CAPÍTULO VEINTITRÉS
LA RESPONSABILIDAD DEL REINO RECAE SOBRE LOS DOCE
Con la muerte del profeta José Smith, quedó disuelta la Primera Presidencia de la Iglesia. Al mismo tiempo que lloraban a su Profeta muerto, los santos se preguntaban quién dirigiría la obra de allí en adelante. Sidney Rigdon, que se había ido de Nauvoo a principios de ese año, regresó a la ciudad el 3 de agosto afirmando que correspondía que lo nombraran “guardián” de la Iglesia. Por encontrarse ausentes la mayoría de los Apóstoles, que todavía estaban en camino a Nauvoo de sus misiones en el Este, las declaraciones del hermano Rigdon se ganaron las simpatías de algunos miembros y se convocó a una reunión el 8 de agosto para considerar esa idea.
UN MES EXTREMADAMENTE TRISTE
Cuando asesinaron al profeta José Smith, una profunda tristeza envolvió la ciudad de Nauvoo y fue extendiéndose a los miembros de otras ramas, a medida que les llegaba también la noticia de su muerte. Ese sentimiento de depresión se fue disipando gradualmente sólo después del arribo del Quórum de los Doce Apóstoles y de la dirección que ellos proporcionaron a la Iglesia. Con la excepción de Willard Richards y John Taylor, los demás miembros de los Doce se hallaban en el Este, cumpliendo misiones, cuando el Profeta fue asesinado. José Smith les había escrito en junio, durante el problema con el Expositor, diciéndoles que debían regresar, pero ellos no recibieron esas instrucciones hasta después del martirio de los hermanos Smith. En las tres semanas siguientes al asesinato la noticia de la tragedia llegó a oídos de todos, y se apresuraron a ponerse en camino de regreso.
El logro más importante que ocurrió en Nauvoo entre la fecha del asesinato del Profeta y el regreso de los Apóstoles fue que mantuvo la paz. Aun cuando los habitantes del oeste de Illinois temían las represalias, los miembros obedecieron el consejo de Willard Richards y John Taylor que los exhortaron a mantener la calma y dejar que los funcionarios del gobierno buscaran a los asesinos. Tres días después de la tragedia de Carthage, el élder Richards le escribió lo siguiente a Brigham Young: “Los santos han soportado esta prueba con gran entereza y paciencia. Es imprescindible que mantengan la calma. Nos hemos comprometido a no tratar de hacer justicia a los asesinos ahora, sino dejarlo en manos del gobernador Ford… la venganza corresponde a los cielos”1. El consejo municipal de la ciudad también aconsejó a los residentes: “Debemos ser ciudadanos pacíficos y tranquilos, llevando a cabo obras de rectitud, y, tan pronto como los Apóstoles y otras autoridades puedan reunirse, o por lo menos la mayoría de ellos, se nos señalará el curso a seguir para el gran recogimiento de Israel y para la consumación de la dispensación del cumplimiento de los tiempos”2.
El élder John Taylor, que había sido gravemente herido en la cárcel de Carthage, regresó a Nauvoo el 2 de julio; durante todo el mes fue mejorando de sus heridas, pero tuvo que permanecer en la cama. A pesar de su condición, ayudó al élder Richards a dirigir la Iglesia hasta que los Apóstoles regresaron; los dos escribieron a los numerosos miembros de Gran Bretaña explicándoles lo siguiente:
“Las acciones de los santos han sido sumamente pacíficas, recordando que Dios ha dicho: ‘Mía es la venganza, yo pagaré’ [Romanos 12:19].
“Estos siervos de Dios se han ganado el cielo por el fuego procedente de un populacho vil; como los Profetas de días antiguos, han vivido todo el tiempo que el mundo los quiso recibir; y éste es un horno ardiente en el que debían ser probados los santos: el ver a sus líderes arrancados de en medio y que no se les permita vengar su sangre”3.
La contribución de William W. Phelps, que había publicado escritos de la Iglesia, y había sido funcionario municipal y escriba del Profeta, fue una ayuda incalculable para mantener el orden en la ciudad. Desde su regreso a la Iglesia en 1842, se había esforzado incansablemente por edificar el reino y había asistido al Profeta para llevar a cabo varios proyectos importantes, como la publicación del Libro de Abraham y la campaña electoral para la presidencia; fue el principal orador en los funerales de José y Hyrum Smith, y después ayudó a los élderes Taylor y Richards durante el difícil período de transición. Con su alma de poeta, inmortalizó al Profeta en un poema que más tarde se convirtió en uno de los himnos preferidos de los miembros:
Al gran Profeta rindamos honores.
