Lección 24
Miembros adultos solteros
Introducción
El evangelio de Jesucristo hace hincapié en las bendiciones eternas que se obtienen a través del matrimonio y las relaciones familiares. Sin embargo, muchos miembros de la Iglesia se encuentran en circunstancias en las que actualmente no tienen la oportunidad de tener un matrimonio o una familia. Esta lección recalca que los miembros de la Iglesia que están solteros realizan contribuciones significativas al reino de Dios. Mientras que las bendiciones del matrimonio y de la familia a veces se retrasan, nunca les son negadas a los que guardan con rectitud los convenios que hicieron con Dios.
Lectura preparatoria
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Gordon B. Hinckley, “Una conversación con los mayores solteros”, Liahona, noviembre de 1997, págs. 16–24.
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Spencer J. Condie, “Reclamar las preciosas y grandísimas promesas”, Liahona, noviembre de 2007, págs. 16–18.
Sugerencias para la enseñanza
1 Corintios 12:12–20, 25–27
Los miembros solteros en una Iglesia orientada a la familia
Invite a los alumnos a compartir algunos de los desafíos que los miembros solteros de la Iglesia pueden experimentar al participar en un barrio o rama en donde muchos miembros están casados y tienen hijos. (Los miembros solteros de la Iglesia pueden sentirse desalentados, aislados y que se les deja fuera de la participación en las reuniones y las clases que enseñan sobre el matrimonio y la familia).
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¿De qué manera piensan que otros miembros de la Iglesia pueden ayudar a los adultos solteros a sentirse incluidos y valorados en las reuniones y actividades de la Iglesia?
Muestre la siguiente declaración del presidente Howard W. Hunter (1907–1995), y pídale a un alumno que la lea en voz alta:
“La Iglesia es para todos los miembros… Todos nosotros, sea cual fuere nuestro estado civil, tenemos nuestra propia identidad y necesidades, entre las cuales se encuentra el deseo de ser visto como un digno hijo de Dios…
“Esta es la Iglesia de Jesucristo, no la Iglesia de los casados ni de los solteros, ni de ningún grupo o individuo en particular” (“La Iglesia es para todos”, Liahona, agosto de 1990, pág. 42).
Explique que el apóstol Pablo comparó a la Iglesia con un cuerpo humano y a los miembros individuales de la Iglesia con las partes del cuerpo. Invite a varios alumnos a turnarse para leer en voz alta 1 Corintios 12:12–20, mientras el resto de la clase busca la manera en que Pablo comparó las partes del cuerpo físico con los miembros de la Iglesia.
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¿Qué desafíos enfrentaríamos si nos faltara una o más partes de nuestro cuerpo?
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¿Qué principio nos enseña la analogía de Pablo acerca de la Iglesia y sus miembros? (Es posible que los alumnos descubran varios principios importantes. Asegúrese de que se recalque el siguiente principio: Todo miembro de la Iglesia es valioso y puede hacer una contribución importante a la Iglesia).
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¿Qué contribuciones a la Iglesia han visto ustedes que hacen los miembros solteros de su barrio o rama?
Pida a un alumno que lea 1 Corintios 12:25–27, e invite a la clase que preste atención a lo que los miembros de la Iglesia pueden hacer para llegar a estar unidos.
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¿Qué pueden hacer todos los miembros de la Iglesia, casados o solteros, para ayudarse mutuamente a sentirse unidos con los demás miembros del barrio o de la rama?
Muestre y lea la siguiente declaración del élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles:
“Todos pertenecemos a una comunidad de santos; todos nos necesitamos unos a otros y nos esforzamos por lograr la misma meta. Cualquiera de nosotros podría aislarse de [nuestro barrio o rama] si utilizáramos nuestras diferencias como punto de referencia, pero no debemos excluirnos ni aislarnos de las oportunidades debido a las diferencias que percibimos en nosotros mismos. En vez de ello, compartamos nuestros dones y talentos con los demás, llevándoles así un fulgor de esperanza y de gozo, y al hacerlo, elevar nuestro propio espíritu” (“El pertenecer a la familia del barrio”, Liahona, marzo de 1999, pág. 12).
