CAPÍTULO DOCE
EL CAMPO DE SIÓN
Durante el invierno de 1833 a 1834, los santos todavía tenían la esperanza de que el gobernador Dunklin les ayudaría a recuperar sus tierras y casas del condado de Jackson. Sin embargo, el 16 de diciembre de 1833 José Smith recibió una revelación que les presentaba una perspectiva siniestra; el Señor indicó varios medios por los que los santos debían tratar de llegar a un arreglo en Misuri, pero les advertía que si todas las soluciones pacíficas fallaban, tal vez tuvieran que ir a ocupar por la fuerza las tierras que les pertenecían (véase D. y C. 101). Con el desarrollo de los sucesos, el Señor instruyó a las autoridades de la Iglesia para que formaran un batallón y fueran a Misuri; así se organizó lo que se conoció con el nombre de Campo de Sión.
SE ORGANIZA EL CAMPO DE SIÓN
El 22 de febrero de 1834, después de una dificultosa jornada, Parley P. Pratt y Lyman Wight llegaron a Kirtland procedentes de Misuri. Dos días después se reunió en casa de José Smith el sumo consejo que se había organizado la semana anterior (véase el encabezamiento de D. y C. 102), con el fin de escuchar el informe de los dos élderes y de considerar la solicitud de ayuda de los hermanos de Misuri. Al terminar la reunión, José Smith anunció que se iba a Sión para ayudar a liberarla, y pidió al sumo consejo que diera un voto de aprobación a su decisión; los hermanos lo apoyaron por unanimidad. El Profeta pidió luego voluntarios que lo acompañaran y hubo entre treinta y cuarenta hombres que se ofrecieron. El grupo lo eligió a él como “comandante en jefe” de “los ejércitos de Israel”1.
Ese mismo día José Smith recibió una revelación concerniente al reclutamiento y al tamaño de ese batallón. Se llamó a ocho hombres, incluso el Profeta, para que juntaran hombres jóvenes y de edad madura para el Campo de Sión, y para que reunieran dinero con el fin de ayudar a los miembros oprimidos de Misuri; debían formar una compañía de quinientos hombres, si era posible —pero no menos de cien—, para marchar a Misuri a liberar y restaurar a Sión (véase D. y C. 103:11, 15, 22, 29–40)2.
Desde fines de febrero los ocho misioneros viajaron en parejas para visitar las ramas de la Iglesia en todo el este de los Estados Unidos reuniendo contribuciones y reclutando hombres para el Campo de Sión; el número de voluntarios reclutados no dejó complacido al Profeta, el cual, en abril aconsejó a los hermanos del este que se ofrecieran a ir a Misuri con el campo o, de lo contrario, perderían la oportunidad de “mejorarse por haber obtenido la buena tierra… y [haberse] defendido de aquel populacho inicuo…
“…Si esta Iglesia, que está tratando de ser la Iglesia de Cristo, no nos ayuda cuando puede hacerlo sin sacrificio… Dios les quitará su talento y lo dará a aquel que no tenga ninguno, y les impedirá para siempre obtener un lugar de refugio o una heredad en la tierra de Sión”3.
A pesar de ello, fueron pocos los voluntarios del este para formar el ejército. Uno de ellos era un converso reciente de veintisiete años, que se llamaba Wilford Woodruff y era de Connecticut. Él se había quedado impresionado con la elocuente solicitud de voluntarios que hizo Parley P. Pratt, pero vacilaba en ofrecerse por sus asuntos de negocios. Esto es lo que escribió en su diario: “Le expliqué nuestras circunstancias al hermano Parley. Él me dijo que era mi deber prepararme para ir a Sión y, de acuerdo con eso, hice todo esfuerzo por arreglar mis cuentas y me preparé para acompañar a mis hermanos a Misuri”4. Para el 25 de abril, Wilford Woodruff se hallaba hospedado en la casa de José Smith, en Kirtland, ayudando a preparar a otros hombres para el campo.
El 21 de abril, Hyrum Smith y Lyman Wight salieron de Kirtland en dirección al noroeste en busca de más voluntarios; después, tenían que dirigir la compañía que hubiesen formado para reunirse con la de José Smith en Salt River, en el este de Misuri. Los dos hombres visitaron ramas de la Iglesia en los estados de Ohio, Michigan e Illinois, y reunieron más de veinte voluntarios, la mitad de los cuales provenía de Pontiac, Michigan5. Hosea Stout, que más tarde cumpliría funciones fundamentales en la Iglesia, todavía no se había convertido cuando los hermanos Smith y Wight estuvieron en su pueblo del estado de Michigan; pero más adelante escribió lo siguiente: “El efecto de sus prédicas fue muy potente en mí, y al considerar que iban a Sión para luchar por sus heredades perdidas, bajo la dirección especial de Dios, casi no pude refrenarme de acompañarles”6.
