Voces de los miembros
No os dejaré huérfanos
Era domingo al mediodía cuando recibí una llamada telefónica de mi sobrina desde Buenos Aires, ese tipo de llamadas que uno quisiera nunca recibir.
Durante nuestra conversación, me comentó que mi madre había tomado por la noche una pastilla para dormir, como lo hacía habitualmente, pero que luego de varias horas de sueño, no despertaba, no tenía reacción alguna, no abría los ojos, no emitía palabra, solo algunos sonidos balbuceantes.
Ante este panorama, me encerré a orar con la intención de pedirle al Padre Celestial bendiciones de recuperación para mi madre, pero no pude pronunciar los pensamientos que tenía en mi mente. Supe que mi madre fallecería, sentí una voz que me habló y me dijo: “Su momento ha llegado”, por lo que pedí que ella partiera de este mundo sin mayor sufrimiento y fuera recibida para descansar de toda aflicción y pena. También pedí entendimiento para poder comprender lo que estaba sucediendo, la capacidad para aceptar la voluntad de Dios y la compañía del Espíritu Santo para recibir la fortaleza y el consuelo necesarios para sobrellevar el momento.
Regresé junto a mi hermana, quien se encontraba en Chile de vacaciones conmigo, y comenzamos, desde la distancia, a dar instrucciones a la familia en Argentina. Les pedimos que llamaran al servicio de emergencias médicas. Luego de varias horas de espera, finalmente llegaron y constataron que mi madre había fallecido de un ACV.
Una soledad abrumadora se posó sobre mi presencia y experimenté el dolor de la desolación. Un sentimiento de huerfanidad se apoderó por completó de mí y en ese momento tan desgarrador acudió a mi mente el relato de Juan 14.
A medida que Jesús se acercaba al final de Su ministerio terrenal, comenzó a preparar a Sus apóstoles para Su partida. Ellos habían estado con Él durante tres años.
Sus vidas estaban tan entrelazadas con la Suya que la idea de que el Señor los dejara les generaba ansiedad por sentirse solos y abandonados y, por ello, Él les dijo: “No se turbe vuestro corazón” (Juan 14:1). Sabiendo que sentirían Su ausencia, como un niño cuando experimenta la pérdida de sus padres, Jesús les prometió: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18).
Hoy, me siento como aquellos apóstoles, desamparada, abandonada, carente, necesitada, sola… Sin embargo, sé que Jesucristo me conoce, que sabe cómo me siento y que conoce mis necesidades y que mediará por mí ante el Padre Celestial para que envíe al Espíritu Santo a mi vida para que esté conmigo, tal como dicen las Escrituras: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre […]. La paz os dejo, mi paz os doy […]. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo” (Juan 14:16, 27).