“Lección 3 — Material de preparación para la clase: Confiar en Jesucristo, nuestro Salvador y líder preterrenal”, Jesucristo y Su evangelio sempiterno: Material para el maestro, 2023
“Lección 3 — Material de preparación para la clase”, Jesucristo y Su evangelio sempiterno: Material para el maestro
Lección 3 — Material de preparación para la clase
Confiar en Jesucristo, nuestro Salvador y líder preterrenal
Aunque no lo recuerdes, tu experiencia con Jesucristo comenzó mucho antes de nacer. Esa relación y ese conocimiento del plan del Padre Celestial pueden brindar propósito y significado a tu vida en la tierra. La unidad 2 te ayudará a comprender mejor la función fundamental del Salvador en el Gran Concilio de los cielos, en el plan de felicidad del Padre, en la Creación y en otros relatos que se comparten en el Antiguo Testamento. A medida que estudies el material de esta lección, piensa en cómo estas verdades pueden edificar tu confianza en Jesucristo.
Sección 1
¿Cómo puede el Plan de Salvación brindar propósito y paz a mi vida?
¿Alguna vez te has perdido en un bosque, entre una gran multitud o en una gran ciudad? ¿Cómo fue esa experiencia?
Así como tal vez te hayas perdido en el bosque o en una gran ciudad, quizás te hayas sentido, o algún día te sientas, perdido en cuanto al sentido y al propósito de tu vida. Al considerar esos sentimientos, medita en las siguientes palabras del élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles:
A menudo he meditado sobre la desesperanza de los hijos de Dios que vagan por el mundo oscuro y lúgubre sin saber quiénes son, de dónde vienen, por qué están aquí en la tierra ni adónde irán después de su vida terrenal.
No hay necesidad de que andemos errantes. Dios ha revelado verdades eternas para contestar esas preguntas […].
El Plan de Salvación es uno de los tesoros más grandes de conocimiento que se han dado a la humanidad, ya que explica el propósito eterno de la vida (“El Plan de Salvación: Un sagrado tesoro de conocimiento que nos guía”, Liahona, octubre de 2015, págs. 33, 34).
Nuestro Padre Celestial presentó Su plan de salvación en el Gran Concilio de los cielos. Allí aprendimos que, si seguíamos Su plan, podríamos llegar a ser como Él, regresar a Su presencia y obtener la vida eterna, que “es el mayor de todos los dones de Dios” (Doctrina y Convenios 14:7).
También aprendimos que el plan del Padre requeriría un Salvador, quien haría posible que superáramos la muerte física y espiritual. El Padre Celestial escogió a Jesús para que fuera ese Salvador (véase Abraham 3:27).
El presidente Thomas S. Monson testificó:
Una parte fundamental del Plan [de Salvación] es nuestro Salvador Jesucristo. Sin Su sacrificio expiatorio, todo estaría perdido (véase “El camino perfecto a la felicidad”, Liahona, noviembre de 2016, pág. 80).
Sección 2
¿Por qué aceptamos a Jesucristo en la vida preterrenal para que fuera nuestro Salvador?
La Perla de Gran Precio presenta un relato interesante de cuando Abraham aprendió acerca de los planetas y las estrellas. Abraham vio que la estrella dominante y más brillante se llama Kólob y que es la más cercana a la presencia de Dios (véase Abraham 3:2–17).
Asimismo, Abraham aprendió que, así como hay diferencias entre las estrellas, también hay diferencias entre los hijos de Dios procreados como espíritus. Algunos espíritus son “más inteligentes” que otros, mientras que el Señor Dios es “más inteligente que todos ellos” (Abraham 3:18–19). (Nota: La inteligencia, en este pasaje, se refiere a la luz y la verdad que una persona ha obtenido [véase Doctrina y Convenios 93:28, 36]).
En este contexto, donde Kólob representa a Jesucristo (véase Abraham 3:3, 16), ¿qué nos enseña esto acerca de Él?
Abraham aprendió que la proximidad de Kólob a Dios la convertía en “la mayor de todas las [estrellas] […], porque está más cerca de [Él]” (Abraham 3:16). Lo mismo ocurre con nosotros, como hijos de Dios. Nuestra inteligencia, luz y gloria dependerán de nuestra proximidad al Creador, Jesucristo, quien está “más próxim[o] al trono de Dios” y está “puesto para regir a tod[o]s l[o]s que pertenecen al mismo orden” (Abraham 3:2, 3).
Sección 3
¿Cómo puede Jesucristo ayudarme a vencer las malas influencias que me rodean?
En ocasiones, es posible que te sientas abrumado por la oposición de Satanás al esforzarte por seguir a Jesucristo y vivir Su evangelio. Tal vez te sea útil recordar que esta no es la primera vez que has presenciado o experimentado la influencia malvada de Satanás.
La rebelión de Satanás dio comienzo a lo que, en el libro de Apocalipsis, se llama la batalla en el cielo (véase Apocalipsis 12:7). Esa batalla se libró entre los que estaban con el Padre Celestial y Jesucristo, y los que se oponían a Ellos y eligieron seguir a Satanás.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo lo siguiente sobre este conflicto:
Esa guerra tan encarnizada, tan intensa, nunca ha cesado; es la guerra entre la verdad y el error, entre el albedrío y la compulsión, entre los que siguen a Cristo y los que lo han negado […].
[L]a libramos en nuestras propias vidas, todos los días, en nuestro hogar, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones con los compañeros de estudios […]. Todos formamos parte de esa batalla: niños, jóvenes y adultos, cada uno de nosotros (véase “Un conflicto interminable, una victoria asegurada”, Liahona, junio de 2007, págs. 4, 7).
El hermano Ahmad S. Corbitt, de la Presidencia General de los Hombres Jóvenes, ofreció un mensaje de esperanza en nuestra continua batalla contra el mal:
Con astucia, Satanás engañó a un tercio de los hijos del Padre Celestial procreados como espíritus para que lo dejaran prevalecer a él en lugar de a Dios, ¡pero a ustedes no! El apóstol Juan vio que ustedes vencieron a Satanás “por medio de la […] palabra de su testimonio” [Apocalipsis 12:11] […].
Saber que antes vencieron a Satanás por medio de la palabra de su testimonio los ayudará a amar, compartir e invitar ahora y siempre; invitar a los demás a venir y ver, venir y ayudar, y venir y pertenecer, ya que esa misma guerra por las almas de los hijos de Dios sigue en la actualidad (“¡Ustedes pueden recoger a Israel!”, Liahona, mayo de 2021, págs. 61, 62).