Los esfuerzos que se hicieron en Kirtland dieron mejores resultados, pues hubo allí muchos poseedores del sacerdocio, fuertes y saludables, que se ofrecieron como voluntarios para marchar a Sión. Brigham Young, que tenía entonces treinta y dos años, se ofreció y trató de convencer a su hermano mayor, Joseph, de hacer lo mismo. José Smith les dijo a ambos: “Hermano Brigham y hermano Joseph, si van conmigo en la compañía a Misuri y escuchan mis consejos, les prometo en el nombre del Todopoderoso que los dirigiré hasta allá y los traeré de regreso sin que un solo pelo de su cabeza sea dañado”. Al oír esas palabras, Joseph Young aceptó y los tres hombres se dieron la mano como confirmación de la promesa7.
Muchos de los hombres que formaron el Campo de Sión dejaron a su familia con poco o nada de dinero y sin otros recursos. Para evitar privaciones excesivas, los miembros plantaron huertos con el objeto de que las mujeres y los niños que quedaban solos pudieran cosechar maíz y otros productos en ausencia de los jefes de familia. Los voluntarios reunieron también suministros y animales para su viaje, así como ropa, mantas, alimentos y armas para los santos de Misuri. Al partir, dejaron a algunos de los élderes, entre ellos Oliver Cowdery y Sidney Rigdon, para que supervisaran la construcción del templo y dirigieran los demás asuntos de la Iglesia en Kirtland8.
LA MARCHA HACIA SIÓN
El 1º de mayo, el día que se había señalado para emprender la marcha de más de mil seiscientos kilómetros, sólo había veinte hombres que estaban listos para partir; José Smith los mandó hasta New Portage, que quedaba a unos ochenta kilómetros de distancia, para que esperaran allí la llegada de los demás. El domingo 4 de mayo se reunieron en Kirtland más de ochenta voluntarios, casi todos hombres jóvenes; algunos temían lo que pudiera esperarles. Heber C. Kimball comentó: “Dejé a mi esposa, mis hijos y mis amigos, sin saber si los volvería a ver en esta vida”9. Ese mismo día el Profeta habló a los santos de Kirtland antes de partir. George A. Smith escribió lo siguiente: “Les recalcó la importancia de mantenerse humildes, de ejercer la fe y la paciencia, y de vivir obedeciendo los mandamientos del Todopoderoso… Expresó testimonio de la veracidad de la obra que Dios había revelado por medio de él, y les prometió a los hermanos que, si vivían como era debido ante el Señor y obedeciendo Sus mandamientos… todos volverían sanos y salvos”10.
Al día siguiente, José Smith asumió su función de comandante en jefe de la compañía; los ochenta hombres se juntaron con los otros veinte hermanos en New Portage al atardecer del martes 6 de mayo; allí, el Profeta organizó el campo dividiéndolo en compañías de diez y de cincuenta, y dio instrucciones a cada grupo de elegir un capitán, el cual tendría la tarea de asignar las responsabilidades a los hombres. Uno de los reclutas, de nombre Joseph Holbrook, comentó que el campo se había organizado “de acuerdo con el orden antiguo de Israel”11. Además, los hombres juntaron todo el dinero que llevaban formando un fondo general, que administraba Frederick G. Williams, Segundo Consejero en la Primera Presidencia, a quien nombraron tesorero. La edad promedio de los reclutas era veintinueve años, la edad que tenía su líder, José Smith; George A. Smith, jovencito de dieciséis años primo del Profeta, era el menor, y Samuel Baker, de setenta y nueve, era el mayor de todos.
El 8 de mayo el ejército de Israel reanudó su larga marcha hacia el oeste; a lo largo de la jornada, fue gradualmente reforzándose con más voluntarios, armas, suministros y dinero. Los oficiales continuaban solicitando ayuda de los santos de Ohio, Indiana e Illinois. Cuando llegó el momento de cruzar el río Misisipí para entrar en Misuri, el Campo de Sión se componía de 185 personas. El 8 de junio, en Salt River, Misuri, donde José Smith había hecho arreglos de encontrarse con la compañía de Hyrum Smith proveniente de Pontiac, Michigan, el grupo tenía el máximo número de integrantes: 207 hombres, 11 mujeres, 11 niños y 25 carretas de carga.
