CAPÍTULO CATORCE
LA APOSTASÍA EN KIRTLAND, 1836–1838
El 6 de julio de 1838, una caravana de carretas de más de kilómetro y medio de longitud se movía lentamente hacia el sur por la ruta Chillicothe, del norte de Ohio; estaba compuesta de más de quinientos miembros de la Iglesia que, llenos de desaliento, habían dejado atrás casas, negocios y un hermoso templo para embarcarse en una ardua jornada de tres meses con el fin de reunirse con el Profeta y los santos en el norte del estado de Misuri. Uno de ellos comentó después: “Dimos vuelta a la llave para cerrar la puerta de nuestra casa, dejando nuestra propiedad y todo lo que poseíamos en manos de los enemigos y los extraños, sin haber recibido jamás ni un centavo por nuestras pertenencias”1.
Sólo hacía dos años que se había dedicado el Templo de Kirtland y los santos habían disfrutado de grandes manifestaciones espirituales, contemplando una perspectiva brillante para el futuro. ¿Qué fue entonces lo que aplastó sus esperanzas y los forzó a salir de Kirtland?
FRENTE A FRENTE CON LA POBREZA
Después de la dedicación del templo, en marzo de 1836, continuó la constante llegada de nuevos conversos a Kirtland; la mayoría eran personas dedicadas e industriosas, pero, como comentó Benjamin F. Johnson, casi todas eran “de la clase más pobre”2; y, lamentablemente, entre ellos había algunos que llegaban con la idea de recibir ayuda de los fondos de la Iglesia o de la generosidad de los miembros. El número de mormones que vivían en la pobreza, siempre en aumento, alarmó a los anteriores habitantes de Kirtland, que ya en 1835 se juntaron para advertir a los pobres que debían abandonar la ciudad. Al reconocer este problema, el profeta José Smith aconsejó a las ramas de la Iglesia que no mandaran a Kirtland familias sin medios económicos de subsistencia. “Los santos han descuidado prepararse con anticipación… generalmente, los ricos se han quedado y han retenido su dinero, mientras que los pobres se han ido primero sin respaldo económico. En esas circunstancias, ¿qué más podía esperarse que la lamentable escena que ahora se nos presenta?”3. Parte de lo que contribuía a la lamentable escena era la serie de casuchas mal construidas que los miembros habían levantado en forma desordenada a lo largo del río Chagrin, y muy cerca del templo.
Después de la dedicación del templo y a pesar de esos problemas, al empezar los miembros laboriosos a tratar de corregir esas condiciones de pobreza, surgió entre ellos un espíritu de optimismo. No obstante, la continua llegada de santos a Kirtland acentuó las exigencias de propiedades, viviendas y artículos de primera necesidad. Warren Cowdery escribió lo siguiente en el Messenger and Advocate: “El ruido y el ir y venir de las yuntas acarreando madera, ladrillos, piedra, cal o mercancías se oía desde el amanecer hasta que empezaba a caer la penumbra de la noche… El emerger, como por arte de magia, de edificios en todas direcciones a nuestro alrededor era para nosotros una evidencia de alegres esperanzas, vivaz expectativa y la firme confianza de que nuestros días de adversidad habían quedado atrás y de que había llegado el momento en que el Señor favorecería a Sión”4.
Aun cuando la fortuna de los miembros empezó a aumentar, la Iglesia todavía estaba hundida en deudas y los valores, como el oro y la plata, eran escasos; más aún, se necesitaban fondos para comprar propiedad con el fin de que los santos de Kirtland y del norte de Misuri se establecieran. Los líderes de la Iglesia buscaban diligentemente la forma de salir de deudas y aumentar el capital utilizable.
En julio de 1836 llegó a Kirtland el hermano William Burgess y le dijo a José Smith que sabía de una casa de Salem, estado de Massachusetts, en cuyo sótano había escondida una gran suma de dinero, asegurándole que era el único ser viviente que tenía conocimiento del tesoro y de la ubicación de la casa. Salem era un puerto próspero en el comercio internacional, por lo que el asunto del tesoro resultaba verosímil; entre la gente de esa región era común la búsqueda de tesoros escondidos, especialmente los abandonados por los piratas españoles. Persuadidos por Burgess, el Profeta, Sidney Rigdon, Hyrum Smith y Oliver Cowdery partieron de Kirtland a fines de julio en dirección a la ciudad de Nueva York; al llegar allí, pasaron cuatro días en consulta con sus acreedores, y Oliver Cowdery hizo averiguaciones con respecto a la posibilidad de imprimir notas bancarias para un futuro banco auspiciado por la Iglesia. Desde Nueva York, el grupo viajó en barco hasta Boston [Massachusetts] y de allí por tren hasta Salem donde iban a encontrarse con Burgess y averiguar algo más sobre el dinero escondido.
