CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
LA IGLESIA PROGRESA HASTA LLEGAR A SER UNA ORGANIZACIÓN MUNDIAL
1El presidente George Albert Smith murió el día en que cumplía ochenta y cinco años, el miércoles 4 de abril de 1951, apenas dos días antes de comenzar la conferencia general. Las sesiones del sábado se cancelaron para efectuar el funeral del presidente Smith. La conferencia iba a terminar el domingo, pero se convocó a una asamblea solemne especial para el lunes 9 de abril, en la cual se sostuvo a David O. McKay como noveno Presidente de la Iglesia.
Al aceptar el elevado y santo oficio, el presidente McKay testificó: “Nadie puede presidir esta Iglesia sin estar primero en armonía con el que es cabeza de ella, nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Él está a la cabeza. Esta es Su Iglesia. Sin Su guía divina y Su constante inspiración no podemos tener éxito. Con Su guía, con Su inspiración, no podemos fracasar”2.
Los setenta y ocho años del presidente McKay, llenos de experiencias valiosas, lo prepararon bien para su llamamiento como Presidente de la Iglesia. Él nació en septiembre de 1873, cuando Brigham Young todavía era Profeta de la Iglesia. La escarpia de oro, símbolo de la primera vía ferroviaria transcontinental, se había colocado sólo cuatro años antes de su nacimiento y, no obstante, él vivió lo suficiente para poder ver en televisión al primer hombre que llegó a la luna. En 1897 fue llamado para ir de misionero a las Islas Británicas. En una conferencia misional particularmente espiritual que tuvo lugar dos años después en Glasgow, Escocia, James L. McMurrin, consejero del presidente de la misión, se volvió al élder McKay y le dijo: “Si usted conserva la fe, se sentará en los consejos directivos de la Iglesia”3.
En abril de 1906, a los treinta y dos años de edad, David O. McKay fue llamado a integrar el Consejo de los Doce Apóstoles, y en octubre de ese mismo año pasó a ser miembro de la presidencia general de la Escuela Dominical. En los treinta años siguientes prestó servicio también como comisionado de educación de la Iglesia y como presidente del Comité General del Sacerdocio y de otros comités encargados de correlacionar varios programas de la Iglesia. La gira mundial que hizo en 1920 y 1921 a fin de evaluar las condiciones en que se hallaban las misiones, y los dos años en que fue Presidente de la Misión Europea ampliaron considerablemente su visión. En 1934 pasó a ser miembro de la Primera Presidencia, siendo consejero de Heber J. Grant y de George Albert Smith. De ese modo, el presidente David O. McKay estaba bien preparado para dirigir la Iglesia en una época de rápida expansión.
UNA ERA DE PROGRESO Y DE PROBLEMAS SIN PRECEDENTES
En 1950 la Iglesia llevaba ciento veinte años de organizada y el total de miembros era de aproximadamente 1.100.000. Durante los próximos veinte años el número de Santos de los Últimos Días llegó a ser casi el triple, pasando los 2.900.000. Si se tiene en cuenta a los que murieron en ese período, casi las tres cuartas partes de todos los miembros de la Iglesia que había a principios de 1970 probablemente no habrán conocido a otro presidente que no fuera David O. McKay. En los años cincuenta y sesenta, la cantidad de miembros aumentó con casi el doble de rapidez que en las décadas pasadas; y la Iglesia no sólo se fortaleció en números sino que se extendió por estar los miembros distribuidos por el mundo con más uniformidad. Esto se debió al mayor éxito de la obra misional en todo el mundo y al hecho de que los líderes exhortaban a los santos a quedarse en su propia tierra para edificar el reino allí.
Al expandirse la Iglesia hacia nuevas regiones, los miembros empezaron a enfrentar cada vez más problemas y oportunidades de naturaleza diversa. Era necesario que los santos que vivían en muchos ambientes y costumbres diferentes entendieran y aplicaran los principios del Evangelio. En algunas partes de Europa, el período de posguerra y la prosperidad que se adquiría gradualmente provocaron una especie de apatía religiosa; en países donde se exigía a los ciudadanos pagar un impuesto para mantener a la religión establecida del estado, las iglesias tenían una asistencia de menos del cinco por ciento a sus servicios dominicales; los impuestos elevados y otras presiones económicas hacían que el tener más de uno o dos hijos fuera un verdadero sacrificio, y en muchos casos las madres se veían forzadas a trabajar fuera de su hogar. Las normas morales debilitadas y las leyes liberales en cuanto a la pornografía también eran una amenaza para la fortaleza de la familia. Entre la mayoría de los europeos, el beber bebidas alcohólicas era parte de la vida diaria. Además, por la diversidad de idiomas que hablaban los pueblos del mundo, se hizo necesario que las conferencias de la Iglesia, las sesiones del templo y otras actividades se llevaran a cabo en general en muchas lenguas diferentes.
