“Cómo hallar mi valor”, Ayuda para las víctimas, 2018.
“Cómo hallar mi valor”, Ayuda para las víctimas.
Cómo hallar mi valor
Nota: Esta es una experiencia real compartida por una persona que sobrevivió al abuso. Los nombres e información reveladora sobre la identidad de los protagonistas han sido cambiados.
Esta carta se escribió originalmente para una capacitación de estaca a fin de ayudar a los obispos a trabajar con los que han sobrevivido al abuso sexual. Se comparte aquí con el debido permiso.
Estimados obispos:
Me gustaría ayudarles a comprender cómo es ser alguien que acarrea un secreto desagradable, un secreto que ha estado ahí desde la infancia.
Cada uno de ustedes me ha visto y muchos de ustedes saben quién soy. Varios de ustedes han trabajado conmigo. Me han dicho que me perciben como una joven responsable. Serví una misión y he tenido importantes llamamientos de liderazgo. Sin embargo, hay una parte de mí, arraigada en mi pasado, que no se puede ver a través de apariencias externas, aunque a veces he sentido que las personas sabían de mi pasado. Las personas como yo a menudo sienten que en cualquier momento seremos “descubiertos” y que luego el resultado será tener una mala reputación y sufrir rechazo.
No sé la edad que tenía cuando comenzó y quizás nunca lo sepa, pero sufrí abuso sexual cuando era niña, primero por unos muchachos del vecindario y luego por un primo mayor que yo. Cada vez que pasaba me sentía sin valor alguno y trataba de olvidarlo. Tuve bastante éxito en guardar esos recuerdos en un rincón oscuro de mi mente hasta mi último año de escuela secundaria cuando estuve en una situación que me recordó el abuso.
Después de eso, recordé algunas cosas del pasado y compartí lo que me había ocurrido con mi mejor amiga. Ella fue la primera y única persona en años a la que confié mi secreto, porque cuando eres víctima de abuso sexual, a menudo te percibes como algo feo, y te sientes sucia y culpable. Sientes un profundo odio hacia ti misma. Crees que si la gente lo supiera, verían la fealdad en ti y te mirarían de manera diferente.
En la escuela secundaria, y muchas veces desde entonces, he pasado por períodos de anorexia, una condición que, según he aprendido, es bastante común entre las víctimas de abuso sexual. El abuso sexual representa una pérdida de control sobre algo sagrado y personal. Sentía una profunda necesidad de controlar algo. Pensé que controlar mi apetito me ayudaría a superar mis sentimientos de odio hacia mí misma. Por supuesto, eso no funcionó, y la situación solo empeoró a medida que el patrón de inanición caía en cascada fuera de control. Había otras razones detrás de este trastorno alimentario que adopté. Durante el segundo período en el que sufrí abusos, mi agresor decía cosas sobre lo que no le gustaba de mi cuerpo. Esto me condicionó a percibir mi aspecto físico de forma negativa.
También temo que la gente pueda notar lo que me pasó. Por todo esto, el ir en citas es algo difícil para mí. En una relación, tengo la tendencia a convertirme en un camaleón y adaptarme a la persona con quien salgo, a lo que le gusta y no le gusta. Me ha resultado difícil sentir confianza personal positiva. Esto es algo común en las víctimas de abuso.
Toda mi vida he sufrido dificultades por mi feo secreto. Es difícil reconocer mi inocencia ante Dios y separarla de lo que realmente estuvo mal: que mi agresor me violara. Esto se complica aún más por el hecho de que, cuando sufrí los abusos, era un niña inocente y no entendía que no era capaz de dar o no mi consentimiento a esa conducta. ¿Por qué no detuve el abuso? ¿Por qué lo dejé continuar? ¿Por qué tuvo que pasar? Mientras crecía, proyectaba, como una niña, mi creciente nivel de entendimiento sobre mí misma. Me sentía cada vez más culpable al percibir equivocadamente que mi capacidad que tenía en el pasado se incrementaba con el paso del tiempo. Tal forma de pensar es común. No ayuda nada el hecho de que muchas de nosotras, porque nos sentimos tan mal con nosotras mismas, gravitemos hacia hombres que refuerzan nuestras percepciones negativas al tratarnos como objetos y no como hijas de Dios. Buena parte de nuestra falta de autoestima proviene de este patrón de pensamiento y conducta.