Aquella no era la primera vez que José Smith se encontraba en dicha ciudad, pues cuando tenía siete años había ido con un tío suyo de nombre Jesse a recuperarse de una seria operación que le habían hecho en una pierna. Con la ayuda de Burgess, los hermanos buscaron la casa que supuestamente tenía el tesoro; pero fue en vano, porque no pudieron hallarla. Muy pronto, Burgess los dejó y se fue, diciendo que la ciudad había cambiado tanto desde la última vez que él había estado allí que le era imposible encontrar la casa. No obstante, los hermanos siguieron buscando y por fin alquilaron una propiedad similar a la que les había descrito Burgess; pero no hallaron ningún dinero5.
En una revelación que se recibió en Salem, el 6 de agosto de 1836, el Señor les dijo: “Yo, el Señor vuestro Dios, no estoy disgustado con vuestro viaje hasta acá, no obstante vuestras imprudencias” (D. y C. 111:1), agregando que en Salem Él tenía “mucho tesoro… y muchas personas en este lugar, a quienes recogeré a su debido tiempo por medio de vosotros, para el bienestar de Sión” (vers. 2). Cinco años después, en Filadelfia, Hyrum Smith dio una copia de esta revelación a los élderes Erastus Snow y Benjamin Winchester, pidiéndoles que fueran a Salem en cumplimiento de esas palabras6. Al principio, el élder Snow no estaba muy entusiasmado pues se hallaba ansioso por regresar a su casa; pero oró pidiendo guía y recibió la confirmación de que debía ir. Benjamin Winchester también fue, pero no se quedó mucho tiempo. Aunque al empezar el progreso fue muy lento, en 1842 el élder Snow organizó en Salem una rama con ciento veinte miembros. Después de pasar un año allí, partió en febrero de 1843, habiendo sido el instrumento para que se cumpliera la promesa de que se recogerían “muchas personas” en aquella ciudad7.
LA SOCIEDAD DE SEGURIDAD FINANCIERA DE KIRTLAND
En los Estados Unidos, en la década de 1830, a medida que iban aumentando las exigencias monetarias y de crédito de la gente, fue también incrementando el número de instituciones bancarias hasta llegar casi al doble8. Los bancos proporcionaban préstamos, papel moneda, oportunidades de canje y un lugar seguro para hacer depósitos de dinero. En Kirtland, José Smith y otros líderes empezaron a considerar la idea de fundar un banco. Con asesoría legal, prepararon un documento de acuerdo para establecer en la ciudad una corporación bancaria que recibiría el nombre de Sociedad de Seguridad Financiera de Kirtland (“Kirtland Safety Society”). En noviembre de 1836, Orson Hyde fue a la capital del estado de Ohio llevando una petición al poder legislativo en la que se solicitaba la aprobación para la fundación del banco. Al mismo tiempo, Oliver Cowdery fue a Filadelfia con el fin de comprar las placas para imprimir papel moneda; él logró su propósito, pero el hermano Hyde regresó con malas noticias: el momento de hacer la petición no era oportuno, y, después de oírla, los legisladores les negaron el permiso para establecer el banco; los demócratas que se oponían al uso de letras bancarias, cheques y papel moneda constituían la mayoría en la legislatura y rechazaban casi todas las solicitudes para abrir bancos nuevos.
Los hermanos quedaron desilusionados pero decidieron crear una compañía privada de acciones a la que llamarían Sociedad no bancaria de Seguridad Financiera de Kirtland. Como se habían formado en Ohio otros bancos sin autorización, supusieron que las personas tenían el derecho de organizar legalmente una compañía privada que se encargara de transacciones bancarias. Hubo muchas personas en la Reserva del Oeste, tanto entre los miembros como entre los que no lo eran, que apoyaron la formación de esa sociedad de la cual José Smith era tesorero y Sidney Rigdon era secretario. La compañía abrió sus puertas al público el 2 de enero de 1837.