Los polinesios del sur del Pacífico están considerados como uno de los pueblos que sabe despertar más el cariño en los demás. Su espiritualidad se evidenciaba en curaciones extraordinarias y en inspiradoras manifestaciones del don de lenguas. En sus tradiciones se describe cómo navegaron sus antepasados miles de millas en embarcaciones primitivas para trasladarse desde América hasta el sur del Pacífico. En un discurso pronunciado durante una conferencia de área en Nueva Zelanda, el presidente Spencer W. Kimball afirmó que el origen de los maoríes está registrado en el Libro de Mormón5. De ahí que los Santos de los Últimos Días polinesios se hayan identificado con los pueblos del Libro de Mormón. La importancia de la familia entre los polinesios se denota en las complejas genealogías que se repiten de memoria o se hallan preservadas en intrincados tallados en madera. La Iglesia floreció entre esos pueblos.
Fuera de Utah, no había en ninguna otra parte un promedio más alto de miembros de la Iglesia en el total de la población. En 1970, el promedio era de trece por ciento en Samoa y aproximadamente veinte por ciento en Tonga, comparado con sólo el uno por ciento en la totalidad de los Estados Unidos. No obstante, la vida en estos paraísos tropicales no era siempre fácil; en algunas partes, el depender de una sola cosecha hacía que el nivel de vida fuera muy bajo. A veces, los misioneros Santos de los Últimos Días se veían enfrentados por la oposición de los gobiernos que estaban bajo la fuerte influencia de las sociedades misioneras europeas. Y el transporte era una dificultad que los líderes de la Iglesia tenían que resolver cada vez que visitaban las unidades locales de las diversas islas.
Los santos de Latinoamérica, por su parte, enfrentaban otro tipo de dificultades. Quizás no haya otro lugar donde una sola religión sea tan prevaleciente en todas las tradiciones, lo cual se hace evidente en los nombres de lugares, en los días festivos y en diversos aspectos de la vida cotidiana; por eso, la conversión al Evangelio restaurado era un cambio más grande para la gente de esos países que de otras regiones. Los miembros de la Iglesia latinoamericanos, especialmente los de México, América Central y la parte oeste de Sudamérica, se consideraban entre los descendientes de los nefitas y lamanitas que describe el Libro de Mormón , y, por lo tanto, herederos de la gran promesa que el libro contiene (véase 2 Nefi 30:6). En ninguna otra región se superó el crecimiento que tuvo allá la Iglesia durante el tercer cuarto del siglo veinte; el número de miembros de la Iglesia en Latinoamérica se remontó de menos de nueve mil en 1950 a más de doscientos mil en 1970.
Los misioneros estadounidenses que iban a predicar el Evangelio en Asia se sentían como si estuvieran en otro mundo; los cristianos allá eran una insignificante minoría, y ni siquiera se utilizaba el mismo alfabeto que en el mundo occidental. Pero, a pesar de las diferencias culturales, el Evangelio echó raíces en varias naciones asiáticas y la Iglesia empezó a progresar rápidamente. La forma en que los Santos de los Últimos Días destacan la importancia de la familia conmovió y atrajo a muchas personas cuya familia había venerado a sus antepasados desde hacía muchas generaciones.
No obstante, aun cuando la Iglesia crecía rápidamente en muchas partes del mundo, había fuerzas opuestas que amenazaban detener su progreso. En 1950, debido a las tensiones internacionales, hubo que cerrar las misiones del Cercano Oriente y de Checoslovaquia; además, el dominio comunista de China en 1949 y los comienzos de la guerra de Corea en 1950 obligaron también a cerrar provisoriamente la Misión China de Hong Kong.
El impacto de la guerra de Corea no se limitó al Lejano Oriente, sino que, al asumir los Estados Unidos una función principal en las fuerzas de paz de las Naciones Unidas, otra vez se comenzó el reclutamiento de los jóvenes; con ello, había menos élderes disponibles para el servicio misional. En contraste con los 3.015 misioneros llamados por la Primera Presidencia en 1950, dos años más tarde sólo 872 recibieron llamamientos para la misión.
En medio del rápido crecimiento de la Iglesia, el presidente McKay consideró fundamental destacar la enorme importancia de que hubiera progreso espiritual junto con el numérico. Tenía la convicción de que “el objetivo principal del hombre en la vida no debía ser la adquisición de riquezas, ni de fama, ni de posesiones materiales; no debía ser el desarrollo del potencial físico ni de la fortaleza intelectual, sino que la meta primordial de su vida debía ser el desarrollar un carácter similar al de Cristo”6.
