Lección 20
Cómo salvaguardar la fe y el testimonio
Introducción
Las familias y las personas tienen el sagrado deber de desarrollar fe en Jesucristo y mantener testimonios fuertes. El Salvador advirtió que en los últimos días, incluso “los mismos escogidos” podrían ser engañados (José Smith—Mateo 1:22). Esta lección se centra en fortalecer el testimonio para salvaguardarlo contra las fuerzas del adversario, que busca destruir la fe.
Lectura preparatoria
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Dieter F. Uchtdorf, “Vengan, únanse a nosotros”, Liahona, noviembre de 2013, págs. 21–24.
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Jeffrey R. Holland, “Creo”, Liahona, mayo de 2013, págs. 93–95.
Sugerencias para la enseñanza
Juan 14:26–27; Efesios 4:11–14; 1 Nefi 15:23–24; 2 Nefi 31:19–20; Alma 5:45–46; Helamán 3:28–30; Doctrina y Convenios 11:13–14; 21:4–6
Los testimonios fuertes proporcionan protección contra el adversario
Explique que el élder Joseph B. Wirthlin (1917–2008), del Cuórum de los Doce Apóstoles, habló una vez acerca de las manadas de lobos que rondaban por las campiñas de Ucrania hace muchos años. La única cosa que los asustaba era el fuego. Cuando viajaban lejos de las ciudades, las personas tenían que encender grandes hogueras y mantenerlas encendidas durante toda la noche para repeler a los lobos.
Invite a un alumno a leer la siguiente declaración:
“…los viajeros comprendían que el encender una hoguera y mantenerla ardiendo no era solo una cuestión de comodidad y conveniencia sino un asunto de supervivencia…
“…no tenemos que protegernos contra las manadas de lobos, mas, en un sentido espiritual, sí nos enfrentamos a los lobos engañosos de Satanás que surgen en nuestro camino en forma de tentaciones, de iniquidad y de pecado. Vivimos en momentos peligrosos en que hay lobos hambrientos que rondan las campiñas espirituales en busca de aquellos de fe tambaleante y de débil convicción… Todos somos vulnerables a estos ataques; sin embargo, podemos fortificarnos con la protección que nos proporciona un testimonio ardiente que, al igual que una hoguera, haya sido debidamente encendido y sea cuidadosamente alimentado” (véase “Hogueras espirituales de testimonio”, Liahona, enero de 1993, pág. 38).
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¿Por qué el mantener un fuerte testimonio es “un asunto de supervivencia” en el mundo actual? (Tras un breve análisis, escriba lo siguiente en la pizarra: Cuando fortificamos nuestro testimonio, nos volvemos menos vulnerables a los ataques a nuestra fe).
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¿De qué forma el tener un testimonio firme le ayuda a usted a fortalecer a los miembros de su familia y a otras personas contra los ataques a su fe?
Muestre o escriba el siguiente cuadro en la pizarra. No incluya los principios en negrita que se encuentran entre paréntesis, ya que dichos principios se proporcionan para beneficio del maestro. Pida a los alumnos que lean los versículos de una de las columnas y que busquen principios que nos ayudan a protegernos contra las fuerzas que debilitan la fe. Invite a los alumnos a resumir lo que lean en una declaración clara de la doctrina o del principio y que luego compartan sus declaraciones.
(Cuando mantenemos una firme fe en Jesucristo, podemos seguir adelante en el sendero estrecho y angosto que conduce a la vida eterna). |
(Cuando seguimos a los apóstoles y profetas del Señor y a otros líderes de la Iglesia, podemos ser protegidos del engaño). |
(Por medio del Espíritu Santo, el Señor puede enviarnos paz y guía cuando nuestra fe es atacada). |
(El ayuno, la oración y el estudio de las Escrituras fortalecen la fe y el testimonio y nos permiten soportar los desafíos). |
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Esos principios, ¿de qué modo los han fortalecido a ustedes o a alguien que conocen contra los ataques a la fe?
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¿Cómo podrían utilizar esa información para fortalecer a alguien que conozcan que está dudando de su fe?
Recuerde a los alumnos lo siguiente: “La fe es un don de Dios concedido como premio a la rectitud personal. Siempre se otorga cuando la rectitud está presente y cuanto mayor sea la medida de obediencia a las leyes de Dios, mayor será el atributo de la fe” (Bruce R. McConkie, Mormon Doctrine, segunda edición, 1966, pág. 264). Testifique que el tener fe en Jesucristo, seguir a los profetas, buscar el Espíritu y estudiar las Escrituras salvaguardará y fortalecerá los testimonios. Cuando no hacemos esas cosas, la fe puede debilitarse y el testimonio pueden perderse.
Invite a un alumno a leer la siguiente declaración del élder M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles, para mostrar ese punto:
“Uno de los excelentes misioneros que prestó servicio conmigo cuando fui presidente de misión en Toronto vino a verme algunos años después. Le pregunté, ‘Élder, ¿en qué le puedo servir?’
“‘Presidente’, me dijo, ‘creo que estoy perdiendo mi testimonio’.
“No podía creerlo; le pregunté cómo podía ser eso posible.
“‘Por primera vez he leído un poco de literatura antimormona’, me dijo. ‘Tengo algunas preguntas y nadie quiere contestármelas. Estoy confundido y creo que estoy perdiendo mi testimonio’.
“Le pregunté cuáles eran sus preguntas y él me las dijo. Se trataba de los temas antimormones usuales, pero quise tener un poco de tiempo para reunir los materiales para darle respuestas significativas. Así que fijamos una cita para 10 días más tarde, momento en el que le dije que contestaría cada una de sus preguntas. Al él darse vuelta para salir, lo detuve.
“‘Élder, usted me ha hecho varias preguntas’, le dije. ‘Ahora deseo hacerle una a usted’.
