CAPÍTULO DIECISIETE
UN REFUGIO EN ILLINOIS
Hubo personas que, al ver que los santos habían tenido que huir de Misuri, pensaron que eso era una evidencia de que el Señor los había abandonado. El Profeta estaba en la cárcel de Liberty y no se veían posibilidades de que lo pusieran en libertad; se había desvanecido toda esperanza que hubieran tenido los miembros de recobrar sus derechos políticos y sus propiedades en Misuri o de establecer Sión. Incluso entre los mismos santos había algunos que no consideraban prudente volver a reunirse en un solo lugar.
¿A dónde iban a ir en busca de refugio? Las vastas regiones del oeste pertenecían a los indios y no estaban a disposición de los colonos; hacia el norte, el estado de Iowa estaba escasamente habitado, pero tenía muy poca madera utilizable en sus extensas praderas onduladas; para dirigirse hacia el sur, tenían que atravesar las comunidades de Misuri que eran hostiles. En realidad, la ruta que conocían mejor y que les ofrecía más seguridad era hacia el este; muchos de ellos la habían recorrido pocos meses antes al hacer el viaje de exilio desde Kirtland; algunos consideraban incluso la posibilidad de regresar a Ohio; pero, de todos modos, cruzar el río Misisipí y detenerse en las pequeñas comunidades de Illinois que había en sus orillas les ofrecía la tregua que necesitaban para recibir nuevas instrucciones de los líderes de la Iglesia.
LOS SANTOS VUELVEN A ESTABLECERSE
Los meses siguientes a la capitulación de Far West fueron de dura prueba para los líderes. La Primera Presidencia en pleno —José Smith, Sidney Rigdon y Hyrum Smith— estaba en la cárcel; el Quórum de los Doce Apóstoles había perdido varios miembros; David W. Patten había muerto en la batalla del río Crooked, Parley P. Pratt se hallaba encarcelado en Richmond y su hermano Orson había quedado con un grupo de santos en Saint Louis; Thomas B. Marsh, William Smith y Orson Hyde se habían separado de la Iglesia y, por lo tanto, no se podía contar con ellos. En consecuencia, la responsabilidad de administrar los asuntos de la Iglesia durante el invierno de 1838 a 1839 [diciembre a marzo] y en el proceso del éxodo de Misuri a Illinois recayó principalmente en Brigham Young y Heber C. Kimball; John Taylor recibió el llamamiento al apostolado en diciembre de 1838, y en abril siguiente Wilford Woodruff y George A. Smith; ambos hombres fueron de enorme valor para la Iglesia durante esa época crítica.
Los líderes de la Iglesia demoraron todo lo posible la decisión de abandonar Misuri, pues tenían la esperanza de que el cuerpo legislativo revocara la orden de exterminación del gobernador Boggs. Con ese fin, enviaron varias peticiones a los funcionarios del estado y a la legislatura solicitando que permitieran a los miembros permanecer en sus propiedades; pero todos los ruegos fueron en vano.
Al mismo tiempo, empeoró la intolerancia de los habitantes de Misuri hacia los santos que se habían quedado atrás. A principios de 1839, los líderes de la Iglesia ya estaban convencidos de que no había esperanza para su pueblo de poder quedarse en Misuri. El 26 de enero, Brigham Young formó un Comité de Mudanza para facilitarles el éxodo; durante todo el invierno y la primavera dicho comité se encargó de hacer los arreglos para alimentar, vestir y transportar a los pobres. En una resolución oficial, casi cuatrocientos Santos de los Últimos Días se comprometieron a poner todo lo que poseían a disposición del comité “con el propósito de proveer los medios para la mudanza de los pobres y destituidos a los que se considere dignos, hasta que no quede ni uno solo de los que desean mudarse de este estado”1. Hasta José Smith, que se hallaba en la cárcel de Liberty, se las arregló para enviarles cien dólares desde la prisión con el fin de ayudarles.
A mediados de febrero, comenzó una migración en masa de los santos; se habían adquirido carretas y yuntas de animales, aunque no de la mejor calidad; se habían colocado reservas de comida en determinados lugares a lo largo de la ruta; y, justamente entonces, el tiempo mejoró. A pesar de todo, salir de Misuri no fue fácil para los refugiados. Con el objeto de obtener lo necesario para su traslado, muchas personas vendieron posesiones preciadas y buenas tierras a precios ridículos. Uno de los habitantes del lugar le compró dieciséis hectáreas de tierra a un miembro de la Iglesia a cambio de “una yegua ciega y un reloj”; otros terrenos también se vendieron a precios irrisorios2. Entre las personas que tenían yuntas de bueyes hubo algunas que hicieron varias veces el recorrido de más de trescientos kilómetros entre el condado de Caldwell y el río Misisipí a fin de sacar a amigos y parientes de la zona de peligro. Amanda Smith, que había quedado viuda en la matanza de Haun’s Mill, salió de Far West con sus cinco hijos, llevando una yunta de bueyes; una vez que la familia estuvo fuera del alcance de los populachos de Misuri, la hermana Smith mandó la yunta de regreso para ayudar a otros miembros en su camino hacia el este.