Él creía que, a fin de alcanzar ese nivel más elevado, el hombre debía superar los aspectos mundanos o carnales de su naturaleza. “El mundo necesita que se le salve, primero, de la influencia dominante de los instintos, de las pasiones y de los apetitos animales”. Y tenía la certeza de que el egoísmo era la causa principal de los problemas del hombre.
El presidente McKay recalcaba lo siguiente: “El desarrollo espiritual debe ser nuestra máxima preocupación. La espiritualidad es la mayor adquisición del alma, lo divino en el hombre, ‘el don supremo que lo corona como rey de todas las cosas creadas’. Es el conocimiento de haber triunfado sobre sí mismo y de tener comunión con el infinito. Es solamente la espiritualidad lo que nos da en verdad lo mejor de la vida”8.
PRESIDENTE DE UNA IGLESIA MUNDIAL
David O. McKay llegó a ser el Presidente que más viajó por todo el mundo en la historia de la Iglesia. En 1952 visitó las misiones de Gran Bretaña y del resto del continente europeo; al año siguiente regresó a Europa con el fin de dedicar los sitios para los primeros templos que se iban a edificar fuera de los Estados Unidos y Hawai; en 1954 se detuvo brevemente en Londres, en la primera parte de un viaje de cerca de sesenta mil kilómetros en el que fue a África del Sur y recorrió Latinoamérica. En ese recorrido, fue la primera Autoridad General que visitó África del Sur (lo que no había hecho durante su gira de 1921) y el primer Presidente de la Iglesia que había estado en América del Sur.
En 1955 recorrió la zona del sur del Pacífico, regresando a lugares donde había tenido experiencias sagradas unos treinta y cuatro años antes; mientras se hallaba en ese viaje, anunció los planes de construir un templo en Nueva Zelanda, un paso más para poner a disposición de los santos de diversas partes del mundo las bendiciones de la Casa del Señor. Unos meses después se hallaba en Europa por cuarta vez en cuatro años, esta vez para dedicar el Templo de Berna, Suiza. En 1958 regresó al Pacífico para dedicar el Templo de Hamilton, Nueva Zelanda. Mientras se encontraba en ese país, también organizó la Estaca Auckland, la primera fuera de Norteamérica o Hawai y otra evidencia del crecimiento internacional de la Iglesia. Más tarde ese mismo año, volvió a Inglaterra a dedicar el Templo de Londres.
En todas partes adonde iba, el presidente McKay era recibido con amor y veneración; era el primer Profeta que la mayoría de los santos había visto en persona. Aeropuerto tras aeropuerto estaba lleno de miembros que lo recibían con los ojos llenos de lágrimas y la voz cortada por la emoción, cantando las familiares notas de “Te damos, Señor, nuestras gracias” (Himnos, Nº 10).
Muchas veces durante sus viajes, el presidente McKay experimentaba la realidad de las bendiciones y de la guía divinas. Por ejemplo, en un viaje que hizo en 1955, su vuelo se retrasó porque se había pronosticado un huracán que se acercaba a Fiji, lugar adonde se dirigía; pero cuando el avión llegó a Fiji, pudo aterrizar sin problemas. Los funcionarios de la isla estaban admirados porque el huracán “parecía haber cambiado su curso súbitamente al mismo tiempo en que él llegaba a Suva, y el presidente McKay comentó que había sucedido algo muy inusitado”9. Después, las torrenciales lluvias tropicales demoraron la partida del Profeta de Fiji.
Hasta encontrarse inesperadamente con dos élderes, el presidente McKay no estaba enterado de que hacía nada más que tres meses que se habían asignado misioneros a esa zona; hizo arreglos entonces para reunirse al día siguiente, que era domingo, con el grupito de santos que vivía en Suva. Se reunieron todos en casa del hermano Cecil B. Smith, que era quien había mantenido, él solo y sin ayuda, a ese pequeño rebaño de miembros juntos durante muchos años. Mientras daba la bienvenida al Profeta de Dios a su hogar y a la reunión, el hermano Smith “se emocionó y derramó lágrimas de gozo y gratitud…
“La congregación cantó con gran dulzura ‘Te damos, Señor, nuestras gracias’… Con los ojos llenos de lágrimas, pronunciaban las palabras como si fueran una oración…
“En su discurso, el presidente McKay dijo que esa era una reunión muy importante, explicando que no habíamos pensado quedarnos en ese lugar hasta el domingo, pues nuestro itinerario requería que estuviéramos en otro punto entre Suva y Tonga; pero que nos habíamos demorado allí por el pronóstico del huracán. Y comentó que no estábamos enterados de que hubiera miembros de la Iglesia en Suva.
