Mensaje del Área
Las bendiciones de la oración
A lo largo de mi vida… he sido bendecido con la dulce experiencia de escuchar y sentir la voz del Señor por medio del Espíritu como respuesta a mis oraciones.
En una fría noche de invierno hace 26 años, mi esposa y yo nos preparábamos para salir de paseo a la ciudad de Lago Salado. En ese entonces vivíamos por razones de estudio en Provo, Utah, Estados Unidos, y a menudo solíamos recorrer los más de 70 kilómetros entre ambas ciudades.
Esa noche nevaba y la temperatura estaba por debajo de los cero grados. Estábamos acostumbrados a viajar sin abrigos porque el auto contaba con calefacción, así como el lugar que visitaríamos. No obstante, luego de ofrecer una oración a nuestro Padre Celestial de rodillas y de empezar a salir del apartamento, una voz muy clara habló a mi mente y a mi corazón alertándome que era importante regresar y buscar nuestros abrigos para la nieve. Sin dudarlo regresamos al apartamento y buscamos nuestras chaquetas.
Llevar nuestros abrigos esa noche fue una gran bendición, ya que a mitad de camino y en una zona de la carretera muy despoblada, nuestro vehículo tuvo un desperfecto mecánico; el motor perdió todo su aceite y dejó de funcionar. Nos encontrábamos solos en la montaña, bajo una tormenta de viento y nieve a muy baja temperatura. No había arreglo posible para el motor ahí, y en esa época no contábamos con telefonía móvil para comunicarnos y pedir auxilio.
Por lo cual, considerando que no era seguro intentar detener otros vehículos en la carretera, decidimos caminar juntos cerca de dos kilómetros hasta la estación de servicio más cercana. Así lo hicimos y lo logramos. Pudimos finalmente contratar un servicio de remolque para nuestro vehículo que nos llevó de manera segura de regreso a nuestro hogar en Provo.
Esa fría noche tuvimos varias frustraciones. No pudimos llegar al destino deseado y por el desperfecto mecánico tuvimos que cambiar el motor completo del vehículo, un gasto que para una pareja de estudiantes recién casados significó un duro sacrificio.
Pero esta experiencia la recordamos a menudo, no por las frustraciones que sufrimos, sino por la protección del Señor recibida a través de un susurro del Espíritu Santo en respuesta a una oración familiar.
A lo largo de mi vida he tenido muchas experiencias similares. He sido bendecido con la dulce experiencia de escuchar y sentir la voz del Señor por medio del Espíritu como respuesta a mis oraciones. A veces ha sucedido durante la oración misma o poco tiempo después. En otras ocasiones la respuesta vino después de una larga espera o después de una prueba de fe. Pero sé sin ninguna duda que nuestro Padre Celestial desea que nos comuniquemos con Él regularmente y que le derramemos nuestro corazón para pedirle las bendiciones que buscamos y necesitamos.
Me gusta mucho la manera en que el profeta Alma enseñó este importante principio a su hijo Helamán: “Consulta al Señor en todos tus hechos, y él te dirigirá para bien; sí, cuando te acuestes por la noche, acuéstate en el Señor… y cuando te levantes por la mañana, rebose tu corazón de gratitud a Dios; y si haces estas cosas, serás enaltecido en el postrer día”1.
En esta última dispensación el Señor mismo nos hizo esta poderosa promesa: “Sé humilde; y el Señor tu Dios te llevará de la mano y dará respuesta a tus oraciones”2.
Cuando somos humildes y hacemos tiempo para comunicarnos con nuestro Padre Celestial recibimos la bendición de ser guiados por Él, ser llevados de Su mano, y recibir respuesta a nuestras oraciones. Muchas veces esa respuesta se manifestará como un comunicado del Espíritu que oiremos con nuestro corazón.
El presidente Russell M. Nelson, nuestro amado profeta, nos ha invitado a comunicarnos con nuestro Padre Celestial de manera regular y a calificar para la bendición de escuchar la voz del Señor. El presidente Nelson dijo: “Encuentren un lugar tranquilo a donde puedan ir con regularidad; humíllense ante Dios; derramen su corazón a su Padre Celestial; acudan a Él para recibir respuestas y consuelo. Oren en el nombre de Jesucristo acerca de sus preocupaciones, sus temores, sus debilidades, sí, los anhelos mismos de su corazón. ¡Y luego, escuchen!”3.
¡Qué invitación tan poderosa hemos recibido de nuestro profeta! Dios escucha nuestras oraciones y desea comunicarse con nosotros. Esto sucederá cuando nos arrodillemos y derramemos nuestro corazón a Él en oración.
Nuestra es la gran bendición de vivir en la época en la que nuestros profetas, videntes y reveladores han proclamado solemnemente la veracidad de la restauración de la plenitud del evangelio de Jesucristo. En el último párrafo de dicha proclamación leemos: “Con reverencia y gratitud, en calidad de Sus apóstoles invitamos a todos a saber —como nosotros lo sabemos— que los cielos están abiertos. Afirmamos que Dios está dando a conocer Su voluntad para con Sus amados hijos e hijas”4.
Decidamos hoy poner en práctica esta poderosa invitación. Testifico que al orar a nuestro Padre Celestial individualmente y en familia, estaremos preparando nuestros corazones y nuestras mentes para escuchar la voz del Señor en nuestras vidas. De esta forma recibiremos guía, protección, consuelo, revelación personal y un testimonio más profundo de la realidad del Cristo Viviente.