En noviembre, Charles C. Rich huyó de Misuri para evitar que lo arrestaran por su participación en la batalla del río Crooked; dejó atrás a su esposa, Sarah, que tenía veintitrés años y que, con la ayuda del padre, John Pea, al fin pudo salir de Far West. La hermana Rich se hallaba en mal estado de salud y tuvo que permanecer acostada en la carreta durante todo el viaje hasta el río Misisipí, en el cual la acompañó Samantha Stout, esposa de Hosea Stout. Cuando llegaron a la orilla del río, se encontraron con que el hielo de la superficie estaba quebradizo, lo que hacía la pasada terriblemente peligrosa. El hermano George Grant se ofreció como voluntario para arrostrar el peligro y llevarles un mensaje a los respectivos esposos, pero cuando estaba ya cerca de la orilla de Illinois, el hielo que allí parecía sólido se rompió, lanzándolo en las aguas heladas; felizmente, lo rescataron.
Al enterarse de que sus mujeres habían llegado, Charles C. Rich y Hosea Stout cruzaron el río en canoa para buscarlas. Ala mañana siguiente decidieron que lo mejor sería transportar a la otra orilla a la hermana Rich, que estaba a punto de dar a luz a su primer hijo, junto con otras dos hermanas; por falta de espacio, se vieron obligados a dejar al padre de ella para que esperara el transbordador. En el regreso, se encontraron con grandes trozos flotantes de hielo que amenazaron destrozar la pequeña canoa y, en ocasiones, los hombres tuvieron que subirse a los trozos de hielo hasta lograr que la embarcación pasara el peligro. Cuando llegaron a la orilla del estado de Illinois, el padre de la hermana Rich vio con lágrimas en los ojos el desembarco a salvo del grupo3.
Los meses que siguieron al arresto del Profeta fueron extremadamente difíciles para Emma Smith. En febrero de 1839, un vecino llamado Jonathan Holman le ayudó a colocar sus escasas pertenencias y sus cuatro hijos en una carreta tirada por dos caballos, en la que habían puesto una capa de paja para hacerla un poco mullida. La noche antes de partir recibió de manos de la hermana Ann Scott los preciados manuscritos de la traducción que su esposo había hecho de la Biblia; James Mulholland, el secretario del Profeta, se los había dado para guardar con la idea de que el populacho no se iba a atrever a registrar a una mujer, y la hermana había hecho dos bolsas de lienzo para protegerlos. Emma Smith utilizó esas bolsas atándoselas debajo de la falda larga y amplia que usaba, y de esa manera los llevó de Misuri a Illinois.
Cuando llegaron al río Misisipí lo encontraron congelado, pero, temiendo que el peso de la carreta rompiera la capa de hielo que cubría el río, la hermana Smith lo atravesó a pie llevando a dos de sus hijitos en brazos, mientras los otros dos caminaban asidos de su falda. Al fin, llegaron sanos y salvos a la ciudad de Quincy, Illinois, donde ella residió hasta que el Profeta salió en libertad.
LA CIUDAD DE QUINCY
Hasta mediados de la primavera de 1839, los líderes de la Iglesia que estaban libres no habían hecho planes en cuanto al lugar donde debían establecerse los santos; habían oído rumores de que la gente del estado de Illinois les tenía compasión por sus problemas y que los recibirían bien. Muchas personas de ese estado pensaban que la llegada de grandes grupos de mormones sería un refuerzo para su inestable economía; los políticos también fomentaron la inmigración pues Illinois se hallaba dividido igualmente entre los partidos de los “whigs” y los demócratas, y cada partido esperaba poder atraer la mayor cantidad de votos de los mormones.
Los bondadosos residentes de Quincy, pueblo de unos mil doscientos habitantes, demostraron generosidad y comprensión hacia la penosa situación de los santos; muchos de ellos les ofrecieron su hogar y les dieron trabajo y, más de una vez, juntaron dinero, alimentos, ropa y otros artículos de primera necesidad para ayudarles. La Asociación Demócrata de Quincy tuvo un papel de particular importancia en la asistencia que se prestó a los miembros; en la semana del 25 de febrero, la asociación se reunió tres veces con el fin de ver cuál era la mejor forma de ayudar a los exiliados sin hogar, e invitaron a Sidney Rigdon a hablarles de la condición en que se hallaban; se hicieron colectas de dinero y se pasó una resolución de condenar las malas acciones de la gente de Misuri contra los miembros de la Iglesia. Se resolvió, además, que los habitantes de Quincy debían “observar una conducta decorosa y delicada para tratarlos [a los santos], y tener especial cuidado de no entrar en conversaciones ni expresiones que tengan por objeto herir sus sentimientos, ni de ninguna manera ofender a aquellos que, según toda ley humanitaria, tienen derecho a recibir nuestra comprensión y conmiseración”4. Los dirigentes de la sociedad trataron, además, de ayudar a la Iglesia a conseguir compensación por los daños sufridos en Misuri.
A pesar de todo eso, las buenas relaciones con los habitantes de Quincy y con el partido demócrata se vieron amenazadas por la imprudente conducta de Lyman Wight que, en una serie de cartas publicadas en el periódico local, hizo responsable al partido demócrata nacional de los ataques sufridos por la Iglesia en Misuri; naturalmente, los demócratas de Quincy se ofendieron ante esas acusaciones y preguntaron a los líderes si éstas reflejaban la opinión oficial de la Iglesia. El 17 de mayo, la Primera Presidencia escribió una carta reprobando las acusaciones del hermano Wight; al mismo tiempo, le dijeron a él que si deseaba continuar escribiendo sobre cualquier partido político, debía aclarar en sus escritos que éstos representaban su opinión personal y no el punto de vista de la Iglesia.