“…Explicó que las circunstancias habían causado que el grupo estuviera allí ese día para predicar el Evangelio en Suva y comenzar a edificar el Reino de Dios. ‘Sin duda’, dijo, ‘Dios ha intervenido para cambiar nuestro itinerario de manera que pudiéramos estar con ustedes, los miembros de la Iglesia’ ”10.
Los viajes del presidente McKay fueron una fuente de inspiración para otros, aparte de los santos a quienes visitaba. El periódico Church News publicaba relatos de sus experiencias diarias, que el público leía con gran interés; aun los que se encontraban en las fuertes zonas centrales de la Iglesia sentían que su fe se fortalecía al leer sobre la fe y la gratitud manifestadas por sus hermanos de países lejanos de todo el mundo.
“TODO MIEMBRO UN MISIONERO”
El presidente David O. McKay reconocía que la obra misional eficaz era la clave para el constante progreso de la Iglesia. El primer plan de proselitismo que ésta publicó oficialmente apareció en 1952; las presentaciones de los misioneros se condensaban en seis charlas en las que se trataba una serie lógica de principios del Evangelio, respaldados por la lectura de pasajes de las Escrituras, la expresión del testimonio y la oración sincera. En 1961, los líderes de la Iglesia convocaron al primer seminario para presidentes de misión. Bajo la dirección de las Autoridades Generales, los presidentes combinaron su experiencia para refinar los métodos de predicación.
El presidente McKay empleó el lema “Todo miembro un misionero” para destacar la función que tenían los santos en conseguir posibles conversos y hermanarlos una vez convertidos11. Aconsejó a los miembros que llevaran una vida ejemplar que se ganara el respeto de los demás y diera lugar a la posibilidad de hablarles del Evangelio. Se exhortó a los santos a invitar a su hogar a los amigos que no fueran miembros para escuchar el mensaje de los misioneros; esto permitía a los misioneros emplear su tiempo para enseñar con más eficiencia en lugar de tener que utilizarlo en buscar investigadores; más aún, las familias que presentaban los misioneros a sus amigos podían hermanarlos después de convertidos al Evangelio, ayudándoles a hacer la transición de un estilo de vida y de un ambiente social a otro.
Durante esos años la Iglesia continuó refinando su programa de orientación para los nuevos misioneros. En 1961, hubo un cambio importante: Como los élderes se veían sujetos a grandes demoras para conseguir el visado para entrar en Argentina y en México, se estableció para ellos un programa especial de capacitación de idiomas en la Universidad Brigham Young; la instrucción se concentraba en la conversación. El programa “viva con su idioma” animaba a los misioneros a hablar solamente la lengua que estaban aprendiendo; tenían también la oportunidad de practicar las charlas proselitistas con personas cuyo idioma natal fuera ése, que hacían las veces de investigadores. Además, los élderes y las hermanas tenían que obedecer las normas de la vida y la conducta misional, y desarrollar los hábitos y la actitud apropiados aun antes de llegar a la misión. Debido al gran éxito que tuvo, el programa se instituyó oficialmente en 1963 con el nombre de “Misión de capacitación de idiomas”. En los años siguientes se agregó instrucción en muchos idiomas más.
A fin de complementar los contactos personales de los misioneros proselitistas, la Iglesia empleó una variedad de métodos y medios, entre ellos el de los medios de comunicación, para presentar su mensaje al mundo. Los centros de visitantes y las transmisiones radiales y por televisión tuvieron una importante función en lograr que el público comprendiera mejor a la Iglesia y a sus miembros.
Al aumentar la cantidad de gente que viajaba después de la Segunda Guerra Mundial, el número de visitantes a la Manzana del Templo se remontó a más de un millón por año. En 1966, la Iglesia edificó allí un centro de visitantes más espacioso, equipado con dioramas y otras exhibiciones que tenían por objeto explicar las diversas facetas del Evangelio.
En vista del éxito de la Manzana del Templo, la Iglesia continuó su programa de inaugurar centros de visitantes en otros sitios históricos, tales como el lugar en que nació José Smith en Vermont, la Arboleda Sagrada y el cerro de Cumorah en Nueva York, Independence en Misuri, y Nauvoo en Illinois. A causa de los buenos resultados del espectáculo en el cerro de Cumorah, se decidió organizar otros en Independence, Nauvoo, el Templo de Manti, Utah, y otras localidades, los cuales demostraron ser un medio importante de dar a conocer al público el mensaje del Evangelio.
La restauración de la antigua ciudad mormona de Nauvoo empezó en los años sesenta. El proyecto, que iba a exigir mucho trabajo, seguía el modelo de la excelente restauración de la ciudad colonial estadounidense Williamsburg, en Virginia. El sitio del Templo de Nauvoo se arregló con una fila de piedras sobre el césped, que indicaban dónde estuvo la estructura original; había guías misioneros que acompañaban a los visitantes a recorrer las casas y tiendas restauradas con la apariencia que tenían en la década de 1840, con el objeto de representar aspectos interesantes de la vida de Nauvoo en esos años, cuando era una de las ciudades más grandes del estado de Illinois. Además, y más importante aún, tenía el propósito de simbolizar la fe de los santos que se habían sacrificado para edificar la ciudad y fueron después forzados a abandonarla a causa de la persecución religiosa que sufrían.