El abuso sexual que sufrí también me provocó pesadillas. Durante años ha habido períodos de tiempo en que estas pesadillas me han perseguido. He aprendido a tener cuidado con lo que meto en mi mente para que Satanás no tenga mucho de donde sacar para crear estos terribles sueños.
Estas pesadillas me llevaron a hablar sobre el abuso sexual con mi obispo. Esas conversaciones fueron útiles. Hicieron que mi obispo me invitara a participar en un grupo de Servicios para la Familia SUD. Eran exactamente el momento adecuado y el ambiente que necesitaba.
Estoy agradecida de que mi Padre Celestial me enseñara sobre mi valor y fuera paciente conmigo cuando no clamé a Él en mis días de mayor soledad. La oración es a menudo difícil para las víctimas de abuso sexual. El confiar es algo que se logra con mucha dificultad, incluso el confiar en Dios; y algunas veces especialmente esto último.
Cuando me hicieron tanto daño de niña, vulneraron mi sentido innato de seguridad y mi creencia en la mano protectora de Dios. El proceso de orar con esfuerzo y propósito fue fomentado por una decisión de aventurarme y confiar, un esfuerzo por cultivar la humildad y un entendimiento creciente de que Dios me ama y quiere que sea feliz. Las perspectivas que obtuve de mi misión, donde aprendí a orar con fe, fueron fundamentales para mi sanación. Participar en los grupos de terapia de Servicios para la Familia SUD también fue importante en mi proceso de recuperación.
Tuve que aprender que el Señor podía ayudarme a sanar. Las heridas del abuso sexual son profundas. Trabajar con mi obispo y el grupo de Servicios para la Familia SUD ha ayudado a abrir, limpiar y sanar mis heridas. Estoy sanando. Sospecho que seguirá habiendo momentos en los que mis heridas dolerán, pero ahora están mucho mejor de lo que solían estar. Estoy agradecida.
Obispos, sepan que son el ejemplo de cómo tratar a quienes los rodean y del nivel de respeto que se debe mostrar a las mujeres. El ver a hombres justos en el Evangelio nos da la esperanza de que hay hombres en este mundo en los que se puede confiar. Una de las mejores ayudas para nosotras es el estímulo para encontrar nuestro valor personal. Todas tenemos el don de ser hijas de Dios y personas de valor inherente. Es un tesoro descubrir que tenemos gran valor y encontrar un camino hacia el Salvador, quien confirma nuestro valor por medio de Su sacrificio. Comenzamos a entender cómo Él puede llevar nuestra pena y nuestros dolores.
He encontrado gran fuerza en el Salvador. Sé que Él me ama y se preocupa por mí. También he aprendido cuánto puede ayudarme cuando lo recibo en mi corazón. Ahora soy una persona más fuerte debido a ese conocimiento. Todavía tengo un largo camino por delante que recorrer.
Mis oraciones están con ustedes, buenos obispos. Llevan una carga pesada, pero sé que el Señor está con ustedes y que los fortalece. Gracias por estar en una posición desde la que el Señor puede contar con su ayuda. Que el Señor los bendiga en todo lo que hacen.
Atentamente,
Su hermana
Si usted o alguien que conoce ha sufrido abuso, busque ayuda de inmediato de las autoridades civiles, servicios de protección infantil o servicios de protección para adultos. También puede buscar ayuda de un abogado defensor para víctimas, de un profesional médico o de servicios sociales. Estos servicios pueden ayudarle a protegerse y prevenir más abuso o maltrato. Encontrará más información en la página “En crisis”.