Durante todo el fin de ese invierno y la primavera siguiente, miles de Santos de los Últimos Días llegaron a la orilla opuesta del Misisipí, frente a Quincy. Elizabeth Haven escribió que a fines de febrero “unas doce familias cruzan el río hasta Quincy diariamente, mientras otras treinta quedan del otro lado, esperando para poder cruzar; es un proceso lento y sucio, y sólo hay un transbordador para la travesía”5. La temperatura moderada hacía que por todos lados hubiera grandes trozos de hielo flotante, que eran muy peligrosos y dificultaban la navegación. Cuando la temperatura bajó y el río volvió a congelarse, multitud de santos se apresuraron a cruzar sobre el hielo.
Una vez que Quincy empezó a llenarse con los cientos de refugiados que llegaban, las condiciones de vida se deterioraron; los miembros, la mayoría de los cuales estaban en una situación de casi total indigencia, sufrían hambre en medio del frío, de la lluvia y del lodo6. No obstante, observaban todas sus obligaciones religiosas. Durante un tiempo, los mormones superaron en número a otras denominaciones religiosas. Wandle Mace, un ciudadano que no era mormón, dio amparo en su hogar a muchos miembros, y terminó por convertirse al Evangelio; su casa se utilizaba para hacer reuniones religiosas y de consejo, y como refugio para los necesitados. Él comentó lo siguiente: “Muchas noches, en los pisos, tanto en los altos como en la planta baja, había tantas camas que era imposible pasar sin tropezarse con una de ellas”7.
La historia de Drusilla Hendricks es típica de lo que sucedía en esa época en Quincy: James, su marido, había recibido una herida de bala en el cuello durante la batalla del río Crooked y era necesario transportarlo en una camilla. La familia llegó a Quincy el 1º de abril y consiguió para vivir un cuarto “que tenía una parte subterránea y otra en la superficie”. Al cabo de dos semanas se hallaban al borde de la inanición, y sólo les quedaba para comer una cucharada de azúcar y un plato con maíz molido; la hermana Hendricks lo cocinó y, segura de que después iban a morir de hambre, lavó todas las cosas, limpió a fondo el pequeño cuarto y se dispuso a esperar que pasara lo peor. Esa tarde, el hermano Rubin Alred llegó a visitarlos y les dijo que había sentido la impresión de que no tenían más alimentos y, en su camino al pueblo, había hecho moler una bolsa de grano para ellos. Dos semanas después, estaban otra vez sin nada que comer; la hermana Hendricks contó esto: “Me sentí muy afligida, pero la misma voz que me había consolado antes me brindó consuelo otra vez, diciéndome: Espera, el Señor proveerá para Sus santos”. Esa vez fue el hermano Alexander Williams quien llegó a la puerta cargando en sus hombros dos bolsas de harina, y le dijo que estaba sumamente ocupado cuando el Espíritu le había hecho saber “que la familia del hermano Hendricks estaba sufriendo; así que dejé todo y me vine”8.
Esa temporada, entre ocho y diez mil Santos de los Últimos Días inmigraron a la región occidental del estado de Illinois. Era imposible acomodar a todos los nuevos residentes en la comunidad de Quincy, por lo que en la primavera y el verano de 1839 muchas personas se vieron obligadas a establecerse donde pudieran en las granjas y los condados adyacentes.
EL ESTABLECIMIENTO DE NAUVOO
Mientras los miembros se hallaban dispersados en el este de Misuri y emigrando a Illinois, el profeta José Smith se encontraba confinado en la cárcel de Liberty. Poco después de la caída de Far West, un grupo de hombres que había luchado en la batalla del río Crooked se perdió, tratando de escapar de sus perseguidores, y llegó a la región que está un poco hacia el norte de la desembocadura del río Des Moines en el Misisipí. En ese lugar los hermanos conocieron a Isaac Galland, uno de los mayores negociantes de tierras en la zona, el cual, al enterarse de la situación de los santos, se ofreció a vender a la Iglesia extensos terrenos en los estados de Iowa e Illinois. En febrero, los hermanos llevaron esa información a los líderes de la Iglesia que estaban en Quincy y que se habían reunido para decidir qué hacer.
Sidney Rigdon, Edward Partridge y otros dudaban que fuera prudente volver a congregarse en un solo lugar, pues opinaban que ése había sido el principal origen de los problemas que habían tenido en Misuri y Ohio. Brigham Young, por otra parte, les aconsejaba juntarse a fin de estar en mejores condiciones de ayudarse unos a otros. Indecisos en cuanto a lo que debían hacer, los líderes le escribieron al Profeta pidiéndole consejo. El 22 de marzo, el Profeta les contestó aconsejándoles comprar las propiedades y no separarse.
En abril de 1839, se les permitió a José y Hyrum Smith y a sus compañeros de prisión escapar de Misuri, y llegaron a Quincy el 22 de ese mes. El Profeta pensaba que eran las oraciones de los hermanos lo que les había ayudado a escapar. Al llegar él al desembarcadero del transbordador, el hermano Dimick B. Huntington lo reconoció y describió la escena de esta manera: “Tenía puesto un viejo par de botas, llenas de agujeros, y llevaba los pantalones rotos por debajo de las botas, una capa azul con el cuello levantado, un sombrero negro de ala ancha que le caía alrededor del rostro por estar empapada; había pasado un tiempo sin afeitarse y tenía un aspecto pálido y demacrado”9. El Profeta quería que su llegada pasara inadvertida, por lo que ambos hombres se encaminaron por las calles menos transitadas de la ciudad hacia la casa de los Cleveland, que quedaba a poco más de seis kilómetros del pueblo y era donde se alojaba la hermana Smith. Al verlo bajarse del caballo, ella lo reconoció inmediatamente y corrió alborozada a encontrarlo en mitad del camino de entrada.