La Iglesia aprovechó también la oportunidad de dar a conocer el Evangelio al público en ferias y exposiciones. Más de tres millones de personas visitaron el pabellón mormón en la Feria Mundial de Nueva York, en 1964 y 1965; el estudio de filmación de la Universidad Brigham Young produjo para esa exhibición una película nueva titulada “El hombre y su búsqueda de la felicidad”, en la que se representaba el concepto que tienen los Santos de los Últimos Días de la vida antes y después de la existencia terrenal. La experiencia que se adquirió con las exhibiciones y los métodos de presentación de la feria hizo que la Iglesia transformara sus centros de visitantes en instrumentos más eficaces para la enseñanza del Evangelio.
Al perfeccionarse la televisión en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la Iglesia se apresuró a hacer buen uso de ese medio de comunicación. Ya desde abril de 1948 se empezó a transmitir las sesiones de la conferencia general desde el Tabernáculo a otros edificios de la Manzana del Templo por circuito cerrado de televisión; en octubre de 1949, la conferencia se transmitió por primera vez fuera de la Manzana del Templo. Hacia fines de la década de los cincuenta se extendió la transmisión de la conferencia hasta California, y en 1962 se transmitieron sesiones de costa a costa en los Estados Unidos por primera vez. La Iglesia ofreció pagar a las estaciones locales para que hicieran la transmisión, y muchas de éstas donaron el tiempo como parte de su cometido de rendir servicio público.
En 1952 se empezó a transmitir la sesión del sacerdocio de la conferencia general, por circuito cerrado, a ciertos centros de estaca y a otros edificios de la Iglesia. Con el tiempo, más de mil grupos de poseedores del sacerdocio tuvieron el privilegio de ver simultáneamente estas sesiones por todos los Estados Unidos y Canadá, así como en Australia, Nueva Zelanda y otros varios países. En 1962 se empleó, además, otro medio de comunicación al transmitir por radio de onda corta sesiones de la conferencia general en inglés a Europa y África, y en español a Latinoamérica.
Con el paso de los años, la Iglesia fue preparando materiales para utilizar en los medios de comunicación. Por ejemplo, el Comité de Radio, Publicidad e Impresos Misionales distribuía programas de radio, filminas y material de lectura. Al aumentar la necesidad de esos materiales, en 1957 hubo una división de responsabilidades al establecerse el Servicio de Información de la Iglesia para encargarse de los contactos con personas que no eran miembros. El objetivo principal era promover la obra misional presentando un aspecto positivo de los principios y las actividades de la Iglesia; para ello, contaba con una biblioteca de fotografías; coordinaba la publicidad para acontecimientos especiales como conferencias y dedicaciones de templos; y preparaba artículos de interés general sobre ciertas fases de la organización de la Iglesia como el Plan de Bienestar, la noche de hogar o las actividades de jóvenes; también proveía carteles (pancartas), exhibiciones y apoyo a las presentaciones de recepción al público que se hacían en las capillas locales.
Había un servicio de anfitriones para mostrar la sede de la Iglesia a los visitantes importantes, entre ellos funcionarios de gobierno y de negocios, líderes de otras religiones y personalidades del mundo artístico; se llevaba a estos grupos a los puntos de interés como la Manzana del Templo y la Manzana del Plan de Bienestar. Muchos de los visitantes apreciaban el hecho de ser recibidos en los hogares de los Santos de los Últimos Días, así como de asistir a servicios religiosos de los barrios locales.
LAS OPORTUNIDADES MÁS AMPLIAS DE EDUCACIÓN SE EXTIENDEN POR TODO EL MUNDO
La naturaleza principal del programa educativo de la Iglesia se había establecido en los años treinta, dando importancia a la educación religiosa accesoria con la cual se complementara la instrucción que ofrecían las escuelas.
De ahí en adelante, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, la Iglesia se ha concentrado en el progreso del programa de educación. En los veinte años que David O. McKay presidió la Iglesia, hubo en los diversos programas educativos una inscripción aproximadamente cinco veces mayor. Los antecedentes del presidente McKay y su particular interés en la educación lo habían preparado bien para dirigir a los santos durante ese período de extraordinario crecimiento.