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Sus esfuerzos por aceptar llamamientos y participar en su barrio o rama, ¿de que modo les han ayudado a sentirse más unidos con los demás miembros?
Hebreos 11:1, 6, 8–13, 16
Esperar las bendiciones prometidas
Muestre la siguiente declaración del élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, y pida a un alumno que la lea en voz alta:
“Aquellos que estén solteros deben desear un matrimonio en el templo y realizar esfuerzos prioritarios para obtenerlo. Los jóvenes y jóvenes adultos solteros deben resistir el concepto políticamente correcto, pero eternamente falso, que desacredita la importancia de casarse y de tener hijos” (“El deseo”, Liahona, mayo de 2011, págs. 44–45).
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¿Por qué creen que algunos miembros solteros pueden sentirse desalentados cuando meditan en la doctrina de que “el matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios y que la familia es fundamental en el plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos”? (“La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 129).
Explique que aunque el matrimonio y la familia son el ideal, muchos miembros adultos solteros de la Iglesia no están seguros de si alguna vez se casarán. Los que están divorciados o son viudos quizás se pregunten si se casarán de nuevo.
Lea en voz alta la siguiente declaración del élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, y pida a los alumnos que busquen lo que el Salvador ha hecho para que las bendiciones eternas sean posibles para quienes no tienen las bendiciones del matrimonio y de la familia:
“El declarar las verdades fundamentales relacionadas con el matrimonio y la familia no es pasar por alto ni disminuir los sacrificios y éxitos de aquellos para quienes ese ideal no es una realidad actual. Algunos de ustedes no gozan de la bendición de un matrimonio por razones que incluyen la falta de candidatos viables, la atracción hacia el mismo sexo, las discapacidades físicas o mentales, o simplemente el miedo al fracaso que, por el momento al menos, eclipsa la fe. Quizás se hayan casado, pero ese matrimonio terminó y ahora están solos para manejar lo que dos personas apenas pueden sustentar. Algunos que están casados no pueden tener hijos, a pesar de grandes deseos y oraciones fervientes.
“…Con confianza testificamos que la expiación de Jesucristo ha previsto, y al final compensará, todas las privaciones y pérdidas para aquellos que se vuelvan a Él. Nadie está predestinado a recibir menos que todo lo que el Padre tiene para Sus hijos” (“El porqué del matrimonio, el porqué de la familia”, Liahona, mayo de 2015, págs. 52–53).
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¿Qué doctrina enseña el élder Christofferson acerca de quiénes recibirán las bendiciones más grandes de Dios? (Escriba la siguiente doctrina en la pizarra: La expiación de Jesucristo hace posible que cada uno de nosotros podamos al final recibir todas las bendiciones prometidas de nuestro Padre Celestial).
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¿Qué debe hacer una persona para obtener la esperanza que se describe en esa doctrina?
Muestre la siguiente seguridad que dio el presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) y pida a un alumno que la lea en voz alta:
“…les prometemos que, en lo que concierne a la eternidad, ningún alma será privada de ricas y grandes bendiciones eternas por ningún motivo que esa persona no haya podido evitar; que el Señor nunca deja de cumplir Sus promesas, y que toda persona recta recibirá finalmente todas las cosas a las que tenga derecho y que no haya perdido por incumplimiento o por falta propia” (véase “Importancia del matrimonio celestial”, Liahona, octubre de 1980, pág. 5).
Testifique que aunque las bendiciones de Dios a veces se retrasan, nunca se les niegan en la eternidad a aquellos que procuran vivir con rectitud.
Pida a los alumnos que consideren los ejemplos de Abraham y de Sara, que recibieron promesas de Dios con respecto a su familia, las cuales se retrasaron o no se cumplieron durante su vida mortal (véase Génesis 13:14–17; 15:4–7; 17:1–8, 15–16). Recuerde a los alumnos que, al igual que Abraham y Sara, nuestra fe a veces será probada mediante promesas que se retrasan o que no se cumplen en la vida mortal.