Fue ordenado por Cristo Jesús
a restaurar la verdad a los hombres
y entregar a los pueblos la luz.
¡Loor al Profeta, subido al cielo!
Déspotas luchan en vano contra él,
y en el cielo está con el Padre.
Nunca la muerte le podrá vencer4.
Apenas un mes más tarde, los santos sufrieron otra tragedia: la muerte de Samuel H. Smith, hermano del Profeta y de Hyrum. Él había sido uno de los primeros en llegar a Carthage después del asesinato de sus hermanos; había tenido que huir de los enemigos de la Iglesia para poder verlos, y los había encontrado muertos. Toda esa tensión lo debilitó físicamente y contrajo una fiebre muy grave; su salud se fue deteriorando y el 30 de julio de 1844 falleció. En el periódico Times and Seasons se le elogió como uno de los grandes hombres de esta dispensación. Su madre, Lucy Mack Smith, quedó transida de dolor; en los últimos cuatro años había perdido a su esposo y a cuatro de sus hijos: Don Carlos, Hyrum, José y Samuel.
EL REGRESO DE LOS APÓSTOLES
El día del martirio de los hermanos Smith, los Apóstoles que estaban ausentes se sintieron tristes y desanimados sin saber por qué. Los élderes Heber C. Kimball y Lyman Wight se hallaban de viaje entre las ciudades de Filadelfia y Nueva York, cuando de pronto el élder Kimball experimentó un gran pesar, como si hubiera perdido a un amigo; en Boston, el élder Orson Hyde estaba en el salón que la Iglesia había alquilado, examinando unos mapas, y sintió como un peso espiritual y mucha tristeza; con las lágrimas corriéndole por las mejillas, hizo a un lado los mapas y se puso a pasearse de un lado al otro del cuarto. En Michigan, una gran depresión invadió a George A. Smith y todo el día tuvo malos presagios; al retirarse para descansar, no pudo dormir; después comentó que “una vez le había parecido que un espíritu malévolo le susurraba al oído: ‘José y Hyrum han muerto, ¿no te alegras?’5.
Dos días antes del asesinato, Parley P. Pratt, que se hallaba en el estado de Nueva York, sintió la impresión del Espíritu de que debía regresar a Nauvoo inmediatamente; por casualidad, el mismo día de la tragedia se encontró con su hermano William en una embarcación del canal, y se pusieron a conversar. El hermano Pratt escribió sobre lo que había sentido durante esa conversación: “…me sobrevino un extraño y solemne pavor, como si se hubieran soltado los poderes del infierno. Me sentía tan sobrecogido por la aflicción que apenas podía pronunciar palabra… ‘Observemos un silencio completo y solemne, porque éste es un día tenebroso, es la hora del triunfo para los poderes de las tinieblas. ¡Ah, cómo percibo el espíritu homicida que parece cubrir toda la tierra!’ ”6.
Él fue el primero de los Apóstoles ausentes que se enteró del martirio de José y Hyrum Smith; estaba en un vapor que navegaba por los Grandes Lagos hacia Chicago, cuando al detenerse en Wisconsin, los pasajeros que iban a abordar llevaban la noticia de los asesinatos de Carthage. Había gran agitación a bordo y varios pasajeros empezaron a preguntarle burlonamente al élder Pratt qué iban a hacer entonces los mormones. Él respondió que iban “a continuar su misión y difundir por todo el mundo la obra que José Smith había restaurado, comentando que aunque habían matado a casi todos los Profetas y Apóstoles anteriores a él, y aun al Salvador del mundo, su muerte no había alterado la verdad ni había impedido el triunfo final de ésta”7.