Como se acercaba la primavera, la estación de plantar, José Smith no perdió tiempo en tratar de poner a la Iglesia en movimiento. Dos días después de haber llegado, en una reunión de consejo, se decidió que él y varios más fueran hasta Iowa, “con el propósito de buscar una localidad para la Iglesia”10. Al día siguiente, el Profeta inspeccionó las tierras que estaban a ambos lados del río Misisipí.
Una vez tomada la decisión de buscar un lugar donde los santos pudieran congregarse, los líderes de la Iglesia se pusieron en acción para conseguir las tierras. Al finalizar el verano de 1839 [alrededor de septiembre], se habían llevado a cabo cuatro compras importantes de tierras con el fin de que los miembros tuvieran el espacio necesario para establecerse; la más grande consistía en unas ocho mil hectáreas del estado de Iowa que le habían comprado a Isaac Galland y que estaban junto al río, además de una porción menor de tierra del lado de Illinois. Las otras tres compras, que sumaban unas doscientas cuarenta hectáreas, estaban en un recodo del río, también en el estado de Illinois; había planos para dos pequeños pueblos en esos terrenos, Commerce y Commerce City, pero en ellos no había más que un puñado de viviendas. Algunas de las tierras bajas que bordeaban el río eran pantanosas debido al alto nivel de las aguas subterráneas y a las corrientes que provenían de los barrancos, y, por lo tanto, eran insalubres; pero José Smith y los demás líderes estaban seguros de poder hacer que la región fuese un lugar apropiado para el establecimiento de los santos.
Como ni los miembros en particular ni la Iglesia en general tenían dinero, la mayor parte de las compras se hicieron a crédito. Aunque el interés era razonable y los pagos a largo plazo parecían convenientes, dadas las circunstancias de indigencia de los santos, esas obligaciones se convirtieron en una pesada carga para la Iglesia durante todo el período de Nauvoo. En los años siguientes, el Profeta solicitó contribuciones a los miembros para ayudar a pagar las tierras. Se vendían terrenos en Nauvoo, pero los hermanos casi nunca podían pagarlos en efectivo; en consecuencia, el pago de las propiedades a ambos lados del río no se resolvió nunca por completo en todo el período en que la Iglesia estuvo en ese lugar.
Después de hacer las compras de las tierras el 30 de abril de 1839, el Profeta y sus compañeros regresaron a Quincy a fin de completar los preparativos para la emigración hacia el norte. El 4 y 5 de mayo se llevó a cabo una conferencia, cerca de Quincy, en la cual la Iglesia en pleno aprobó la adquisición de las tierras y resolvió que la próxima conferencia se realizaría en Commerce, durante la primera semana de octubre. El 10 de mayo el Profeta estaba de regreso en Commerce, esta vez con su familia, habiéndose instalado en una pequeña cabaña de troncos que había cerca del río, en el extremo sur de una península. Mientras se limpiaban y se medían los terrenos, se hacían los planos y se drenaba el pantano, la mayoría de los que iban llegando vivían en carretas, tiendas de campaña o refugios excavados en las laderas de las colinas. José y Emma Smith acogieron a muchos de ellos bajo su techo en la vivienda de reducido tamaño que ocupaban. Varias familias, entre ellas las de Brigham Young, John Taylor, Wilford Woodruff y Orson Pratt, vivían en Montrose, del otro lado del río, en barracas militares que habían quedado vacías después de una guerra con los indios.
En una carta pública a la Iglesia, fechada el 1º de julio, José Smith exhortaba a todos los miembros, dondequiera que estuvieran, a emigrar a la nueva localidad; miles de personas respondieron a ese llamado. En esa misma época, el Profeta se hallaba ocupado en dictar la historia de su vida y en enseñar a los miembros del Quórum de los Doce Apóstoles, que pronto iban a partir en misiones a Gran Bretaña.
Fue en ese período de tanta actividad que el Profeta dio el nombre de Nauvoo, palabra hebrea que quiere decir “hermoso”, a la nueva población que se formaba en Illinois. La primera vez que se utilizó ese nombre oficialmente fue el 30 de agosto de 1839, cuando se colocó en el plano aprobado de la ciudad. En marzo de 1840, el consejo de la ciudad pasó una ordenanza incorporando las dos poblaciones llamadas Commerce a la ciudad de Nauvoo; y en abril, la oficina de correos de los Estados Unidos adoptó el cambio oficial del nombre. Una vez que pareció seguro el éxito de la congregación en ese lugar y que los santos empezaron a llegar en grandes grupos a la región, los dueños de otras tierras comenzaron a ver las ventajas de formar “subdivisiones” a las que consideraron adiciones a Nauvoo.
LA ENFERMEDAD Y LA MANIFESTACIÓN DEL PODER DE DIOS
En el verano de 1839 todavía no se había drenado el pantano en la península de Nauvoo. Los santos, mientras se hallaban ocupados congregándose y limpiando, drenando el terreno, edificando y plantando, no pensaban en el peligro del mosquito anófeles, que abundaba en las regiones pantanosas y en ambos márgenes del río Misisipí y que al picar transmite parásitos que se alojan en los glóbulos rojos de los seres humanos; esto causa una enfermedad, caracterizada por ataques periódicos de fiebre y escalofríos, que ahora se conoce con el nombre de malaria o paludismo, pero que en el siglo pasado se agrupaba con otras dolencias a las que se daba el nombre genérico de fiebres intermitentes.