En seguida surgieron serios problemas que amenazaron el éxito de la compañía bancaria. Muchos otros bancos se negaron a aceptar las notas de la sociedad como pagos legales y los periódicos antimormones las calificaron de papeles sin valor. Por otra parte, el capital de la sociedad era principalmente en tierras, y no contaba con efectivo (o valores como oro y plata) para satisfacer las demandas de pago en moneda; los enemigos de la Iglesia obtuvieron una cantidad de notas que, al presentarse en la sociedad, pusieron a la institución en aprietos forzándola a suspender todo pago en efectivo a sus clientes apenas unas pocas semanas después de haberlas emitido. La falta de un permiso también fue un golpe para la reputación de la compañía, con el resultado de que José Smith y Sidney Rigdon fueron acusados de haber violado los estatutos bancarios de Ohio y llevados a juicio.
En la primavera de 1837 [segundo trimestre del año] los problemas económicos de los santos se complicaron con un pánico general que se extendió al oeste desde Nueva York hacia otras partes del país (más tarde se conoció como “el pánico de 1837”). En mayo todos los bancos de Ohio suspendieron los pagos en efectivo o en valores; durante ese período, el dinero escaseaba y hubo muchos acreedores que no pudieron dar más créditos ni aplazar los pagos al llegar su vencimiento. José Smith hizo todo lo posible por convencer a las personas que tenían dinero de que invirtieran para mantener el banco a flote, pero, finalmente, la operación de la institución se puso en manos de otros. No obstante, eso tampoco fue una solución, por la incapacidad de los administradores y porque se corrían rumores de que algunos de ellos estaban desfalcando los fondos de la sociedad.
Otra causa de los problemas financieros de la Iglesia fue el afán por especular que se extendió por Kirtland; con la supuesta disponibilidad de fondos, que pedían prestados al banco, muchas personas se metieron en deudas para comprar tierras que tenían pensado revender sacando una buena ganancia. Warren Cowdery comentó en el Messenger and Advocate que no eran pocos los miembros “a los que se puede culpar de especulación desenfrenada y de sueños visionarios de riquezas y opulencia mundana, como si el oro y la plata fueran sus dioses, y su sola dicha, o el pasaje para lograrla, fuera la adquisición de casas, granjas y mercaderías”9. En el otoño de 1836, Heber C. Kimball, que acababa de regresar de una misión, quedó pasmado ante los efectos de esa especulación y escribió lo siguiente al respecto: “Cuando salimos de Kirtland, un terreno en la ciudad costaba unos $150 (dólares); pero al regresar, para nuestro gran asombro, el mismo terreno costaba entre $500 y $1.000 (dólares), según la ubicación. Y me encontré con que algunos hombres que apenas tenían qué comer cuando me fui, al volver eran personas supuestamente acaudaladas. Más aún, parecía que todo a nuestro alrededor era prosperidad y que toda la gente estaba determinada a hacerse rica”10.
Debido a la forma en que la sociedad sobrepasó sus medios, finalmente se vio forzada a cerrar en noviembre de 1837, y como resultado, las doscientas personas que habían invertido dinero en ella perdieron casi todo el capital colocado. José Smith perdió más que cualquier otra persona con el fracaso de la compañía, pues, tratando de lograr éxito con el banco y al mismo tiempo de comprar terrenos en Kirtland y mercancías para su tienda, había acumulado deudas que llegaban cerca de los cien mil dólares; a pesar de tener tierras y bienes cuyo precio superaba la suma de sus deudas, no le fue posible convertirlos en valores con los cuales pudiera pagar a sus acreedores. En 1837 el Profeta tuvo que enfrentar diecisiete juicios por deudas en el condado de Geauga, consistentes en demandas por más de treinta mil dólares. Lamentablemente, pocas personas comprendieron las verdaderas causas de las dificultades económicas que pasaban; muchos miembros hablaron mal del Profeta acusándolo de ser responsable de todos sus problemas.
SE EXTIENDE LA APOSTASÍA
Durante ese tenebroso período de apuros económicos hubo muchos miembros que apostataron. Eliza R. Snow describió la forma en que se sentían varios miembros de la Iglesia después de la dedicación del templo en 1836: “…la prosperidad había empezado a sonreírles… y muchos de los que habían sido humildes y fieles… empezaron a tener altanería en su espíritu y a envanecerse con el orgullo de su corazón. A medida que los santos fueron comenzando a beber del amor y el espíritu del mundo, el Espíritu del Señor empezó a alejarse de su corazón y se llenaron de orgullo y de odio hacia los que todavía mantenían su integridad”11.