El élder Pratt recorrió desolado poco más de ciento setenta kilómetros a través de las llanuras de Illinois, casi sin poder comer ni dormir, pensando “en cómo enfrentaría a toda la comunidad abatido como estaba por ese pesar y ese sufrimiento indecibles”. Por ese motivo, oró pidiendo ayuda. “Súbitamente vino sobre mí el Espíritu de Dios y me llenó el corazón con gozo y regocijo indescriptible; y mientras el espíritu de revelación ardía en mi pecho con un calor y un bienestar como de fuego, el Espíritu me dijo: …‘Ve y di a mi pueblo que está en Nauvoo que todos deben continuar sus tareas diarias y cuidarse, y que no hagan nada por reorganizar ni por alterar el gobierno de la Iglesia hasta que regresen los del Quórum de los Doce Apóstoles que están ausentes. Pero exhórtalos a continuar edificando la Casa del Señor que les he mandado construir en Nauvoo’ ”.8 El élder Pratt llegó a Nauvoo el 8 de julio, y una vez allí ayudó a los élderes Richards y Taylor a mantener el orden en la desalentada comunidad.
George A. Smith se enteró del martirio del Profeta por un artículo que leyó en un periódico de Michigan el 13 de julio. Al principio, pensó que era un rumor falso, pero le confirmaron la noticia y se apresuró a ponerse en camino de regreso con sus tres compañeros de misión. Además de hallarse abrumado por la preocupación y la fatiga, le brotó una erupción que le cubrió todo el cuerpo; ni siquiera podía alimentarse, pero continuó su viaje y llegó a Nauvoo el 27 de julio. Inmediatamente, se reunió en consejo con los otros tres Apóstoles que ya se encontraban allí9.
En Boston, los rumores de la muerte de José Smith empezaron a circular el 9 de julio10; en la semana que transcurrió antes de que los hermanos recibieran la confirmación de la noticia por cartas de sus familiares y por artículos más completos que salían en los periódicos, Brigham Young, Wilford Woodruff y Orson Pratt se atormentaron con sus pensamientos en cuanto a lo que podía reservar el futuro después de tan terrible suceso. El presidente Young escribió en su diario: “Lo primero que pensé fue si José se habría llevado consigo las llaves del reino sacándolas de la tierra. El hermano Orson Pratt estaba sentado a mi izquierda, y ambos estábamos recostados en los respaldos de nuestros asientos. Me apoyé la mano en la rodilla y le dije que las llaves del reino estaban aquí, con la Iglesia”11.
Brigham Young, Heber C. Kimball, Orson Pratt, Wilford Woodruff y Lyman Wight se pusieron en contacto, se reunieron y se apresuraron a regresar viajando por tren, diligencia, barco y coche tirado por un caballo. Los acontecimientos posteriores probaron lo prudente de su apuro por volver. Llegaron a Nauvoo el 6 de agosto, al atardecer. Wilford Woodruff escribió en su diario lo que percibió entonces:
“Cuando llegamos a la ciudad, había un profundo pesar que parecía cernerse sobre Nauvoo, algo que nunca habíamos experimentado…
“…Los santos nos recibieron con regocijo por toda la ciudad. Al haberles arrebatado a su líder, se sentían como las ovejas sin el pastor, como si hubieran perdido a su padre”12.
LA CRISIS DE LA SUCESIÓN
La llegada de la mayoría de los Apóstoles el 6 de agosto no podía haber sido más oportuna, pues había surgido un grave problema en cuanto a quién debía dirigir la Iglesia y Willard Richards se había agotado haciendo un esfuerzo por mantenerla unida. El sábado 3 de agosto había regresado Sidney Rigdon de su exilio voluntario en Pittsburgh, Pensilvania, adonde se había ido contrariando una revelación (véase D. y C. 124:108–109). Volvía con la esperanza de tomar las riendas del reino, y no todos los santos que había en Nauvoo se daban cuenta de que el Profeta había perdido la confianza en el hermano Rigdon, su primer consejero, mucho antes del día de su muerte.
El élder Rigdon evitó reunirse con los cuatro Apóstoles que ya se hallaban en el pueblo, y, en cambio, decidió hablar a los miembros que se congregaron en el bosque el domingo 4 de agosto, a los que aseguró que había tenido una visión:
“Relató una visión, diciendo que el Señor se la había mostrado, concerniente a la situación de la Iglesia; y dijo que en honor a José Smith debía nombrarse un guardián para edificar la Iglesia, tal como él lo había hecho.