En muchos aspectos, la rutina diaria del Campo de Sión era similar a la de las compañías militares; la mayoría de los hombres que estaban en buen estado de salud caminaban junto a las carretas, cargadas hasta el tope, por las veredas polvorientas y fangosas; muchos llevaban mochilas a la espalda y armas en la mano, y no era raro que recorrieran hasta más de cincuenta kilómetros por día, a pesar de los pies ampollados, el calor sofocante, las lluvias torrenciales, la elevada humedad, el hambre y la sed. Todas las noches, se colocaban guardias alrededor del campamento. Alas cuatro de la mañana, el toque de diana en un viejo y maltratado corno francés despertaba a los fatigados hombres; cada compañía se reunía para la oración, y luego los soldados se iban a sus tareas. Algunos juntaban leña, otros acarreaban agua, preparaban el desayuno o desarmaban las tiendas. También había que engrasar las ruedas de las carretas y dar de comer a los caballos y prepararlos para emprender la jornada diaria12.
Uno de los problemas mayores era la alimentación; con frecuencia, los hombres se veían obligados a comer escasas porciones de pan duro, mantequilla rancia, gachas de maíz, miel, carne cruda de cerdo, jamón pasado y hasta tocino y queso con gusanos13. George A. Smith escribió sobre la experiencia diciendo que muy seguido sentía hambre: “Estaba tan fatigado, tan hambriento y con tanto sueño que, mientras caminaba por la ruta, soñé que veía más allá una hermosa corriente de agua junto a un lugar agradablemente sombrío, y una gran hogaza de pan y una botella de leche encima de un lienzo, junto al arroyo”14.
A veces, los hombres tenían que colar el agua de pantanos para sacarle las larvas de mosquito antes de beberla15. Casi siempre adquirían de los granjeros del camino leche y mantequilla que se obtenían en condiciones antihigiénicas; los hombres temían enfermar e incluso morir de enfermedades transmitidas por la leche contaminada. Pero José Smith les dijo que a menos que se les advirtiera que la leche estaba contaminada, “que consumieran todo lo que pudieran conseguir de amigos o enemigos, que les haría bien y ninguno enfermaría a consecuencia de ello; y aunque pasamos por zonas en las que mucha gente y ganado estaban infectados, mis palabras se cumplieron”16
En varias ocasiones, José Smith enseñó a los del campo a conservar los recursos naturales y a no matar innecesariamente. Una tarde, mientras se preparaban para armar una tienda, el Profeta y otros encontraron tres víboras de cascabel. Al ver que se disponían a matarlas, él les dijo: “¡Déjenlas, no las maten! ¿Cómo ha de perder la serpiente su veneno si los siervos de Dios tienen la misma disposición y continúan persiguiéndola? Los hombres deben volverse inofensivos antes que las criaturas irracionales”. A continuación, valiéndose de palos llevaron a las víboras al otro lado del arroyo, donde las soltaron. El Profeta dio instrucciones a todos de que no mataran ningún animal a no ser que fuera para alimentarse17.
A diferencia de otros ejércitos, el Campo de Sión le daba gran importancia a la espiritualidad. Además de las oraciones que hacían juntos, se exhortaba a los hombres a orar a solas de mañana y de noche; los domingos se descansaba, se tenían reuniones y se repartía la Santa Cena; con frecuencia disfrutaban del privilegio de oír al Profeta cuando enseñaba las doctrinas del reino. Todos tenían fe en que el Señor los acompañaba. José Smith comentó: “Dios estaba con nosotros, Sus ángeles iban delante de nosotros, y la fe de nuestra pequeña compañía era inquebrantable. Sabemos que los ángeles nos acompañaban, porque los vimos”18.
El 2 de junio de 1834 cruzaron el río Illinois en el embarcadero Phillips. El Profeta y algunos otros hombres fueron a caminar por las orillas y encontraron un enorme montículo con huesos humanos desparramados alrededor y algo que parecía los restos de tres altares; cavaron un pozo y descubrieron un esqueleto de gran tamaño que todavía tenía una flecha de piedra entre las costillas. Al alejarse de allí los hermanos, el Profeta le pidió aclaración al Señor y tuvo una visión por la que supo que aquellos restos eran de un hombre que se llamaba Zelph, que era guerrero y cacique lamanita, y que había muerto “durante la última gran lucha entre los lamanitas y los nefitas”19.