Wilford Woodruff también observó que los líderes advirtieron a los miembros que, a menos que se volvieran humildes y se arrepintieran de su orgullo, les esperaba un castigo similar al sufrido por los antiguos nefitas12. El Messenger and Advocate, el periódico de Kirtland, también advirtió que había algunos hermanos sin escrúpulos que se aprovechaban de los recién llegados a la comunidad hablándoles de fantásticas oportunidades para invertir capital, tomando su dinero y luego desapareciendo13.
Durante la primavera y el verano de 1837, era común en Kirtland oír calumnias sobre José Smith, particularmente cuando él se hallaba en viaje de negocios o cumpliendo alguna misión. Algunos de los hombres que tenían cargos de responsabilidad en la Iglesia lo rechazaron como líder declarando que ya no era Profeta. Cuando el élder Parley P. Pratt regresó de una misión en Canadá, la apostasía se hallaba en su apogeo; él se vio temporariamente envuelto en las dificultades y después escribió una descripción sincera de lo sucedido:
“Había además envidias, mentiras, contenciones y divisiones que causaban muchos problemas y pesar. También yo me vi acusado, calumniado y maltratado. Y en cierto momento, me venció aquel espíritu de gran manera y me pareció que se habían desatado sobre mí los mismos poderes de tinieblas que luchaban contra los santos. Pero el Señor conocía mi fe, mi celo, la integridad de mis propósitos, y me dio la victoria.
“Fui llorando a ver al hermano José Smith, y con el corazón quebrantado y el espíritu contrito, le confesé cómo había errado mi espíritu, cómo había murmurado y lo que había hecho o dicho equivocadamente. Él me perdonó con sinceridad, oró por mí y me bendijo. De ese modo, por experiencia propia, aprendí a discernir por contraste a los dos espíritus, y a resistir al uno y allegarme al otro”14.
En varias oportunidades, otros líderes fieles como Brigham Young y Heber C. Kimball defendieron al Profeta en diversas reuniones, aun cuando el hacerlo los puso en peligro. En febrero de 1837, varios élderes convocaron a una reunión en el templo para todos los que consideraran a José Smith un profeta caído; tenían la intención de nombrar a David Whitmer para ser el nuevo líder de la Iglesia. Brigham Young, Heber C. Kimball y otros miembros fieles asistieron a esa reunión; después de escuchar a los que se oponían al Profeta, el hermano Young se levantó y testificó de él. “José Smith era un Profeta, y yo lo sabía, y sabía que aunque lo acusaran y calumniaran todo lo que quisieran, no podrían destruir el nombramiento del Profeta de Dios; sólo destruirían su propia autoridad, cortarían los lazos que los unían al Profeta y a Dios y se hundirían ellos mismos en el infierno”15. El 19 de febrero, el profeta José Smith habló en el Templo de Kirtland, con el poder de Dios, durante varias horas. Los que protestaban tuvieron que callar y los santos se vieron fortalecidos al apoyar al siervo escogido del Señor16.
LA MISIÓN A GRAN BRETAÑA
Durante ese período de seria crisis, el Señor le reveló a José Smith: “Algo nuevo debe hacerse para la salvación de la Iglesia”17. El domingo 4 de junio de 1837, el Profeta se acercó al hermano Heber C. Kimball en el templo y le susurró al oído: “Hermano Heber, el Espíritu del Señor me ha dicho: ‘Que mi siervo Heber vaya a Inglaterra a proclamar mi Evangelio y a abrir la puerta de la salvación para ese país’ ”. El hermano Kimball quedó anonadado por su llamamiento para ir a Inglaterra, pues no tenía educación ni refinamiento; casi todos los días iba al templo a orar, en un cuarto de la planta alta, pidiendo protección y potestad para cumplir la misión honorablemente. Su familia era pobre, pero él estaba determinado a servir al Señor, y dijo: “Sentí que la causa de la verdad, el Evangelio de Cristo, sobrepasaba en importancia cualquier otra consideración”18.