Pida a un alumno que lea Hebreos 11:1, 6 en voz alta, mientras el resto de la clase trata de encontrar una definición de fe.
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¿Qué enseñan esos versículos acerca del significado de la fe? (Diga a los alumnos que, en el versículo 1, la palabra certeza está relacionada con el concepto de base o fundamento. Para ayudar a los alumnos a desarrollar técnicas personales para el estudio de las Escrituras, haga referencia a las herramientas de estudio durante la clase).
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¿Qué significa la frase “convicción de lo que no se ve”? (La fe es una seguridad o un testimonio de realidades que no se ven. Esta certeza de lo que se espera y de lo que no se ve se recibe solamente cuando actuamos de acuerdo con los principios del Evangelio y los obedecemos, en especial cuando es difícil hacerlo. La fe es la acción obediente que resulta en el don espiritual del testimonio. Es creer y confiar en el Señor lo suficiente como para obedecerle sin ver primero el resultado final).
Invite a algunos alumnos a turnarse para leer Hebreos 11:8–13, 16 en voz alta, mientras el resto de la clase se fija en la manera en la que Abraham y Sara ejercieron la fe durante circunstancias difíciles. Sugiera a la clase que podrían subrayar las palabras y las frases que muestran la manera en la que Abraham y Sara ejercieron la fe.
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El versículo 13 dice que aunque Abraham, Sara y muchos otros murieron sin “haber recibido las cosas prometidas”, las vieron “de lejos” y tuvieron fe en la capacidad de Dios para cumplir esas promesas. El ejemplo de esos antiguos santos, ¿de qué manera podría ayudar a los santos modernos cuya fe se pone a prueba porque no reciben las bendiciones prometidas en la vida mortal? (Todos debemos aprender la necesidad de ejercer la fe y obedecer los mandamientos de Dios aun cuando las bendiciones que esperamos no parecen llegar cuando las deseamos).
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¿Qué piensan que significa que esos antiguos santos vivieron como “extranjeros y peregrinos sobre la tierra”? (Sabían que la vida mortal es temporaria y que este mundo no era su hogar permanente).
Muestre la siguiente declaración del élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles:
“…Algunas bendiciones nos llegan pronto, otras llevan más tiempo, y otras no se reciben hasta llegar al cielo; pero para aquellos que aceptan el evangelio de Jesucristo, siempre llegan, se lo aseguro” (véase “Sumo sacerdote de los bienes venideros”, Liahona enero de 2000, pág. 45).
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El saber que no se negará ninguna bendición a los fieles, ¿de qué manera puede ayudar a los miembros de la Iglesia que sienten tristeza o desesperanza porque no están casados o no tienen hijos?
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¿Recuerdan alguna ocasión en la que se hayan sentido desanimados pero escogieron actuar por fe y seguir adelante en su vida de todas maneras?
Si el tiempo lo permite, comparta el siguiente consejo del élder Dallin H. Oaks:
“Si ustedes tan solo están dejando pasar el tiempo mientras esperan un candidato para el matrimonio, dejen de esperar. Quizás nunca tengan la oportunidad de un matrimonio adecuado en esta vida, de modo que dejen de esperar y comiencen a moverse. Prepárense para la vida, incluso para una vida de soltería, mediante los estudios, la experiencia y la planificación. No esperen a que la felicidad les caiga encima; procúrenla en el servicio y el aprendizaje. Construyan una vida para ustedes mismos, y confíen en el Señor” (“Dating versus Hanging Out”, Ensign, junio de 2006, pág. 14).
Anime a los alumnos a considerar lo que pueden hacer para aumentar su fe en Jesucristo y confiar en Su capacidad de llevar a cabo el cumplimiento de las bendiciones prometidas.
Material de lectura para el alumno
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Gordon B. Hinckley, “Una conversación con los mayores solteros”, Liahona, noviembre de 1997, págs. 16–24.