“Dijo que él era la copia exacta del hombre del que los Profetas antiguos habían cantado y escrito, y por el que se habían regocijado, y que había sido enviado para hacer exactamente la misma obra de la que todos los Profetas de generaciones pasadas habían hablado”13. El élder Parley P. Pratt comentó más tarde que Sidney Rigdon era “la copia exacta del hombre del cual los profetas nunca cantaron ni hablaron palabra”14. En esa reunión, el hermano Rigdon le pidió a William Marks, el presidente de la Estaca de Nauvoo, que tendía a creer en sus afirmaciones, que convocara otra reunión de la Iglesia para el día 6 a fin de sostener a un nuevo líder. El presidente Marks cambió la fecha para el 8, cambio que fue inspirado, pues los demás Apóstoles no llegaron sino hasta el atardecer del 6 de agosto.
Sidney Rigdon se reunió además con William Marks y Emma Smith en la casa del Profeta, a fin de nombrar a un fideicomisario de la Iglesia; la hermana Smith quería hacerlo a la brevedad posible para no perder posesiones personales y de la Iglesia que estaban a nombre de José Smith. Parley P. Pratt estuvo también presente y de inmediato se opuso a esa medida, explicando que “el nombrar un fideicomisario era un asunto que correspondía a toda la Iglesia y que debía hacerse por medio de las Autoridades Generales y no de autoridades locales de una estaca”. Además, insistió en que “no podía tomar en consideración dólares y centavos cuando eran los principios los que estaban en peligro, y que si se perdían miles o incluso millones, que se perdieran. No podíamos permitir, ni estábamos dispuestos a hacerlo, que se pisotearan las autoridades y los principios de la Iglesia por intereses pecuniarios”15. La reunión se disolvió sin que hubieran llegado a una decisión.
El lunes 5, Sidney Rigdon se juntó por fin con los Apóstoles que estaban en Nauvoo, y les dijo: “ ‘Caballeros, vuestra hora de servicio ha pasado; estáis divididos; los enemigos de los mormones os han derrotado y los hermanos votan en forma contradictoria… todo está en confusión, no podéis hacer nada; os falta un gran líder, queréis un jefe; y, a menos que podáis uniros apoyando a uno, seréis esparcidos a los cuatro vientos y los antimormones harán la elección. Se debe nombrar un guardián’.
“El élder George A. Smith dijo: ‘Hermanos, élder Rigdon está totalmente equivocado, no hay división entre nosotros; los hermanos estamos unidos; la elección será unánime, y los amigos de la ley y el orden serán elegidos por una mayoría de miles. No hay ningún motivo para alarmarse. El presidente Rigdon está provocando temores sin fundamento’ ”16.
En esas circunstancias fue muy oportuna la llegada de los Apóstoles que venían del Este, ocurrida el 6 de agosto. A la mañana siguiente, se reunieron en casa de John Taylor, con gran alegría de estar juntos otra vez “y de haber sido bien recibidos por los santos, que consideraban providencial que los Doce hubieran llegado precisamente en ese momento crítico en que ellos se hallaban agitados y confusos, con el corazón apesadumbrado y con una nube oscureciéndoles el camino”17. Brigham Young tomó firmemente en sus manos la dirección de la reunión. Después de hablar todos sobre los acontecimientos recientes, anunció que se reunirían de nuevo a las cuatro de la tarde los Apóstoles, el sumo consejo de Nauvoo y los sumos sacerdotes, con el fin de hablar de las declaraciones que había hecho Sidney Rigdon a los miembros el domingo anterior.
En la reunión se invitó al hermano Rigdon a explicar su visión y revelaciones, y él dijo lo siguiente: “El objeto de mi misión es visitar a los santos y ofrecerme para ser su guardián. El día 27 de junio [el mismo del asesinato del Profeta], estando en Pittsburgh, tuve una visión; no se me presentó como una nueva visión sino como una continuación de la que se menciona en Libro de Doctrina y Convenios [se refería a la que él y José Smith tuvieron, que se halla registrada en la sección 76 de Doctrina y Convenios]”18. Continuó diciendo que nadie podría tomar el lugar de José Smith a la cabeza de la Iglesia, y que él, por haber sido designado portavoz del Profeta, debía asumir la función de guardián de la Iglesia. Wilford Woodruff escribió en su diario que la declaración de Sidney Rigdon era “un largo cuento, como una visión de segunda categoría”19.
A continuación, habló Brigham Young, diciendo:
“No me importa quién dirija a la Iglesia… pero hay algo que debo saber y es lo que Dios tenga que decir al respecto. Poseo las llaves y los medios para averiguar cuál es la voluntad de Dios en cuanto a esto…
“José nos confirió todas las llaves y los poderes pertinentes al Apostolado que él mismo poseía antes de que nos lo arrebataran, y no hay ningún hombre ni grupo de hombres que pueda interponerse entre él y los Doce, ni en este mundo ni en el venidero.
