Mensaje del Área
Perseverar hasta el fin
Una de las falsedades más frecuentemente utilizadas por Satanás para adormecer las mentes y las conciencias de los seres humanos es que no es tan importante lo que hagamos o no hagamos en nuestras vidas, pues al final del camino, un ser amoroso y compasivo igual permitirá que todos reciban las promesas por Él hechas para aquellos que son obedientes. Nefi nos advirtió de estas estratagemas que abundarían en los últimos días al registrar lo siguiente: “Sí, y habrá muchos que dirán: Comed, bebed y divertíos, porque mañana moriremos, y nos irá bien. Y también habrá muchos que dirán: Comed, bebed y divertíos; no obstante, temed a Dios, pues él justificará la comisión de unos cuantos pecados, sí, mentid un poco, aprovechaos de alguno por causa de sus palabras, tended trampa a vuestro prójimo; en esto no hay mal; y haced todas estas cosas, porque mañana moriremos; y si es que somos culpables, Dios nos dará algunos azotes, y al fin nos salvaremos en el reino de Dios”1.
Esta doctrina perversa no sólo indica que no es tan importante, sino que definitivamente carece de importancia el obedecer los mandamientos, el arrepentirse de los pecados cometidos y el esforzarse por ser cada día mejores, invalidando completamente tanto el valioso don del albedrío, el rol de la justicia en el plan de Dios y la infinita y suprema Expiación llevada a cabo por nuestro Señor Jesucristo.
La misericordia —que según lo define la Guía de Estudio de las Escrituras es el espíritu de compasión, ternura y perdón— es uno de los atributos propios de la divinidad, cuyos beneficios se nos ofrecen como consecuencia directa del sacrificio expiatorio de nuestro Salvador Jesucristo. La condición para su aplicación en nuestras vidas consiste tan sólo en que nos arrepintamos verdaderamente de nuestros pecados y que sinceramente hagamos lo mejor que podamos para cumplir la voluntad de nuestro Padre y de Su Hijo Jesucristo. En otras palabras, que a lo largo de la vida perseveremos hasta el fin.
Repetidamente en las Escrituras se nos dice que la perseverancia conduce a la salvación en el reino de Dios. Por ejemplo, en 1 Nefi 13:37 se nos enseña que “aquellos que procuren establecer a mi Sion… y si perseveran hasta el fin, serán enaltecidos en el último día y se salvarán en el reino eterno del Cordero”. Similarmente, en Mateo 10:22 leemos: “…pero el que persevere hasta el fin, este será salvo”.
Este concepto de perseverancia, tantas veces mencionado en las Escrituras, tiene su etimología en diferentes palabras griegas que fueron traducidas como perseverar. Entre ellas se encuentran los vocablos ‘meno’ (en 2 Juan 1:9), ‘epimeno’ (en Hechos 13:43), ‘parameno’ (en Santiago 1:25) y otros. Lo interesante es que todos y cada uno de estos vocablos griegos fueron traducidos también —y mayoritariamente— como permanecer en otros pasajes de las escrituras. Por ejemplo, la palabra “epimeno” aparece en nuestra traducción de La Biblia de la siguiente manera en Hechos 21:10: “Y permaneciendo nosotros allí durante muchos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo” (cursiva agregada).
Vemos entonces que ambos conceptos —perseverar y permanecer— están intrínsecamente relacionados. El uno no puede existir sin el otro; no es posible perseverar en el evangelio restaurado de Jesucristo sin estar, al mismo tiempo, permaneciendo en Él. Y, por otro lado, ¿cómo podría una persona permanecer en Cristo sin estar haciendo todo lo que está a su alcance para perseverar hasta el fin?
Así, una persona que persevere hasta el fin será una que está dedicada al servicio de Dios, de su familia y de su prójimo, cumpliendo de la mejor forma posible con cada mandamiento, con cada asignación recibida en la Iglesia, será una persona que permanece en Cristo y que, como consecuencia de ello, “lleva mucho fruto”2. En resumen, quien persevera hasta el fin no está haciendo otra cosa sino seguir fielmente el consejo de “permanecer en Cristo”.
“Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna”3.