Liahona
La próxima ordenanza
Junio de 2024


Artículo de los líderes del Área Caribe

Cuando yo estaba investigando la Iglesia, recuerdo a los misioneros enseñándome sobre la importancia de participar en la Santa Cena después de ser bautizada. Esto me ayudó a recordar el convenio que elegí hacer. Fui bautizada el 6 de diciembre de 1988. Siempre recordaré el domingo que siguió porque pude participar de la Santa Cena. Sentí alegría, una alegría simple y dulce, paz, confianza. Sentí que era completamente parte de esta reunión especial. Mis domingos se volvieron diferentes gracias a que podía participar en la mesa del Señor. Me sentí fortalecida por el convenio y recibí el Espíritu prometido del Señor para comenzar y manejar la semana que venía.

Han pasado treinta y cinco años desde entonces y creo que rara vez he faltado a una Santa Cena, siempre haciendo un compromiso de ir a la reunión y participar de esta cena especial.

Recuerdo a mi esposo compartiendo una experiencia que tuvo hace años al participar en una carrera de veinte kilómetros. Correr en un clima muy caluroso, en pleno día, puede ser muy desafiante. El calor es insoportable, los pies, las rodillas y las piernas duelen, puedes tener lesiones y ampollas. Puedes preguntarte qué tenías en mente al enfrentar este desafío y desearías haberte quedado en casa durmiendo o haciendo algo divertido; incluso puedes querer rendirte. Pero ¿por qué estás aquí? Viniste para lograr una meta, algo importante para ti, para superar una dificultad y sentir la satisfacción, la alegría de llegar a la línea de meta. Él compartió lo que lo ayudó a mantenerse enfocado y llegar al final. Cuando tienes una carrera así, hay personas ubicadas en el camino sosteniendo botellas de agua para cada participante. Imagina si tuvieras que correr una carrera de veinte kilómetros sin poder beber en el camino, terminar sería imposible.

Sin embargo, gracias a esta agua fresca que recibió a lo largo del camino, pudo alcanzar su objetivo.

¿No son nuestras vidas como una carrera? ¿No es esta agua como la Santa Cena? ¿Cómo podemos llegar al final? El élder Peter M. Johnson, de los Setenta, dijo: “Participen de la Santa Cena con espíritu de oración cada semana, cada semana, cada semana. Es mediante los convenios y las ordenanzas del sacerdocio, entre ellas la Santa Cena, que el poder de la divinidad se manifiesta en nuestra vida”.

El élder David A. Bednar enseñó: “La ordenanza de la Santa Cena es una invitación sagrada y recurrente a arrepentirnos sinceramente y ser renovados espiritualmente”.

El élder Oaks agregó: “Los que tratan de andar por el estrecho y angosto camino ven seductores desvíos por todos lados; eso puede distraernos, degradarnos, entristecernos o deprimirnos. ¿Cómo logramos el Espíritu del Señor para guiarnos en nuestras decisiones y mantenernos en el camino?”.

En la revelación moderna, el Señor dio la respuesta en este mandamiento: “Y para que más íntegramente te conserves sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo;

“porque, en verdad, este es un día que se te ha señalado para descansar de tus obras y rendir tus devociones al Altísimo” (D. y C. 59:9–10).

Este es un mandamiento con una promesa. Al participar apropiadamente y cada semana en la ordenanza de la Santa Cena, nos hacemos merecedores de la promesa de que siempre tendremos Su Espíritu con nosotros (véase D. y C. 20:77, 79). Ese Espíritu es la base de nuestro testimonio, testifica del Padre y del Hijo, trae todas las cosas a nuestra memoria y nos guía hacia la verdad, es la brújula que nos orienta en nuestro camino. Este don del Espíritu Santo, enseñó el presidente Wilford Woodruff, “es el don más grande que se pueda conferir al hombre”.

Quien desee permanecer en la senda del convenio debe participar regularmente de la Santa Cena. Cada semana podemos venir a la mesa del Señor y participar del pan y del agua que nos ha proporcionado a través de Sus siervos. Él nos dio un día de reposo para descansar de nuestro trabajo, una reunión sacramental donde podemos venir y ser alimentados por la buena palabra de Dios y la Santa Cena para recordarlo siempre y tener Su Espíritu con nosotros, y nos invita semana tras semana a recibir esta fortaleza y bendecir nuestras vidas. Él dijo en 3 Nefi 9:14: “Sí, en verdad os digo que si venís a mí, tendréis vida eterna. He aquí, mi brazo de misericordia se extiende hacia vosotros; y a cualquiera que venga, yo lo recibiré; y benditos son los que vienen a mí”.

¿Qué haces cuando comes algo que realmente te gusta? Bueno, tienes dos opciones, puedes guardártelo para ti mismo o puedes compartirlo, al menos, con tus seres queridos. ¿Qué hizo Lehi cuando fue al árbol de la vida? Él dijo: “Y aconteció que me adelanté y comí de su fruto; y percibí que era de lo más dulce, superior a todo cuanto yo había probado antes. Sí, y vi que su fruto era blanco, y excedía a toda blancura que yo jamás hubiera visto. Y al comer de su fruto, mi alma se llenó de un gozo inmenso; por lo que deseé que participara también de él mi familia, pues sabía que su fruto era preferible a todos los demás” (1 Nefi 8:11, 12). Él participó, sintió y compartió.

Ruego que hagamos lo mismo, que vengamos al Salvador para recibir la fuerza necesaria para hacer los cambios necesarios que deben ocurrir en nuestras vidas y que nos ayudarán a permanecer en la senda del convenio. Participar de la Santa Cena es la próxima ordenanza para nosotros y los demás, la cual traerá las bendiciones del templo y el poder del sacerdocio para dirigir nuestras vidas.

Notas

  1. Élder Peter M. Johnson, “Poder para vencer al adversario”, Liahona, noviembre de 2019
    .

  2. Élder David A. Bednar, “Siempre retendréis la remisión de vuestros pecados”, Liahona, Mayo 2016.

  3. Élder Dallin H. Oaks, “La reunión sacramental y la Santa Cena”, Liahona, noviembre de 2008.

  4. Presidente Wilford Woodruff, Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Wilford Woodruff, capítulo 5.