Heber C. Kimball quería que Brigham Young, su amigo íntimo y compañero del apostolado, lo acompañara en la misión, pero el Profeta necesitaba al hermano Young para ayudarle con los problemas de Kirtland. Mientras apartaban al élder Kimball para su misión, Orson Hyde entró en el cuarto y, al oír lo que sucedía, se arrepintió, pues él estaba entre los líderes de la Iglesia que se habían dejado llevar por el espíritu de especulación y de crítica a José Smith; entonces, reconoció sus faltas, pidió perdón y se ofreció para acompañar al hermano Kimball en la misión. El Profeta aceptó su arrepentimiento y lo apartó a él también para ir a Inglaterra19. Apartaron, además, a otros cinco hermanos para que acompañaran a los dos Apóstoles: Willard Richards, miembro de la Iglesia desde hacía sólo seis meses; Joseph Fielding, que había nacido en Bedfordshire, Inglaterra, y había emigrado a Canadá en 1832; y otros tres canadienses: John Goodson, Isaac Russell y John Snider, los cuales tenían parientes y amigos en Inglaterra con quienes mantenían correspondencia. Los últimos cuatro se habían convertido a la Iglesia al mismo tiempo que John Taylor, el año anterior, durante la misión de Parley P. Pratt a Canadá.
James, el hermano de Joseph Fielding, que era ministro religioso independiente en Preston, Inglaterra, le había escrito a su hermano, que estaba en Canadá, invitándolo a ir a Preston para predicar su nueva religión en la capilla donde se reunían sus feligreses. Después de llegar a Inglaterra, los misioneros fueron a esa ciudad, que estaba a poco menos de cincuenta kilómetros de distancia del puerto de Liverpool, a predicar a la congregación de James Fielding. Algunos de los miembros de ese grupo habían ejercido tal fe en sus oraciones que habían visto en sueños a los misioneros estadounidenses aun antes de que éstos llegaran. A partir del 23 de julio, los hermanos predicaron ante congregaciones tan numerosas que no cabían en la capilla Vauxhall, del reverendo Fielding; pero tan pronto como varios de los feligreses pidieron que los bautizaran, el Reverendo se negó a permitir que los misioneros continuaran utilizando su capilla. “Kimball hizo los agujeros, Goodson metió los clavos y Hyde los remachó”, se lamentaba él después, comentando el éxito de aquéllos20.
Sin dejarse amilanar, los élderes no tardaron en hacer reuniones en casas particulares que contaban con permiso para que se predicara en ellas; también predicaban en las esquinas de las calles. Al darse cuenta de la pobreza y la ignorancia de muchos de entre el público que los escuchaba, los misioneros empezaron a hablar con palabras sencillas y fáciles de entender, a comportarse como hombres comunes, y a vestirse como todos; tampoco cobraban por enseñar. Extendieron a sus oyentes una mano de amistad y hermandad, haciéndolos sentirse todos iguales ante Dios. La evidente sinceridad de los élderes hacía gran contraste con la actitud altanera de los clérigos ingleses de la época, y al poco tiempo muchas personas solicitaron el bautismo.
La mañana del 30 de julio, el día en que se iban a llevar a cabo los primeros bautismos, Satanás y sus huestes atacaron a los misioneros. El élder Russell fue a pedirle al élder Kimball que lo aliviara de los espíritus malignos que lo atormentaban, y cuando éste y el élder Hyde le pusieron las manos encima para bendecirlo, un poder invisible lanzó al suelo al élder Kimball haciéndole perder el sentido. Al volver en sí, vio a sus hermanos que oraban por él.
Heber C. Kimball escribió lo siguiente: “Me levanté y me senté en la cama, y entonces se abrió una visión ante nuestros ojos y vimos claramente a los espíritus malignos, que echaban espuma [por la boca] y rechinaban los dientes. Los observamos alrededor de una hora y media… Jamás olvidaré la malignidad vengativa que se reflejaba en sus semblantes mientras me miraban fijamente; sería en vano tratar de describir la escena que se nos presentó ni de detallar su malevolencia y odio…
“Años después, al narrarle al profeta José la experiencia de aquella horrible mañana, el hermano Kimball le preguntó… si habría habido algo malo en él para haber tenido tal manifestación.
“ ‘No, hermano Heber’ ”, respondió el Profeta; ‘en aquella época usted estaba muy cerca del Señor; sólo había un velo que lo separaba de Él, pero usted no podía verlo a él. Cuando yo me enteré de lo que había pasado, me causó gran gozo saberlo, pues entonces no tuve duda de que la obra de Dios había arraigado en aquella tierra. Y eso fue lo que hizo que el diablo se esforzara por matarlo’.
