Las puertas abiertas de un templo me abrieron el corazón
Ricardo Matamoros, Ahuachapán, El Salvador
Con el anuncio de las jornadas de puertas abiertas del templo, sentí como si el Señor me estuviera invitando personalmente a entrar en Su casa.
Me bauticé cuando tenía quince años. Mucha gente no entendía mi nueva fe. Algunos, entre ellos mis amigos, incluso se burlaron de mí por la decisión que tomé de unirme a la Iglesia. Mis padres no eran miembros de la Iglesia, o sea que no contaba con su apoyo.
Como resultado, se me hizo difícil continuar asistiendo a la Iglesia y seguir viviendo el Evangelio. Para cuando cumplí diecinueve años, había dejado de ir a la Iglesia.
Diez años después, oí que se iba a construir un templo en El Salvador. ¡Me sorprendió escuchar que se construiría una casa del Señor en mi país! Cuatro años más tarde, se terminó el Templo de San Salvador, El Salvador, y se dio el anuncio de las jornadas de puertas abiertas del templo. Cuando me enteré de que las puertas abiertas me daría la oportunidad de entrar en el templo, sentí como si el Señor me estuviera invitando personalmente a entrar en Su casa.
El día que caminé por el templo fue uno de los mejores días de mi vida. Durante la jornada de puertas abiertas, aprendí más sobre lo que sucede dentro de los templos una vez que son dedicados. También aprendí sobre los convenios sagrados del templo que las personas hacen con Dios.
Mientras caminaba por cada sala del templo, sentí la presencia de Dios. Me sentí en paz. Visitar el templo me dio el deseo de volver a la Iglesia y vivir de nuevo el Evangelio. Cuando me di cuenta de que podía participar en la gran obra de Dios, quise completar la obra del templo por mis antepasados y ejercer el sacerdocio.
La experiencia que tuve en el templo ese día me cambió. Ahora ayudo a los miembros de mi barrio a prepararse para ir al templo y los ayudo con la historia familiar para que puedan llevar a cabo la obra del templo por sus antepasados.
Nunca es demasiado tarde para regresar a la Iglesia. Nunca es tarde para hacer el bien. El Señor, con Su amor infinito, siempre está con nosotros. El templo es un lugar que nos une a Él y nos permite regresar algún día a vivir con Él.