“¡Cuántas veces dijo él a los Apóstoles: ‘He colocado el cimiento y ahora vosotros debéis edificar sobre él, porque sobre vuestros hombros descansa el reino!’ ”20.
El presidente Young dijo entonces que el martes 13 de agosto se realizaría una conferencia especial en la cual se organizaría a los miembros en una asamblea solemne para que votaran sobre el asunto. No obstante, a la mañana siguiente los Apóstoles se reunieron en privado, y, “debido a cierta agitación que existía entre el pueblo y a la determinación que tenían algunos de tratar de dividir a la Iglesia”, decidieron que, en lugar de esperar hasta el martes, harían la asamblea solemne esa misma tarde21.
SE COLOCA EL MANTO SOBRE BRIGHAM YOUNG
El jueves 8 de agosto de 1844 es uno de los días más importantes en la historia de la Restauración22, pues ese día ocurrió un milagro ante los ojos de toda la Iglesia congregada: el pueblo vio a Brigham Young transfigurarse y se resolvió la crisis de la sucesión en la Iglesia. Esa mañana a las diez, en el bosque, tuvo lugar una reunión especial para elegir un director, de acuerdo con los arreglos que había hecho William Marks. Sidney Rigdon habló durante una hora y media sobre sus deseos de ser el director de la Iglesia, pero no conmovió a nadie y no dijo nada que lo hiciera destacarse como el verdadero líder. Brigham Young dijo a la congregación que de buena gana hubiera preferido pasar otro mes haciendo duelo por el Profeta muerto que verse obligado a atender tan pronto a la necesidad de nombrar un nuevo pastor23. Mientras les dirigía la palabra, se transfiguró milagrosamente ante la congregación.
Había presentes personas de todas las edades, las cuales escribieron después sobre sus experiencias. Benjamin F. Johnson, que en esa época era un joven de veintiséis años, lo recordaba así: “Tan pronto como empezó a hablar me puse de pie como sacudido, pues en todos los sentidos era la voz de José [Smith], y su persona, el aspecto, la actitud, la vestimenta y la apariencia eran las del mismo José personificado; e instantáneamente supe que el espíritu y el manto de José descansaban sobre él”24. Zina Huntington, que era entonces una señorita de veintiún años, dijo que “el presidente Young hablaba, pero era la voz de José Smith, no la de Brigham Young. Su persona misma cambió… cerré los ojos; y habría podido exclamar: ¡Sé que es la voz de José Smith! Sin embargo, sabía que él ya no estaba. Pero el mismo espíritu estaba con la gente”26.
George Q. Cannon, un muchacho de quince años por aquel entonces, declaró que “era la voz del mismo José Smith; y no sólo era que su voz se oía, sino que a los ojos de los presentes era como si su propia persona estuviera enfrente de ellos… Vieron y también oyeron, con sus ojos y oídos naturales, y las palabras que se pronunciaron les llegaron al corazón acompañadas del persuasivo poder de Dios, y se sintieron llenos del Espíritu y de un gran gozo”27. Y Wilford Woodruff testificó lo siguiente: “Si no lo hubiera visto con mis propios ojos, nadie habría podido convencerme de que no era José Smith quien hablaba”28.
Si se tienen presentes estas declaraciones, las palabras del mismo Brigham Young registrando los sucesos de ese día cobran un significado especial: “Se me llenó el corazón de compasión hacia ellos y, por el poder del Espíritu Santo, del espíritu de los Profetas, me fue posible consolar a los santos”29. A continuación, la reunión se suspendió hasta las dos de la tarde.
A esa hora se congregaron miles de miembros para asistir a lo que sabían que sería una reunión muy importante. Una vez que los quórumes del sacerdocio ocuparon sus lugares correspondientes, Brigham Young habló francamente sobre la propuesta de Sidney Rigdon de ser el guardián de la Iglesia y sobre su separación de José Smith durante los dos años anteriores. Y profetizó con firmeza: “Todo el que quiera atraerse a un grupo de la Iglesia para que los siga, que lo haga si puede, pero no prosperará”30.
