“Lección 9 — Material de preparación para la clase: Regocijarse en el nacimiento divino de Jesucristo”, Jesucristo y Su evangelio sempiterno: Material para el maestro, 2023
“Lección 9 — Material de preparación para la clase”, Jesucristo y Su evangelio sempiterno: Material para el maestro
Lección 9 — Material de preparación para la clase
Regocijarse en el nacimiento divino de Jesucristo
El nacimiento milagroso de Jesucristo fue un acontecimiento glorioso. Mensajeros celestiales cantaron alabanzas a Dios (véase Lucas 2:11–14), humildes pastores adoraron a Jesús en un establo (véase Lucas 2:15–16) y los magos lo honraron con regalos (véase Mateo 2:11). Las lecciones de la unidad 3 te brindarán la oportunidad de profundizar en tu comprensión del ministerio terrenal de Jesucristo. Su nacimiento y Su vida verdaderamente inspiran “nuevas de gran gozo […] para todo el pueblo” (Lucas 2:10). Considera la posibilidad de ver el video “El Nacimiento” (2:59) para ayudar a establecer el contexto de lo que vas a estudiar.
Sección 1
¿De qué manera comprender la ascendencia de Jesucristo puede aumentar mi confianza en Su poder para salvarme?
Al igual que ocurre con las características específicas que heredas genéticamente de tus padres, Jesucristo fue singular en lo que recibió de Sus padres. En el Libro de Mormón, Alma profetizó que el Salvador “nacer[ía] de María […] siendo ella virgen, un vaso precioso y escogido […], [y] dar[ía] a luz un hijo, sí, aun el Hijo de Dios” (Alma 7:10). Piensa en la forma en que la ascendencia del Salvador está relacionada con Su capacidad de llevar a cabo una expiación por todas las personas.
Comenzamos a ver esa conexión entre la ascendencia del Salvador y Su poder para salvar cuando el ángel Gabriel se apareció a María y le dijo que daría a luz a un hijo que se llamaría Jesús (véase Lucas 1:26–31).
Cuando el ángel anunció el nacimiento de Jesucristo a unos pastores que se encontraban cerca, se refirió al niño como el “Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:11; véase también Lucas 2:9–10). La capacidad de Jesucristo para ser nuestro Salvador fue posible porque tenía un Padre inmortal (el Padre Celestial) y una madre mortal (María). Gracias a Su madre mortal, Jesús podía experimentar plenamente los dolores, los pesares y las tentaciones de la vida terrenal (véase Hebreos 4:15). Estas experiencias mortales le permitieron al Salvador saber “según la carne […] cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos” (Alma 7:12). Debido a Su Padre inmortal, Jesús podía soportar todos los desafíos de la vida terrenal.
Debido a Su madre terrenal, Jesús podía morir; debido a Su Padre inmortal, podía vencer la muerte.
El presidente Russell M. Nelson enseñó:
[La] misión [de Jesucristo] era llevar a cabo la Expiación; misión que era exclusiva de Él. Nacido de una madre mortal y de un Padre inmortal, Él era el único que podía poner Su vida voluntariamente y volverla a tomar (véase Juan 10:14–18). Las consecuencias gloriosas de Su expiación fueron infinitas y eternas; Él quitó el aguijón de la muerte e hizo que el dolor del sepulcro fuera temporario (“La misión y el ministerio de Jesucristo”, Liahona, abril de 2013, pág. 20).
Sección 2
¿De qué manera el nacimiento y la vida de Jesucristo son una manifestación de Su amor por mí?
Piensa por un momento en lo asombroso que es que el Gran Jehová, que creó la tierra, viniera a ella como un bebé indefenso. En una visión, Nefi vio ese acto como una expresión de amor.
Refiriéndose a la condescendencia de Jesucristo, el presidente Tad R. Callister, quien fue Presidente General de la Escuela Dominical, enseñó:
Dios el Hijo cambió Su hogar en los cielos, con todos sus ornamentos celestiales, por una morada mortal con todos sus elementos primitivos […]. Cambió el dominio de un dios por la dependencia de un bebé […]. Era un intercambio sin precedentes […]; el Gran Jehová, el creador de mundos sin fin, infinito en virtud y poder, hizo Su entrada en este mundo vestido con pañales y acostado en un pesebre (véase La Expiación infinita, 2017, pág. 67).
Nefi aprendió más acerca de la condescendencia de Cristo cuando, en una visión, vio al Salvador ministrar entre el pueblo y sanar sus aflicciones (véase 1 Nefi 11:26–31).
El élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
Cuando hablamos del nacimiento de Jesucristo, reflexionamos adecuadamente en lo que le seguiría. Su nacimiento fue infinitamente importante por las cosas que iba a vivir y padecer para que pudiera socorrernos mejor, todo ello culminando en Su crucifixión y Su resurrección (véase Alma 7:11–12). Pero Su misión también incluyó la belleza de Su servicio, los milagros de Su ministerio, el alivio que dio a quienes padecían y el gozo que brindó —y todavía brinda— a los que lloran (“Tengan paz”, Liahona, diciembre de 2015, pág. 36).
Considera el ejemplo extraordinario que nos brinda la condescendencia del Salvador. El obispo Richard C. Edgley, quien prestó servicio en el Obispado Presidente, explicó:
Entonces, ¿qué significa esto para nosotros? Nuestra comprensión de la condescendencia de Cristo debe llevarnos más allá de nuestros sentimientos de asombro y profunda gratitud. Como miembros de Su Iglesia, al ser llamados a representarlo y testificar de Él, nuestra gran oportunidad es tratar de emularlo […].
Al igual que el Salvador, podemos llevar a cabo el mayor bien al bendecir aun a “mis hermanos más pequeños” [Mateo 25:40]. Debemos recordar que, en cualquier situación de la vida o llamamiento en particular, toda persona es un hijo amado de Dios, y nuestra misión es la de ministrar aun a los más humildes y servirles como el Maestro les serviría (“The Condescension of God”, Ensign, diciembre de 2001, págs. 20, 21).