“‘¿Sí, presidente?’
“‘¿Cuánto tiempo ha pasado desde que leyó el Libro de Mormón?’, le pregunté.
“Bajó la vista y la mantuvo ahí por un rato. Luego me miró. ‘Ha pasado mucho tiempo, presidente’, confesó.
“‘Muy bien’, le dije. ‘Usted me ha dado una asignación. Ahora es justo que yo le dé una a usted. Quiero que me prometa que leerá el Libro de Mormón durante al menos una hora cada día entre hoy y nuestra próxima cita’. Estuvo de acuerdo en hacerlo.
“Diez días después volvió a mi oficina y yo ya estaba listo. Saqué mis papeles para comenzar a responder sus preguntas, pero él me detuvo.
“‘Presidente’, me dijo, ‘eso no va a ser necesario’. Y luego explicó: ‘Sé que el Libro de Mormón es verdadero. También sé que José Smith es un profeta de Dios’.
“‘Bueno, eso es genial’, le dije. ‘Pero va a obtener las respuestas a sus preguntas de todos modos. Trabajé mucho tiempo en esto, así que siéntese y escuche’.
“Y entonces le respondí todas sus preguntas y luego le pregunté, ‘Élder, ¿qué aprendió de esto?’
“Y él dijo, ‘A darle a Dios la misma cantidad de tiempo’.
“Grabemos ese pensamiento en nuestra mente y llevémoslo con nosotros a medida que caminamos a través de este proceso de la vida terrenal. Démosle a Dios la misma cantidad de tiempo” (“When Shall These Things Be?”, Ensign, diciembre de 1996, pág. 60).
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¿Qué aprendieron de la experiencia que contó el élder Ballard?
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¿En qué forma el darle al Señor “la misma cantidad de tiempo” en su vida personal y familiar podría fortalecerlos a ustedes y a su familia contra Satanás?
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¿En qué forma el poner en práctica esos principios ahora podría prepararlos para ser mejores cónyuges y padres?
Para concluir esta parte de la lección, pida a un alumno que lea la siguiente declaración del élder Richard G. Scott, del Cuórum de los Doce Apóstoles:
“…Cuando oramos por la mañana y por la noche en forma constante, estudiamos las Escrituras diariamente, tenemos la noche de hogar todas las semanas y asistimos al templo regularmente, estamos respondiendo activamente a [la invitación de Jesucristo] de ‘venid a Mí’. Cuanto más desarrollamos esos hábitos, más ansioso estará Satanás por hacernos daño, pero menor será su capacidad de hacerlo. Mediante el uso de esas herramientas, ejercemos nuestro albedrío de aceptar los dones completos de Su sacrificio expiatorio.
“…Testifico que al venir a Él activamente, podemos soportar toda tentación, todo dolor, toda dificultad que afrontemos” (“Haz del ejercicio de tu fe tu mayor prioridad”, Liahona, noviembre de 2014, pág. 94).
Pregunte a los alumnos si alguno de ellos puede compartir una experiencia que no sea demasiado personal en la cual hayan superado desafíos a su fe.
Lucas 22:31–32; 3 Nefi 18:32; Doctrina y Convenios 108:7–8
Cómo fortalecer la fe de los demás
Pida a los alumnos que levanten la mano si conocen a alguien que esté luchando por mantener su testimonio.
Pídales que estudien y comparen Lucas 22:31–32; 3 Nefi 18:32 y Doctrina y Convenios 108:7–8 para conocer el deber que tenemos como fieles miembros de la Iglesia, en particular hacia los miembros de nuestra familia. Después de darles suficiente tiempo, pida a los alumnos que compartan lo que aprendieron. Los alumnos deben comprender el siguiente principio: Cuando estamos convertidos al evangelio de Jesucristo, tenemos el deber de fortalecer la fe de los demás.
Comparta las siguientes palabras del presidente Thomas S. Monson:
“He descubierto que, en gran medida, son dos las razones fundamentales que impulsan el regreso a la actividad y los cambios en la actitud, los hábitos y las acciones. Primero, las personas regresan porque alguien les ha mostrado sus posibilidades eternas y las ha ayudado a decidir alcanzarlas. Las personas menos activas ya no se conforman con la mediocridad una vez que ven que pueden lograr la excelencia.
“Segundo, otras personas regresan porque sus seres queridos o los ‘conciudadanos de los santos’ han seguido la admonición del Salvador, han amado a su prójimo como a sí mismos [Efesios 2:19], y han ayudado a los demás a realizar sus sueños y ambiciones.
“El catalizador de ese proceso ha sido, y continuará siendo, el principio del amor” (“Nuestra responsabilidad de rescatar”, Liahona, octubre de 2013, pág. 5).
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¿Por qué piensan que el amor es un catalizador importante en el fortalecimiento de la fe de los demás?
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¿Qué han hecho ustedes o alguien a quien conozcan para ayudar a fortalecer la fe de alguien que estaba luchando espiritualmente?
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¿Qué medidas pueden realizar para ser más eficaces en el fortalecimiento de la fe de los demás?
Para concluir, exprese su testimonio de que los alumnos pueden ayudar a restaurar y fortalecer la fe de sus amigos y familiares cuando muestran amor y siguen los principios que se analizaron en esta lección.
Material de lectura para el alumno
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Lucas 22:31–32; Juan 14:26–27; Efesios 4:11–14; 1 Nefi 15:23–24; 2 Nefi 31:19–20; Alma 5:45–46; Helamán 3:28–30; 3 Nefi 18:32; Doctrina y Convenios 11:13–14; 21:4–6; 108:7–8.
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Jeffrey R. Holland, “Creo”, Liahona, mayo de 2013, págs. 93–95.