“…‘Cuanto más cerca del Señor esté una persona, mayor poder manifestará el adversario para tratar de impedir que se cumplan Sus propósitos’ ”21.
A pesar de aquellas horribles escenas que Satanás y sus seguidores les presentaron, los hermanos llevaron a cabo los bautismos en el río Ribble tal como lo habían planeado. Uno de los conversos, George D. Watt, ganó una carrera que corrieron hasta el río con el fin de determinar quién tendría el honor de ser el primero en bautizarse en Inglaterra. Aquellos bautismos dieron lugar a un torrente de conversos. Los misioneros fueron a los pueblos de Chatburn y Downham, que estaban en el Valle de Ribble, a poco más de treinta kilómetros de distancia de Preston; en Chatburn, el élder Kimball bautizó a veinticinco personas la primera noche que predicó allí; en los cinco días siguientes, con la ayuda de su compañero, Joseph Fielding, bautizó a unas ciento diez personas y organizó ramas en Downham, Chatburn, Waddington y Clithero.
Un día, mientras el hermano Kimball iba caminando por Chatburn, un grupo de niños iba adelante “cantando los himnos de Sión mientras sus padres contemplaban la escena con deleite e invocaban bendiciones sobre nosotros, alabando al Dios del cielo por habernos enviado a presentarles los principios de la verdad y el plan de salvación”22. El élder Kimball explicó el suceso con estas palabras:
“Recorrí las calles de aquel pueblo con un sentimiento que jamás había experimentado en mi vida. Mientras caminaba, el cabello se me erizaba, y no sabía qué era lo que me pasaba. Me quité el sombrero, y sentía deseos de quitarme los zapatos, y no sabía qué pensar.
“A mi regreso, le mencioné lo ocurrido al hermano José, y él me dijo: ‘…algunos de los antiguos profetas fueron a Inglaterra y dedicaron esa tierra, y sus bendiciones se derramaron sobre usted’ ”23.
A los ocho meses, dos mil personas se habían convertido a la Iglesia y se habían organizado veintiséis ramas. Heber C. Kimball contaba que, cuando lo apartaron, le hicieron esta promesa: “…que Dios me iba a hacer poderoso en aquella nación a fin de que ganara almas para Él; que los ángeles me iban a acompañar y a sostener, y que mis pies no se deslizarían nunca; que sería grandemente bendecido y que resultaría ser una fuente de salvación para miles de personas, no sólo en Inglaterra sino también en los Estados Unidos”24. Aquella primera misión a Inglaterra preparó la vía para que el Consejo de los Doce reforzara la obra misional entre 1839 y 1841 y para que hubiera una constante cosecha de conversos en las Islas Británicas durante la mayor parte del siglo diecinueve. El éxito de la misión a Gran Bretaña fue una importante compensación por la apostasía que había tenido lugar en Ohio y las persecuciones que se sufrieron en Misuri. Los miles de conversos británicos que emigraron a los Estados Unidos fortalecieron muchísimo a la Iglesia en períodos cruciales. En las décadas de 1850 y 1860, la mayoría de las familias de Utah tenían a la cabeza padres que provenían de Gran Bretaña.
UNA “GRAN APOSTASÍA”
Al mismo tiempo que la Misión Británica aumentaba en número de conversos y en fortaleza, la apostasía continuaba debilitando a la Iglesia en Kirtland. Caroline Barnes Crosby escribió la siguiente triste nota:
“Muchos de nuestros más íntimos amigos estaban entre los apóstatas…
“Eran algunos de nuestros vecinos y amistades más cercanas. Habíamos escuchado juntos hermosos consejos y recorrido como amigos el camino hasta la casa de Dios”25.
En agosto de 1837, mientras José Smith y la mayoría de los Apóstoles estaban en misiones, Warren Parrish, que había sido escriba del Profeta y era uno de los oficiales de la Sociedad de Seguridad Financiera de Kirtland, y John Boynton, uno de los Doce, dirigieron a un grupo armado con pistolas y cuchillos en un ataque con la intención de tomar el templo; aterrorizadas, varias personas saltaron por las ventanas para escapar, y, al fin, la policía logró controlar a los asaltantes y echarlos. Cuando regresó el Profeta, se les suspendieron los derechos de miembros a los alborotadores a causa de sus acciones; pero a los que demostraron una contrición sincera se les restauraron sus derechos.