Multitudes de miembros de la Iglesia cayeron enfermos a ambos lados del río; los que residían en tiendas alrededor de la casa del Profeta cayeron enfermos, así como los que se alojaban en la casa misma; la hermana Smith los cuidaba a todos día y noche, mientras el hijito de ambos, un niño de seis años, acarreaba agua para los enfermos; al fin, él también cayó enfermo. La enfermedad atacaba por igual a las personas de todas las edades y clases sociales. Una de las primeras defunciones ocurridas en la ciudad fue la de la madre del hermano Oliver Huntington; toda la familia de este hermano se hallaba enferma, por lo que el Profeta los invitó a su casa para poder cuidarlos. La familia Whitney se encontraba en situación similar, y la hermana Elizabeth Ann comentó que podían “apenas arrastrarse de un lado a otro para prestarse algo de ayuda”11. En esas circunstancias, la hermana Huntington dio a luz a su noveno hijo. Cuando José Smith se enteró de sus dificultades, insistió en que la familia se mudara a su propiedad; ellos aceptaron y se instalaron en una pequeña casita que había en el patio de los Smith. El 12 de julio, Joseph Smith, el padre del Profeta, estaba tan enfermo que se hallaba al borde de la muerte.
Al fin, el mismo José Smith cayó atacado de la dolencia, pero después de hacer cama unos cuantos días, sintió la inspiración de levantarse y prestar ayuda a los demás. El 22 de julio fue, según las palabras de Wilford Woodruff, “un día de manifestarse el poder de Dios” en Nauvoo y Montrose12. Esa mañana, el Profeta se levantó y, lleno del Espíritu del Señor, bendijo a los enfermos que estaban en su casa y en los terrenos de alrededor; a cierta distancia, junto al río, había más enfermos, y también a esos fieles bendijo con gran poder. Uno de ellos, el hermano Henry G. Sherwood, estaba al borde de la muerte. José Smith se paró a la puerta de su tienda y mandó al hermano Sherwood levantarse y salir; él obedeció y fue sanado. El élder Heber C. Kimball y otros atravesaron el río con el Profeta para ir a Montrose, donde visitaron las casas de los Doce y bendijeron a los que lo necesitaban. A continuación, Brigham Young, Wilford Woodruff, Orson Pratt y John Taylor se unieron al grupo en su misión compasiva.
Una de las curaciones más memorables que ocurrieron en Montrose fue la de Elijah Fordham, que, cuando los hermanos llegaron a verlo, se encontraba en la cama imposibilitado de hablar.
“El hermano José se dirigió adonde estaba el hermano Fordham y lo tomó de la mano derecha…
“Vio que tenía los ojos nublados, que estaba inconsciente y no podía hablar.
“Después de tomarle la mano, fijó la mirada en el rostro del moribundo y le preguntó: ‘Hermano Fordham, ¿sabe quién soy?’ Al principio no recibió respuesta, pero todos vimos el efecto del Espíritu de Dios descansando sobre el enfermo.
“El Profeta preguntó otra vez: ‘Elijah, ¿no me reconoce?’
“Con una voz apenas audible, el hermano Fordham contestó: ‘¡Sí!
“El Profeta, entonces, le dijo: ‘¿No tiene fe para ser sanado?’
“La contestación, que esta vez fue más clara que la anterior, fue: ‘Temo que sea demasiado tarde. Si usted hubiera venido antes, creo que hubiera sido posible’.
“Tenía el aspecto de un hombre que se despertaba de un sueño; era el sueño de la muerte.
“A continuación, el hermano José le preguntó: ‘¿Cree usted que Jesús es el Cristo?’
“ ‘Creo, hermano José’, fue su respuesta.
“Entonces, el Profeta de Dios habló con voz potente, como con la majestad de la Deidad, diciendo: ‘Elijah, ¡en el nombre de Jesús de Nazaret te mando que te levantes y sanes!’
“Las palabras del Profeta no fueron como las de un hombre, sino como la voz de Dios. Amí me pareció que toda la casa se sacudió desde los cimientos.
“Elijah Fordham saltó de la cama como un hombre que se levanta de entre los muertos. El rostro se le cubrió de un color saludable y la vida se manifestaba en todos sus movimientos”13.
Después de esa experiencia, visitaron al hermano Joseph B. Noble, que también fue sanado. Wilford Woodruff recordaba aquel día como “el más grandioso de manifestación del poder de Dios mediante el don de sanar, desde la organización de la Iglesia”14.
Cuando los hermanos volvieron a la orilla del río, preparándose para regresar a Nauvoo, un hombre que no era miembro de la Iglesia pero había oído de los milagros ocurridos ese día se acercó al Profeta y le pidió que fuera a su casa, a unos tres kilómetros de Montrose, a dar una bendición de salud a sus pequeños gemelos, que estaban moribundos. José Smith le dijo que él no podía ir, pero le entregó a Wilford Woodruff un pañuelo rojo de seda y le pidió que fuera a bendecirlos, prometiéndole que cuando les pasara el pañuelo por la cara, los niñitos sanarían; también le prometió que aquel pañuelo sería una ligadura entre ellos mientras el hermano Woodruff lo conservara en su poder. Wilford obedeció el encargo y testificó que los niñitos habían sanado. Y guardó el pañuelo como un preciado tesoro por el resto de su vida15.
