos santos no aparece ningún delimitador del alcance del conocimiento de Dios. Por lo contrario, leemos lo siguiente: ‘¡Oh, cuán grande es la santidad de nuestro Dios! Pues él sabe todas las cosas, y no existe nada sin que él lo sepa’ (2 Nefi 9:20)” (If Thou Endure It Well, 1996, pág. 46).
1 Nefi 10:11–14. Esparcimiento y recogimiento de Israel
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El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó por qué fue esparcido Israel y cuáles son algunos de los factores a tener en cuenta sobre el recogimiento de Israel:
“¿Por qué fue esparcido Israel? La respuesta es clara y sencilla; no abriga duda alguna. Nuestros antepasados israelitas fueron esparcidos porque rechazaron el Evangelio, deshonraron el sacerdocio, abandonaron la Iglesia y renunciaron al reino. Fueron esparcidos porque dieron la espalda al Señor, adoraron dioses falsos e imitaron todas las obras de las naciones paganas… Israel fue esparcido por causa de la apostasía. El Señor en Su ira, provocada por su iniquidad y rebelión, los esparció entre los paganos de todas las naciones de la tierra.
“Así pues, ¿qué supone el recogimiento de Israel? El recogimiento de Israel consiste en creer y aceptar y vivir en armonía con todo lo que el Señor otrora ofreciera a Su antiguo pueblo escogido. Consiste en tener fe en el Señor Jesucristo, arrepentirse, bautizarse y recibir el don del Espíritu Santo y guardar los mandamientos de Dios. Consiste en creer en el Evangelio, unirse a la Iglesia y entrar en el reino. Consiste en recibir el santo sacerdocio, ser investidos con poder de lo alto en lugares santos y recibir, mediante la ordenanza del matrimonio celestial, todas las bendiciones de Abraham, Isaac y Jacob. Y también puede consistir en congregarse para adorar en un lugar o una tierra señalados.
“Al entender este concepto del esparcimiento y recogimiento del linaje escogido, estamos en condición de comprender más cabalmente las palabras proféticas pertinentes a esto” (A New Witness for the Articles of Faith, 1985, pág. 515).
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Para obtener más información sobre el esparcimiento de Israel, obsérvese el cuadro “Breve historia del esparcimiento de Israel” en el apéndice (página 435). Para obtener más información sobre el recogimiento de Israel, obsérvese el cuadro “El recogimiento de Israel” en el apéndice (página 436).
1 Nefi 10:17–19. Aprender por el poder del Espíritu Santo
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El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, hizo hincapié en la necesidad que tenemos de aprender las verdades del Evangelio por el poder del Espíritu Santo: “El vivir las normas del Señor requiere que cultivemos el don del Espíritu Santo, el cual nos ayuda a entender la doctrina y a aplicarla [a nosotros mismos]. Debido a que la verdad que se da por revelación sólo se puede entender mediante revelación, nuestro estudio tiene que ir acompañado por la oración” (véase Liahona, enero de 2001, pág. 21).
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El élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó que debemos evitar todo lo que ofenda al Espíritu:
“El Espíritu del Señor [por lo general] se comunica con nosotros de manera tenue, delicada y apacible…
“La norma es clara: si algo que pensamos, vemos, escuchamos o hacemos nos separa del Espíritu Santo, entonces debemos dejar de pensar, ver, escuchar o hacer eso. Por ejemplo, si algo que supuestamente es para nuestra diversión nos aleja del Espíritu Santo, entonces esa clase de diversión no es para nosotros, puesto que el Espíritu no puede tolerar lo que es vulgar, grosero o inmodesto y, por lo tanto, será obvio que esas cosas no son para nosotros. Debido a que alejamos al Espíritu del Señor al participar en actividades que sabemos que debemos rechazar, entonces sabremos que definitivamente ese tipo de cosas no son para nosotros” (véase Liahona, mayo de 2006, págs. 29–30).
1 Nefi 11:16, 26. La condescendencia de Dios
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La palabra condescendencia se refiere a la acción voluntaria de descender a una dignidad o rango inferior. El élder Gerald N. Lund, que previamente fue miembro de los Setenta, opinó sobre cuán acertadamente esta palabra describe la venida del Salvador a la vida terrenal: “Ahí estaba Jesús —un integrante de la Trinidad, el Primogénito del Padre, el Creador, el Jehová del Antiguo Testamento— dejando atrás Su divina y santa posición, despojándose de toda aquella gloria y majestuosidad para entrar en el cuerpo de una diminuta criatura, indefensa y totalmente dependiente de Su madre y de Su padre terrenal. El que Él no viniese al más magnífico de los palacios y fuese… colmado de joyas, sino que viniese a un humilde establo resulta asombroso. No sorprende entonces que el ángel le dijera a Nefi: ‘¡Mira, y ve la condescendencia de Dios!’” (Jesus Christ, Key to the Plan of Salvation, 1991, pág. 16).
Para meditar
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Piense en las muchas personas representadas en la visión que tuvo Lehi del árbol de la vida. ¿Cómo puede emular a aquellos que llegaron al árbol, comieron el fruto y permanecieron fieles?
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¿Cómo le han ayudado a usted el estudiar las Escrituras y seguir las palabras de los profetas a permanecer en el sendero estrecho y angosto, a pesar de los vapores de tinieblas?
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¿Qué cosas puede hacer a fin de procurar, con más diligencia, entender “los misterios de Dios… por el poder del Espíritu Santo”? (1 Nefi 10:19).
Tareas sugeridas
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El sueño de Lehi encierra un complejo simbolismo. A fin de poder visualizar mejor la relación que existe entre los distintos símbolos, haga un diagrama que incluya los elementos presentes en el sueño de Lehi.
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Los únicos que comieron el fruto del árbol de la vida fueron los que se aferraron a la barra de hierro. Esboce un plan personal de estudio de las Escrituras que le sirva para acercarse más al Salvador y recibir de forma más completa las bendiciones de la Expiación.
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A Nefi se le mostró la condescendencia de Jehová a la vida terrenal. Lea los relatos del nacimiento del Salvador que aparecen en Mateo 1–2, Lucas 1–2 y Juan 1:1–13, y registre en su diario personal, o en sus Escrituras, las nuevas ideas que descubra sobre este acontecimiento.