En 1953, el presidente McKay dirigió la organización de un Sistema Educativo de la Iglesia unificado, en el que se incluían las escuelas, los programas de Seminario e Instituto de religión de todo el mundo. El aumento de inscripciones que había tenido lugar después de la guerra había causado gran presión en los programas educativos de la Iglesia. Por otra parte, en 1950 la Primera Presidencia había anunciado que deseaba que la Universidad Brigham Young se convirtiera en “la institución educativa más importante del mundo”12.
Por lo tanto, la Universidad Brigham Young comenzó un programa de construcción sin precedentes; se triplicó la capacidad de los alojamientos para los estudiantes; se agregaron otros edificios, como un estudio de filmación, un centro de estudiantes y un estadio nuevo; se edificaron algunos nuevos para la enseñanza. Ernest L. Wilkinson, que era rector de la universidad en esa época, tomó las medidas apropiadas para que el progreso académico estuviera a la altura de la expansión edilicia. En 1960, la universidad comenzó por primera vez un programa de estudios para doctorados; ese mismo año, también dio principio a un programa de honores por medio del cual los estudiantes más dedicados podían asistir a clases pequeñas con algunos de los profesores más destacados.
La actividad religiosa de los estudiantes también era motivo de preocupación; al estar lejos del hogar paterno, algunos descuidaban la asistencia a la Iglesia. Los barrios que estaban en los alrededores de los planteles universitarios se llenaban con la asistencia de los estudiantes que eran activos. En 1947 se formaron dos ramas en la Universidad Brigham Young para atender a las necesidades religiosas de los estudiantes, tanto casados como solteros; al principio, esas unidades se consideraron experimentales, pero al poco tiempo dieron evidencias del gran éxito que tenían al establecer un récord de asistencia en la Estaca Este de Provo. Con el aumento de inscripciones en la universidad, en 1956 se organizó en ella la primera estaca de estudiantes de la Iglesia; esto constituyó una contribución significativa y especial a la vida estudiantil y al desarrollo individual de los alumnos.
Al poco tiempo se organizaron barrios y estacas en otras instituciones de enseñanza, dondequiera que el número de estudiantes lo justificara. Generalmente, el obispo era o un profesor o un miembro adulto de la comunidad, pero los estudiantes mismos ocupaban casi todos los demás cargos; de esa manera, los jóvenes obtenían experiencia como líderes, maestros y secretarios de quórumes y de organizaciones auxiliares; los más maduros tenían incluso la oportunidad de ser consejeros en el obispado o miembros del sumo consejo de la estaca. En contraste con los alrededores de otras universidades, que estaban casi desiertos los domingos y sólo se veía algún grupo pequeño de los que asistían a los servicios religiosos, en la Universidad Brigham Young y en el colegio Ricks los edificios donde se reunían los barrios de estudiantes estaban tan repletos los domingos como los demás días. El rector Wilkinson, refiriéndose a los veinte años en que había dirigido la universidad, dijo que la organización de esos barrios y estacas de estudiantes había sido “el logro más satisfactorio durante todo el tiempo que he estado aquí”13.
Los programas educativos religiosos de la Iglesia también progresaron considerablemente; en los Estados Unidos y por todo el mundo se organizaron programas de Seminario e Instituto con el fin de proveer instrucción para los estudiantes de enseñanza secundaria y superior.
En el programa de Seminario se hicieron algunas adaptaciones que facilitaron el incremento de inscripciones entre los alumnos de secundaria; al principio todo Seminario funcionaba en edificios cercanos a la institución de enseñanza y los alumnos recibían un permiso especial para asistir a las clases durante el horario escolar; pero, al aumentar el número de Santos de los Últimos Días que vivían en otras partes fuera de Utah, ya no fue posible recurrir a este arreglo y, por ese motivo, se desarrollaron los programas de clases matutinas y vespertinas y del estudio individual supervisado a fin de atender a la instrucción de todos los miembros de la Iglesia.
En Salt Lake City y Pocatello, Idaho, se había comenzado ya en 1929 a dar clases de seminario temprano por la mañana; el programa de Pocatello no duró más que un año. Pero en otras partes también existía la necesidad. En 1941, el director de Instituto del sur de California informó que había en la zona de Los Ángeles cinco liceos (escuelas secundarias) que tenían más de cien alumnos Santos de los Últimos Días cada uno, y que había varias más con un número aproximado. No obstante, por las restricciones de la guerra no fue posible desarrollar programas nuevos en esa época. En 1950, los once presidentes de estaca de la región de Los Ángeles solicitaron unánimemente que inmediatamente comenzaran a llevarse a cabo seminarios por la mañana.
