Necesitábamos un segundo milagro
Daniel Payne, Nuevo México, EE. UU.
Ya habíamos recibido un milagro con el embarazo de mi esposa; ahora necesitábamos otro.
Mi esposa, Sarah, estaba de veinticuatro semanas de embarazo cuando comenzó a sentir mucho dolor. Le di una bendición y luego me fui a trabajar. Todavía estaba en el trabajo cuando me pidió que fuese a casa para que la llevara al hospital.
“Su bebé está en camino”, nos dijeron cuando llegamos. Como Sarah solo estaba de veinticuatro semanas, para tener mayores probabilidades de que la bebé sobreviviera, había que realizarle una cesárea de emergencia.
“Su esposa no tiene por qué pasar por ningún trauma adicional”, me dijo el médico. “Ella va a perder a la bebé de todos modos”.
Sarah y yo hablamos y oramos sobre lo que el doctor había dicho. Sentimos que si había alguna posibilidad de que nuestra bebé pudiera sobrevivir, teníamos que aprovecharla. Habíamos tenido dificultades para tener hijos. Nuestro hijo mayor, Taylor, es adoptado. Cuando Sarah se quedó embarazada dos años después de adoptar a Taylor, pensamos que era un milagro. Ahora necesitábamos un segundo milagro.
Un rato más tarde, un especialista se acercó a nosotros y nos dijo: “Creo que podemos disponer de tiempo para llevar a su esposa a un hospital de niños en El Paso, Texas, que está equipado para atender a recién nacidos prematuros y en estado crítico. La bebé tendrá una posibilidad de sobrevivir allí”.
Una ambulancia salió de nuestro hospital local con Sarah y se dirigió a toda velocidad hacia el hospital para niños a 45 minutos. La seguí de cerca, rogándole al Señor en oración que nos hiciera un milagro. Le prometí que me mantendría en el camino del Evangelio y trataría de ser mejor.
En el hospital, le dije al médico de la unidad de cuidados intensivos neonatales: “Sabemos que ya hemos recibido un milagro con el embarazo de mi esposa; ahora esperamos otro”.
El parto salió bien y nuestra bebé sobrevivió. Después de pasar cuatro meses y medio en la unidad de cuidados intensivos neonatales, llevamos a Shanna a casa. Habíamos recibido un segundo milagro. No muchos años después, recibimos otro milagro: el Señor nos bendijo con gemelos.
Shanna tiene un coeficiente intelectual ligeramente bajo y está en una silla de ruedas, pero está llena de alegría, siempre es positiva y es amiga de todos. Le encanta hablar sobre lo que ha hecho durante el día y está entusiasmada con la vida. Nos mantiene sonriendo y nos enseña a ser felices. La amamos y estamos agradecidos por ella. Shanna es realmente una bendición.