Continuó hablando y luego, volviendo al punto principal, dijo:
“Si la gente desea que el presidente Rigdon os dirija, puede tenerlo; pero yo os digo que el Quórum de los Doce Apóstoles posee las llaves del Reino de Dios en todo el mundo.
“Los Doce son nombrados por el dedo de Dios. Acá tenéis a Brigham, ¿le han flaqueado alguna vez las rodillas? ¿le han temblado los labios? Ahí tenéis a Heber [C. Kimball] y al resto de los Apóstoles, un cuerpo autónomo que tiene las llaves del sacerdocio, las llaves del Reino de Dios para todo el mundo: y esto es verdad, pongo a Dios por testigo. Ellos siguen a José [en autoridad] y son como la Primera Presidencia de la Iglesia”31.
Luego explicó que el hermano Rigdon no podía tener más autoridad que los Doce, puesto que ellos eran quienes tenían que ordenar al Presidente de la Iglesia; exhortó a todos a verlo como amigo y afirmó que si él estaba dispuesto a cooperar con los Apóstoles y escuchar su consejo, entonces podrían actuar en absoluta unidad. Después del discurso del presidente Young, que duró dos horas, hablaron Amasa Lyman, William W. Phelps y Parley P. Pratt, cada uno de ellos expresando elocuentemente su apoyo a la autoridad que poseían los Doce.
A continuación, se levantó otra vez Brigham Young e hizo estas preguntas a la congregación: “¿Queréis que el hermano Rigdon se convierta en vuestro líder, vuestro guía, vuestro portavoz? El presidente Rigdon mismo desea que os haga otra pregunta primero, y es ésta: ¿Tiene la Iglesia el único deseo de sostener a los Doce Apóstoles como la Primera Presidencia de este pueblo?” Se presentó el asunto a votación y todos los presentes levantaron la mano; después, el presidente Young dijo: “Si hay alguien contrario a esta idea, cualquier hombre o mujer que no quiera que los Doce presidan, que levante la mano de la misma manera”. Nadie levantó la mano de la misma manera”32.
Antes de dar fin a la conferencia, el presidente Young pidió la aprobación de los miembros en los asuntos siguientes: imponer el diezmo a los miembros a fin de completar el templo, mandar a los Doce a predicar por todo el mundo, pagar los gastos de la Iglesia, enseñar a los obispos cómo manejar los asuntos de negocios de la Iglesia, nombrar a un patriarca general para reemplazar a Hyrum Smith, y sostener a Sidney Rigdon con fe y oraciones. Con eso concluyó la conferencia. Una vez más, la Iglesia tenía una presidencia, el Quórum de los Doce Apóstoles, con Brigham Young como Presidente.
LA PREPARACIÓN DE LOS DOCE APÓSTOLES PARA CUMPLIR SUS RESPONSABILIDADES
Durante varios años el Señor había estado preparando al Quórum de los Doce Apóstoles para que asumiera la dirección de la Iglesia. Cuando se llamó por primera vez a los Apóstoles, en 1835, sus deberes no incluían los asuntos de las estacas organizadas; pero con el tiempo se ampliaron sus responsabilidades hasta que llegaron a tener autoridad sobre todos los miembros de la Iglesia. En 1838, Thomas B. Marsh, David W. Patten y Brigham Young fueron llamados para dirigir la Estaca de Far West. Y durante el período en que José y Hyrum Smith se hallaban en la cárcel de Liberty, Misuri, Brigham Young, Heber C. Kimball y John Taylor, que eran Apóstoles, dirigieron el éxodo de los santos desde Misuri hasta Illinois.
La misión de los Doce a Gran Bretaña los ligó en un quórum unido bajo la dirección de Brigham Young. Después que regresaron a los Estados Unidos, el Profeta extendió sus responsabilidades tanto en los asuntos temporales como en los eclesiásticos. A partir de ese momento, tuvieron otras obligaciones como levantar fondos para edificar el Mesón de Nauvoo y el Templo, y la construcción misma de los edificios; ayudar a los pobres, administrar tierras y dirigir el establecimiento de los inmigrantes en Illinois; y tomaron parte en decisiones con respecto a los negocios y al desarrollo económico de Nauvoo. Los Doce fueron de los primeros miembros que recibieron instrucciones de José Smith acerca de la pluralidad de esposas y de las ordenanzas del templo; también tuvieron la responsabilidad de supervisar las publicaciones de la Iglesia, de dirigir el llamamiento de misioneros, asignarles el lugar de labor e instruirlos; presidían en las conferencias tanto de Nauvoo como de las misiones, y dirigían los asuntos de las ramas distantes.