Fue necesario superar enormes obstáculos: muchas de las clases tenían que abarcar a más de una escuela; la diferencia en los horarios escolares obligaba a tener las clases de seminario a las siete de la mañana o más temprano; no había capillas cerca de las escuelas, como para ir caminando, por lo que fue necesario organizar grupos a los que se transportara juntos en un auto o recurrir a otros medios de transporte. En septiembre de 1950 se dio comienzo a seis clases en un programa piloto, y el éxito que tuvieron llevó a la adición de siete clases más en el transcurso del mismo año escolar. A pesar de las dificultades, los cuatrocientos sesenta y un alumnos inscritos en seminario tuvieron un promedio de asistencia del ochenta y ocho por ciento ese primer año.
Tres años después había cincuenta y nueve clases, con una asistencia del noventa y dos por ciento; ese excelente promedio era un tributo a la devoción de los jóvenes y de sus padres, que estaban dispuestos a levantarse a las cinco de la mañana a fin de asistir a una clase de religión antes de la escuela. En el cuarto de siglo siguiente, esas clases tempranas pusieron el seminario al alcance de los alumnos Santos de los Últimos Días en muchas partes del mundo fuera de la zona de las Montañas Rocosas, especialmente en Estados Unidos y Canadá, donde la población de la Iglesia era numerosa.
En los lugares donde no había bastantes jóvenes para formar una clase diaria, se estableció el programa de estudio individual supervisado de seminario; éste comenzó como programa piloto en los estados del oeste medio (Estados Unidos), durante el año escolar de 1966 a 1967; los jóvenes estudiaban las lecciones de seminario en su casa en el transcurso de la semana y se reunían el domingo con un maestro voluntario para hablar de lo que habían aprendido; una vez por mes todos los alumnos del distrito se reunían en una localidad central bajo la dirección del coordinador regular de seminario. Durante la mañana repasaban los puntos más sobresalientes del material estudiado en el mes, y por la tarde tenían actividades sociales o recreativas dirigidas por un líder de la Mutual, mientras los maestros voluntarios recibían del coordinador instrucciones sobre las lecciones del mes siguiente. El programa de estudio individual supervisado ha puesto la enseñanza de seminario a disposición de todos los Santos de los Últimos Días. En 1972 se inauguró un programa similar de estudio de instituto para los estudiantes de colegios universitarios.
En el Pacífico y en algunas partes de Latinoamérica, dos regiones de rápido crecimiento de la Iglesia, la enseñanza pública no estaba al alcance de todos. Los líderes de la Iglesia tenían la preocupación de que una gran cantidad de Santos de los Últimos Días carecían de la oportunidad de aprender, incluso en la enseñanza primaria. En esos lugares, por lo tanto, la Iglesia volvió a la práctica de los días de los pioneros en el siglo diecinueve y estableció escuelas en las que se impartiera instrucción secular básica además de la enseñanza religiosa.
A principios del siglo veinte, en varias de las misiones del Pacífico se habían formado escuelas para beneficiar a los niños y jóvenes Santos de los Últimos Días; eran por lo general pequeñas; una que sobresalía como ejemplar era el Colegio Agrícola Maorí de Nueva Zelanda. Los maestros de esas escuelas eran misioneros regulares a quienes se llamaba para enseñar. El crecimiento de la Iglesia después de la Segunda Guerra Mundial exigió que hubiera una expansión de esas instituciones de enseñanza. A principios de la década de 1950, se abrieron el Colegio Liahona en Tonga, las escuelas secundarias Pesega y Mapusaga en Samoa, el Colegio de Nueva Zelanda cerca de Hamilton, y varias escuelas primarias en esos países; aun cuando dos de ellas tenían el nombre de colegio [que en inglés se refiere generalmente a la enseñanza universitaria], sus clases alcanzaban sólo el nivel de enseñanza media. Los edificios para esas escuelas tan necesarias se construyeron mediante el programa misional de construcción, que comenzó en esa época y en la zona del sur del Pacífico; en el transcurso de las décadas de los cincuenta y los sesenta, se llamó a miles de misioneros obreros para construir capillas, escuelas y otros edificios de la Iglesia; este programa se suspendió cuando su costo hizo que dejara de ser el más eficaz.
El Colegio de la Iglesia en Hawai, una institución de enseñanza superior con cursos de dos años y localizada en Laie, se inauguró en 1955; en 1957, pasó a ofrecer cursos de cuatro años. El colegio llegó a tener unos mil estudiantes, la mayoría provenientes de las islas del Pacífico; en él se destacaban los cursos de magisterio, lo que hizo posible que muchos jóvenes polinesios regresaran después a su tierra natal y fueran maestros en las escuelas de la Iglesia. En 1958, el presidente David O. McKay dedicó un nuevo complejo edilicio en el predio del Colegio de la Iglesia en Hawai; la fachada estaba adornada por un mosaico de diez metros de altura que representaba la ceremonia de izar la bandera en la cual, treinta y siete años atrás, el presidente McKay había profetizado que Laie llegaría a ser un día el centro educativo de los santos del Pacífico.
