“Aprendiendo día tras día”, Ayuda para las víctimas, 2018.
“Aprendiendo día tras día”, Ayuda para las víctimas.
Aprendiendo día tras día
Nota: Esta es una experiencia real compartida por una persona que sobrevivió al abuso. Los nombres e información reveladora sobre la identidad de los protagonistas han sido cambiados.
Tenía 33 años, me había divorciado recientemente y decidí comenzar a salir en citas de nuevo. En dos ocasiones diferentes, fui violada por hombres que conocí a través de actividades sociales. Asimilar lo que me había pasado fue muy difícil. Me llevó mucho tiempo reconocer lo que había sucedido. Mi cuerpo entró en shock y me sentí adormecida; pasé por períodos en los que me sentí completamente usada, sin valor y avergonzada.
Hubo momentos en que sentí ganas de rendirme porque seguir adelante era agotador. Sabía que no podía ganar esta batalla por mi cuenta. Busqué la ayuda de una terapeuta profesional, y ella me ayudó y me guio a través del proceso de dolorosa recuperación.
También me reunía con mi obispo de forma regular. Juntos, me guiaron y alentaron a seguir adelante, y me animaron a construir mi relación con el Padre Celestial y Jesucristo. En los momentos en que me arrodillaba para pedir ayuda, sabía que mi Padre Celestial me estaba refinando, dándome fuerzas, poco a poco, para superar esto. La esperanza y la sanación son posibles. He aprendido mucho sobre mí misma, mi Padre Celestial y mi Salvador a lo largo de esta trayectoria.
He aprendido a confiar en el Padre Celestial, ya que Él sabe lo que es mejor para nosotros. He aprendido a arrodillarme a orar cuando necesito ayuda, consejo o dirección.
He aprendido quiénes son mis amigos y he aprendido qué es un verdadero amigo. También he aprendido a establecer límites.
He aprendido más acerca del amor, la compasión y la paciencia.
He aprendido a ser más amable conmigo misma, a no culparme, especialmente cuando algo no es culpa mía. He aprendido a no juzgar ni ser tan dura conmigo misma. Estoy aprendiendo a amarme más a medida que avanza cada día.
Estoy agradecida por el silencioso valor que me ha ayudado a convertirme en quien soy. Todavía estoy creciendo y aprendiendo día a día, pero estoy muy agradecida por el camino que estoy siguiendo y por todo lo que he conquistado.
Esta puede haber sido una trayectoria silenciosa, pues no muchos saben por lo que he pasado, pero creo que a menudo los actos de valentía más silenciosos pueden ser los más fuertes.
Entiendo el poder sanador que Cristo puede extender debido a Su expiación. Entiendo un poco más de cómo soportó mi dolor y agonía en el Jardín de Getsemaní y en la cruz. Creo en el poder de los ángeles y en la protección que brindan. Sé que no estuve sola durante esta trayectoria y el saber que Dios realmente participa en todos los aspectos de nuestras vidas ha fortalecido mi testimonio. No se limita a participar de vez en cuando; Él siempre se implicará en nuestras vidas; Él nos cuida.
Mi testimonio se ha hecho más fuerte. Aprendí lo real que es el mundo espiritual. Sabía que estaba luchando contra el adversario a diario. A veces me imaginaba poniéndome una armadura espiritual; esto me ayudó a fortalecerme. Sabía que tenía que protegerme espiritualmente de la pesadez y la niebla que tenía que atravesar para reconocer y aceptar mis experiencias. Mi dolor era tan profundo y real que en verdad me dolía el corazón y todo el cuerpo. A veces, sentía como si mi cuerpo estuviera enfermo.
Sin embargo, esta experiencia también ha generado una fuerza interior, una fuerza que nunca supe que estaba allí. Una fuerza que es amable, alentadora y edificante. Una fuerza que me dice que puedo hacer cosas difíciles. Una fortaleza que sé que me empujará a través de tiempos difíciles y desafiantes. Una fuerza que me conoce más de lo que yo me conozco. Sentí un reavivamiento en mi espíritu, mi alma, mi ser eterno que una vez vivió con el Padre Celestial, mi espíritu que sabe de lo que soy capaz.
¡Nuestras almas valen mucho más de lo que podemos imaginar! ¡Al confiar en la ayuda y el poder de Jesucristo, al final podemos conquistar, vencer, triunfar y tener éxito! Somos hijos e hijas de un Rey Celestial, ¡y eso es algo para regocijarse! Estamos hechos para cosas grandes y hermosas, cosas que no podemos imaginar ni sentir. Regocijémonos en lo que somos; somos hermosos y magníficos ante los ojos de nuestro Padre Celestial. ¡Somos de gran valor! Creo que nuestras almas anhelan estar en casa con nuestro Padre Celestial y estar en Su presencia una vez más. A Él doy alabanzas, a mi Padre, a mi Rey.
Si usted o alguien que conoce ha sufrido abuso, busque ayuda de inmediato de las autoridades civiles, servicios de protección infantil o servicios de protección para adultos. También puede buscar ayuda de un abogado defensor para víctimas, de un profesional médico o de servicios sociales. Estos servicios pueden ayudarle a protegerse y prevenir más abuso o maltrato. Encontrará más información en la página “En crisis”.