Sección doctrinal
Mi vida es el fruto de mis decisiones
En nuestra vida existe lo que se conoce como “la ley de causa y efecto”. Esta ley nos enseña que no existe la “casualidad”, sino la “causalidad”; es decir, que hay una causa en todo lo que sucede en este mundo en general, y en nuestra vida en particular. Y eso nos convierte, para bien o para mal, en agentes activos de nuestra existencia; porque nosotros somos el resultado o el fruto de nuestras decisiones. Esta ley de causa y efecto nos invita a asumir la responsabilidad de nuestras decisiones; y nos obliga a evaluar las consecuencias de una decisión antes de tomarla.
Todos los días tomamos decisiones. Desde la mañana, cuando decidimos levantarnos, hasta la noche, cuando decidimos acostarnos, tomamos muchas decisiones. Y todas ellas tienen un efecto a corto o a largo plazo en nuestra vida.
Yo he terminado el año 2023 cumpliendo setenta y tres años. Y me pregunto cuántas decisiones he tomado durante tanto tiempo. Si hubiera tomado una sola decisión cada día de mi vida, habría tomado más de 20 000 decisiones. Y me pregunto cuántas de ellas son responsables de lo que soy en este momento en lo espiritual, en lo intelectual, en lo emocional y en lo físico.
Aunque, por supuesto, he tomado muchas más decisiones que este número que acabo de citar, y aunque no todas esas decisiones han influido de la misma manera en lo que soy hoy en los cuatro aspectos de mi carácter y de mi personalidad, sí hay algunas decisiones sin las cuales yo no estaría donde estoy ni sería lo que soy.
Voy a reducir esos miles de decisiones a dos decisiones que han formado una cadena de causa y efecto que han influido decisivamente en la mayoría de las decisiones que he tomado después.
La primera fue cuando el 30 de enero de 1970 decidí bautizarme en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Esa decisión y el momento en que la tomé influyeron definitivamente en mucho de lo que me ha pasado en mi vida desde entonces.
La segunda decisión fue cuando el 16 de julio de 1975 una joven y yo, los dos miembros de la Rama Madrid 2, decidimos casarnos civilmente, y el 29 de julio de ese mismo año decidimos sellarnos en el Templo de Suiza. Y esa decisión y el momento en que la tomamos influyeron también en nuestra vida.
En ambas decisiones estaban presentes los misioneros, como ángeles enviados de los cielos: en mi bautismo, porque ellos me enseñaron el Evangelio restaurado de Jesucristo; y en mi casamiento, porque yo conocí a la que sería mi futura esposa cuando los misioneros que le enseñaron el Evangelio a ella me pidieron que yo la confirmara: fue el 27 de enero de 1973. Hoy es 26 de enero y mañana es su aniversario: ¡bendito aniversario!