Sin embargo, en el otoño, cuando José Smith y Sidney Rigdon se fueron a Misuri, otra vez surgieron los disturbios. Warren Parrish, John F. Boynton, Luke Johnson y otros treinta ciudadanos prominentes organizaron un grupo llamado “Norma Antigua” o Iglesia de Cristo; se consideraban “reformadores” e insistían en que José Smith era un Profeta caído que, junto con otras autoridades de la Iglesia, se había apartado de la verdadera fe. El grupo pretendía derrocar a la Iglesia y tomar el templo, pero continuar enseñando casi todas las doctrinas de la Iglesia al mismo tiempo que rechazaba el Libro de Mormón y desacreditaba a José Smith y al sacerdocio. Se encontraron con la oposición de Martin Harris, que, aunque él mismo se hallaba en estado de rebelión, testificaba que el Libro de Mormón era verdadero y que los que lo rechazaran quedarían condenados.
Como consecuencia de esa apostasía, hubo cincuenta miembros de la Iglesia con cargos importantes que fueron excomulgados por directiva de José Smith; pero los problemas continuaron. Varios de los apóstatas atacaron a los miembros fieles con demandas judiciales y amenazas de despojarlos de sus propiedades; los enemigos de los mormones agregaron su contribución boicoteándolos, aislándolos y negando empleo a los miembros que permanecían leales al Profeta y a la Iglesia. Hepzibah Richards, que era hermana de Willard Richards, escribió lo siguiente:
“En los últimos tres meses nuestro pueblo ha sido vapuleado por la tempestad, y a veces las olas han estado a punto de vencernos…
“Reina un espíritu siniestro en el pecho de aquellos que se oponen a la Iglesia; se creen por encima de la ley y por debajo de cualquier cosa digna de elogio. Parece que su objeto principal es echar mano a toda la propiedad de la Iglesia por poco o nada, y expulsar a los santos del lugar”26.
Un historiador relata: “Entre noviembre de 1837 y junio de 1838, unos doscientos o trescientos santos de Kirtland se apartaron de la Iglesia; esa cantidad representaba del diez al quince por ciento de la totalidad de los miembros que había allí”27. La “gran apostasía” se extendió también en parte hacia Misuri; además, en un período de nueve meses, los Tres Testigos, un miembro de la Primera Presidencia (Frederick G. Williams), cuatro integrantes del Consejo de los Doce y varios del Primer Quórum de los Setenta se alejaron de la Iglesia. Brigham Young, por defender con denuedo al Profeta, recibió amenazas y se vio obligado a huir a caballo hasta Misuri.
En enero de 1838, Luke Johnson, que era apóstata pero que simpatizaba con José Smith, le advirtió que había un complot para asesinarlo. Esa noche, él y Sidney Rigdon huyeron hacia el oeste montados a caballo; sus enemigos los siguieron a través de más de trescientos kilómetros, y a veces llegaron a estar hasta en el mismo edificio, tan cerca que los hermanos oían sus maldiciones y amenazas desde el cuarto vecino. Emma Smith con los hijos de ambos se reunió con su esposo en el camino y, después de una jornada sumamente dificultosa, en marzo de 1838 llegaron a Misuri donde los santos los recibieron con gran cariño y entusiasmo. Sidney Rigdon, que se había separado del Profeta en Dublin, estado de Indiana, llegó unos días más tarde.
LA COMPAÑÍA DE KIRTLAND
El mismo mes en que el profeta José Smith huyó de Kirtland, los miembros del sumo consejo también vieron su vida amenazada; casi todos los fieles decidieron seguir a su líder hasta Misuri. Hepzibah Richards escribió este comentario sobre la difícil situación: “Todos nuestros amigos se proponen abandonar este lugar tan pronto como sea posible… La opinión general es que Kirtland debe ser pisoteada por los inicuos durante una temporada… Dentro de las próximas semanas probablemente haya cientos de familias que se alejen de acá”28. Sin embargo, antes de que la mayoría de los fieles pudiera dejar Kirtland, los enemigos comenzaron a saquear las casas de los santos y a prender fuego a los sótanos de ellas.