A pesar de esas demostraciones extraordinarias de fe y de poder, la enfermedad cundió entre los santos de Nauvoo durante todo ese verano y parte del otoño; sólo con la proximidad del invierno pareció empezar a disminuir. En octubre, Elizabeth Haven escribió a su familia que estaba en Nueva Inglaterra hablando de la conferencia general a la que había asistido en Nauvoo: “El Profeta dice que ésta es una zona insalubre, pero que se le ha hecho saber que será santificada y será un lugar de recogimiento”16.
No sólo en Nauvoo había enfermedades, sino que muchos Santos de los Últimos Días de Quincy también se vieron afligidos por dolencias entre los meses de febrero y septiembre de 1839. En lo que antes era Commerce, hubo muchos enfermos aunque pocas defunciones; pero en Quincy, la muerte causó “muchos estragos entre los santos”, escribió la hermana Haven a su familia. “¡Ah, mis queridos!, ustedes no saben nada de las fiebres intermitentes, cómo debilitan a las personas, y extravían la mente y destruyen la salud”. Algunas familias sufrieron la pérdida de dos o tres de sus seres queridos. La familia Goddard, por ejemplo, que vivía enfrente de la casa de la hermana Haven, perdió a ambos padres y una de las hijas, una jovencita de dieciséis años; cinco hijos sobrevivieron, pero cuatro de ellos estuvieron enfermos al mismo tiempo. Milagrosamente, la hermana Haven no contrajo la enfermedad y se pasó todo el verano y el otoño cuidando a los que la padecían; tan grande era la necesidad de que hubiera alguien que atendiera a los enfermos que entre los meses de junio y octubre no le fue posible asistir a las reuniones dominicales de la Iglesia. Ella consideraba que las tribulaciones que habían pasado en Far West eran leves comparadas con “lo que han sido últimamente”17.
EN BUSCA DE COMPENSACIÓN POR LOS SUFRIMIENTOS DE MISURI
Mientras el Profeta y otros hermanos sufrían siendo prisioneros en la cárcel de Liberty durante el período de 1838 a 1839, habían hablado de la forma de buscar una compensación del estado de Misuri por las tierras y otras propiedades que los santos habían perdido allí durante las persecuciones de 1833 y del último año, antes de que emigraran a Illinois. En 1833 el Señor había instruido a los líderes que hicieran una petición a los gobernantes locales y estatales, y, si eso no daba resultado, debían buscar ayuda del gobierno federal (véase D. y C. 101:81–91); lo habían hecho por primera vez en 1834, al presentar la Iglesia una apelación a Andrew Jackson, Presidente de los Estados Unidos. En marzo de 1839, hallándose en la cárcel, el Profeta recibió una revelación de que la Iglesia debía apelar otra vez al gobierno del país solicitando compensación por los daños sufridos por los santos en Misuri; en ella se mandaba a los miembros de la Iglesia reunir los datos “de todos los hechos, sufrimientos y abusos que les ha ocasionado el pueblo de este estado [Misuri]”, diciéndoles que ese sería “el último esfuerzo que nuestro Padre Celestial nos ha mandado hacer, antes que podamos reclamar plena y cabalmente el cumplimiento de esa promesa que lo llamará de su morada oculta” (D. y C. 123:1, 6).
Por razones de salud, habían puesto en libertad a Sidney Rigdon antes que los otros miembros de la Primera Presidencia. En Illinois, él fue a ver al gobernador Thomas Carlin y le habló de la condición en que estaban los santos; también elaboró un plan para obtener compensación basándose en una declaración de la Constitución de los Estados Unidos que dice que “el gobierno general debe conceder a cada estado una forma republicana de gobierno”. Sidney Rigdon opinaba que el gobierno de Misuri no se ajustaba a esa descripción y tenía pensado presentar la historia de las persecuciones a los gobernadores de los otros estados, y a sus respectivas legislaturas, con la esperanza de convencer a la mayoría de ellos de que denunciaran al estado de Misuri para encausarlo; proponía que se enviaran representantes de la Iglesia al capitolio de cada estado para ganarse la aprobación de los gobernantes. Siguiendo el plan, nombraron a George W. Robinson, yerno del hermano Rigdon, para que reuniera las declaraciones juradas y los datos generales que se iban a necesitar. Por su parte, Sidney Rigdon consiguió con el gobernador Carlin una carta de presentación para ver a los otros gobernadores y al Presidente18.
La inutilidad de hacer solicitudes de ayuda a los gobernantes de Misuri era evidente; y muy pronto también fue obvio que el plan del hermano Rigdon no era factible. En una conferencia, en mayo de 1839, se le nombró para presentar en Washington, D.C. los problemas y las quejas de los Santos de los Últimos Días. No obstante, debido a sus demoras, en la conferencia de octubre que se realizó en Commerce, fue necesario nombrar a José Smith y Elias Higbee para que se presentaran ante el presidente Martin Van Buren; ellos invitaron a Orrin Porter Rockwell a acompañarles. Los hombres partieron de Nauvoo el 29 de octubre y, en su camino a Springfield se les unió un nuevo converso, el Dr. Robert D. Foster. Desde Springfield el Profeta escribió lo siguiente a su esposa: “El tiempo que esté separado de ti será largo y lleno de añoranza, y sólo un sentido de deber humanitario podía moverme a hacer tan inmenso sacrificio; pero, ¿me sería posible ver a tantos que perecen y no buscar alguna compensación? No. Me propongo hacerlo esta vez en el nombre del Señor”19.