El Señor bendijo a los de la compañía para que viajaran a salvo, a pesar de hallarse a veces en circunstancias peligrosas. Durante la marcha trataron de ocultar su identidad y el objeto de su viaje. En algunas ocasiones, la compañía pareció más numerosa o más pequeña de lo que era a los ojos de los que intentaban calcular sus fuerzas; cuando se encontraban cerca de Dayton, Ohio, un grupo de hombres entró en el campamento y calculó que habría allí unos seiscientos soldados; al cruzar el río Illinois, el timonel del transbordador sacó las cuentas de que serían alrededor de quinientos20. Cuando surgió la oposición en Indianápolis, José Smith les aseguró a los hermanos que pasarían por la ciudad sin que nadie se diera cuenta de su presencia; los dividió en pequeños grupos que se dispersaron y atravesaron la ciudad sin que nadie los notara.
Pero, no obstante que tenían enemigos, el problema más grande que enfrentaron fue el de los desacuerdos y la contención entre ellos mismos; muchos de los hombres temían los posibles peligros, otros se quejaban de la situación tan diferente en la que tenían que vivir, y algunos dudaban de las decisiones de sus líderes. Durante los cuarenta y cinco días de la marcha, las duras condiciones de su viaje agravaron las inevitables diferencias de personalidad con sus choques correspondientes. Los murmuradores culpaban a José Smith de sus penurias.
Sylvester Smith (que no tenía parentesco con el Profeta), capitán de grupo y hombre de lengua afilada, estaba muchas veces al frente de los descontentos; se quejaba de que la comida era mala y escasa, de que los preparativos para el viaje habían sido incompletos y de que el perro guardián de José Smith no lo dejaba dormir de noche. El 17 de mayo, al anochecer, llamaron al Profeta para que resolviera una disputa entre unos cuantos hermanos. Él comentó que había encontrado “un espíritu rebelde en Sylvester Smith y, hasta cierto punto, en otros. Les dije que enfrentarían desgracias, dificultades y obstáculos, y agregué: ‘y lo sabrán antes de salir de este lugar’, exhortándolos a ser humildes ante el Señor y ser unidos, a fin de no recibir un castigo”21. Al día siguiente se cumplió la profecía cuando casi todos los caballos amanecieron enfermos o cojos. El Profeta les prometió que si se volvían humildes y arreglaban sus desacuerdos, se restauraría inmediatamente la salud de los animales; cuando llegó el mediodía, los caballos estaban de nuevo en buenas condiciones excepto el de Sylvester Smith, que pronto murió.
Al poco tiempo volvió a surgir la contención cuando Smith amenazó matar al perro del Profeta. Frustrado, el 3 de junio José Smith se trepó a la rueda de una carreta y amonestó a los hombres por su falta de humildad, sus murmuraciones y críticas: “Les dije que el Señor me había revelado que un castigo les sobrevendría como consecuencia de las actitudes pendencieras y desobedientes que había entre ellos, y que morirían como ovejas enfermas de comalia; pero que si se arrepentían y se volvían con humildad al Señor, quizás se evitaría gran parte del castigo. No obstante, vive el Señor, que los hombres de este campo sufrirán por ceder a su temperamento rebelde”23. Esta triste profecía se cumplió a las pocas semanas24.
LOS ESFUERZOS POR LOGRAR LA PAZ
Los enemigos de los mormones que había en el condado de Jackson se enteraron en junio de que se acercaba una compañía cuando el jefe de correos de Chagrin, Ohio, le escribió al de Independence, diciendo: “Los mormones de esta región están organizando un ejército para restaurar a Sión, esto es, para conquistarla por la fuerza con armas”25. Seguros de que era inminente una invasión, empezaron a hacer maniobras con las tropas y colocaron centinelas en todos los puestos de transbordador del río Misuri. Con deseos de venganza, y quizás pensando que desanimarían a los santos que tuvieran intención de regresar, los populachos quemaron 150 casas que pertenecían a los mormones que vivían en el condado. Los soldados de la compañía mormona sospechaban que la gente de Misuri había mandado espías que los habían seguido cientos de kilómetros. Una noche, un hombre de Misuri llegó al campamento y juró que sabía que iban con destino al condado de Jackson y que jamás cruzarían con vida el río Misisipí.