A principios de marzo, los setenta empezaron a hacer planes sobre la forma de ayudar a los miembros más pobres a mudarse a Misuri. Uno de los presidentes del quórum, James Foster, tuvo una visión en la que vio una compañía de unos quinientos santos que viajaban en orden hacia Misuri, acampando por el camino. Dirigidos por Hyrum Smith, los presidentes de los Setenta prepararon una constitución para esa compañía según la visión y profecía, y formaron la Compañía de Kirtland con todos los que estaban dispuestos a obedecer sus estatutos, nombrando líderes para presidir cada uno de los grupos que la integraban. Los capitanes debían exhortar a los miembros de su grupo a obedecer los mandamientos y observar la Palabra de Sabiduría.
La jornada se demoró varias semanas, mientras los miembros trataban de arreglar sus deudas, vender las propiedades, y comprar carretas, yuntas y equipo. Al fin, el 6 de julio de 1838, salieron de Kirtland más de quinientos santos llevando veintisiete tiendas de campaña, cincuenta y nueve carretas, noventa y siete caballos, veintidós bueyes, sesenta y nueve vacas y un toro29. Benjamin Johnson escribió: “Se juntaron todos los medios para pagar los gastos, así que todos eran iguales y tenían lo mismo, y así continuaron mientras permanecieron juntos en la compañía”30. A pesar de esos esfuerzos, los viajeros tenían que detenerse ocasionalmente para ganar algo de dinero con qué comprar suministros y equipo.
La Compañía de Kirtland estuvo atormentada por la persecución también en su viaje; muchas personas que encontraban en la ruta desconfiaban de aquellos harapientos viajeros que pasaban por los pueblos y ciudades. “Cuando pasábamos por el camino de mañana, sin molestar a nadie, algunos recibían un ‘saludo’ al estilo moderno de huevos que les tiraban los rufianes”31. La burla se combinaba a veces con amenazas de violencia. En una comunidad de Misuri, los habitantes colocaron “artillería” en las calles para evitar que la compañía pasara por allí, y sólo les permitieron pasar después que uno de los setenta procedió a calmar los ánimos de la gente; aun así, varios de los líderes de la compañía pasaron la noche en la cárcel.
Hubo muchos factores que contribuyeron a los sufrimientos de los miembros de la compañía de Kirtland.
“Los accidentes y las enfermedades afligían constantemente a los pioneros; a algunos los aplastaban las ruedas de las carretas, otros sucumbían a la enfermedad… Durante el día transpiraban por los esfuerzos, y por las noches dormían en el frío y, a veces, sobre el suelo húmedo. Tuvieron que vadear corrientes, trepar y bajar cuestas y atravesar rutas y caminos con profundas huellas, constantemente debilitados por la fatiga, por una dieta escasa y variable y por el agua contaminada que se veían forzados a beber.
“En medio de sus sufrimientos y aflicciones, se volvieron a su Padre Celestial en busca de ayuda. Através de la jornada, los élderes bendecían a los enfermos y a los lastimados; y los que llevaban un diario personal anotaban en él que muchos de los que las recibían se vieron instantáneamente curados por el poder del sacerdocio”32.
En septiembre, cuando la compañía llegó al río Misisipí, “les advirtieron que en el oeste de Misuri había estallado una guerra entre los santos y los que no eran mormones, que pronto iban a expulsarlos a todos del estado y que, si seguían adelante, los atacarían a ellos también y sufrirían una suerte similar”33. Como resultado de esas amenazas, varios rehusaron entrar en Misuri; pero la mayoría continuó su camino reuniéndose al fin con el Profeta en Far West, Misuri, el 2 de octubre de 1838. Dos días después, llegaron a Adán–ondi–Ahmán, donde iban a establecerse34. No obstante, al poco tiempo descubrieron que sus problemas no habían quedado atrás al abandonar Ohio; unas semanas más tarde las persecuciones los enfrentaron en Misuri también.
Historia Fecha |
Acontecimientos importantes |
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Julio–agosto de 1836 |
Parten en misiones a Nueva York y a Salem, Massachusetts, en procura de fondos. |
2 de enero de 1837 |
La Sociedad de Seguridad Financiera de Kirtland comienza a operar. |
Mayo de 1837 |
El “pánico” de 1837 llega a Ohio. |
Julio de 1837 |
Los primeros misioneros que van a Gran Bretaña predican el Evangelio allá. |
Agosto de 1837 |
Un grupo de apóstatas interrumpe una reunión que se lleva a cabo en el Templo de Kirtland. |
Enero de 1838 |
José Smith huye de sus enemigos. |
Julio–octubre de 1838 |
La Compañía de Kirtland viaja a Misuri. |