Por encontrarse enfermo, Sidney Rigdon tuvo que quedarse en Springfield, en casa del hermano John Snyder. El Profeta lo dejó allí al cuidado del Dr. Foster y de Orrin Porter Rockwell, y continuó con el hermano Higbee en su viaje a la capital de la nación, donde llegaron el 28 de noviembre. Al día siguiente solicitaron una audiencia con el presidente Van Buren, que no demostró ningún interés en atenderlos; no le habían impresionado las cartas de presentación que llevaban y, al principio, se negó a recibirlos, pero ante la insistencia de José Smith al fin condescendió a recibirlos. Cuando el Presidente le preguntó al Profeta en qué se diferenciaba su religión de otras denominaciones cristianas, éste le respondió que “el modo de bautizar y el de conferir el don del Espíritu Santo por la imposición de las manos” eran las principales diferencias. “Consideramos que el don del Espíritu Santo comprende todas las demás”20.
El Presidente se dio cuenta de que el conflicto entre los mormones y el estado de Misuri era un asunto problemático, en parte por la filosofía política de la época que establecía que el gobierno federal no debía intervenir en los asuntos de los estados, y en parte porque no quería ofender a sus colegas; por lo tanto, se mostró indiferente ante los ruegos de los hermanos. Más tarde, José Smith comentó lo siguiente: “Tuve una audiencia con Martin Van Buren, el Presidente, que me trató con mucha insolencia y mostró mala disposición para escucharnos; después de oír nuestro mensaje, nos dijo: ‘Caballeros, su causa es justa pero no puedo hacer nada por ustedes”21. A continuación, el Profeta trató de convencer a John C. Calhoun, senador prominente, pero sólo recibió un desaire.
Él y Elias Higbee también se pusieron en contacto con otros varios senadores y representantes. La delegación del estado de Illinois los trató muy bien, y el senador Richard M. Young prometió presentar su petición al Congreso. El extenso documento describía las dificultades que los santos habían sufrido en Misuri desde 1833 y concluía de esta manera: “Presentamos nuestra apelación como ciudadanos estadounidenses, como cristianos y como hombres, con la convicción de que el elevado sentido de justicia que existe en tan honorable órgano gubernamental no permitirá que se ponga en práctica impunemente tal opresión sobre ningún grupo de ciudadanos de esta vasta república; y que se tomen ciertas medidas, de acuerdo con lo que su prudencia aconseje, a fin de que este gran conjunto de personas damnificadas reciba compensación por los daños que ha sufrido”22.
Además, los líderes escribieron a los demás miembros pidiéndoles que juntaran y les enviaran tantos certificados y declaraciones juradas como fuera posible confirmando las persecuciones y probando sus derechos como propietarios de tierras en Misuri. El Profeta dijo que había presentado en total las reclamaciones de unas 491 personas contra el estado de Misuri23. Al mismo tiempo, la delegación de Misuri en el Congreso empezó a prepararse para defenderse, basando la defensa en transcripciones de audiencias preliminares realizadas en Richmond, en las cuales habían testificado numerosos enemigos y apóstatas de la Iglesia.
Mientras se encontraba en el Este, el Profeta visitó varias ramas de la Iglesia. En Filadelfia, habló a una congregación de aproximadamente tres mil personas; también pasó varios días con el élder Parley P. Pratt, que se hallaba en aquella ciudad haciendo arreglos para la publicación de unos libros. El hermano Pratt comentó lo siguiente:
“Durante nuestras conversaciones él me enseñó muchos principios grandes y gloriosos con respecto a Dios y al orden celestial de la eternidad. Fue en esa época que recibí de él mi primera noción de la organización eterna de la familia…
“De él supe que la esposa de mi corazón podía estar ligada a mí por esta vida y por toda la eternidad”. Esas conversaciones sagradas con el Profeta afectaron al hermano Pratt por el resto de su vida.
Continúa diciendo: “Había amado antes, pero no sabía el porqué. Pero, a partir de entonces, amé con una pureza, una intensidad de sentimientos elevados y nobles que enaltecieron mi alma por encima de lo breve y transitorio de esta vil esfera y la expandieron con la amplitud del océano”24.
La opinión que prevalecía en toda la nación, especialmente entre los políticos del Sur, era que los problemas como el que los Santos de los Últimos Días presentaban debían ser asuntos de los estados y que la Constitución no autorizaba al gobierno nacional para intervenir. En ese punto de vista se reflejaba el debate en que se hallaba la nación sobre la soberanía de los estados, el cual culminó veinte años después en la Guerra Civil de Secesión.
José Smith regresó a Nauvoo dejando a Elias Higbee en Washington para esperar los resultados de la petición presentada al Congreso. El 4 de marzo de 1840, el Senado anunció que el Congreso no iba a tomar ninguna medida con respecto al asunto, y recomendó que la Iglesia buscara la compensación en los tribunales estatales o federales, cosa que los santos ya sabían era totalmente inútil. En la conferencia general de abril, los miembros votaron que “si se ve destrozada toda esperanza de obtener una indemnización por los daños que nos han causado, entonces apelen al Tribunal de los Cielos, con la confianza de que el Gran Jehová, que gobierna el destino de todas las naciones y a quien no pasa inadvertida ni siquiera la caída de un pajarillo, sin duda nos indemnizará por nuestras penurias, y pronto nos vengará de nuestros adversarios”25.
