Nadie quedó excluido

Por el élder Gary B. Sabin

De los Setenta

“[S]ed todos de un mismo sentir, compasivos” (1 Pedro 3:8).

Nuestro hijo Justin creció con una difícil enfermedad. A veces estaba muy débil y no siempre podía hacer las cosas como todos los demás, aunque lo intentaba. Él sabía lo que era sentirse diferente.

Un día, Justin y sus amigos se reunieron para participar en un juego que consistía en golpear una pelota con los brazos para mantenerla en el aire. Una de las niñas que fue a jugar tenía un brazo roto.

Habría sido fácil decir: “Bueno, vamos a jugar nosotros y que ella mire”.

Pero, en lugar de eso, Justin dijo: “Tengo una buena idea. ¡Juguemos todos con un solo brazo!”. Todos participaron del juego usando un solo brazo, incluso la niña que llevaba el brazo enyesado. Nadie quedó excluido.

Justin es mi héroe. Él siempre miraba a las personas y pensaba: ¿Cómo se sienten? Justin estuvo enfermo la mayor parte de su vida, pero fue feliz porque ayudó a otras personas y siguió a Jesucristo.

Todos tenemos desafíos, pero hay muchas cosas por las que podemos sentirnos felices. Haz lo que puedas. Confía en Dios. La felicidad más grande no proviene de centrase en uno mismo, sino de centrarse en los demás.

Ilustración por Barbara Bongini.