2020
Nadando como un caballito de mar
Junio de 2020


Nadando como un caballito de mar

“[E]l Espíritu Santo […] os mostrará todas las cosas que debéis hacer” (2 Nefi 32:5).

Swimming Like a Seahorse

Robin miró fijamente la piscina intentando no pensar en lo lejos que tenía que nadar. Lo único que importaba era ganar la insignia. La insignia del seepferdchen (el caballito de mar) demostraría a todos en Alemania que sabía nadar solo.

¡Puedo hacerlo!, pensó Robin. Respiró hondo y saltó.

¡PLAS!

El agua fría sentaba genial en un día tan caluroso.

Ve metro a metro, le había dicho su papá. No pienses en los veinticinco metros a la vez.

Robin mantuvo sumergida la cabeza y movió los brazos y las piernas tal y como había estado practicando durante meses. Cada pocos segundos sacaba la cabeza para respirar.

Patada. Brazada. Patada. Brazada.

De repente, la profesora de natación sonó el silbato. Robin levantó la vista sorprendido.

“Bien hecho”, dijo la profesora.

¡Lo había conseguido!

Robin se rio e hizo algunas piruetas bajo el agua para celebrarlo. ¡Era un caballito de mar!

Cuando Robin llegó a casa, corrió a buscar a su papá.

“¡Papi, mira!”.

El papá de Robin dejó el martillo y en cuanto vio la insignia del seepferdchen esbozó una gran sonrisa.

“¿A la primera?”. El papá le dio a Robin un fuerte abrazo. “¿Qué quieres hacer para celebrarlo?”.

Robin pensó por un segundo. “Lo que más me gustaría sería ir a la piscina contigo. Quiero enseñarte lo que sé hacer”.

El papá sonrio todavía más. “Bueno, esa será una celebración para los dos. En cuanto tenga tiempo, iremos”.

Robin hizo un gesto de alegría con el puño en alto. No podía esperar a tener la insignia cosida en su traje de baño e ir a nadar con su papá.

Pasaron varios días y Robin seguía preguntando en cuanto a la piscina, pero siempre surgía algo que les impedía ir. El papá siempre parecía ocupado.

Una mañana, Robin se arrodilló junto a su cama para orar. Al final de su oración añadió una cosa más:

“Por favor, dale a mi papá un poco de tiempo libre para que podamos ir a la piscina. En el nombre de Jesucristo. Amén”.

Al abrir los ojos, Robin oyó que su papá llamaba a la puerta.

“Vamos a la piscina. ¡Quiero verte en acción!”.

Robin se quedó boquiabierto. “¡Papá!; no te lo vas a creer. Acabo de orar para que tuvieras tiempo libre para poder ir”.

El papá se cruzó de brazos y se apoyó en el marco de la puerta. “Bueno, qué interesante… porque yo acabo de escuchar un mensaje suave y claro del Espíritu Santo que me decía que tenía que llevarte a la piscina. ¡Será mejor que vayamos!”.

Fue un día fantástico. Robin le enseñó a su papá cómo nadaba veinticinco metros sin parar. El papá estaba impresionado, y a Robin le impresionaron las piruetas de su papá bajo el agua. ¡Podía hacer cinco seguidas!

“Estoy contento de que hoy el Padre Celestial te diera un poco de tiempo libre”, dijo Robin.

“De hecho”, añadió el papá, “creo que he estado demasiado ocupado, y el Espíritu Santo me estaba recordando que tenemos que apartar tiempo para estar el uno con el otro, ¿no crees? Prometo hacer mi parte”.

Robin sonrió. “¡Yo también!”.

El papá sonrió entrecerrando los ojos. “Otra cosa; ¿alguna vez te he dicho que nunca he perdido una guerra de agua?”.

Robin le sonrio. “¡Todavía no se ha acabado el día!”.

Ilustración por Mark Robison.