En 1963, la Iglesia abrió el Centro Cultural Polinesio adyacente al predio del colegio; éste no sólo contribuyó a preservar y dar a conocer las costumbres y tradiciones particulares de varios pueblos del Pacífico, sino que también llegó a ser un centro turístico muy popular, despertando así en el público buena disposición hacia la Iglesia y proveyendo empleo a gran cantidad de estudiantes polinesios que asistían al colegio. En 1974, el Colegio de la Iglesia en Hawai cambió de nombre pasando a ser la Extensión Hawai de la Universidad Brigham Young; además, se dio más importancia a ciertas materias que se podían enseñar mejor en el ambiente del Pacífico que en la universidad de Provo.
La expansión del programa educativo de la Iglesia en Latinoamérica se realizó entre 1950 y 1975. En 1897, se había iniciado la Academia Juárez en las colonias mormonas del norte de México. Y en 1960, con el estímulo del presidente David O. McKay, se estableció en México un sistema de cuarenta escuelas de enseñanza primaria y secundaria para atender a las insuficiencias educativas de los santos en diversas partes del país. La escuela de la Iglesia “Benemérito de las Américas”, próxima a la ciudad de México, tenía una asistencia de más de dos mil estudiantes de nivel universitario. En ella también se hacía hincapié en los cursos de magisterio. Lo mismo que en la zona del Pacífico, estas escuelas hicieron una importante contribución a la actividad de los Santos de los Últimos Días en general, evidencia de lo cual es el hecho de que un número considerable de líderes locales se graduaron de ellas. Durante un tiempo, la Iglesia operó algunas escuelas también en Chile, Perú, Bolivia y Paraguay.
El programa de alfabetización de la Iglesia hizo, por su parte, una gran contribución al mejoramiento de los santos. En algunas zonas en desarrollo se llamaba a personas que no sabían leer ni escribir para ser líderes y maestros. Bajo la dirección de la Universidad Brigham Young se creó un programa sencillo destinado a enseñar esos conocimientos básicos. Por ejemplo, en Bolivia hubo miembros de habla hispana que recibieron quince horas de instrucción individual para aprender a leer; después de ese curso, se les dio una capacitación de cuatro horas a fin de prepararlos para enseñar a otros. De ese modo, cientos de Santos de los Últimos Días se capacitaron para leer las Escrituras, así como manuales de instrucciones y de lecciones y otros impresos de la Iglesia; muchos pudieron así obtener mejores empleos y su confianza en sí mismos aumentó. Un presidente de rama comentó que, antes de aprender a leer, las oportunidades habían sido como un libro cerrado para él; pero después de haber aprendido, su vida era plena e interesante como un libro abierto.
Historia Fecha |
Acontecimientos importantes |
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1950 |
Se cierran las misiones del Cercano Oriente y de Checoslovaquia. |
1950 |
Empieza la guerra de Corea. |
1950 |
Comienza el seminario matutino en California. |
1950 |
Los misioneros de construcción edifican escuelas en el Pacífico. |
1951 |
David O. McKay pasa a ser Presidente de la Iglesia. |
1952 |
El presidente McKay visita las misiones europeas. |
1952 |
Se publica el primer plan oficial de proselitismo para toda la Iglesia. |
1955 |
El presidente McKay visita los países del sur del Pacífico. |
1955 |
Se abre el Colegio de la Iglesia en Hawai. |
1955 |
Se dedica el Templo de Berna, Suiza. |
1956 |
Se dedica el Templo de Los Ángeles, California. |
1956 |
Se organiza la primera estaca de estudiantes. |
1958 |
Se organiza la primera estaca fuera de Norteamérica, en Auckland, Nueva Zelanda. |
1958 |
Se dedican los Templos de Hamilton, Nueva Zelanda y de Londres, Inglaterra. |
1961 |
Se realiza por primera vez un seminario para presidentes de misión de todo el mundo. |
1961 |
Se da comienzo a la enseñanza de idiomas a misioneros. |
1962 |
Se transmite la conferencia general por radio de onda corta. |
1964 |
Se inaugura el pabellón mormón en la Feria Mundial de Nueva York. |
1966 |
Se da comienzo al estudio individual supervisado de seminarios. |
La inscripción de alumnos en los programas educativos de la Iglesia | |||||||
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1900 |
1920 |
1940 |
1960 |
1980 |
1997 |
1999 |
Seminario |
|
2,980 |
26,128 |
62,253 |
199,317 |
379,267 |
373,887 |
Instituto |
|
|
3,352 |
10,270 |
124,939 |
265,272 |
285,250 |
Universidad Brigham Young |
40 |
438 |
2,715 |
11,555 |
27,772 |
31,249 |
29,919 |