Al mismo tiempo, los líderes de la Iglesia que estaban en el condado de Clay continuaban solicitando al gobernador Daniel Dunklin que apoyara a los santos para que regresaran a sus casas del condado de Jackson, recuperaran sus propiedades y vivieran allí en paz; el gobernador reconoció que se les había agraviado al expulsarlos de sus hogares y trató de que se les devolvieran las armas que les habían quitado en noviembre del año anterior, cuando los echaron del condado; más aún, admitió que sería necesario que el gobierno estatal mandara un ejército para devolver a los mormones sus tierras y protegerlos hasta que los tribunales dictaran un fallo en los asuntos legales que estaban pendientes.
Una vez que el Campo de Sión entró en Misuri, José Smith envió a los élderes Orson Hyde y Parley P. Pratt a la ciudad de Jefferson, capital del estado, para asegurarse de que el gobernador Dunklin estuviera todavía dispuesto a cumplir su promesa de permitir el regreso de los santos al condado de Jackson con la ayuda de la milicia del estado. La entrevista fue decepcionante, pues Dunklin afirmó que hacer intervenir a las fuerzas militares probablemente desataría una guerra en el estado y les aconsejó que renunciaran a sus derechos, vendieran sus tierras y se establecieran en otro lugar a fin de evitar el derramamiento de sangre. La Iglesia consideró inaceptable esa alternativa. Entonces, el gobernador les sugirió que apelaran a los tribunales, pero los hermanos estaban seguros de que él mismo sabía que esa acción no sería conveniente; algunos oficiales de los tribunales estaban entre el grupo de enemigos de los mormones, por lo que cualquier reclamo que éstos hicieran sería igual que recurrir a una banda de ladrones para que les ayudaran legalmente a recobrar los bienes robados26. El hermano Pratt estaba convencido de que el gobernador era un cobarde y que moralmente estaba obligado a renunciar a su cargo por no haber sido capaz de cumplir las responsabilidades de su nombramiento.
El élder Pratt y el élder Hyde fueron al encuentro del Campo de Sión. El informe que llevaban destruyó toda esperanza de que los santos de Misuri pudieran volver a sus hogares en paz; además, los líderes se dieron cuenta de que sus enemigos estaban esperando para exterminar a todos los mormones que trataran de establecerse en el condado de Jackson. El Profeta invocó a Dios para que fuera testigo de la justicia de la causa que defendían los santos y de la sinceridad de sus votos. El Campo de Sión resumió la marcha con los ánimos irritados y frustrados por la decisión del gobernador.
Entretanto, el juez John J. Ryland, del condado de Clay, hizo arreglos para tener una reunión el 16 de junio, en el tribunal de Liberty, en la cual se juntarían un comité del condado de Jackson con representantes de los santos que estaban en el de Clay para tratar de resolver la disputa. El día señalado se reunió en el tribunal una multitud alborotadora y agresiva. Los que no eran miembros propusieron comprar todas las propiedades de los santos en el condado de Jackson, en un plazo de treinta días, a los precios fijados por una comisión de árbitros imparciales; o que los mormones hicieran otro tanto, comprándoles a ellos sus propiedades en el plazo indicado. La propuesta no era factible, pues los santos no disponían de dinero para comprar ni siquiera una fracción de las tierras de sus enemigos; y, a su vez, no podían vender las tierras de Sión porque el Señor les había mandado comprarlas y establecerse en ellas27. Por supuesto, sus enemigos sabían todo eso. Los ánimos se inflamaron cuando el representante del condado de Jackson, Samuel Owens, juró que los ciudadanos de Misuri pelearían por cada centímetro de terreno antes de permitir que los santos volvieran allí.
“Un sacerdote bautista… dijo: ‘Los mormones ya han vivido demasiado tiempo en el condado de Clay, y deben marcharse o los haremos marchar’.
“El señor Turnham, que era el moderador de la reunión, le respondió con prudencia, diciendo: ‘Comportémonos como republicanos honrando a nuestro país, no desacreditándolo como lo ha hecho el condado de Jackson. Por amor de Dios, no privemos a los mormones de sus derechos ni los echemos. Ellos son mejores ciudadanos que muchos de los colonos anteriores’ ”28.
El comité mormón preparó una declaración en la que explicaban que los santos no darían comienzo a ningún tipo de hostilidades y prometían responder a la propuesta de la gente del condado de Jackson en el plazo de una semana. Poco después, prepararon una contrapropuesta solicitando que un comité neutral determinara el valor de las propiedades de los habitantes del condado de Jackson que rehusaran vivir en el mismo lugar que los Santos de los Últimos Días y prometiendo comprar dichas propiedades en el término de un año; más aún, los santos se comprometían a mantenerse alejados del condado hasta que hubieran terminado de pagar las tierras. Desgraciadamente, esas negociaciones también fracasaron29.