Y de importancia mayor fue el hecho de que José Smith, presintiendo que pronto iba a morir, se abocó con dedicación en los últimos siete meses de su vida a preparar concienzudamente a los Apóstoles; se reunía casi todos los días con el quórum para instruirle y darles nuevas responsabilidades. En un consejo extraordinario que se llevó a cabo a fines de marzo de 1844, les dijo solemnemente que ya podía dejarlos porque había terminado su obra y ya estaba colocado el cimiento para establecer el Reino de Dios.
Mucho después, Wilford Woodruff escribió lo siguiente recordando aquellos días de 1844:
“Soy un testigo viviente del testimonio que él [José Smith] dio a los Doce Apóstoles cuando todos recibimos nuestra investidura de sus manos. Recuerdo la última vez que nos habló antes de morir; fue con anterioridad a nuestra partida para las misiones del Este. Estuvo de pie ante nosotros como tres horas; el cuarto estaba como lleno de fuego consumidor, su rostro era claro como el ámbar y estaba cubierto con el manto del poder de Dios. Nos explicó nuestros deberes. Desplegó ante nuestros ojos la plenitud de esta gran obra de Dios; y en sus comentarios nos dijo: ‘Sobre mi cabeza se ha sellado toda llave, todo poder, todo principio de vida y de salvación que Dios haya dado a todo hombre que haya vivido sobre la faz de la tierra. Y estos principios, y este sacerdocio y poder pertenecen a esta grandiosa y última dispensación que el Dios del cielo ha establecido con Su mano en la tierra. Y ahora’, dijo dirigiéndose a los Doce, ‘he sellado sobre vosotros todas las llaves, todos los poderes y todos los principios que el Señor ha sellado sobre mí’…
“Después de hablarnos de esa manera, nos dijo: ‘Os digo que la carga de este reino descansa ahora sobre vuestros hombros; vosotros debéis llevarlo a todo el mundo, y si no lo hacéis, seréis condenados’ ”33.
En esa misma oportunidad, José Smith confirió las llaves del poder sellador a Brigham Young, Presidente del Quórum de los Doce. Éste explicó más adelante que “esta última llave del sacerdocio es la más sagrada de todas, y corresponde exclusivamente a la Primera Presidencia de la Iglesia”34.
SE ORGANIZAN GRUPOS SEPARADOS
Cuando los Apóstoles empezaron a ejercer firmemente su autoridad, Sidney Rigdon y James J. Strang, que era un converso reciente, se dedicaron a escondidas a tratar de arrebatarles la dirección de la Iglesia. Sidney Rigdon afirmaba tener una autoridad superior a la de los Doce y, por haberse negado a aceptar los consejos del quórum, fue excomulgado de la Iglesia el 8 de septiembre de 1844; después, regresó a Pittsburgh y en los primeros meses del año siguiente organizó una “Iglesia de Cristo”, con apóstoles, profetas, sacerdotes, y reyes, la cual atrajo algunos adeptos entre los que se oponían a los Apóstoles y pensaban que José Smith era un profeta caído. Para promover sus opiniones, Rigdon publicó un periódico, el Latter Day Saints’ Messenger and Advocate. La pequeña organización se desintegró en 1847, pero él continuó durante otros treinta años con unos pocos seguidores, proclamándose “Presidente del Reino y de la Iglesia”, y terminó como un personaje desconocido, falleciendo en el estado de Nueva York en 187635.
James J. Strang era un líder más ingenioso y que ejercía mayor influencia sobre la gente. Después de haber sido bautizado por José Smith, cuatro meses antes de la muerte del Profeta, regresó a Wisconsin, el estado donde vivía. En agosto de 1844 presentó una carta, que afirmaba había escrito el mismo José Smith, en la que se le nombraba el sucesor del Profeta y se designaba a Voree, Wisconsin, como el nuevo lugar para el recogimiento. Brigham Young y los demás Apóstoles consideraron acertadamente que la carta era falsificada y lo excomulgaron de la Iglesia. Sin embargo, él convenció a algunas personas de que lo siguieran a Voree, y al fin incluso a tres ex miembros del Consejo de los Doce que habían perdido su posición en la Iglesia: William E. McLellin, John E. Page y William Smith; durante cierto tiempo también contó con el apoyo de William Marks y de Martin Harris. La iglesia que fundó en el Este tuvo cierto éxito misional. En 1849 mudó su colonia a la isla Beaver, en el Lago Michigan, y se hizo coronar “rey del reino”. El grupo terminó enfrentando numerosas dificultades económicas; en 1856, Strang fue asesinado por unos de sus mismos seguidores que se habían disgustado con él, y al final la sociedad desapareció.
