VOCES DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS
Cómo Ven, sígueme me ayuda a enseñar a mis niños pequeños
Una vez usé monedas de chocolate para hablarles a mis hijos pequeños sobre el diezmo. En otra ocasión hice galletas de peces para contarles la historia de cuando Jesucristo alimentó a la multitud.
Tengo una maravillosa familia. Somos de Honduras, y vivo sola con mis tres hijos varones de seis, tres y dos años.
Cuando era soltera, preparaba la noche de hogar con anticipación para que toda la familia pudiera ser edificada y tuviéramos un tiempo divertido juntos. Me gustaba hacer carteles para que todos supieran sus asignaciones.
Al casarme, me esforcé por hacer de la noche de hogar una tradición en nuestra casa. Mientras crecía la familia, adapté el horario lo más posible para que todos disfrutáramos de esta reunión. No ha sido fácil estar ahora sola con mis hijos, pero he tratado de ajustarnos a estas nuevas circunstancias y continuar de la mejor manera.
Desde que se anunció el programa Ven, sígueme—Para uso individual y familiar y el cambio de duración de las reuniones dominicales en la Iglesia, vinieron a mi mente muchas lindas ideas de cómo poder usar el manual en casa.
Al tener hijos en edad de asistir a la Primaria, debo esforzarme por mantener su atención y lograr que puedan retener lo que se les enseña. Así que preparo una clase corta, pero con muchas ayudas visuales. Los niños necesitan la oportunidad de interactuar y aprender a través de los sentidos, tocar, ver, oler, comer y escuchar.
Siempre sucede que están inquietos. A veces, solo uno de ellos está atento a lo que decimos, o arruinan algo de lo que preparé. Sin embargo, no me desanimo. Trato de ser positiva y disfrutar el momento con ellos. He llegado a comprender que no es necesario abarcar todos los temas.
Como madres, queremos que ellos aprendan el Evangelio. Es normal que los niños pequeños sean inquietos, pero les encanta aprender. Es maravilloso saber que podemos orar y pedir no solo paciencia, sino sabiduría para poder enseñarles de la forma correcta y hacer de nuestras reuniones familiares algo divertido y agradable para ellos.
A mis hijos les encanta escuchar relatos de las Escrituras, o memorizar pequeñas frases, en vez de escucharme leer muchos versículos. También les gusta dramatizar, presentar las ayudas visuales, ver los videos y los dibujos, y preparar las comidas para ilustrar alguna historia o principio. Una vez usamos monedas de chocolate para hablar sobre el diezmo. En otra ocasión, hice galletas de peces para contarles la historia de cuando Jesucristo alimentó a la multitud.
Me emociona saber que tengo la oportunidad y responsabilidad de enseñar el Evangelio a mi propia familia, aun en tiempos de dificultad. Estoy agradecida por vivir en este tiempo y ser testigo de la revelación que recibe nuestro profeta, el presidente Russell M. Nelson.
Sé que nuestros espíritus fueron preparados para vivir en estos últimos días, y que tenemos el potencial para dar lo mejor de nosotros para nuestra familia. Podemos hacer uso de todos los recursos que la Iglesia nos facilita para enseñar sobre Jesucristo a nuestros hijos, para que aprendan a seguirlo desde su niñez.
La noche de hogar ha fortalecido mi espíritu por medio del amor que he sentido al compartir el Evangelio con los miembros de mi familia, ya sea que lo hagamos al cantar, leer versículos o contar nuestras experiencias y testimonios.
Sé que nuestro esfuerzo como madres no es en vano, y que, aunque nuestros hijos no recuerden ahora todo lo que les decimos, algo de lo que les enseñamos vendrá a su mente y a su espíritu en el momento en que lo necesiten.