LOS SUCESOS DEL RÍO FISHING
El 18 de junio, el Campo de Sión ya había llegado a una distancia de 1 1/2 km de Richmond, que era la sede oficial del condado de Ray. Mientras se preparaban para acampar, el Profeta tuvo un presentimiento de peligro; por ese motivo, se adentró en el bosque a orar pidiendo protección, y se le aseguró que el Señor los protegería. Ala mañana siguiente, hizo levantar campamento temprano y partir, sin dar oraciones ni tomar el desayuno. Al pasar por Richmond, una esclava le dijo nerviosamente a Luke Johnson: “Aquí hay un grupo de hombres acechándolos, que piensan matarlos esta mañana, mientras pasan por el pueblo”. No obstante, no encontraron oposición, aunque ese día sólo pudieron recorrer unos quince kilómetros por haber tenido que detenerse a reparar ruedas de las carretas que se habían roto.
En lugar de llegar adonde se habían propuesto, Liberty, tuvieron que acampar en el condado de Clay, en una colina que estaba entre dos brazos del río Fishing. Cuando José Smith se enteró de que había populachos que se estaban preparando para atacarlos, se arrodilló y volvió a suplicar la protección divina. Sus temores se confirmaron con la entrada de cinco hombres armados en el campamento, maldiciendo y jurando que los mormones “verían el infierno antes de que llegara la mañana”30; profirieron amenazas diciendo que se habían juntado cerca de cuatrocientos hombres de los condados de Ray, Lafayette, Clay y Jackson, y que estaban por cruzar el Misuri por el balsadero Williams para “aniquilar a los mormones”31. Se oyeron unos disparos y algunos de los hombres querían pelear, pero el Profeta les prometió que el Señor los protegería; y les dijo: “Si se quedan quietos, verán la salvación de Dios”32.
Pocos minutos después de partir los de Misuri, apareció en el cielo del oeste una pequeña nube negra que fue moviéndose hacia el este y extendiéndose como si se estuviera desenrollando, cubriendo el cielo de obscuridad. Cuando el primer grupo de la turba cruzó al lado sur del río Misuri, una súbita tempestad hizo imposible que la embarcación volviera para buscar a otro grupo. La tormenta se desató con tal furia que los del Campo de Sión tuvieron que abandonar sus tiendas y buscar refugio en un viejo edificio de la Iglesia Bautista que había cerca de allí. Al entrar José Smith, exclamó: “Muchachos, todo esto tiene un propósito. ¡Dios está en esta tormenta!”33. Como nadie podía dormir, se pusieron a cantar himnos y a descansar en los rústicos bancos. Uno de los presentes comentó después: “En todo ese tiempo, la bóveda entera de los cielos parecía en llamas con aterradores estampidos de los truenos”34.
Por su parte, los frustrados atacantes buscaron protegerse como pudieron. La furiosa tempestad destrozó árboles y arruinó sembrados; también hizo que las municiones de la banda quedaran empapadas e inútiles, que los caballos se asustaran y se dispersaran, y que el nivel del río Fishing subiera impidiéndoles atacar el Campo de Sión. El Profeta comentó lo siguiente: “Parecía que del Dios de los ejércitos había salido un mandato de venganza para proteger a Sus siervos de la destrucción que sus enemigos querían infligirles”35.
Dos días más tarde, el 21 de junio, el coronel John Sconce y otros dos miembros de la milicia del condado de Ray fueron al Campo de Sión para averiguar cuáles eran las intenciones de los mormones. “Veo que hay un Poder Superior que protege a esta gente”, admitió el coronel Sconce36. El Profeta le explicó que el único propósito del Campo de Sión era ayudar a sus hermanos a restablecerse en sus tierras y que no tenían la intención de hacer daño a nadie. “Los malvados rumores que circulan sobre nosotros son falsos”, le dijo, “y los inventaron nuestros enemigos con el objeto de destruirnos”37. Sconce y sus acompañantes quedaron tan impresionados con los relatos de los juicios injustos y del sufrimiento que habían pasado los santos que les prometieron emplear su influencia para atenuar los malos sentimientos de la gente hacia los mormones.