Algunos de los mismos miembros de la familia de José Smith tampoco siguieron a los Apóstoles. Emma Smith, la viuda del Profeta, no logró ponerse de acuerdo con los Doce en cuanto a asuntos económicos y teológicos; terminó por resentirse e influir en sus hijos para que no siguieran la dirección de los Apóstoles. Cuando los santos partieron en su éxodo hacia el Oeste, ella y su familia se quedaron en Nauvoo. Más tarde, al volver William Smith a Nauvoo desde el este, lo ordenaron patriarca de la Iglesia para reemplazar a Hyrum; después de unos meses, al tratar de autoproclamarse líder de la Iglesia, lo excomulgaron. Después de su breve asociación con James Strang, William Smith divulgó la idea de que el hijo mayor de José Smith era quien, por el derecho del linaje, debía haber heredado la presidencia, y que él debía ser el guardián y presidente en funciones hasta que Joseph III llegara a la mayoría de edad.
Hubo otros que también se rehusaron a seguir a Brigham Young y los demás Apóstoles. Varios miembros se apartaron por no estar de acuerdo con la pluralidad de esposas; algunas ramas aisladas que no se fueron para el Oeste se quedaron en un estado de confusión, sin saber qué curso seguir. Durante la década de 1850 fue surgiendo poco a poco una “nueva organización”; sus líderes (entre los cuales estaba William Marks) formaron en 1860 la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días Reorganizada, nombrando a Joseph Smith III presidente de la organización; su sede se estableció finalmente en Independence, Misuri.
LOS APÓSTOLES Y EL SISTEMA DE LA SUCESIÓN
La sucesión de los Apóstoles en 1844 estableció los principios y el modelo para las futuras reorganizaciones de la Presidencia de la Iglesia. Después de la muerte de un presidente, las llaves del reino, que se han conferido a cada uno de los Apóstoles en el momento de su ordenación, quedan en poder del Quórum de los Doce como cuerpo directivo (véase D. y C. 107:23–24; 112:15).
En un discurso de la conferencia general de 1970, el presidente Spencer W. Kimball explicó el proceso de esta manera: “En el momento en que muere un presidente de la Iglesia, un grupo de hombres se convierte en un solo cuerpo directivo, hombres que han madurado con la experiencia y la capacitación. Los nombramientos se han hecho largo tiempo atrás, se les ha dado la autoridad, se les han conferido las llaves… el reino sigue su curso bajo este consejo autorizado previamente. No hay candidaturas, no se hacen elecciones ni se pronuncian discursos políticos. ¡Qué gran plan divino! Cuán sabio nuestro Señor de organizarlo todo tan perfectamente por encima de las flaquezas de los débiles y mezquinos seres humanos”36.
El Señor es quien dirige la sucesión en Su Iglesia. El presidente Ezra Taft Benson explicó que “Dios lo sabe todo, sabe el fin desde el principio, y ningún hombre llega a ser Presidente de la Iglesia de Jesucristo por accidente, ni permanece en el cargo por casualidad, ni es llamado de regreso a su hogar celestial por obra del azar”37.
Historia Fecha |
Acontecimientos importantes |
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8 de julio de 1844 |
Parley P. Pratt es el primero en llegar de regreso a Nauvoo. |
16 de julio de 1844 |
Brigham Young recibe la confirmación de la muerte de José y Hyrum Smith, pero sabe que las llaves del reino están todavía en la tierra. |
3 de agosto de 1844 |
Sidney Rigdon llega a Nauvoo desde Pittsburgh afirmando ser el “guardián” de la Iglesia. |
6 de agosto de 1844 |
Casi todos los demás miembros del Consejo de los Doce llegan a Nauvoo procedentes del Este. |
8 de agosto de 1844 |
Brigham Young se transfigura ante la gente; se sostiene a los Apóstoles como el quórum que preside la Iglesia. |