LA CARTA CONSTITUCIONAL DE NAUVOO (EL PERMISO LEGAL PARA ESTABLECER NAUVOO)
El nuevo lugar de recogimiento de los santos no era sólo Nauvoo, Illinois, y Montrose, Iowa, sino que también incluía varias localidades de los alrededores, a ambos lados del río Misisipí. Los miembros de la Iglesia se instalaron en comunidades ya establecidas, como Carthage —la sede del condado de Hancock—, La Harpe y Fountain Green; también establecieron sus propias pequeñas colonias en Ramus, Lima y Yelrome (el apellido de Isaac Morley, su fundador, al revés); y había varias otras alrededor de Nauvoo. De todos modos, era claro que Nauvoo era el “lugar central”, y al cabo de pocos meses ejerció influencia en los asuntos económicos y políticos de la parte oeste de Illinois.
Inmediatamente después de haber regresado José Smith del Este, empezaron a considerar seriamente la forma de gobierno que debía tener Nauvoo. En junio de 1840, la llegada a la ciudad de John C. Bennett, un prominente ciudadano de Springfield, apresuró la decisión en cuanto a ese asunto. El señor Bennett, que era un hombre enérgico y ambicioso, se había ganado la simpatía de los círculos militares, médicos y políticos en la capital del estado, y el gobernador Thomas Carlin lo había nombrado comisario general de la milicia del estado [oficial encargado de procurar alojamiento, ropa, etc. a las tropas militares]. Antes de llegar a Nauvoo, el señor Bennett le había escrito al Profeta expresándole su indignación ante las injusticias que se habían cometido con los Santos de los Últimos Días en Misuri y ofreciéndole su ayuda. Poco después de su arribo, aceptó el Evangelio y se bautizó. El hecho de que conocía a varios funcionarios del gobierno hacía que él fuera la persona apropiada para procurar la aprobación de una carta constitutiva para el gobierno de Nauvoo. En la conferencia general de octubre, José Smith, Robert B. Thompson y él fueron nombrados para escribir una propuesta y llevarla a Springfield.
La influencia del hermano Bennett en ambos partidos políticos fue beneficiosa, y el 16 de diciembre de 1840 se aprobó una ley para otorgar a Nauvoo una carta constitucional, similar a las que se habían concedido a Chicago y Alton en 1837, a Galena en 1839, y a Springfield y Quincy en 1840; eso les daba el derecho de formar una milicia local y de establecer un tribunal municipal y una universidad. Los líderes de la Iglesia se llenaron de júbilo por las estipulaciones amplias y liberales que contenía, pues les parecía que eso impediría que los funcionarios gubernamentales se aprovecharan de los santos como lo habían hecho en Misuri. El alcalde, cuatro regidores y nueve concejales formaban los poderes legislativo y ejecutivo de Nauvoo; el alcalde y los regidores tenían también la función de jueces en el tribunal municipal, cosa en la que diferían de las otras ciudades constituidas. De ese modo, había cinco hombres que dirigían las ramas legislativa, ejecutiva y judicial del gobierno local.
El 1º de febrero de 1841, John C. Bennett fue elegido primer alcalde de Nauvoo; se eligió a algunos líderes de la Iglesia, entre ellos José Smith, Sidney Rigdon y Hyrum Smith, para ser los regidores, y así se aseguró que el gobierno local estaría a favor de los santos. El concejo de la ciudad formó inmediatamente la milicia, llamada la Legión de Nauvoo, que llegó a tener tres mil integrantes. Además, de acuerdo con las estipulaciones de la carta constitucional, la Legión de Nauvoo estaba al mando de José Smith y de otros dirigentes civiles, aunque oficialmente formaba parte de la milicia del estado. Debido a estos hechos, los celosos enemigos de la Iglesia se sintieron inquietos una vez más al observar el aumento evidente de la influencia y el poder de los mormones en la región.
Por su parte, los santos se sentían hasta cierto punto seguros por primera vez en diez años; el Señor había vuelto a guiarlos para encontrar refugio; los Apóstoles pudieron por fin salir en su anhelada misión a Gran Bretaña; su Profeta estaba a salvo, bien y al frente de la Iglesia; prevalecía la paz, y parecían tener al alcance todas las oportunidades de dar a conocer el Evangelio de Jesucristo.
Historia Fecha |
Acontecimientos importantes |
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26 de enero de 1839 |
Brigham Young organiza el Comité de Mudanza. |
Febrero de 1839 |
Comienza la emigración en gran escala desde Misuri. |
22 de marzo de 1839 |
José Smith les escribe a los santos desde la cárcel de Liberty instándolos a permanecer juntos. |
22 de abril de 1839 |
Después de varios meses de encarcelamiento en Misuri, José Smith llega a Quincy, Illinois. |
30 de abril de 1839 |
El Profeta hace tratos para la compra de tierras en los estados de Iowa e Illinois. |
22 de julio de 1839 |
El poder de Dios se manifiesta en varias curaciones en Nauvoo y Montrose. |
Noviembre de 1839 |
José Smith se reúne con el presidente Martin Van Buren en la ciudad de Washington, D.C. |
16 de diciembre de 1839 |
La carta constitucional de Nauvoo se firma en Springfield, Illinois. |
1º de febrero de 1841 |
Eligen a John C. Bennett para ser el primer alcalde de Nauvoo. |