Al día siguiente, 22 de junio, José Smith recibió esta revelación en la que el Señor expresaba su descontento con los miembros de la Iglesia por su desobediencia y egoísmo:
“…No dan de sus bienes a los pobres ni a los afligidos entre ellos, como corresponde a los santos;
“ni están unidos conforme a la unión que requiere la ley del reino celestial” (D. y C. 105:3–4).
Esta reprensión estaba dirigida a los miembros de las diversas ramas, que no estaban dispuestos a dar de sí mismos ni de sus bienes por la causa de Sión (véanse los vers. 7–8). Los santos debían aprender sus deberes y adquirir más experiencia antes de que se pudiera redimir a Sión (véanse los vers. 9–10). Por eso, el Señor les dijo: “De modo que me conviene que mis élderes esperen un corto tiempo la redención de Sión” (vers. 13). Además, les prometió a los obedientes que, si continuaban siendo fieles, serían investidos con poder de lo alto (véanse los vers. 11–12). Si el Campo de Sión no tuvo éxito en sus campañas militares, lo tuvo en cambio en cumplir los propósitos del Señor. Refiriéndose a los hombres de la compañía, Él dijo: “He oído sus oraciones y aceptaré su ofrenda; y me es menester traerlos hasta este punto para poner a prueba su fe” (vers. 19).
El mandato del Señor de que no pelearan fue una prueba de fe que algunos no pudieron pasar; desilusionados y enfurecidos, apostataron de la Iglesia. Después que eso sucedió, el Profeta volvió a advertir a los de la compañía que el Señor les enviaría un terrible flagelo como consecuencia de sus quejas injustas. El día antes de que se recibiera la revelación, dos hombres enfermaron de cólera; tres días más tarde cayeron varios más con la aterradora enfermedad por haber bebido agua contaminada. La epidemia se extendió causando en sus víctimas diarrea, vómitos y dolores de vientre; antes de que cediera, había atacado a unas sesenta y ocho personas, entre ellas José Smith, y catorce habían muerto, incluso una mujer de nombre Betsy Parrish38. El 2 de julio, el Profeta habló a los de la compañía, diciéndoles: “Que si se humillaban ante el Señor y hacían con Él pacto de obedecer Sus mandamientos y seguir mis consejos, la plaga cesaría a partir de ese momento, y que no habría entre ellos ningún otro caso de cólera. Los hermanos hicieron pacto de obedecer con la señal de la mano levantada, y la plaga cedió”39.
LA DISOLUCIÓN DEL CAMPO Y LA REORGANIZACIÓN DE LOS SANTOS
El 25 de junio, en lo peor de la epidemia de cólera, José Smith dividió el Campo de Sión en varios grupos pequeños con el fin de demostrar a sus enemigos las intenciones pacíficas de los santos. Diez días después se prepararon documentos escritos dando de baja honorablemente a todos los miembros fieles de la compañía. Lyman Wight comentó lo siguiente: [El Profeta] “dijo que ya estaba dispuesto a volver a su hogar, que estaba completamente satisfecho de haber cumplido la voluntad de Dios, y que el Señor había aceptado nuestro sacrificio y ofrenda, igual que había aceptado el de Abraham cuando ofreció a su hijo Isaac; y en su oración final pidió al Padre Celestial que nos bendijera con la salvación y la vida eterna”40.
Después de recibir su relevo del Profeta, el Campo se dispersó; algunos se quedaron en Misuri, según la revelación del río Fishing (véase D. y C. 105:20), y otros volvieron al campo misional; pero la mayoría de ellos regresaron al este donde tenían sus familias. Ese mismo día, el 3 de julio, el Profeta organizó una presidencia y un sumo consejo en Misuri con el fin de ayudar al obispo Edward Partridge a administrar los asuntos de la Iglesia. Sin embargo, en un esfuerzo por calmar los ánimos enardecidos de los habitantes del estado, José Smith aconsejó a los miembros de Misuri que no tuvieran reuniones de la Iglesia.
La vida en el condado de Clay fue un poco más fácil para los santos por el resto del año y durante 1835; fue un período en el que casi no hubo persecuciones y los miembros gozaron de cierta prosperidad. La mayoría de los que no eran miembros de la Iglesia en el condado eran amables con ellos. Pero ese espíritu de buena voluntad empezó a cambiar al continuar la inmigración de los santos a Misuri con la esperanza de retornar al condado de Jackson, y al comprar algunos de ellos propiedades en el condado de Clay. Lamentablemente, había miembros de la Iglesia que no habían aprendido su lección con las persecuciones en el condado de Jackson y provocaron el enojo de los colonos con comentarios de que sus tierras acabarían por pertenecer a los santos algún día. En general, los miembros no siguieron este consejo del Señor:
“No habléis de juicios ni os jactéis de vuestra fe y obras poderosas, sino congregaos cuidadosamente, cuantos podáis, en una región, según el sentimiento del pueblo lo permita;
“y he aquí, os daré favor y gracia ante los ojos de los del pueblo, a fin de que gocéis de paz y seguridad…” (D. y C. 105:24–25).
A principios de agosto, José Smith y unos cuantos líderes del Campo de Sión llegaron de regreso a Kirtland para gran alegría de los miembros de allí, que habían oído rumores de que habían matado al Profeta en Misuri. Poco después se reunió un tribunal del sumo consejo para escuchar las quejas de Sylvester Smith y de otros que todavía estaban resentidos con la compañía. Diez hombres que habían formado parte del Campo de Sión negaron las acusaciones y testificaron que José Smith no había cometido ninguna incorrección. Después de haberse examinado la evidencia, Sylvester Smith admitió que estaba equivocado y que se había comportado erróneamente.
RESULTADOS DEL CAMPO DE SIÓN
El Campo de Sión fracasó en su intento de ayudar a los santos de Misuri a recobrar sus tierras; además, lo menoscabaron la disensión, la apostasía de algunos y ciertos rumores desfavorables; pero la jornada también tuvo muchos resultados positivos: Al ofrecerse voluntarios, los miembros demostraron su fe en el Señor y en Su Profeta y el deseo sincero de prestar oído a la revelación de los últimos días; también manifestaron su preocupación por los santos de Misuri y su disposición a dar la vida, si era necesario, por ayudarles.
La dificultosa jornada sirvió como prueba para determinar quién era digno de ocupar cargos de liderazgo y de confianza, y de recibir la investidura en el Templo de Kirtland. Más tarde el Profeta dio esta explicación: “Dios no quería que peleáramos. Él no podía organizar Su reino con doce hombres que abrieran las puertas del Evangelio a las naciones de la tierra, y con otros setenta que estuvieran bajo la dirección de éstos y siguieran sus huellas, a menos que los eligiera de un grupo de hombres que hubieran ofrecido su propia vida y hubieran hecho un sacrificio tan grande como el de Abraham”41. En febrero de 1835 se organizaron el Quórum de los Doce Apóstoles y el Primer Quórum de los Setenta. Nueve de los primeros Apóstoles, los sesenta y tres miembros y los siete presidentes del quórum de los Setenta habían formado parte del ejército de Israel que marchó a Misuri en 1834.
El Campo de Sión disciplinó, pulió y refinó espiritualmente a muchos de los siervos del Señor. Los que fueron observadores y dedicados recibieron capacitación práctica y experiencia espiritual invalorables que les resultaron muy útiles después en sus luchas por la causa de la Iglesia. Las penurias y dificultades que enfrentaron en la marcha de más de 1.500 km fueron una magnífica capacitación para Brigham Young, Heber C. Kimball y otros que dirigieron a los santos exiliados desde Misuri hasta Illinois, y desde Nauvoo, a través de las planicies, hasta las Montañas Rocosas. Cuando un escéptico le preguntó a Brigham Young qué había ganado en esa jornada, éste respondió sin vacilar: “No cambiaría el conocimiento que recibí en esa experiencia por [toda una fortuna]”42.
Historia Fecha |
Acontecimientos importantes |
---|---|
Febrero de 1834 |
El sumo consejo aprueba los planes de organizar un ejército para ayudar a los santos de Misuri. |
Marzo–mayo de 1834 |
Se reclutan voluntarios para el Campo de Sión. |
Mayo de 1834 |
El Campo de Sión comienza su marcha. |
8 de junio de 1834 |
El Campo de Sión llega al máximo número de participantes: 207. |
9–15 de junio de 1834 |
El gobernador Dunklin de 1834 se niega a cooperar con el Campo de Sión. |
19 de junio de 1834 |
Una fuerte tempestad protege al Campo de Sión de sus enemigos. |
22 de junio de 1834 |
El Señor establece las condiciones para la futura redención de Sión. |
21–29 de junio de 1834 |
El cólera ataca al Campo de Sión. |
3 de julio de 1834 |
Se organizan en el condado de Clay una presidencia de estaca y un sumo consejo. |